Argentina: La lucha contin�a
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Cargill, Petrobras, Vicent�n y Acindar
De la epopeya a la dependencia del tercer milenio
Carlos del Frade
Argenpress
La historia patas arriba: en lugares en donde se pele� hasta morir por
defender la independencia argentina y la dignidad de los trabajadores en
territorio santafesino, cuatro grandes multinacionales, Cargill, Vicent�n,
Petrobras y Acindar, exportan a raz�n de 8.200 d�lares cada sesenta segundos,
seg�n datos del a�o 2006. Las tierras en donde se desarrollaron las batallas de
Punta Quebracho, en Puerto San Mart�n; la de San Lorenzo, en la ciudad hom�nima
y las hist�ricas huelgas en la cu�a boscosa contra La Forestal y en las luchas
de los a�os setenta en Villa Constituci�n; forman parte del patrimonio privado
de estas empresas que suelen gozar de los servicios de los gobernantes
santafesinos como gerentes de relaciones p�blicas. Una subordinaci�n pol�tica
directamente proporcional a la impunidad que impone semejante cantidad de dinero
de la que queda casi nada para los habitantes del segundo estado argentino. Pero
all� donde estas firmas despliegan su soberbia, hay epopeyas que deber�an ser
conocidas por los actuales lugare�os. Porque si alguna vez se pudo, se puede
otra vez. Tres postales de obscenidad econ�mica y cr�nicas ignoradas. El pasado
como sue�o colectivo inconcluso, como urgencia de cambio para el futuro mediato.
Cargill y la batalla de Punta Quebracho
"...el informe registr� hechos tales como la tala indiscriminada en Alto Paran�,
Misiones, actualmente de propiedad chilena; la pelea de los fueguinos para
evitar la tala de un bosque de lengas, hoy en manos de una empresa
norteamericana, y hasta la escandalosa mudanza de un monumento hist�rico
nacional (daba cuenta del sitio donde se libr� en 1846 la batalla de Punta
Quebracho, Santa Fe, que signific� el comienzo del fin del bloqueo anglofranc�s)
a dos kil�metros del sitio original luego de la venta de esas tierras a una
empresa norteamericana", escribi� la periodista Miriam Molero en el diario La
Naci�n, el 20 de setiembre de 2002, al comentar uno de los programas de
Telenoche Investiga.
La "escandalosa mudanza de un monumento hist�rico nacional" fue a pedido de
Cargill.
Seg�n la revista "Punto Biz", en su edici�n especial de agosto pasado, Cargill,
durante el a�o 2006 export� por m�s de 2 mil 297 millones de d�lares. Si usted
divide ese n�mero por 360 obtiene el valor exportable por d�a: m�s de 6 millones
380 mil d�lares cada veinticuatro horas. Eso quiere decir 4 mil cuatrocientos
treinta d�lares cada sesenta segundos. �Ley� bien?. Cuatro mil cuatrocientos
treinta d�lares por minuto.
La multinacional, en tanto, no paga ingresos brutos como consecuencia de la
exenci�n que le regal� la administraci�n de Carlos Reutemann a principios
de los a�os noventa junto al ex contador del grupo Malvicino y ex
funcionario de la dictadura, Juan Carlos Mercier, ahora reelecto senador
por el departamento La Capital.
Semejante poder se manifiesta en aquella mudanza del monumento nacional
inaugurado en 1939 y que recordaba la epopeya popular del 4 de junio de 1846, la
batalla de Punta Quebracho.
�Cu�ntas pibas y pibes del sur santafesino saben qu� pas� en esa maravillosa
terraza c�smica que dibuja el r�o Paran� en ese pedazo del territorio
provincial?.
Cuentan que "el general Lucio Mansilla, en la inexpugnable altura de El
Quebracho, a legua y media al norte del convento de San Lorenzo espera a la ya
maltrecha escuadra anglo-francesa que ven�a bajando el Paran�, repiti�ndose en
cada recodo, desde la vuelta de Obligado, en noviembre, el implacable castigo de
un pueblo altivo.
-Viva la soberana independencia nacional...- fue el grito de Mansilla para
iniciar el ca�oneo
El combate fue desigual por la excelente posici�n Argentina. Dos mercantes se
hundieron, otros cuatro se debieron incendiar para que no caigan en manos
argentinas, los Vapores de guerra Harpy y Gorgon seriamente da�ados. Los bajas
enemigas, que solo contaron los militares, fueron 60 muertos, un solo muerto
argentino, y dos heridos", apuntan los distintos sitios que en internet revelan
recuerdos de aquella gesta popular.
Cuando Cargill impuso sus alambrados, el sitio hist�rico fue desalojado.
Los historiadores calificaron la jornada como "un d�a de la triste d�cada del
noventa: derrota argentina en El Quebracho" y agregaron que "para permitir la
ampliaci�n de una destiler�a, fue quitada la cruz que conmemoraba la her�ica
victoria. Los r�os ya no eran nuestros, los muertos murieron en vano",
sostuvieron.
Cargill le ganaba a la memoria de seiscientos gauchos que junto a sus familias
pelearon contra los invasores.
Ellos, aquellos paisanos del sur santafesinos, habr�n pensado que el futuro
deb�a decidirse por argentinos y que la felicidad era imposible si ingleses y
franceses condenaban a la dependencia al pueblo de estos arrabales del mundo.
Sin embargo, hoy Cargill usurpa aquella
porci�n de tierra y ningunea la memoria de una victoria popular gracias a la
subordinaci�n de la pol�tica ante el gran poder econ�mico.
Muchas veces el gobernador Jorge Obeid supo oficiar de vocero de prensa
de las inversiones de la multinacional. Una triste par�bola que va de la
dignidad de aquellos paisanos de 1846 a estos dirigentes del tercer milenio.
Vicent�n y el norte profundo
Cuando el sol se exilia todas las tardes y las sombras asoman a los bordes de la
ruta 11, decenas de chicas y chicos entre los cinco y doce a�os caminan sin
sonrisas en las caras. No vienen de las escuelas ni tampoco de las plazas. No
llevan alfajores ni cuadernos en sus manos. Algunos, los m�s grandecitos,
arrastran hatos de ca�a de az�car que intentar�n vender por un peso en el
ingenio Arno, en el coraz�n mismo de Villa Ocampo.
Es la escena de todos los d�as, aquella que suele no verse desde las retinas de
los principales referentes pol�ticos de la provincia porque, seg�n dicen los
lugare�os, no aparecieron por la zona durante la campa�a electoral presidencial
de octubre de 2007.
�Qui�n hablar� por esos pibes?.
�Qui�n exigir� que esas nenas y nenes est�n en una escuela o jugando o
recibiendo la ternura de un abrazo en lugar de cargar con la poca ca�a que va
dejando el avance voraz de la llamada frontera sojera?.
Nada es casual en el norte profundo.
All� estuvo La Forestal hasta el a�o 1964 y mientras dur� la euforia extractiva
del quebracho colorado nadie pens� en el futuro, cuando el tanino dejara de ser
una necesidad de las multinacionales.
Algo parecido est� ocurriendo con la soja pero no hay demasiada preocupaci�n por
pensar en qu� significar� la palabra futuro cuando los campos se vuelvan
desiertos y los 800 pesos por tonelada sean una melancol�a y poco m�s que eso.
Esas tierras que supieron las luchas obreras contra el latifundio ingl�s, seg�n
lo describi� el poeta y periodista Gast�n Gori, tienen la sangre
derramada de medio millar de obreras y obreros que desde los a�os veinte
peleaban contra la explotaci�n de la empresa, la extranjerizaci�n de la tierra y
la traici�n de funcionarios que funcionaban de acuerdo a los mandamientos de la
firma transnacional.
Queda poco de aquella memoria en las actuales generaciones que habitan
Florencia, Villa Ocampo y las modernas Avellaneda y Reconquista.
En esas ciudades ahora el poder lo tiene Vicent�n, una aceitera que
expande sus f�bricas tambi�n en el sur provincial y siempre vinculada a los
proyectos de las empresas que imponen el biodiesel como acaba de presentar, una
vez m�s, el gobernador Obeid.
Mientras las pibas y pibes de Villa Ocampo y Reconquista est�n exiliados de las
escuelas y la familia para ganar un peso diario, Vicent�n, la sexta mayor
exportadora de la provincia, export� a raz�n de 2.110 d�lares cada sesenta
segundos, cifra que resulta de dividir su exportaci�n anual de 2006 que fue m�s
de 1.096 millones de d�lares, seg�n la revista Punto Biz.
Una obscenidad del presente que intenta sepultar historias de luchas y dignidad
de un pasado no muy lejano.
El campo de la gloria de Petrobr�s
-�Viva el rey! -gritaban los espa�oles que desembarcaron en las barrancas de San
Lorenzo aquel 3 de febrero de 1813.
-�Viva la revoluci�n! -contestaron los granaderos y los sesenta milicianos
populares rosarinos que ven�an comandados por Celedonio Escalada.
Cuenta el historiador Miguel Angel De Marco hijo que "el 9 de octubre de
1812, los realistas hab�an saqueado San Nicol�s y dado muerte al presb�tero
Miguel Escudero; tres d�as m�s tarde, cinco buques hab�an pasado frente a
Rosario, cuyo vecindario huy� a las estancias cercanas. Para defenderse, el
comandante militar s�lo contaba con treinta fusiles en malas condiciones".
El 30 de enero de 1813, la escuadra espa�ola desembarc� algunos hombres en San
Lorenzo para exigir v�veres en el convento franciscano de San Carlos.
Fue entonces que cincuenta y dos jinetes y seis improvisados artilleros que
serv�an un peque�o ca��n de monta�a, al mando de Escalada, se lanzaron en
persecuci�n de los invasores.
El 3 de febrero, coinciden distintas fuentes hist�ricas, el combate fue breve
pero sangriento.
Es llamativo el grito por la revoluci�n que caracteriz� a los granaderos y a las
milicias populares rosarinas.
La revoluci�n era una palabra que adquiri� sentido en el programa de la primera
junta de gobierno, el llamado Plan de Operaciones, escrito por Mariano Moreno
a sugerencia de Manuel Belgrano.
"...�qu� obst�culos deben impedir al gobierno, luego de consolidar el estado
sobre bases fijas y estables, para no adoptar unas providencias que a�n cuando
parecen duras para una peque�a parte de individuos, por la extorsi�n que pueda
causarse a cinco mil o seis mil mineros, aparecen despu�s las ventajas p�blicas
que resultan con la fomentaci�n de las f�bricas, artes, ingenios y dem�s
establecimientos a favor del estado y de los individuos que las ocupan en sus
trabajos?", se preguntaba y propon�a, al mismo tiempo, Mariano Moreno, el primer
desaparecido de la historia nacional.
Un estado libre, independiente y nuevo que se erige como motor del desarrollo
econ�mico yendo en contra de las riquezas agigantadas en pocos individuos para
luego distribuirlas.
Moreno, adem�s, sosten�a el "sistema continental" de la "gloriosa insurrecci�n".
La aparici�n de San Mart�n y su relaci�n con el cura Navarro y el
comandante popular Escalada genera un puente entre los proyectos
personales y colectivos.
Navarro seguir� haciendo pastoral pol�tica junto a los que buscan la liberaci�n
en aquel primer ej�rcito popular latinoamericano en operaciones, el de los Andes
y Escalada, felicitado por San Mart�n, ser� declarado "ciudadano americano de
las Provincias Unidas del R�o de la Plata", por la asamblea constituyente de
aquel a�o 1813.
Los rosarinos que sangraron en San Lorenzo junto a San Mart�n, Navarro y
Escalada, seguir�an fieles a su proyecto colectivo de transformaci�n.
Por eso el rancher�a ser�a incendiado por los ej�rcitos de Buenos Aires.
Porque los pueblos del Litoral segu�an, porfiadamente, adhiriendo a la
revoluci�n pol�tica y social que propon�a Artigas.
Un sistema de ideas fuerzas que hasta hoy, primeros a�os del tercer milenio,
siguen teniendo vigencia ante las necesidades b�sicas insatisfechas de gran
parte de la poblaci�n.
Pero en el llamado Campo de la Gloria que recuerda el sitio de la batalla de San
Lorenzo ya no pertenece al pueblo de la ciudad hist�rica sino que est� bajo el
cuidado y patrocinio de Petrobras.
Es la octava firma entre las quinientas mayores exportadoras de Santa Fe, la
misma que se qued� con los restos de la Destiler�a de YPF en San Lorenzo y
Pasa, en Puerto San Mart�n.
La empresa brasile�a export� por 736 millones de d�lares, a raz�n de 1.410
d�lares por minuto. Mientras tanto, los ex ypefianos no saben d�nde quedaron
los viejos tiempos de alegr�a mientras trabajaban en la petrolera que fuera
orgullo de la historia argentina.
Villa Constituci�n y el poder de Acindar
El 16 de marzo de 1974, doce mil personas celebraron en la plaza San Mart�n de
Villa Constituci�n una victoria gremial, social y pol�tica.
Despu�s de m�s de una semana de f�bricas tomadas -Acindar, Metcon y Marathon-,
rehenes y amenazas, la Lista Marr�n consigui� la posibilidad de contar con una
obra social, el respeto de los delegados elegidos en las f�bricas y las
elecciones libres para noviembre de 1974.
Del otro lado estaba, nada menos, Jos� Alfredo Mart�nez de Hoz, por
entonces presidente de Acindar.
Un a�o despu�s, el albergue de solteros de la empresa se convirti� en el primer
centro clandestino de detenci�n de personas en el pa�s.
Pero fue a partir de 1970, tres grupos sindicales comenzaron a surgir en las
empresas siderometal�rgicas de Villa Constituci�n, a la sombra de la
intervenci�n dispuesta por la UOM nacional, a trav�s de la figura de Trejo.
Estos fueron: el Grupo de Obreros Combativos del Acero, el Movimiento de
Recuperaci�n Sindical y la denominada lista '7 de setiembre'. Los dos primeros
funcionaban en la clandestinidad y semiclandestinidad. La uni�n de las tres
corrientes determin� el origen de la llamada Lista Marr�n.
Hacia 1973, las elecciones de delegados determinaron el triunfo de los sectores
combativos y el rechazo a los ungidos por la burocracia sindical.
Trejo se fue de Villa Constituci�n en febrero de 1974, pero, sin embargo, las
comisiones internas electas no fueron reconocidas por las patronales. En
Marathon -empresa dependiente de Acindar- se lleg� a despedir a los delegados
electos simplemente porque no eran los se�alados por la UOM nacional.
Llegaron, entonces, dos nuevos interventores, Fern�ndez y Oddone.
'El 7 de marzo a la ma�ana, los interventores, un delegado y un personaje
tenebroso, Ranure, que trabajaba en Acindar y era agente de la Triple A,
entraron a la f�brica proclamando secci�n por secci�n que eran los
normalizadores, que eran peronistas, que en las pr�ximas semanas habr�a elecci�n
de delegados, y advirtiendo que entre los delegados y la comisi�n interna hab�a
comunistas y que era deber de todo peronista votar peronista', record� Angel
Porcu, miembro de la comisi�n interna de Acindar desde 1972 hasta su
detenci�n el 20 de marzo de 1975.
A partir de ese momento comenz� la toma de f�bricas decidida por una asamblea
general.
'Los portones fueron inmediatamente cerrados y controlados por piquetes obreros.
Al personal jer�rquico no se le permiti� abandonar la f�brica y se lo mantuvo
encerrado en las oficinas de Relaciones Industriales. Las calles fueron
obstaculizadas para que no circularan veh�culos. M�s tarde se formaron nuevos
piquetes para que se turnaran y rondaran por todos los portones. Cuando apareci�
el riesgo de la intervenci�n policial se utilizaron vagones del ferrocarril a
los que se cruz� en las calles donde hab�a cruces de v�as. Tambi�n se
construyeron, con las bandejas de madera, barricadas con tanques de gas oil,
preparado todo para empapar las bandejas y prenderles fuego', relat� Porcu desde
el interior de la c�rcel de Sierra Chica, entre 1975 y 1976.
El 8 de marzo adhirieron a la huelga metal�rgica el gremio textil, los docentes
y hasta el Centro de Comerciantes de Villa Constituci�n.
Surgi� tambi�n una comisi�n de mujeres en apoyo a los trabajadores en lucha.
En forma paralela, los 'fachos' comenzaron a intimidar a la poblaci�n y a las
familias de los obreros.
'En los barrios de Villa Constituci�n los chicos en lugar de jugar a los cowboys
jugaban a los fachos,', record� Victorio Paul�n, hoy secretario adjunto
de la UOM e integrante de la Mesa Nacional de la Central de Trabajadores
Argentinos.
El s�bado 16 de marzo lleg� el triunfo.
De la mano de dos representantes del Ministerio de Trabajo de la Naci�n,
'reconocieron a los once delegados sancionados y a la nueva comisi�n interna de
Marathon; se reemplaz� a Fern�ndez y Oddone por nuevos normalizadores; y se
decidi� llamar a elecciones democr�ticas y entregar la seccional a la nueva
comisi�n directiva en un plazo de 120 d�as'.
El acta fue le�da en la plaza San Mart�n ante 12 mil personas.
Fue una fiesta popular.
Hab�a nacido, para la historia social argentina, el Villazo.
El 25 de noviembre de 1974 la Lista Marr�n, con Alberto Piccinini a la
cabeza, gan� por casi el 70 por ciento de los votos.
La democracia sindical dur� solamente cuatro meses.
La madrugada del 20 de marzo de 1975 una columna de un kil�metro y medio de
autom�viles y camiones invadi� Villa Constituci�n.
Polic�as provinciales, federales, hombres de la pesada de la derecha sindical
peronista y personajes como An�bal Gordon, entre otros, hicieron del
albergue de solteros de Acindar el primer centro clandestino de detenci�n del
pa�s.
Hab�a una raz�n de peso: el ex comisario de la Polic�a Federal Rodolfo
Peregrino Fern�ndez confes� que Mart�nez de Hoz, presidente de Acindar, pag�
cien d�lares a cada uno de los represores.
A partir de entonces hubo 300 detenciones y 20 desaparecidos.
Era el 20 de marzo de 1975.
Luego vino una huelga de casi sesenta d�as.
Para el ministro del Interior, Alberto Rocamora, se trat� de un operativo
para desarticular al 'complot rojo contra la industria pesada del pa�s'. Para el
dirigente radical, Ricardo Balb�n, 'los sucesos de Villa Constituci�n
fueron necesarios para erradicar la subversi�n industrial'.
Walter Klein, socio de Mart�nez de Hoz, a�os despu�s, fue mucho m�s
contundente frente a la embajada de los Estados Unidos: 'Qu�dense
tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa Constituci�n ya est�n bajo
tierra'.
Rodolfo Peregrino Fern�ndez, ex comisario de la Polic�a Federal, relat� ante la
Comisi�n Argentina de Derechos Humanos, en 1983, que 'otra represi�n notoria de
la Triple A fue la ejercida contra los activistas sindicales de Villa
Constituci�n. Esa operaci�n fue dirigida por el comisario Antonio Fiscchietti,
alias El Padrino o Don Chicho. Fiscchietti fue reclutado para integrarse en
la AAA siendo delegado de la Polic�a Federal Argentina en la provincia de
Tucum�n'.
Sostuvo que 'las patronales de las industrias metal�rgicas instaladas all�, en
forma destacada el presidente del directorio de Acindar, ingeniero Arturo
Acevedo, establecieron una estrecha vinculaci�n con las fuerzas policiales
mediante pagos extraordinarios en dinero'.
Remarc� que 'el presidente de Metcon, por ejemplo, retribu�a con una paga extra
de 150 d�lares diarios al oficial de polic�a que dirig�a su custodia personal,
por un servicio de vigilancia no superior a las seis horas de duraci�n'.
Acindar 'pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa, un
plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percib�an ya del estado
esos efectivos. El pago estaba a cargo del jefe del personal, Pedro Aznarez,
y del jefe de relaciones laborales, Roberto Pellegrini'.
Agreg� que 'Acindar se convirti� en una especie de fortaleza militar con cercos
de alambres de p�as. Los oficiales policiales que custodiaban la f�brica se
alojaban en las casas reservadas para los ejecutivos de la empresa...'.
Se form� un comit� de huelga que caus� una paralizaci�n de las f�bricas durante
casi sesenta d�as.
Hoy Acindar forma parte de la mayor multinacional del acero de origen hind�
y todav�a no dio ninguna respuestas sobre la represi�n desatada a partir del
20 de marzo de 1975.
La empresa ocupa el d�cimo sexto lugar entre las quinientas exportadoras
santafesinas y el monto total de sus negocios ascendi� a 130 millones de d�lares
durante 2006. Unos 250 d�lares cada sesenta segundos.
A pesar de esta impunidad, la experiencia de Villa Constituci�n es un ejemplo
por partida doble: por un lado muestra el camino de la victoria popular a trav�s
de la unidad de los distintos sectores sociales y, por otro, que la decisi�n
original de desatar la represi�n contra la clase trabajadora surgi� del coraz�n
de las grandes empresas argentinas.
Igualmente, a m�s de treinta a�os de los hechos, queda claro que la memoria, la
verdad y la justicia tienden puentes entre las generaciones para que la palabra
futuro, una vez m�s, vuelva a tener sentido para las mayor�as del pa�s.
Una definitiva gambeta del amor a todas y cada una de las formas del odio y el
olvido.
Fuente: lafogata.org