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Argentina: La lucha continúa

De las imágenes, los "olvidos" y otras cuestiones

Últimamente se ha recuperado desde los medios masivos de comunicación el tema de la Masacre de Trelew. Luego de 35 años de indiferencia y silencio, tras estigmatizar esos hechos como "cosas del pasado" y arrojarlos al olvido, los medios y sus idiotas parlanchines se interesan por los fusilamientos de aquellos 16 militantes populares. Aunque, claro, no de una forma inocente. Aplaudimos la voluntad de los medios de denunciar el fusilamiento de revolucionarios, pero no podemos dejar de señalar algunos "bachecitos" en el intento. Recientemente fue "encontrado" el capitán Sosa, autor material y principal acusado como responsable de la masacre del 22 de agosto de 1972. También otros marinos que participaron aquel día. Los medios comunican, las imágenes se alinean, se engarzan unas con otras como postales. Y no sólo muestran un instante o congelan un momento, ni se detienen pasivas al llegar a nuestras retinas, sino que dan forma y modelan como a una vasija nuestro pensamiento y horizonte de reflexión sobre el pasado. Queremos en esta nota hacer un par de acotaciones a la simplicidad tremendista y mercantil que siempre nos proponen los medios de comunicación, y subrayar la potencialidad que tienen de las imágenes para delimitar nuestra forma de pensar el pasado y el presente.

Ignacio Journe
La Fogata

Siempre que se habla sobre muertes, masacres, bombardeos, fusilamientos, desapariciones, detenciones por razones políticas, etc. ocurridos durante la década del `70, aparecen casi automáticamente imágenes de uniformes, cascos y borceguíes, ametralladoras...monstruos! Esto no sólo en la televisión o en los diarios, sino que las imágenes se reproducen en nuestras educadas cabezas. La asociación, cuando se reitera cotidianamente, se vuelve automática: civiles = víctimas, militares = victimarios. De esta asociación sólo la segunda parte es correcta, de eso no hay ninguna duda, aunque de todas formas resulta incompleta. Militares, marinos, Astiz, Etchecolaz, Camps, Sosa, Del Real…parecen seres oscuros y solitarios, que se movían en las tinieblas, bajo la complicidad de otros militares. En un mundo de ultratumbas estos torturadores habrían desarrollado su vida y profesión. Pero… ¿Qué hicieron los partidos políticos tradicionales por esos años? Y los medios ¿Qué comunicaron? ¿Los funcionarios de gobierno que ordenaron? ¿Los intelectuales que opinaron?

Un señor llamado Mor Roig

A este señor por lo general se lo menciona como un hombre de edad avanzada, miembro de la UCR, ex Ministro del Interior del dictador Lanusse, ejecutado por Montoneros. Sucedió el 15 de julio de 1974, cuando unos seis militantes de esta organización se toparon con Mor Roig, y lo ejecutaron. Se puede estar o no de acuerdo con dicha ejecución, pero es claro que Mor Roig, ex – funcionario de la dictadura, a cargo del ministerio del interior cuando se fusiló a 16 presos políticos, no era ninguna carmelita descalza, ni un "luchador incansable por la pacificación" como suelen referirse a él algunos medios y analistas políticos.

¿Y qué declaraba este prestigioso paladín de la democracia y la pacificación nacional ante la masacre de los 16 militantes populares en Trelew? En respuesta a un telegrama enviado por familiares, en el que se reclamaba el respeto por los derechos humanos de los presos políticos, Mor Roig decía: "En respuesta a su telegrama de la fecha requiero se sirvan precisar a qué medidas concretas de represión se hace referencia y cuáles son las amenazas a la integridad física y los derechos humanos con relación a los responsables de los sucesos de Rawson y Trelew. El poder Ejecutivo Nacional no acepta mediante acción psicológica se pretenda presentar a los protagonistas del luctuoso suceso como víctimas" (La Voluntad, Tomo I, pág. 578.). El Ministro se hizo eco, no podía no hacerlo ciertamente, de la versión esgrimida por Lanusse ante los hechos de Trelew. Las evidencias de la Masacre luego se hicieron irrebatibles…habían sido fusilados a sangre fría por la Marina, en la Base Almirante Zar ¿Este "demócrata ejemplar" pidió perdón alguna vez? Nunca.

Pero no todo quedó allí. Además de ser responsable político de los fusilamientos, y de justificarlos, no olvidemos que también era Mor Roig Ministro del Interior cuando el Comisario Villar recibió la orden de desalojar el velatorio de los 16 asesinados de Trelew en la sede del Partido Justicialista. Esa opaca tarde se oscureció aún más cuando, la caballería no permitió velar a los muertos, golpeó y disparó sobre centenares de familiares y compañeros de los asesinados, y los tanques arremetieron contra las puertas, para sacar a los golpes a los que estaban adentro, y secuestrar los féretros. Mor Roig no estaba dispuesto ni siquiera a permitir a los familiares el ejercicio de un derecho primario de toda sociedad humana: el de velar a sus muertos.

Por otra parte, tampoco podemos olvidar de donde venía Mor Roig: este pacificador era la mano derecha de Balbín, otro que no se andaba con chiquitas a la hora de apoyar golpes de estado y masacres. Este último a partir del `55 se constituyó en el principal apoyo político de la Libertadora, y más tarde de los militares "colorados", donde se concentraba el sector más antiperonista, que en septiembre fue artífice de los bombardeos en Plaza de Mayo. Veinte años después, en 1975, cuando la Triple A estaba en plena actividad, y desde el Estado ya se articulaban los grupos de tareas que luego se desarrollarían y actuarían con mayor intensidad y resguardo, el caudillo radical no tuvo tapujos en arrojar la hipótesis de las "guerrillas fabriles", legitimando la puesta en el blanco de la actividad antiguerrillera a las organizaciones de base y sindicales. Recordemos, por cierto, que alrededor del 40 % de los desaparecidos son trabajadores y trabajadores fabriles.

El Partido Radical… ¿Pidió alguna vez disculpas por las declaraciones de sus dirigentes y referentes históricos ante estos hechos? Ni en aquel entonces ni ahora. Nunca.

Para bien de los civiles involucrados en la represión, la tortura, la desaparición de personas, se despliegan ante cualquiera de estos hechos las frías imágenes de los uniformes y los tanques, los fusiles y los rostros de los peores dinosaurios de la historia. La potencialidad de las imágenes para forjar el pensamiento es pocas veces contemplada, claro, por los que las recibimos, no por los medios de comunicación masiva que las instrumentan.

Después pasa la aspiradora de la historia y se lleva todo lo sucio de estos personajes, para que luego nos vengan a contar en esos programitas de historia que tanto se frecuentan, las hazañas y la voluntad desinteresada de estas basuras, siempre, claro, comparándolos para su bien con las actuales basuras políticas, que no tienen nada que envidiarle a aquellos, ni nada porque sentirse menos respetados, ni más basuras.

De otros olvidos forjados

Los medios por esos días también tenían sus cuadros funcionales al régimen, hoy bien lavaditos. Joaquín Morales Solá, es uno de ellos. De discurso conservador bañado de un lenguaje semi progre, este periodista, muy activo en la actualidad, ha logrado sobrevivir a su nefasta historia. Tiene lugar en el diario La Nación, Radio Mitre, TN, grupo Clarín básicamente; habla en un tono de paz y solemnidad, simulando objetividad y voluntad de acuerdo y bien común. Su pasado no lo condena evidentemente pues hoy es respetado como un "hombre de la democracia". Pero ¿en que andaba el joven Morales Solá por aquellas épocas?

En 1976 el genocida Bussi, por aquel entonces flamante gobernador de Tucumán, realizó un agasajo a periodistas "respetados", en el que les agradeció la tarea realizada desde su profesión en el marco de la "eliminación de la subversión". El General genocida destacó el papel del periodismo "responsable" en la lucha antisubversiva, discurseó frente a ellos y les entregó un presente. ¿Y Morales Solá? ¿Dónde estaba?...

Hace unos años el periodista Hernán López Echagüe denunció en la revista Veintitrés, la participación de Morales Solá en ese agasajo. Por entonces, Morales Solá trabajaba como corresponsal del diario Clarín, y también escribía para La Gaceta de Tucumán. En sus columnas no ahorraba elogios al Operativo Independencia iniciado en 1975 en Tucumán; que fue ensayo de la eliminación sistemática y la desaparición que se desarrollará en la dictadura. Tampoco condenaba a la dictadura del `76 ni abogaba por la democracia, a la que hoy se ocupa de elogiar, y de la que se muestra como fiel defensor, con su tono contemplativo. Entendemos entonces por qué recibió su invitación.

Y para confirmar que para estar "limpio" en los medios de la democracia no hace falta ninguna autocrítica, el denunciado se esforzó en desmentir la acusación, diciendo que al momento de dicho agasajo estaba en Buenos Aires y no en Tucumán. Pero lo hizo torpemente con mentiras que tuvieron muy poco vuelo. Finalmente hundido en el ridículo debió callar, cuando otro periodista, Marcos Taire, confirmó su presencia en el agasajo, y más tarde salieron a flote unas fotos en la que se ve al general Bussi arengando y a una decena de respetados periodistas escuchando atentos, entre los que se observa al jovencito y bien relacionado Morales Solá. De allí en más, ni una palabra.

Uno de los peorcitos: Ernesto Sábato

El caso de este intelectual y su apoyo "espiritual" a las dictaduras militares de nuestro país ya fue aclarado y denunciado en varias oportunidades por varios periodistas. Sin embargo, tal como dijimos antes, las imágenes son poderosas armas forjadoras de pensamiento, que los medios utilizan para limpiar trayectorias, construir sus estatuas y baldear la historia, por lo que vale la pena seguir refrescando la trayectoria de este intelectual sistémico.

Ese viejito que inspiró la ternura de tantos, desde una Doña Rosa hasta Néstor Kirchner, es un ejemplo emblemático de cómo se puede ser "un democrático y un defensor de los derechos humanos" habiendo apoyado todas las dictaduras, desde la Libertadora del `55, pasando por la autodenominada "Revolución Argentina" de 1966, hasta la última de 1976. ¿es imposible acaso?

En el `55 como buen militante del PC por ese entonces, y junto con toda la gorilada clasemediera, el joven Ernesto salió a festejar a las calles la caída de Perón, y el inicio de la barbarie liberal, la coacción física y moral hacia la clase trabajadora, y la anulación de todos sus derechos y canales de expresión. Parte de esa intelectualidad se liberaba de la "pesadilla peronista", con la insulsa ilusión de la tarea terminada. La clase obrera les haría tempranamente dar sus rostros contra el piso.

En 1966, Onganía derrocaba a Illia e iniciaba su paternal y corporativa dictadura, que implicó la racionalización de la producción y un intento de disciplinamiento extremo de la sociedad, y nuestro defensor de los derechos humanos y la democracia declaraba: "Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con prejuicios y valores apócrifos que no responden más a la realidad. Debemos tener el coraje para comprender que han acabado, que habían acabado instituciones en las que nadie creía seriamente. ¿Vos crees en la Cámara de Diputados? ¿Conoces mucha gente que crea en esa clase de farsas? Ojalá la serenidad, la discreción, la fuerza sin alarde, la firmeza sin prepotencia que ha manifestado Onganía en sus primeros actos sea lo que prevalezca, y que podamos, al fin, levantar una gran nación".

No hay muchos comentarios que hacer al respecto.

Finalmente, en 1976, consecuente con su histórica relación con las dictaduras y el poder político, Sábato fue junto con Borges y Castellani a visitar al dictador Videla a la casa de gobierno. Allí almorzaron contentos y rechonchos con el genocida, dialogaron de distintos temas, cultura, política, etc. mientras por esas horas miles de personas desaparecían o eran asesinados. Todos salieron muy satisfechos de la reunión, Sábato y Borges sobre todo. El primero declararía: "El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del Presidente".

El único que desentonó con el ánimo festivo fue el cura Castellani, que justamente no se distinguía por su progresismo, quien le solicitó al dictador la aparición del escritor Haroldo Conti, por entonces recién desaparecido. Ni Borges ni Sábato dijeron una palabra sobre la violación de los derechos humanos, ni sobre sus pares ausentes.

Y así Sábato siguió adelante, ileso, nunca sufrió cortocircuitos ni desencuentros con ninguna dictadura militar, ni se le conoce exilio alguno. Su relación con otros intelectuales y escritores que debieron salir del país se rompió cuando el "paladín de la democracia y los derechos humanos" defendió a la dictadura ante las críticas de estos y los organismos de derechos humanos nacionales e internacionales, ante las evidentes masacres y masivas desapariciones. En 1978 Sábato decía: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las fuerzas armadas tomaran el poder. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes. Sin dudas, en los últimos meses en nuestro país, muchas cosas han mejorado: las bandas terroristas armadas han sido puestas en gran parte bajo control".

En fin, la inocente pregunta sería ¿cómo una persona que no sólo convivió de forma armoniosa con todos los regímenes dictatoriales, sino que además los apoyó y los defendió en sus objetivos y proyectos, aún cuando era de público conocimiento las atrocidades que se cometían en la última y más feroz dictadura, pudo pasar ileso por la transición y convertirse en un icono de la democracia y la defensa de los derechos humanos? Es una pregunta difícil de contestar, sólo la misma democracia puede forzar los "olvidos" necesarios para que esto ocurra.

Alfonsín lo puso al frente de la Co.Na.De.P que investigó las violaciones a los derechos humanos en la última dictadura, fue premiado, difundieron e instalaron en la memoria colectiva su imagen entregando emocionado los informes de la investigación al por entonces presidente; y lo consagraron como señor de nuestra democracia. Y así el camaleónico Sábato ahora se puede pasear por todos lados, medios de comunicación, editoriales, actos públicos, besos presidenciales, etc. reafirmando compromisos y convicciones que nunca tuvo y siempre contradijo con sus prácticas, pero que sirven para transitar feliz por esta democracia antidemocrática, que es lo que importa.

Sábato simplemente constituye un ejemplo de la amnesia idiota de la sociedad argentina. También corporiza la certeza de que la construcción de los héroes y referentes por parte de los medios y la clase política siempre, pero siempre, es funcional a la propia reproducción del orden y el olvido.

En fin...

Nos interesa apuntar sobre estos temas, ya que, como lo hemos señalado en otras notas, muchos y muchas fueron los que participaron en la represión y la tortura, muchos y muchas apoyaron y legitimaron las dictaduras, conociendo sus prácticas y proyectos, muchos y muchas también desde sus lugares de trabajo, educación, esparcimiento, sus lugares cotidianos, colaboraron con la tareas represiva y disciplinante del terrorismo de estado. La dictadura tuvo sus intelectuales, sus periodistas, sus escritores, los cuales muchos hoy se encuentran en actividad. No sólo los militares robaron bebes. Varios empresarios y empresarias se robaron niños de secuestrados, además de entregar miles de trabajadores a los grupos de tareas.

Y sin embargo, la democracia pone sus filtros, y juzga a la tarea burda, a la imagen asquerosa, a los indefendibles, a los rabiosos, a los dinosaurios, a los "monstruos", a los que ya sabemos. Y es esta visión unidireccional acerca del tenebroso pasado y sus responsables la que obstruye cualquier apertura al debate y la reflexión sobre la participación y el compromiso de parte importante de la sociedad civil con el terrorismo de estado y la desaparición de personas; menos aún a su juzgamiento.

Aplaudimos el procesamiento de los militares asesinos y torturadores, y también de aquellos que dieron las órdenes. Los Sosa, los Del Real, los Mayorga, los Astiz, los Etchecolaz. Todos deben ir presos Pero siempre mantendremos la sospecha, el sabor amargo conciente, la convicción de que todo Estado, sea democrático o dictatorial, determina no casual ni inocentemente, y por fuera de toda moralina, las víctimas y los tiempos de su Justicia.

Fuente: lafogata.org