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Argentina: La lucha continúa

¿Crecimiento sin perspectivas?

Eduardo Lucita

Los datos macroeconómicos cierran, como acostumbran a decir los economistas del establishment. Y es relativamente cierto, el PBI sigue creciendo a tasas chinas, las reservas internacionales suman sin pausa, los superávits gemelos se mantienen, más allá de las estacionalidades, el consumo crece sin solución de continuidad y el "viento de cola" de la economía mundial no parece detenerse por ahora.

Claro no todo son rosas. La acumulación de reservas genera problemas, mantener el tipo de cambio tiene su costo, la inflación amenaza, a pesar de los "retoques" del INDEC, la balanza comercial se complica, y la cuestión energética es un problema. Se reinicia la puja distributiva, y la brecha entre ricos y pobres no se mueve.

Un rumor comienza a circular, se esperan dos años más de crecimiento pero no habría perspectivas en el largo plazo. ¿Qué hay de cierto?

Recuperación cíclica y tasa de crecimiento

Ya es un lugar común decir que la economía argentina atraviesa un ciclo expansivo sostenido y es así, luego de 19 trimestres consecutivos el PBI muestra un alza superior al 45% respecto del punto más bajo de la crisis y de más del 15% sobre 1998.

Para los analistas esto significa que se ha salido ya de la fase de recuperación cíclica y se encuentra en una de crecimiento.

Al ingresar en su quinto año consecutivo la economía está pronta a redondear un ciclo inédito. Hay que remontarse a los principios del siglo pasado, para encontrar cuatro años, 1903/1906, con tasas promedio del 10%, o a la década 1964/1974 con un promedio del 6%.

Esa década forma parte de la llamada "era dorada" del capital, ese ciclo de larga duración -1945/1975-, único e irrepetible, iniciado en la segunda post-guerra. En Argentina el impulso inicial de aquel ciclo se dio bajo el primer peronismo. En el se profundizó la intervención estatal, la regulación y reorientación de la economía, que en rigor ya venían de años anteriores, y sobre todo desde el Estado se promovió una profunda redistribución de ingresos.

El período clave duró solo tres años -1946/48-, sin embargo modeló, interrelacionado con la economía mundial, un largo período histórico.

La experiencia muestra que lo que importa no son sólo las altas tasas de crecimiento en la fase de recuperación cíclica, que suelen compensar las pérdidas anteriores, sino lo que deja esta fase como tendencia hacia adelante.

En este sentido no deja de ser sintomático que por estos días sectores empresariales, grupos de presión, núcleos de intelectuales críticos, comiencen a pronunciarse sobre la ausencia de planes y programas de mediano y largo plazo para orientar la economía.

Conviene recordar aquí que las diferentes fases de los ciclos por lo general no se inician por decisiones pensadas, sino que es la interrelación de acontecimientos, de fuerzas complejas que empujan las mismas y después se toman iniciativas desde el Estado. Por ejemplo en la Argentina el periodo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) dio comienzo en forma vacilante, como continuidad de tendencias anteriores a raíz de la gran crisis y la Guerra Mundial, recién luego de unos años tomó un carácter deliberado e intencional, con una más que activa participación estatal.

Ganancias e Inversiones

Las tasas de ganancia e inversión son datos decisivos cuando se trata de mirar más allá de la coyuntura.

El pasaje del tipo de cambio del 1 a 1 al 3 a 1, utilizado como salida de la crisis, favoreció rápidamente las exportaciones al mismo tiempo que protegió el mercado interno operando como un freno a las importaciones. La consecuencia más directa fue una rápida recomposición del beneficio empresario.

La tasa de interés y el salario han sido dos componentes centrales de esta recomposición. La primera resultó prácticamente nula, especialmente en los primeros años de este ciclo, porque las empresas financiaron mayoritariamente sus necesidades de capital operativo con fondos propios. Aún hoy el uso del crédito por las empresas es sólo del orden del 10% del PBI cuando en 1998 lo era del 28%.

El cuanto al salario fue pulverizado por la macrodevaluación y su recuperación es muy lenta, y los es especialmente entre los trabajadores en blanco del sector privado -apenas un 20% de la fuerza laboral- mientras que los salarios de los trabajadores en negro y los empleados públicos mantienen una retraso superior al 40% respecto del momento anterior a la crisis. Si a esto le adicionamos los altos índices de precarización y flexibilidad laboral, es comprensible que el Ministerio de Economía informara recientemente que como resultado de la mayor productividad los costos laborales en la industria cayeran un 20% respecto de 1997.

La otra variable decisiva para la evolución del ciclo es la tasa de inversión. En la fase descendente cae más rápida y más profundamente que el PBI, en tanto que en la de ascenso se recupera más lentamente. Es que las decisiones de inversión necesitan un tiempo de maduración, en el que cuentan tanto consideraciones económicas como políticas.

En el 2006 la inversión se ha recuperado y está ya un 20% sobre 1998, sin embargo si se desagrega se verifica que un 60% está impulsada por la construcción, especialmente residencial, en tanto la pública si bien está creciendo alcanza sólo al 3% del PBI.

La inversión en Bienes Durables -Maquinaria y Equipos- que es determinante para la ampliación de la capacidad productiva y la actualización tecnológica está ya igualando a la del año 1998, no obstante un análisis detenido muestra que en este rubro se computan la telefonía celular, los equipos de aire acondicionado y últimamente generadores de energía. Quienes los importan lo hacen previendo una crisis energética que, vaya paradoja, se podría producir precisamente por falta de inversiones en el sector.

Aquí radica la causa de que tanto optimismo en el presente tenga como contrapartida incertidumbre o ausencia de perspectivas en el mediano y largo plazo. No hay inversiones de fondo para ampliar la capacidad instalada, para el aggiornamiento tecnológico ni para mejorar la infraestructura.

¿Y el Estado?

Es la falta de acumulación de capitales, la ausencia de un fuerte impulso inversor, lo que está en la base del proceso inflacionario, de la crisis energética, del fracaso de las privatizaciones de servicios públicos -correos, aguas, ferrocarriles, carreteras… Por si algo faltara el caso Skanska está sacando a luz la corrupción en el sistema de contratación de obras públicas, con lo cual se demoran aun más las inversiones previstas.

Estudios locales muestran que son pocos los capitales que invierten en nuestro país con un horizonte mayor a tres años, en tanto que en la reciente reunión del Foro Económico Latinoamericano en Chile -ver La Arena del 18/6 - Argentina fue rankeada entre los últimos puestos de la región para invertir en obras de infraestructura.

Si los capitales internacionales fluyen con cuentagotas y la actitud de los locales abre serias dudas sobre la vocación de la llamada "burguesía nacional" sólo queda, una vez más, el Estado. Los próximos años serán decisivos.
 

Fuente: lafogata.org