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Latinoamérica

Chile: del mito a la realidad
La memoria, el olvido y la dignidad

Marcos Roitman Rosenmann
Revista Pueblos

Mucho se ha escrito sobre las tiranías del Cono Sur y más aún sobre la relación entre los torturadores y el torturado, el llamado síndrome de Estocolmo. Pero ¿qué explicaciones hay para los comportamientos sociales capaces de ser conceptualizados como una tortura colectiva. Cuando la violencia política expresa valores y símbolos que buscan apagar su historia y hacer tábula rasa de la memoria de un pueblo? Es decir, cuando el miedo, el panóptico del poder, las formas sociales de la tortura, se expresa en los espacios cotidianos, donde nadie escapa a la visión dejada por los campos de concentración de la dictadura, en las zonas abiertas en las cuales ni cerrando los ojos es posible no sentir la sensación represiva de un orden que se impone bajo la razón de Estado. Donde el terror psicológico acompañaba el caminar y la muerte estaba presente en las calles y la frase de Pinochet "nada se mueve en Chile sin que yo lo sepa" era un adelanto de la mano larga del crimen y la guerra sucia.

En este acontecer, se guardaban muchos silencios, cómplices, dolorosos, de amnesia o de miedos que ocultaban la verdad bajo un manto de cal donde yacían cadáveres de chilenos sin más condición que ser miembros del gobierno constitucional de la Unidad Popular. Muchos negaron lo que veían. Los ahora en el poder, los visibles, amigos de la infancia, en pueblos y ciudades de treinta mil o cuarenta mil habitantes, donde las relaciones sociales son cuasi fraternas, hicieron de los militantes de la Unidad Popular, subversivos, y en pocas horas engrosaron las filas de enemigos de la patria. En fraudulentos consejos de guerra se les condenó por traición, siendo condenados a la pena de muerte. Intendentes, alcaldes, concejales, diputados de estos municipios que durante años habían tenido una relación calurosa con los militares fueron directamente pasados por las armas.
La caravana de la Muerte es la seña de identidad de esta práctica retorcida. Se trataba de dar ejemplo. Muchos chilenos que en 1970 vitorearon el triunfo de la Unidad Popular llegaron a sentir miedo y más tarde pudor cuando no vergüenza por haber participado del gobierno constitucional de la Unidad Popular. Familiares de huérfanos de detenidos desaparecidos, de exiliados y muertos en el dolor de crímenes de lesa humanidad prefirieron trasgredir la verdad. El engaño y la mentira se convirtió en un salvoconducto contra el dolor de niños y adolescentes que crecían sin saber quienes eran sus padres. Se les crearon de artificio. Padres y madres normales, víctimas de accidentes de coches, enfermedades o deserciones conyugales. La perversión de la tiranía se ocultaba en las víctimas que huían de su pasado. Y con ello sepultaban la memoria de sus futuras generaciones. Sobre el argumento de una protección a la infancia, recurrían al lado negro. Si el golpe militar y la nueva sociedad levantaba el mito del comunismo asesino, nadie de los suyos debía pertenecer a dicha condición. Y para evitar el despecho de los otros, la segregación en el barrio, en la escuela, lo más sensato era cerrar la puerta a la conciencia, erradicarla, incluso se llegaron a sentir culpables. Mejor dejar las cosas como estaban. Seguir viviendo una mentira, pensar que había sido un error reivindicar justicia social, socialismo, paz, reforma agraria, nacionalizaciones, democracia y un Chile mejor. Es menos cruel el engaño permanente. Se evita el dolor. Así, han muerto muchos, llevándose en sus cuerpos las señas de enfermedades psico-sociales como neurosis, trastornos del sueño, cáncer de colon, hipertensión, pérdida de memoria, irritabilidad, etc. Una forma más de acortar la vida, torturados para siempre sin gritar su amargura. Ese ha sido el control político sobre el cual se ha cimentado la transición para evitar cualquier tipo de justicia frente a los violadores de los derechos humanos.
El informe Retigg cumplió la farsa, el requisito manipulado, solo aparecen los muertos. Quienes están vivos y sobrevivieron a la tortura, y vejaciones, diría, parafraseando, el entonces presidente de la República, Alwyn deben sentirse contentos. Más adelante el informe Valech con Ricardo Lagos intentó suplir dicho acto de ignominia. Sin embargo, no solo las declaraciones han sido trucadas para evitar condenas de militares, además no han permitido sacar a la luz parte importante del informe que compromete a muchos uniformados que siguen en el ejército. Otro acto de felonía contra la dignidad del pueblo y la memoria de los luchadores por la democracia en Chile.
La detención del Tirano desató una tempestad. En poco tiempo se quisieron borrar años de mordaza. Fue gritar con mayor fuerza su nunca abandonada dignidad para quienes desde el 11 de septiembre de 1973 habían emprendido la resistencia. Pero en Chile son una minoría cualificada. Quienes nunca dejan de reivindicar justicia con sus testimonios, no se callan y acuden continuamente a los tribunales. Los que aportan pruebas y facilitan sus testimonios. Los mismos que negados en Chile, por la ley de amnistía, para juzgar al tirano permiten en Londres ganar la extradición del dictador a España. La Caravana de la Muerte, los más de tres mil detenidos desaparecidos y torturados componían la lista de crímenes de lesa humanidad a los cuales se enfrentaba Pinochet. Sus declaraciones fueron argumentos que abrieron la puerta y permitieron conocer las atrocidades del modelo chileno. Directos y penetrantes, se rescataba y se ponía de manifiesto la verdad oculta a la sociedad chilena y se comenzaba a caer el mito de la transición. Pinochet ya no era un héroe, se transmutaba en asesino, en cobarde, en corrupto, en ladrón, en traidor. Su ethos político y su biografía se hacia trizas. Era obligado reinterpretar los últimos treinta años de la historia de Chile. Un momento adecuado para recuperar la memoria y la conciencia. Tener valentía y voluntad política. Sin embargo, la cobardía acompaño la élite gobernante. Cerraron filas con su general y las fuerzas armadas. El mito del modelo debía mantenerse a cualquier precio y en este incluía salvar la figura del ex-comandante, transmutado ex presidente y también en senador vitalicio... De aquí los esfuerzos por liberarlo de Londres. Eran los argumentos para evitar la extradición.
Pinochet seguía siendo considerado un adelantado. Un hacedor del tiempo post-moderno. Quien puso los cimientos para que el país abandonara el tercermundismo y se ubicara en el primer mundo. Pinochet, un héroe patrio, debía ser protegido no solo por sus acólitos. En eso consistió la revolución pinochetista, cambiar las formas del pensar y del actuar. La creación de un comportamiento social colectivo capaz de producir una ruptura de la conciencia y la voluntad introduciendo un acto contra natura. Sumisión al poder. La tortura social consiguió sus objetivos, doblegó la voluntad. Tal y como la violación incorpora la irracionalidad de la fuerza para poseer el cuerpo, su uso en la tortura tiene como fin romper la conciencia. Por ello, un acto de sumisión al poder busca doblegar la dignidad, destruir a la persona, dejarla sin respuesta. Vivir sin un referente ético. Por el contrario, la lucha contra el social-conformismo define la alternativa democrática, la política como práctica plural de control y ejercicio del poder político y la ética como virtud fundada en el bien común; la dignidad del otro, en la ciudadanía plena.
Articular una sociedad subsumida en la ignominia supone desmantelar una estructura social republicana democrática y ajustar sus pautas de socialización. Otros valores arrebatan a la persona su capacidad de pensar y actuar transfiriendo al sistema las órdenes de mando. Yo no tomo ni quiero tomar decisiones. Así, se adormece la acción política con la consiguiente pérdida de su centralidad. Ahora se incita a tener confianza en el orden, a obedecer, a vivir de certezas y eliminar incertidumbres. Buscar un comportamiento ahistórico, sin contingencias. Mutar de ciudadano activo a consumidor responsable. Ir todos los días al mercado y tener libertad de elegir. Así, ricos y pobres comparten esperanzas y sueños en la economía de mercado. No hay alternativa, el futuro esta diseñado. Llegar a la cima, progresar, amasar fortuna y bienes materiales es el horizonte de igualdad y justicia que se maquina en el interior del neoliberalismo. Una igualdad cuya medida se obtiene por la ley de la competitividad, la astucia y el egoísmo. En Chile impera un orden creado para los más aptos y mejor dotados en la lucha de todos contra todos. Un Lamarkismo social. Estos fueron los principios subyacentes a la idea de refundación del nuevo Chile, tras el golpe de Estado de 1973. El mito de un país donde todo es novísimo, desde su organización política hasta sus expectativas de futuro. Chile no pertenece a la región latinoamericana. Muere para renacer el 11 de septiembre de 1973, fecha del mito político desde donde se debe comenzar a contar. El pasado es un lastre, conlleva tener siempre una soga al cuello. La memoria histórica debe ser enterrada, como todos los desaparecidos. Hay que pasar página. Y si los defensores de los derechos humanos perseveran sera cuestión de distorsionar otro poco y seguir culpabilizando a las víctimas de las torturas. ¿Acaso se torturaban entre sí? Ellos son los responsables de haber sido torturados, deben perdonar y al mismo tiempo olvidar. Mead, padre del pragmatismo, explicaba lo molesto que resultaba vivir con quienes llamaban a la puerta reivindicando la memoria "una persona que perdona pero no olvida es un compañero desagradable; junto al perdón tiene que ir el olvido...".
En esta lógica, cualquier arma debe utilizarse para arrancar la memoria. Y en Chile los medios de comunicación social juegan un papel fundamental todos los días, rompiendo el relato de proyectos alternativos y democráticos. Poseen el monopolio de la prensa escrita y de las grandes cadenas de radio y televisión, con lo cual no les resulta difícil desarrollar esta tarea. Tienen miedo a líderes cuya ética del compromiso, y sus principios, respetuosos del pueblo, de sus trabajadores, de su palabra y con alto compromiso social con las luchas democráticas, suponga rescatar la dignidad ética para construir una sociedad politizada. Estadistas como Salvador Allende, José Tohá, Pedro Vuskovic o Clodomiro Almeyda. Militares como Carlos Prats, René Schnaider, Arturo Bachelet y el comandante Araya, asuman la responsabilidad política de un cambio social bajo nuevos referentes de futuro. Un rescate de la política. En esta dualidad, la lucha es a muerte. Así lo expresa Francisco Zapata:
"Las formas de convivencia que constituían y constituyen el telón de fondo de lo que fuera una cierta manera de asumir la cultura, construidas a través de décadas, fueron extirpadas gracias a la generalización de las relaciones de mercado, y no sólo en el ámbito económico; esto ha generado la privatización de las relaciones sociales, cuyas consecuencias todavía no han sido evaluadas en toda su magnitud. También recurren temas vinculados a la forma en que los medios de comunicación presentaron los acontecimientos a la opinión pública: la adhesión incondicional de los periódicos de circulación nacional a los postulados dictatoriales, la deformación deliberada de los hechos, la satanización de todos aquellos que compartieron los proyectos del gobierno de Allende, son aspectos que demuestran cómo se busca deformar la historia del país para pesar de las generaciones futuras." [
1]
De esta manera, los años de la Unidad Popular son presentados como años de caos, de división, de violencia entre chilenos. Así, el 11 de septiembre pareciera ser se inaugura la era de la estabilidad económica, la paz social y el orden político. Una época refundacional avalada por un mito. "Las fuerzas Armadas llegan al poder legitimadas por las declaraciones de ruptura de la Constitución Política y el estado de Derecho emanadas de la Corte Suprema y la mayoría del Congreso Nacional. Cuentan con el respaldo de la Democracia Cristiana, el alessandrismo, el Partido Nacional y otros movimientos afines, de una poderosa y variada gama de gremios y organizaciones civiles y de influyentes medios de comunicación social. El mismo 11 de septiembre, la junta militar de gobierno declara asumir el mando supremo de la nación con el compromiso de restaurar la chilenidad, la justicia y la institucionalidad quebrantada... por el efecto de una ideología dogmática y excluyente, inspirada en los principios del marxismo leninismo" [
2]. Igualmente, pareciera ser que los males que aquejaban Chile desparecieron por arte de birlibirloque. La pobreza, la miseria, la desigualdad social... se desvanecen en el aire gracias al modelo neoliberal. En esta mitificación, José Piñera administra las cualidades del proceso y las del propio Pinochet:
"El modelo liberal chileno ha generado una oportunidad histórica para los países de América latina. Ya no es posible descartar el libre mercado como una solución eficiente sólo para países anglosajones, para culturas protestantes o para esforzadas naciones asiáticas. La libertad ha funcionado y ha producido gran progreso en un país latino, católico y americano. La revolución liberal no fue impuesta con la fuerza de las armas, lo que sería un contrasentido, sino que es un testimonio elocuente de la fuerza de las ideas. El cambio liberal es posible en democracia. El desafío de la década de los años 90 para América Latina es transformar esta oportunidad en realidad y salir de una vez por todas del subdesarrollo, la pobreza y la ignorancia. Para coger esta oportunidad, América Latina necesita a gritos verdaderos liderazgos. El oportunismo tan extendido en la política latinoamericana es la negación más categórica del liderazgo. El verdadero líder es quien se atreve a ir delante de los demás en la dirección que cree correcta. Que le sigan o no es un riesgo, pero un riesgo que desde su perspectiva no puede alterar su ruta. La revolución liberal chilena se hizo porque hubo un equipo en el poder que ejerció un liderazgo en la sociedad al estar dispuesto a realizar reformas que, al menos inicialmente, eran ampliamente impopulares" [
3].
En este sentido, el actual ministro de Asuntos Exteriores Alejandro Foxley de Michelle Bachelet y ex presidente de la Democracia Cristiana, reconfirma lo anterior:
"Pinochet... realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas en Chile y que, quienes fuimos críticos de algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar." [
4]
Es el milagro chileno. En él, habitan triunfadores. Se ha superado el miedo a la libertad individual, a la globalización a la iniciativa privada. Nada de proteccionismos absurdos, ni paternalismos mal entendidos. El mercado es quien mejor administra con su mano invisible. Todos pueden convertirse en empresarios. Ex socialistas, ex comunistas y ex miristas. Ahora bajo los gobiernos de la concertación, los economistas, reeducados en Estados Unidos, han transmutado sus principios en pro de ideologías maleables para gobernar con la derecha y cuando se gobierna con la derecha es la derecha quien gobierna", diría el ex-candidato presidencial demócrata cristiano Radomiro Tomic en 1970 cuando se negó a pactar en las intentonas desestabilizadoras contra el gobierno de Allende.
Hoy el reconstruido Partido Socialista pacta con la democracia cristiana para lavarle su cara tras participar del golpe militar y lo hace con la derecha pinochetista, la UDI y Renovación Nacional en los amarres de la transición, liberando a los responsables de las fuerzas armadas de los crímenes de lesa humanidad, y manteniendo su Constitución Política de 1980. Sus dirigentes está imputados y otros bajo sospecha de corrupción. a lo cual debe unirse la inconsistencia política y lo que es peor, la falta de alternativa al proyecto neoliberal levantado durante la etapa de Pinochet, del cual son sus administradores y sus más fervientes defensores, por este motivo no presentan alternativa. Hoy es un apéndice de la derecha. La mayoría de sus viejos caudillos se han transformado en eficientes administradores de compañías transnacionales, y en algunos casos en patronos de sus propias fábricas. Explotadores que mantienen las leyes emanadas de las reformas laborales impuestas de la dictadura, cuyas tasas de ganancia les facilitan aumentar sus niveles de riqueza. Es el caso del senador Fernando Flores que ante tanto ruido dice sentirse acosado y presenta su renuncia a su partido. Pero mantiene su escaño en el senado y asesora a los grandes grupos empresariales de América latina, Carmona, Slim o Cisneros, en compañía, entre otros de Felipe González y su amigo el economista Ricardo Lagos. Se trata de recetas aptas para gobernantes sin escrúpulos. En ellas no hay lugar para la justicia social, la ética y la dignidad. En otros términos, devolver a la sociedad los valores que la tiranía secuestró en pos de una lógica perversa de guerra sucia despojando al ser humano de su primera condición, la memoria histórica y la democracia.
Baste señalar cómo La Moneda, bombardeada el 11 de septiembre, ha sido restaurada y no reconstruida. Con este acto se trata de evitar evocar en la memoria todas las circunstancias de un hecho para tenerlo siempre presente. Hoy es un edificio sin personalidad, amorfo, vacío de contenido. Una oficina para tecnócratas. Una propuesta identidad piramidal desde la cual edificar otra estructura social y de poder donde los mitos del nuevo Chile soslayen las bases dolientes de la muerte y dolor en la misma Moneda, de los detenidos desaparecidos y la sociedad torturada en los años de lucha democrática de las clases populares y de los trabajadores chilenos. Para este fin se deshacen de un pasado incómodo y de una sociedad politizada. Acaban con una razón cultural, con una o con varias generaciones educadas en la acción liberadora de la praxis política. Y por último en un sistema totalitario niegan la existencia de la explotación y la enajenación bajo la categoría emergente del consumidor globalizado:
"En el discurso en la actualidad predominante de fundamentación de lo político, la sociedad es concebida como un estadio o estado definitivo, privado de historicidad, proveniente de un pacto atávico. La historicidad representaría la amenaza del retorno al comienzo caótico, superado por el pacto consensual. Esta idea hegemónica de la historicidad es abiertamente paradójica. Concibe al Chile Actual modernizado como una sociedad globalizada, por tanto en proceso de cambios constantes, adaptativos respecto al movimiento perpetuo de los mercados múltiples. La constante superación de las tecnologías, la destrucción de los parroquialismos, la erosión de los estrechos límites de los Estados-nacionales, la expansión obligada de la mirada de nuestro ombligo hacia el mundo globalizado, implica un constante dinamismo. Pero todas esas modificaciones, innovaciones y cambios caben en el marco del modo de producción actual, en el espacio del capitalismo globalizado/postfordista/democrático-tecnificado. Se trataría entonces de una sociedad móvil pero sin historicidad. El cambio es pura expansión nunca transformación. Esta última no se plantea como una tarea de la humanidad ya que las categorías de explotación/alienación/ dominación han sido eliminadas de la discursividad imperante, por tanto han desaparecido en las tinieblas del olvido. Si se acepta esta desaparición no hay capacidad de una verdadera crítica política, porque para hacerla se requiere de parámetros. Por ello no es extraño que el cuestionamiento de la democracia actual no llegue a fondo. Para hacerlo hay que desnudar el simulacro de la democracia procedimental..." [
5]
Pero se trata de mantener el simulacro y caminar por esta senda. Muchas han sido las maneras de realizar este peregrinaje. Para quienes se han comprometido en los procesos de transición se trata de una acción colectiva destinada a despojar de responsabilidad social a quienes rompieron el orden constitucional. El golpe es resultado de un conjunto de fatalidades donde los únicos culpables, serían, a juicio de una historia maquillada, son los enemigos diseñados en tiempos de guerra fría. El verdugo cumple órdenes. Las fuerzas armadas formaban un eslabón en la cadena de las instituciones del Estado. En otras palabras, su ideología no respondía a un odio personal. Su labor encajaba estrictamente en lo profesional: la doctrina de la seguridad nacional, la lucha contrainsurgente y la subversión comunista. Chile era un escenario de guerra en todos los campos, el psicológico, el militar, el ideológico, el político, el social, el económico, el comunicacional. El enemigo interno debía ser aniquilado. Hoy no debe haber reproches si el resultado final ha sido su triunfo. Y en Chile se ganó. Pinochet debe ser recordado como un estratega y un gran dirigente político. Su muerte tiene que articularse sobre dichos fundamentos. Solo honores y reconocimientos. Su labor refundacional, tiene una sola mancha: "El pecado original de la exitosa transformación capitalista chilena a la me refiero es que fue impuesta por la fuerza. Durante la mayor parte del siglo XIX y la segunda década de este siglo, -se refiere al siglo XX- en Chile, existió grosso modo un sistema basado en la propiedad privada y los mercados abiertos. A partir de entonces predominan enfoques y políticas económicas de corte intervencionistas y neomercantilistas en el gobierno de Salvador Allende. Durante el gobierno de Salvador Allende se entra a una fase de populismo extremo. La cosa cambia drásticamente con el gobierno militar que se inicia en 1973. El sistema capitalista competitivo que se establece no brota pacíficamente a través de los años, no surge de la discusión y el tira y afloja de la democracia, sino que lo instaura una dictadura militar cuyo objetivo inicial, desde luego no era ese. Su jefe, el general Augusto Pinochet, desempeña un papel importante en este proceso fundacional. ¿Por qué se dieron las cosas así? ¿Qué bases de legitimación social permiten la puesta en marcha del experimento chileno de los Chicago boys? ¿Qué estabilidad futura puede tener un sistema surgido de la imposición por parte de un grupo eficaz, pero minoritario? ¿Soportará, realmente la prueba de la democracia? [
6]
Y esta mancha pudo ser borrada, por sus opositores. Fueron una parte importante de quienes sufrieron en carne propia las atrocidades de la tiranía quienes redimieron y terminaron por asumir la figura de Pinochet hasta el extremo de salvaguardar el proceso y el mito del modelo chileno. De esta forma las preguntas de Fontaine han quedado resueltas en la traición de estos dieciocho años de gobiernos de la concertación. Ninguno de ellos ha emprendido cambios para recuperar la memoria histórica. Por el contrario, han seguido adelante con las políticas impulsadas durante los años de la tiranía. No han derogado las leyes de amnistía que protegen a los miembros de las fuerzas armadas que cometieron crímenes de lesa humanidad ni tampoco se han recuperado los espacios de democracia social, política y económica que imperaban en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular. Igualmente, se mantiene vigente la constitución de 1980 y Pinochet sigue considerado un presidente legítimo.
Así, en Chile, la estabilidad del orden pinochetista y su razón se asienta y es administrada por quienes decidieron desprenderse de su memoria y su conciencia para gestionar el poder de la muerte. En la actualidad la dignidad de Chile, radica donde Allende siempre lo señaló, en su pueblo, en sus trabajadores, en quienes siguen luchando por abrir las grandes alamedas, hoy cerradas por decisión de una élite corrupta que se niega a reconocer su putrefacción [
7]. El mito del Chile del primer mundo y del progreso neoliberal comienza a resquebrajarse.

Marcos Roitman Rosenmann es profesor titular de Estructura Social Contemporánea y de América Latina en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Autor de Las razones de la Democracia en América Latina y El pensamiento sistémico. Los orígenes del social-conformismo. Un extracto de este artículo ha sido publicado en el nº 28 de la edición impresa de Pueblos, septiembre de 2007.
Notas
[
1] Zapata, Francisco: "La batalla por la memoria: entre el Chile de allende y el Chile de Hoy"; en Zapata Francisco (Coord): Frágiles Suturas. Chile a treinta años del Gobierno de Salvador Allende. El Colegio de México. 2006. pág 28.
[
2] Fontaine, Arturo: "Sobre el pecado original de la transformación capitalista chilena"; en LEVINE, Barry ( Comp). El desafío neoliberal. El fin del tercermundismo en América latina. Edt. Norma Bogotá. 1992. pág 101.
[
3] Piñera Echeñique, José: "Chile, el poder de una idea"; en: El desafío, Ibídem, Op. cit. pág. 91.
[
4] Frase de Foxley, Alejandro en Cosas; 5-5-2000; citada por Portales, Felipe en " Sobre el concepto de democracia experimentado por el liderazgo de la concertación en Chile", en Rebelión, 21-6-2006.
[
5] Moulian, Tomás: Chile Actual. Anatomía de un mito. Editorial LOM. Stgo. 190 edición, 1998. pág 46.
[
6] Fontaine, Arturo: "Sobre el Pecado Original...", Op. cit. pág 93.
[
7] Véase el excelente trabajo de Walder, Paul: "El fin del mito chileno". Revista Contra Punto. Madrid. diciembre 2006 y la entrevista del mismo autor a Felipe Portales en la Revista Punto Final de Chile: "Este es uno de los países mas corruptos del mundo". Entrevista reproducida en el periódico digital chileno Clarín.      

Fuente: lafogata.org