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Nuestro Planeta

17 minutos y 30 segundos: Neoliberalismo, territorios y la otra geografía

Sergio Rodríguez Lascano
Programa de las Américas

"Para los pueblos indígenas, campesinos y rurales la tierra y el territorio son más que sólo fuentes de trabajo y alimentos; son también cultura, comunidad, historia, ancestros, sueños, futuro, vida y madre".
Comandanta Kelly

Robándonos y modificando la idea original planteada por Walter Benjamín, si ubicáramos la historia del capitalismo midiéndola en un calendario anual, y el día de la muerte de nuestra antepasada homínida, Lucy, sucediera en el primer minuto del 1 de enero, toda la historia del capitalismo cabría en 17 minutos y 30 segundos del 31 de diciembre. El neoliberalismo apenas llegaría a un minuto.
El problema es que como nunca antes en la historia de la humanidad este minuto de nuestro calendario puede acabar con la historia de todos y todas. En este suspiro histórico se concentra toda la potencialidad destructiva de un sistema que camina inexorablemente hacia la aniquilación.
No se trata de pintar un escenario apocalíptico por razones ideológicas. El capitalismo, en su fase neoliberal, potencializa lo que llevaba en su seno desde el inicio: un poder destructivo impresionante. El capitalismo, no hay que olvidarlo, tiene como objetivo fundamental la autovalorización del capital y eso permite la caracterización de lo que Carlos Marx definió como " el progreso destructivo" del capitalismo.
Cada una de las revoluciones industriales o tecnológicas que se han vivido en su historia ha representado procesos de destrucción y aniquilamiento del entorno ecológico y de masacres en contra de los seres humanos. Desde luego, no hay comparación entre las tres primeras revoluciones industriales o tecnológicas y la que estamos viviendo en la actualidad.
La utilización del vapor producto de la existencia del carbón en el siglo XVIII, la utilización de ríos o petróleo para la generación de energía, o la introducción de la electrónica y la generación de energía por medio de la fisión nuclear, cada una de estas modificaciones ha significado un incremento en la dinámica de destrucción del entorno natural. Podemos decir que la intervención del capital sobre la naturaleza estaba determinada por la forma de organización normal de la misma. La modificación del curso de los ríos, o el sacar el uranio de la tierra para utilizarlo como fuente energética ya tenía de por sí implicaciones importantes en el mantenimiento del equilibrio ecológico. Pero la cuarta revolución industrial o tecnológica que estamos viviendo tiene implicaciones mucho más peligrosas que nunca.
Algunos han querido reducir esta cuarta revolución a la informática, pero aquí no se ubica su característica principal. De lo que estamos hablando es, en lo fundamental, del control de los mapas genéticos de todos los seres vivos y por lo tanto de la generación de organismos modificados genéticamente y la llegada de los agrocombustibles, llamados alegremente biocombustibles, como alternativa al inevitable proceso de decadencia del petróleo.
Parecería que la subsunción (subordinación-inclusión) del trabajo al capital no ha sido suficiente y ahora lo que se busca es la subsunción del territorio al capital, es decir de la tierra, el agua, los mares, las montañas, las selvas, los bosques, de toda semilla o planta que exista, es decir de los bienes terrenales .
En la lógica de las patentes, hace algunos años, se le preguntaba a uno de esos aventureros que andan por el mundo lo siguiente: ¿para qué patentaba tanta semilla y/o planta que no tenía ninguna utilidad productiva? Respondió: "en este momento no tiene utilidad, pero con el tiempo, si la llega a tener, ya nadie podrá hacer nada, será mía".
El espíritu de conquista desarrollado a finales del siglo XIX (ejemplificado con esa declaración de Cecil Rhodes en la que maldecía a las estrellas porque no podía conquistarlas), vuelve a ser el combustible que anima al capital. Pero el método ha cambiado, no se trata de conquistar países y volverlos colonias, eso sale muy caro y es muy peligroso. Es preferible conquistar territorios específicos y dejar en los gobiernos a una pléyade de sirvientes que hacen de la genuflexión frente al capital, su ejercicio aeróbico favorito.
En esta nueva relación, el capital no ve países sino territorios: Brasil no es Brasil sino la selva amazónica y millones de hectáreas que deben ser reubicadas en la lógica del capital y de sus prioridades. Bolivia no es Bolivia sino una extensión de terreno donde hay gas en abundancia. México no es México sino la selva Lacandona donde hay petróleo, uranio, agua, etc.
La construcción de una nueva geografía desde arriba busca subsumir todo al capital. Todos los bienes naturales, comenzando por la tierra, son ambicionados por un capital incapaz de auto limitarse. Más ahora que sueña que no tiene enemigo enfrente. El neoliberalismo se despojó de todos los pruritos anteriores del Estado benefactor y decidió caminar desnudo, sin temor al ridículo, en tanto los sistemas alternativos que tenía enfrente desaparecieron sin el menor chiste de la escena política. Ahora, la única filosofía es dejar que la sed de ganancias fluya en toda su dimensión, sin límite alguno. Esa incapacidad para auto limitarse tiene su raíz en su sed ilimitada de ganancia.

La loca carrera en busca de nuevos energéticos

Esa incapacidad se expresa en la loca carrera en busca de nuevos energéticos que sustituyan al petróleo, las consecuencias de toda esta locura pueden ser fatales. Pongamos un ejemplo.
Si en el siglo XVII las ovejas se comieron a los campesinos en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, ahora lo que se busca es que los automóviles se coman a los campesinos de África, Asía y América Latina por medio de la extensión geométrica de la siembra de una serie de productos destinados a la producción de etanol (maíz y caña de azúcar sobre todo) y "biodiesel" (palma africana y soya). Pero ¿cuáles son las consecuencias de la utilización de productos agrarios, en especial granos, para la producción de gasolina?
Según el especialista Lester Brown, la producción mundial de cereales en 2006 llegó a 1,967 millones de toneladas, pero la demanda fue de 2,040 millones de toneladas; de manera que el planeta no ha producido 73 millones de toneladas, lo que representa un 4%, por lo que estamos hablando de un déficit histórico. Esto marca una tendencia que ya parece irreversible, pues el déficit se viene acumulando desde los últimos siete años, dando como resultado que las reservas mundiales de granos (reservas de las que nadie habla) estén descendiendo al nivel más bajo de los últimos 34 años ("la última vez que eso sucedió, los precios del grano y del arroz se multiplicaron por dos", nos recuerda Brown).
En cambio el uso de cereales para la producción de combustibles ha crecido. Ejemplo de esto son las 54 nuevas destilerías de etanol establecidas en Estados Unidos entre octubre de 2005 y octubre de 2006, las cuales se dice que transformarán 39 millones de toneladas anuales de grano (casi todo maíz) en cerca de cuatro mil millones de galones de etanol, a las que hay que sumar los 41 millones de toneladas ya transformadas en etanol en 2005; esto significa que a fines de 2007 los Estados Unidos transformará maíz en carburante a un ritmo de 80 millones de toneladas al año.
El acuerdo establecido entre el gobierno de George W. Bush y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lo mismo que la reunión que se dio entre este último y una comisión especial de la Unión Europea, nos anuncia lo que será todo un proyecto de reconversión agrícola bajo la lógica del capital. La idea de aumentar el sembradío de productos agrícolas destinados a la conversión en agrocombustibles, busca ser presentada como producto de la preocupación de la sociedad del poder internacional ante el calentamiento de la tierra. Por eso se habla de biocombustibles o biodiesel. Una vez más, todos son buenos y buscan el bien común. La realidad es que estamos hablando de un gran negocio, pero que como nunca antes puede significar un paso hacia la destrucción del entorno ecológico.
Algunos han polemizado sobre este tema diciendo que es una exageración señalar que en lugar de utilizar el maíz para la alimentación se utilice en la fabricación de etanol. La realidad es que de lo que se está hablando es que en los próximos años se produzcan 147 millones de toneladas de agrocombustibles, para lo cual se necesita desde luego que una parte importante de los sembradíos normales para la alimentación de los seres humanos sean sustituidos. Inevitablemente, esto permitirá el desarrollo de mayores hambrunas ya que el déficit de cereales irá en aumento, lo mismo que un proceso creciente de eliminación del campesinado y de las comunidades indígenas, mientras que las grandes multinacionales, con la cobertura de la mayoría de los gobiernos que realmente actúan como sus lacayos, serán las grandes beneficiadas. Por eso, Jeb Bush ya ha sido designado presidente de la organización internacional a favor de los "biocombustibles", a muy poco tiempo de que termine su mandato como gobernador de Florida.
Peor aún, la extensión masiva de la producción de etanol en esas tristemente célebres 147 millones de toneladas no resolverá el problema de la sustitución del petróleo, en realidad únicamente podrá atender la demanda emergente de automóviles. Para resolver el problema del consumo de gasolina habría que afectar a los grandes pulmones de la tierra, la selva amazónica, la selva Lacandona, los Chimalapas, la isla de las Galápagos, la sabana costarricense, la selva en Indonesia, etc. Con las consecuencias terribles que eso tendría.
Todo esto encarecerá los precios del maíz, de la soya, de la palma, incrementará la renta diferencial, todo lo cual facilitaría el despojo agrario.
Esto no es una exageración apocalíptica, tiene que ver con algo más sencillo: la rentabilidad del etanol no es comparable con la del petróleo. Simplemente se ha dicho que para llenar un tanque de un automóvil compacto de 45 litros se requieren de 102 kilogramos de maíz, lo que significa el consumo de calorías por seis meses de una persona.
La opción que están haciendo el capital y sus esbirros es por los fabricantes de automóviles, por las 15 grandes multinacionales que fabrican millones de automóviles en esa carrera loca hacia la autodestrucción. Todo está hecho a favor del habitante más cuidado y privilegiado del planeta tierra: el automóvil. Los túneles, las grandes carreteras, los segundos pisos, la forma que están adquiriendo las ciudades hiperdegradadas, todo está hecho para que el automóvil pueda reproducirse. Mientras 2.5 millones de seres humanos viven en la pobreza, ellos no son prioridad.
Efectivamente, la disyuntiva en el corto plazo será: gasolina o alimentos, gasolina o equilibrio ecológico. El problema es que con esta nueva fase de la revolución industrial-tecnológica lo único que se permitirá es que la brecha entre el agro y la industria se cierre, pero no a partir de la racionalidad del crecimiento industrial sino a partir de reconvertir una buena parte de la producción agrícola hacia la fabricación de gasolina. En paralelo se habla ya de la segunda revolución verde (no satisfechos con el fracaso de la primera) que conjuntamente con los transgénicos busca la conversión agraria hacia las agroindustrias.

La otra geografía

Quieren convertir a la tierra y el territorio en mercancías que tienen antes que nada valor de cambio, que sirven únicamente para valorizar al capital. Pero la tierra y el territorio y las comunidades indígenas o agrarias que han vivido ahí han establecido relaciones sociales y naturales que se basan en el respeto y el amor. Y ambos no tienen valor de cambio, solamente valor de uso.
Resulta evidente que la geografía que se dibuja arriba no camina sola. A su lado izquierdo, pero abajo, camina la otra geografía. La de los que aparte de ser campesinos o indígenas han decidido ser los guardianes de la tierra y el territorio para bien de la humanidad entera. Ellos se han echado a cuestas una tarea impresionante: evitar la consumación del peor crimen que está fraguando el capital (y miren que en su corta historia, el minuto del calendario del que hablamos al inicio, ha cometido crímenes terribles). Los guardianes nos invitan a todos a esta, la verdadera madre de todas las luchas: la lucha contra el capital.
Nos invitan a una lucha que se va a ganar porque, como dice Carlos Fuentes en su texto Los cinco soles: "Cuando las dinastías pusieron la grandeza del poder por encima de la grandeza de la vida, la delgada tierra y la tupida selva no bastaron para alimentar, tanto y tan rápidamente, las exigencias de reyes, sacerdotes, guerreros y funcionarios. Vinieron las guerras, el abandono de las tierras, la fuga a las ciudades primero, y de las ciudades después. La tierra ya no pudo mantener el poder. Cayó el poder. Permaneció la tierra. Permanecieron los hombres sin más poder que el de la tierra".
Los hombres y mujeres sin más poder que el de la tierra tienen una historia mayor que 17 minutos y 30 segundos. Los hombres y mujeres sin más poder que el de la tierra son los guardianes a los que tenemos la obligación ética de rendir homenaje acompañándolos en esta lucha, porque como todo buen guardián son los únicos que están en vigilia mientras los demás dormimos y son los únicos que están listos para despertar a los demás. Son el ángel de la historia del que nos hablaba Walter Benjamín.
Sergio Rodríguez Lascano es economista, director de la Revista Rebeldía, y colaborador con el Programa de las Américas www.ircamericas.org.


Fuente: lafogata.org