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Medio Oriente - Asia - Africa

En memoria del `Che guevara negro´, en el 30 aniversario de su muerte.

`Llaman provocación a las verdades que nosotros proclamamos, mientras que las mentiras que ellos cuentan se convierten en verdades absolutas. Nuestra lucha por la independencia y el bienestar de nuestros pueblos es tachada de insumisión, y el saqueo que ellos hacen de nuestras riquezas se llama obra civilizadora. Así escriben ellos la historia, y así se la aprende la mayor parte de la Humanidad. Por eso yo prefiero sentir a mí lado al Che antes que a cualquiera de ellos´.

Thomas Sankara
http://www.conafrica.org

Thomas Sankara (nacido el 21 de diciembre de 1949 en Yako - fallecido el 15 de octubre de 1987 en Uagadugú) fue presidente de Burkina Faso (anteriormente Alto Volta) entre 1983 y 1987. Siendo un carismático líder de la izquierda en el África Occidental, impulsó desde su gobierno reformas administrativas con el objetivo de eliminar la pobreza, mejorando a su vez la educación, la agricultura y la posición de la mujer en la sociedad burkinabe. Algunos lo apodaban `Tom Sank´, y fue considerado por algunos como el Che Guevara de África. Fue asesinado en un golpe de estado del actual presidente, orquestado por Francia.


Thomas Sankara llegó al poder el 4 de agosto de 1983 por medio de un golpe de estado cívico militar dirigido por él mismo y su amigo y compañero de armas Blaise Compaoré. La acción fue llevada a cabo por un grupo de oficiales progresistas apoyados por los principales partidos de izquierda del país. El objetivo era sacar al entonces llamado Alto Volta de la espiral de miseria, corrupción y sumisión al antiguo poder colonial a la que lo habían llevado los sucesivos gobiernos al frente del país desde la independencia, en 1960.

La lucha contra la corrupción fue uno de los grandes retos –y también de los grandes logros- del sankarismo. Los Tribunales Populares Revolucionarios fueron un instrumento fundamental para erradicar una lacra que azotaba a la totalidad del continente africano. Pero su estilo de gobierno lo llevó a mantener actitudes personales extremadamente llamativas: Nada más llegar al poder, vendió las limusinas del Estado y las cambió por el modesto Renault 5, convertido en coche presidencial. Su sueldo como presidente siguió siendo el mismo que el del cargo de capitán que ejercía antes de llegar al poder, y a su muerte, su única posesión era una modesta vivienda cuya hipoteca no había sido aún enteramente liquidada. Su madre seguía ejerciendo, siendo él presidente, como vendedora de especias en un puesto de un mercado de Uagadugú.

Pero la obra política de Sankara no se detuvo en la lucha contra la corrupción. Fue un firme defensor de la igualdad entre el hombre y la mujer y dictó leyes contra la ablación, la poligamia, e incorporó a la mujer a los más altos cargos de la administración del país. La erradicación del analfabetismo fue otro de sus grandes logros, con resultados espectaculares en sus cuatro años de gobierno y la construcción de centenares de escuelas rurales.

En el campo de la sanidad, la obra de Sankara fue también notable. Puso en marcha acciones espectaculares, como los "comandos de vacunación", encargados de vacunar a millones de niños en todo el país, con la ayuda –como en otras muchas iniciativas sociales- de voluntarios venidos de distintos países.
La obsesión de Sankara –y para él el principal objetivo de cualquier revolución- era mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Que la gente pudiera alimentarse correctamente, vivir dignamente, acceder a la educación, expresarse libremente era el objetivo de su trabajo diario. Dio un giro radical a la economía de su país, centrando todos sus esfuerzos en el desarrollo de la agricultura y la ganadería, creando centenares de mini-embalses, promoviendo y protegiendo la producción local frente a los productos importados que sangraban la economía nacional. Rechazó de plano cualquier ayuda internacional que se pareciera a una limosna y sólo estuvo de acuerdo en gestionar aquella que contribuyera a facilitar los objetivos que su gobierno se había marcado –para satisfacción de muchas ONG que veían en esa actitud un modelo de gestión de la ayuda externa.

Pero todo ello se tuvo que hacer desoyendo las consignas de los organismos financieros internacionales -FMI y Banco Mundial- y de la Francia de Mitterrand, que le cortaron, todos ellos y de forma repetida, el acceso a los créditos necesarios para su programa. Los enfrentamientos con el presidente francés fueron, por otra parte, sonados. Sankara, en efecto, no tenía ningún reparo, y lo hizo en alguna ocasión teniendo a Mitterrand a su vera, en reprochar a la antigua metrópoli su pasado colonial y el empeño en seguir manteniendo el control sobre los recursos naturales africanos y, para ello, también ejercer el control político por la vía interpuesta de jefes de Estado locales corruptos y sumisos.

El nuevo nombre que dio Sankara al país, Burkina Faso –La tierra de los hombres íntegros-, no fue en vano. La población recuperó una dignidad perdida a lo largo de un siglo de sumisión al poder extranjero, de vejaciones, de miseria, de represión. Ser burkinabé se convirtió en sinónimo de orgullo en todo el continente africano. La lucha de Sankara fue asumida por la juventud de todo el continente, donde se convirtió en un héroe, un líder carismático, el presidente valiente y honrado que todos los pueblos africanos querían para sí. 

Fuente: lafogata.org