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Latinoamérica

Bachelet y los dueños del país

Hachecu Gatica

"LOS DUEÑOS DE Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio". Estas palabras fueron expresadas hace más de un siglo por Eduardo Matte Pérez, bisabuelo de Eliodoro Matte Larraín, actual mandamás de una de las pocas familias que continúan controlando la ecnomía chilena

Se dice que la empresa es el motor de un país porque produce bienes y servicios, da trabajo, paga impuestos y genera ganancias.

El 20% de la población chilena vive en la extrema pobreza. Contrariamente, los grandes empresarios y sus familias representan apenas el cinco por ciento. Estos últimos viven en barrios socialmente segregados, exclusivos y fuertemente resguardados por los precios de sus propiedades y terrenos. En otras palabras, hay que tener mucho dinero para vivir allí, lo que es imposible para el bolsillo del resto de los chilenos. Tienen escuelas privadas donde aprenden a conocer desde la infancia quiénes son y serán a futuro sus iguales y donde reciben las herramientas para seguir con el modelo de privilegio inexpugnable. No es raro que sus compras personales las realicen en el extranjero adquiriendo así la moda y la tecnología mundial de punta. Se desplazan por el mundo sin limitaciones, y localmente ninguno sufre las incomodidades del transporte público. Son extremadamente sociales en sus relaciones entre ellos, usando códigos de convivencia también exclusivos y funcionales. Sus dietas son balanceadas y de buena calidad. Se preocupan de verse bien y de acuerdo a su clase, con ropas y medios de asistencia físicos y quirúrgicos. Gozan de una amplia red de servicios que comprende desde nanas y jardineros hasta oficinas de consultores, equipos jurídicos, económicos y de comunicación mediática e informal.

Los grandes empresarios conforman una elite inexpugnable. Eso les permite mantener inalterable el orden que ellos han establecido para conservar la hegemonía de grandes empresarios. Se manejan en un orden que funciona y que está muy bien resguardado por una severa red de contactos, avalada por el conocimiento personal entre ellos y/o por datos o recomendaciones de los de su confianza. Los bancos y los diferentes respaldos de los agentes nacionales e internacionales del neoliberalismo son para ellos imprescindibles. Son además dueños de los medios de comunicación que bajo su tutela intentan convencer o confundir a la "masa influenciable", afirmando que el mercado y el poder del dinero no tienen ideología. A esto hay que sumarle la enmarañada y anónima red bursátil y sus múltiples tentáculos que se extienden hasta el seno mismo del corrupto poder judicial chileno.

La gran empresa es la fuente del calor económico. Mientras más cerca de ellos se está, menos se siente el hielo de la pobreza.

Estos grandes empresarios se mantienen muy bien informados a través de foros y conferencias, a menudo con invitados internacionales, que les hablan sobre la marcha del país, de Latinoamérica y del mundo en todos sus aspectos. Tienen canales de influencias reservados para sus contactos con el gobierno de Chile y las bancadas políticas, a través de probados y bien pagados lobistas de total confianza.

Estos empresarios y el gobierno de Chile, en una simbiosis perversa, mantienen personas de su confianza apostados en las embajadas para resguardar sus intereses internacionales y se prestan como punta de lanza para manejos económicos internacionales, siendo además, todos ellos, muy cuidadosos con las directivas emanadas de USA para no transgredir los deseos emanados del imperio. Es tan bueno el clima para los poderosos en Chile que ya se han establecido muchas empresas extranjeras para explotar los recursos naturales de los chilenos y a los propios ciudadanos de nuestro país.

¿De dónde sacan estos empresarios tanto dinero?

De la explotación de los recursos naturales del país y de la fuerza laboral. De la ignorancia y la incapacidad de organización de los trabajadores chilenos, así como de la evasión de impuestos. La evasión -es decir, el no pago de impuestos que están establecidos en la ley, por contribuyentes que están perfectamente identificados- constituye una práctica común en sectores de altos ingresos que cuentan, para esos efectos, con el apoyo de profesionales y personal técnico que les permite planificar para evadir impuestos o, eludirlos al máximo posible. Las cifras son extremadamente elevadas. En Chile los empresarios pagan el 17% de sus ganancias en impuestos, por esas mismas sumas los empresarios de países desarrollados pagan hasta el 60%. El Servicio de Impuestos Internos calcula una evasión de 4.000 millones de dólares anuales. Suma que representa alrededor del 5% del Producto Geográfico Bruto. Si se eliminara tal evasión, el Estado tendría las condiciones económicas para resolver muchos urgentes problemas sociales del país en lugar de estar este apoyando las caritativas galas de La Teletón o la mendicidad del Hogar de Cristo. ¿Cuán grande es la reserva de capitales que estos empresarios chilenos tienen en el extranjero? (al puro estilo Pinochet, considerando que éste era un gato comparado con ellos.)

El poder de estos empresarios está por encima de los intereses de la nación entera. El gobierno y los políticos de renombre están subordinados a sus mandatos. En la parodia de poder, los políticos no hacen más que organizar y distribuir, de mala manera, las migajas que estos empresarios dejan. Están siempre llanos a brindar infraestructura a la gran empresa con el dinero de todos los chilenos para que éstos puedan seguir creciendo, explotando y todo esto a cambio de la recompensa de un buen cargo dentro del sector público o una buena recomendación dentro del sector privado una vez cumplidos sus mandatos.

En el discurso de la cuenta presidencial el 21 de Mayo pasado la Sra, Bachelet no aludió a estos grandes empresarios ni a sus grandes manipulaciones y ganancias. ¿Por qué? Vendepatrias es lo mínimo que se puede decir de los políticos y gobernantes chilenos.

La gran empresa tiene como aliados a la Iglesia Católica, cuyos personeros, con el antiguo cuento del la aguja y el camello han embaucado desde hace casi dos mil años a los pueblos. Mientras el camello sigue pasando por el ojo de la aguja, los ricos siguen viviendo regio sin importarles el reino de los cielos. La Iglesia siempre ha sido una aliada de los poderosos como una estrategia de supervivencia económica y social. El otro aliado incondicional de los grandes empresarios son las históricamente amedrentadoras Fuerzas Armadas, las cuales están allí como un respaldo constitucional al "gobierno títere" de la gran empresa.

¿Qué hacer para lograr que Chile sea realmente de todos los chilenos? Democratizar el capital es lo primero.                 

Fuente: lafogata.org