VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

De buchones, plutócratas y Obispos: los colaboracionistas de la dictadura
Qué papel jugaron los civiles en la represión del Proceso

Alberto Daniel Golberg
La arena

Generalmente se recuerda el golpe de Estado de 1976 a partir de la brutal represión que desataron los militares. Pero de los civiles que colaboraron no se habla tanto.

Posiblemente los argentinos no nos hemos dado cuenta todavía de la trascendencia de la etapa que estamos viviendo; resulta difícil percibir la importancia de un período cuando la historia está pasando por nuestro lado.

Me refiero a la relevancia que le hemos dado de un tiempo a esta parte a la política sobre derechos humanos, considerando el aval que le ha brindado buena parte de la sociedad a la búsqueda de verdad y justicia en los sucesos ocurridos durante el septenio nefasto. Toda la historia de América Latina ha estado teñida de hechos de sangre, sin embargo en ningún caso ha existido un intento de llegar hasta el hueso de la infamia como está sucediendo en nuestro país, pues se está juzgando a cientos de militares y miembros de la fuerza de seguridad, responsables del genocidio.

Pero si queremos llegar hasta el fondo del horror, llegar a las últimas verdades para que las circunstancias jamás retornen, considero que se impone una profunda y dolorosa reflexión sobre el papel que jugó buena parte de la sociedad civil en la génesis y desarrollo de los sucesos. Pensemos por un instante: treinta mil desaparecidos, varios miles de presos y cientos de miles de exiliados. Fuimos muchos para que los nombres y paraderos de las víctimas sean rastreados exclusivamente por los servicios de información de las fuerzas armadas. Celos entre las diferentes armas, compartimentación, burocratización, hacían imposible que todo el sistema represivo hubiera sido soportado de manera exclusiva por las tres armas. No, el armado de la cadena infernal tuvo que contar con la generosa colaboración de una parte de la sociedad civil.

Las listas negras

La confección de listas fue el primer nivel de la complicidad: buchones colaboradores de los más diversos colores; en fábricas y oficinas: soplones camuflados, directores de empresas, patrones de Pymes, confeccionaron el listado de trabajadores díscolos, de gremialistas que no transaban con la patronal. En cada empresa la comunidad de información estableció sus tentáculos; también terminaron en las listas gente que no tenía ningún matiz de izquierda, mi compañero de la celda vecina en la Cárcel Modelo de San Nicolás votaba regularmente al partido de Alsogaray; un altercado sostenido por una cuestión de mujeres con un subteniente fue el motivo de su triste destino. También hubo casos de mujeres que no aceptaban los requerimientos amorosos de un gerente.

Una vez que se ingresaba a una lista, el puro azar quería que se terminara en el fondo del río, una tumba NN, un campo de concentración o una cárcel.

Volvamos a reflexionar: de los cientos de miles de argentinos tocados por la represión, ¿cuántos pertenecieron de manera directa o indirecta a los grupos armados? Treinta mil desaparecidos, ¿todos pertenecieron a los grupos armados de la izquierda? Si ese hubiera sido el caso, probablemente la historia del país hubiese sido otra. ¿Y si le sumamos los miles de encarcelados? De los que formaban parte de la guerrilla, probablemente los militares tenían ya información mucho antes del golpe, ¿pero cuántos fueron? La gran mayoría creíamos en una revolución sin sangre, democrática, también hubo militantes o simpatizantes de partidos que no podían calificarse de izquierda; hasta radicales cayeron en la volteada.

La complicidad civil

Del sistema estatal puedo dar referencia directa porque me tocó. Allí las listas las hicieron los jefes de secciones, directores de diferentes reparticiones; en el sector de educación los rectores de escuelas secundarias, decanos-interventores de facultades. Cientos, miles de estudiantes y también docentes fueron desaparecidos gracias a las listas pergeñadas en los recintos universitarios. Pero no solo cayeron docentes y estudiantes universitarios, también se ensañaron con estudiantes secundarios.

Mi caso podría calificarse de paradigmático de cómo funcionó el sistema. Hacia marzo del '76 trabajaba en la Estación Experimental de Pergamino del INTA. Pocos días después del golpe, la patota recaló en mi casa y partí con destino incierto. Primera etapa: la cárcel de San Nicolás, pero no tuve la suerte de entrar en ella, allí me encapucharon y continué camino en compañía de otro compañero tan 'pesado' como yo. En algún momento el micro se detuvo y fuimos arrojados al camino. Pasado un tiempo, imposible de mensurar, ambos fuimos cargados en el baúl de un automóvil y partimos hacia otro destino.

Allí en ese lugar -cuartel, comisaría o chacra- durante la tortura, tuve la evidencia de que mi culpa era ser un militante gremial. Cuando la picana se detenía, escuchaba la voz del que me interrogaba: la precisión de los detalles sobre la Estación Experimental que manejaba, sólo podría venir de informantes de la misma institución. Nuestras sospechas -fuimos seis los trabajadores que caímos- recayeron en el director. Mucho tiempo después, viviendo ya en Santa Rosa, establecí una relación de amistad con una persona de gran valor, quien había sido director de la Experimental de Anguil en ocasión del golpe. En una de las tantas conversaciones que manteníamos me hizo un comentario que ratificó plenamente estas sospechas acerca del que había sido nuestro entregador: 'Mire Golberg, cuando me pidieron la lista de los subversivos de Anguil, yo contesté que en la Estación no había ningún subversivo'.

El poder económico

Existieron otros niveles de co-responsabilidad: ¿Podríamos llamar plutocracia al conglomerado formado por la oligarquía terrateniente, el poder financiero, grandes industriales, todo un sistema de poder económico asociado al capital transnacional. Fue el verdadero motor del golpe, la represión de los movimientos populares se inscribió en la arquitectura económica trazada en 1976 durante el ministerio Martínez de Hoz y continuada con muy breves paréntesis hasta su estallido final en diciembre del 2001.

También tuvieron una porción importante de responsabilidad algunos personeros civiles. Figuras notables de partidos políticos tradicionales de la derecha y del centro le prestaron el toque de civilidad, participaron de los gobiernos procesistas ya sea como embajadores, secretarios de Estado, asesores y la mayor parte del Poder Judicial; bueno es recordar aquellos jueces que rechazaban los habeas corpus in limine, o los que se prestaron a realizar simulacros de juicios.

Occidentales y cristianos

La Iglesia Católica tuvo una responsabilidad mayor; fue aliada ideológica y soporte espiritual de los militares, en este sentido hubieron sacerdotes que prestaron asistencia a los verdugos, encargados de los trámites de desaparición, colaboraron en los campos de concentración en la tarea de obtener información de los torturados y candidatos a la desaparición, actuaron de placebo ante los familiares de los desaparecidos prometiéndoles ocuparse del caso, hecho que nunca ocurría. Su complicidad fue tan grande que ni siquiera actuaron cuando la represión cercenó las vidas de personalidades principales de la Iglesia como los obispos Angeleli y Ponce de León. Obviamente tampoco lo hicieron con los de menor jerarquía pues hubieron cientos de religiosos que padecieron la represión, sobre todo aquellos que pertenecían al sector progresista denominado del 'Tercer Mundo'.

¿Y qué decir de los miles, tal vez millones de los que decían: 'por algo será', 'no vimos nada'? Los que no se enteraron ni cuando la patota reventaba la casa del vecino, de aquellos que pegaban en el parabrisa de su auto 'Los argentinos somos derechos y humanos'.

Bueno es que recordemos todo esto, transcurridos ya casi 31 años del inicio de aquella época nefasta sin ánimo de venganza y sin rencor. Para que nunca más.

Fuente: lafogata.org