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Argentina: La lucha continúa

El asesinato de Carlos Fuentealba
Los fusiladitos

Laura Caniggia
ISA

Como hace diez años, la respuesta ante la protesta social es la represión. Provincias militarizadas y docencias precarizadas.

Hace una década, los docentes instalaron la carpa blanca frente al Congreso de la Nación. El ex presidente Carlos Menem intentó crear un impuesto de asignación específica que debían pagar los propietarios de vehículos y que la organización que lideraba esa lucha, la Confederación Trabajadores de la Educación de la Republica Argentina (CTERA), lo rechazó porque no era la solución a la precarización. Ese fuerte símbolo de disputa para los trabajadores en general, y específicamente para los docentes, se levantó con el gobierno de la Alianza en la promulgación de una ley de incentivo docente: la Nación ayudaría a las provincias con fondos del presupuesto nacional (de 60 pesos mensuales por docente) y cada provincia pagaba un salario distinto, según fueran sus recursos. Parecía que era una etapa superada, pero el esquema actual nos muestra que no todo cambia…

Lo mataron, le dieron por la espalda cuando se estaba yendo, cuando la columna de docentes en huelga se retiraba con su reclamo de las cercanías de la ruta nacional 22 sin haber podido cortar el tránsito. La Policía desplegó un operativo para tratar de que circularan por un solo carril. Reprimió y, en medio de las corridas y el humo, el cabo Daniel Poblete disparó una pistola lanzagases hacia un Fiat 147. El proyectil ingresó por la luneta trasera y lo impactó de tres a siete metros de distancia. Eso fue un miércoles, murió el jueves. Se llamaba Carlos Fuentealba y enseñaba física y química en escuelas humildes neuquinas. Nació en el campo, en Junín, y se formó para ser maestro. Sus alumnos lo bautizaron el 'Rey Carlos' porque era un tipo genial; con carisma, timidez, bondad y ganas de luchar por conseguir cosas.

En la Argentina moderna, los cortes de rutas comenzaron a mediados de la década de los 90, cuando las reformas económicas impulsadas por Menem y su ministro de Economía estrella Domingo Cavallo produjeron el gran aumento de la desocupación (que desde 1993 empezó a ser de dos dígitos) en la Argentina de la exclusión.

La represión violenta ante los cortes de vías de tránsito tiene un punto de partida hace exactamente una década con la muerte de Teresa Rodríguez. Es tan real como perturbador que ella era maestra, y que también la mataron en Neuquén, en la Semana Santa de 1997.

A su asesinato le siguió el arresto de la docente Marina Schifrin, detenida por manifestar en una ruta de Río Negro y condenada a tres meses de prisión. Y el clímax de la represión se dio en diciembre de 2001 con las movilizaciones en la declaración del estado de sitio y las 31 muertes en todo el país; que aceleraron la renuncia del ex presidente Fernando de la Rúa, quien aún está sometido a la instrucción de un proceso judicial por su responsabilidad en aquellas jornadas.

Eduardo Duhalde asumió el mando y lo dejó luego de llamar a elecciones anticipadas incitadas por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la estación de Avellaneda a manos de la Policía Bonaerense. Ellos también estaban reclamando por trabajo.

Al mes siguiente, el juez de la Cámara Nacional de Casación Penal Alfredo Bisordi, de acuerdo con un dictamen del fiscal de Bella Vista Juan Romero, confirmó la condena a la maestra Schifrin. En su veredicto el magistrado sostiene que 'la única expresión legítima de la voluntad popular es el sufragio, mientras que las reuniones multitudinarias -en plazas o lugares públicos-, las encuestas, las huelgas u otros medios de acción directa -vayan o no acompañadas por las armas- no reflejan realmente la opinión mayoritaria del pueblo; sino a lo sumo la de un grupo sedicioso'.

Al maestro con cariño

El aumento del sueldo mínimo a 1040 pesos anunciado por el ministro de Educación y candidato a la jefatura de la ciudad, Daniel Filmus, no cubre la canasta básica familiar, que en algunas provincias ya trepa a 2080 pesos. Ni Jorge Sobisch (de Neuquén) ni Juan Carlos Romero (de Salta) ni el presidente Néstor Kirchner (durante sus años de gobernador de Santa Cruz), incrementaron los salarios básicos para desgastar a un gremio de tradición combativa como es el de los docentes.

El propio presidente, al asumir la gobernación de su provincia, con un alto déficit, promulgó una ley de emergencia para suspender las paritarias y así fijar por decreto el salario de los empleados públicos. Quince años después, y pasada la emergencia, el decreto sigue vigente y el salario básico docente, que apenas llega a 160 pesos mensuales, es el más bajo del país.

Ante la negativa del gobierno provincial a cualquier negociación, los maestros de Santa Cruz decidieron hacer festivales en las escuelas los fines de semana y la respuesta fue una educación militarizada: las fuerzas de Gendarmería, que no se desplazan sin orden del Gobierno nacional, tomaron los edificios y les sacaron las llaves a los directores; quienes sólo pueden acceder acompañados de un gendarme.

En Salta, Romero le pidió a la Corte Suprema de Justicia de su provincia que declare la inconstitucionalidad de la Ley de Financiamiento Educativo, mientras sigue tirando gases lacrimógenos.

Y Sobisch mandó a matar: es el responsable de que el proyectil haya ingresado por la luneta trasera y haya impactado a Fuentealba de tres a siete metros de distancia. Pero no es el único que ante la protesta social responde con represión y la muerte. Ni tampoco son los maestros a los únicos que se les pega y se los mata.

Según la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), día por medio un argentino muere de manera violenta a manos de alguna fuerza policial. No es una muerte casual, es una manera de actuar, de defender al poder y atacar a quienes lo intentan desafiar o sólo salen a caminar.   

Fuente: lafogata.org