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Argentina: La lucha continúa

Militancia estudiantil
Estudiantes en Movimiento

Pensar la universidad y su vínculo con el campo social, la militancia estudiantil y los centros de estudiantes conformados en escuelas secundarias es lo que enREDando se propone esta semana. A pocos días de haberse recordado 31 años de la noche de los lápices, las plumas siguen escribiendo con matices y miradas diferentes. Conversamos con estudiantes de estos tiempos y de aquellos años.

Enredando

Pensar la Universidad hoy, puede ser para muchos pensar en algo enlatado dentro de unos cuantos muros. Una especie de aprisionamiento académico-intelectual que nada parecería tener que ver con la comunidad.
El aprisionamiento de la universidad no está relacionado –únicamente- al contenido académico arbitrario y alejado de la cuestión social y crítica que atraviesa nuestro país, el abismo es más profundo en lo que refiere al aspecto de las prácticas extensivas de la Universidad.
El carácter social que genéticamente debería tener la Universidad, manteniendo una relación puente con todos los actores de la sociedad, no parece tener eco dentro de la misma.
Considerando esto, la comunión que existe entre el órgano académico con las problemáticas sociales se establecen –mayormente- por relaciones intramuros. Es decir, esta relación se presenta dentro del espacio que controla la Universidad, lo que constituye sobre esta un efecto centrípeto concentrando todo lo que se produce dentro de sus paredes. Teniendo la aprobación y el reconocimiento académico, con suerte, los logros podrán trascender fuera de estas paredes.
La práctica social universitaria se constituye como la vinculación de ésta con su medio, la comunidad a la que pertenecemos.
El trabajo social que se realiza, lejos de tener promoción e incentivo, plantea inconvenientes que se fundan en el mismo carácter que pesa sobre la Universidad hoy: la condición intramuros de las facultades que, salvo claras excepciones, se profundiza año tras año. Más allá de la paupérrima situación en la que se encuentra la Universidad, producto de no contar con recursos necesarios y abundar en malas políticas de pésimos dirigentes, la dirección que parece tomar –no casualmente, está claro- se aleja de la discusión del desarrollo de políticas sociales.
Pero es evidente que este tipo de preocupaciones, que sobrevuelan los intereses de quienes dirigen nuestras facultades, no pasan por alto para muchos estudiantes que actualmente le ponen la cabeza y, fundamentalmente, el cuerpo en sostener espacios y prácticas vinculadas al desarrollo de trabajos en barrios y actividades sociales.
El compromiso y la decisión de muchas agrupaciones y movimientos que suman en sus consignas a estudiantes, docentes y graduados conlleva nuevas y recicladas ideas políticas que pugnan por un verdadero cambio de "las cosas como están". Tal vez representado en el desigual reparto social al cual la Universidad no puede ser ajena.
La memoria motoriza la práctica política
Retomar el análisis político y rescatar la memoria de aquello que nos constituye como parte de una comunidad es una condición necesaria para entender el compromiso que existe y existió en el estudiantado.
En las décadas del 60 y 70 la participación dentro de la escena social estaba cargada de una fuerte politización, constituida por propuestas renovadoras de la Universidad y su entorno a partir de la integración del carácter social de los estudiantes.
En estos días nos sale al cruce el recuerdo de aquellos estudiantes secundarios desaparecidos durante la última dictadura, la noche del 16 de septiembre de 1976 y que fuera conocido como "La noche de los Lápices". Chicos que peleaban por cambiar las cosas con la confianza que otorga estar convencido en lo que uno cree. En este sentido, Norma Ríos de APDH, nos recuerda que no eran chicos que peleaban únicamente por el medio boleto, en sus consignas había un pensamiento más profundo que reflejaba su compromiso social.
La importancia de la participación política adquiría, en ese entonces, otro significado. Con menos prejuicios y cuestionamientos la política no era otra cosa que el mismo medio para transformar la sociedad.
Concepción que fue erosionada por quienes llevaron adelante la maquinaria represora provocando el temor, el miedo y, posteriormente, la desidia por la política y sus formas.
En la actualidad, la participación y militancia cobra cada más complejidad ante el escenario presente, donde la política es desestimada como una disciplina bastarda y el nivel de fragmentación entre el estudiantado es pronunciado y marginado de las cuestiones sociales.
Ante este panorama, la construcción hacia afuera persiste en nuestras facultades. Una construcción extramuros que estrecha el carácter formativo de la educación pública con la realidad social de nuestro pueblo.
Una realidad que desnuda las necesidades de millones de argentinos que ven cada vez más cercenadas sus posibilidades y derechos. Los estudiantes colaboran en la construcción de posibilidades ciertas, a través de talleres, alfabetización, formación y lucha por reivindicaciones puntuales. Esta participación es fundamental y contiene un sentido –si se quiere- en si mismo de la Universidad.
Son estos posibles lo que distinguen a quienes pretenden un cambio de "las cosas como están", aquellos que tienen como meta brindarse a partir de las posibilidades con las que pocos contamos.
Tanto las Universidades como las secundarias cuentan con enormes deficiencias para integrar a gran parte de la población marginada y socialmente excluida. Los recursos de los sectores sociales más vulnerables y los recursos que demanda estudiar -sobre todo en el nivel superior- componen una situación de exclusión que refiere el grado privativo que significa poder contar con una formación.
Dentro de este panorama educativo, la lucha y el compromiso de muchos estudiantes configura otra situación que coexiste con la primera: la participación del sector estudiantil en la política como transformadora de la situación hegemónica.
En el tejido político que presenta las prácticas estudiantiles, habitan múltiples agrupaciones de diferentes colores y banderas. Mayormente son agrupaciones que están identificadas por manifiestos que van desde las izquierdas más consumadas a idearios de consignas de tipo nacional popular.
Talleres sobre educación, periodismo y apoyo escolar, como también programas de alfabetización son un vistazo de las prácticas que varios movimientos de estudiantes sostienen en barrios, generalmente, de bajos recursos.
Estás prácticas dejan de ser meramente solidarias para encontrar su verdadero sentido en la reivindicación de los posibles y las potencias que tienen su fuerza en el trabajo conjunto y en el interés por lo que pasa al lado nuestro.

La militancia social universitaria

En el ámbito universitario, se visualizan prácticas, donde la apuesta está –muchas veces- en subrayar la extracción política partidaria de aquellos que la promueven. Sin embargo, el pensamiento ideológico que se respira en estos movimientos y agrupaciones permite abonar el campo de acción y determinar el compromiso político y social de los mismos.
En este sentido consultamos a miembros del Movimiento Martín Fierro (de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales) quienes realizan trabajos y actividades barriales.
La realización de talleres como Memoria Popular, donde se trabajan cuestiones relacionadas con la historia y cultura de nuestro país y Latinoamérica, es una de las propuestas que caracteriza a este movimiento. Crear espacios donde se abre el debate y se comparten nuevos conocimientos y formas de pensar, es otra meta que se proponen lograr según nos comentaron.
Este taller se realiza en el barrio Fisherton Pobre, como lo han denominado sus propios vecinos, y tiene como fin llegar a chicos y jóvenes que tienen ganas de colaborar y participar de la construcción de un pensamiento transformador e inclusivo.
El Vía Honda, es otro barrio donde Martín Fierro extiende su vinculación con la sociedad, escuchando demandas que emergen del barrio como: suministro de luz, agua y mejoramiento de las calles. Allí colaboran con los vecinos en la creación de espacios que posibiliten generar ingresos para el barrio, y otros destinados para al juego de los niños e integración de los jóvenes. Así, se desarrollan actividades como: taller de Panificación y de Folklore; y actualmente están trabajando en la instalación de una feria, como forma de brindar un servicio al barrio y ser una salida laboral para los participantes, además de un lugar de encuentro y recreación.
Otra experiencia, es la que realiza el Grupo Malabares. Estos estudiantes universitarios, provenientes en su mayoría de la carrera de Comunicación Social, crearon un espacio donde la educación popular es el objetivo que los constituye. Además mantienen una fuerte vinculación con la Universidad Trashumante, participando activamente de las actividades realizadas por ésta a nivel nacional. En charla con enREDando tiempo atrás, comentaron que sus actividades se basan fundamentalmente en la formación y poder llegar a sectores menos favorecidos. Para ello sostienen espacios de educación y participación popular y encuentros en distintas partes del país con grupos trashumantes.

Los secundarios en lucha

La militancia en las secundarias ha tenido un lugar importante dentro de la historia de la política estudiantil. En la actualidad parece haber una continuidad de las consignas por las que luchaban estudiantes de movimientos como la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) o la Juventud Guevarista en los años ‘70.
Precisamente, parte de los chicos que desaparecieron en la "Noche de los Lápices" pertenecían a la UES. Hoy, su historia es recordada por muchos chicos que forman parte de centros y grupos de estudiantes secundarios.
La memoria tiene un lugar importante en la política. En los últimos meses, el centro de estudiantes del Normal Nº 1 junto con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, trabajaron en el ciclo de Cine y Debate. Actividad que se repartió en varios encuentros, donde se exhibían películas relacionadas con hechos históricos y derechos humanos, y concluía con un debate.
Unas de las organizadoras del encuentro, y miembro del Centro de Estudiantes del Normal Nº 1, Irene Gamboa, contaba a enREDando la importancia de este tipo de actividades para los estudiantes y destacaba la necesidad de pensar en un proyecto colectivo por sobre el individual.
Según nos relataba Irene, los estudiantes secundarios deben luchar por cambiar el autoritarismo que se respira en los colegios y colaborar en un proyecto de país para todos.
Celina Mondelli, pertenece al Centro de Estudiantes del Superior de Comercio, donde surgió el proyecto "Aulas Superior". La idea es ponerle a las aulas nombres de chicos que estudiaron en el colegio y fueron desaparecidos durante la última dictadura.
Actividades como éstas y el reclamo por la instalación de un semáforo en la esquina de Mendoza y Balcarce, son algunas de las propuestas que encabezaron los estudiantes de este centro que lucha por la defensa de la educación pública y una participación más activa de todos los estudiantes.
En diálogo con Celina, nos decía: "Consideramos que tener un Centro es un derecho, hay que valorarlo y ejercerlo porque no todos los estudiantes tienen esta opción. Participando es tu manera de ayudar y colaborar para que la escuela esté en mejor estado, mejor organizada y es la forma de quejarse si algo no te parece que esté bien o querés modificarlo".
El compromiso político que adquieren muchos de estos estudiantes hace pensar en el legado y en la victoria de las ideas más allá de la deuda que tiene la justicia y el país con nuestro pasado reciente.
La preocupación de estos, como muchos estudiantes, por los problemas de nuestro país es una justa demostración de que la transformación se logra a través del involucrarse y arriesgarse a pensar en un lugar para todos, donde la política es nuestra herramienta de lucha.
Palabras de Azucena Solana, militante de la UES
También dialogamos con Azucena Solana, militante estudiantil de los años 70, para conocer su mirada, su experiencia y la fuerte militancia sostendida desde la escuela secundaria, donde comenzó a dar sus primeros pasos en el Superior de Comercio.
¿Cómo fue tu militancia secundaria allá en los 70?.
Era tan distinto todo, cuando pasa tanto tiempo es difícil ubicarse en esas vivencias. En 1974 empecé el secundario en el Superior de Comercio, en primer año milité en el Centro de Estudiantes por las reivindicaciones concretas. Nosotros en ese momento nos eximíamos con 7, igual que en el Politécnico que eran escuelas de la Universidad, y no nos parecía justo. Nos sentíamos estudiantes secundarios como el resto (que aprobaban con 6) y queríamos lo mismo. Además era como una doble reivindicación porque es como que nos querían poner en otro lugar, era una cuestión justa y de equidad, queríamos que nos dieran el mismo tratamiento que al resto de los secundarios. Por otro lado, una reivindicación muy fuerte y sentida por todos era el medio boleto estudiantil, ahora hay muchas cosas se naturalizan, por eso digo que hay tantas cosas que son distintas, en ese momento fue una lucha muy dura. Había que movilizar, costaba hacerlo, se lograron hacer manifestaciones multitudinarias, como ir a pedir a La Capital que tome el tema, las consignas eran "Capital, Capital si no servís al pueblo te vamos a reventar", quienes pedían eso eran puramente estudiantes secundarios. También se cantaba, "Movilizar, movilizar por una escuela popular" y se van ampliando las consignas, de lo reivindicativo va pasando a lo político.
Después del Centro de Estudiantes participé en el movimiento Azul y Blanco, que era un poco más politizado y luego en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) en donde lo reivindicativo ya pasó a ser un proyecto de país y un modo de vida, porque además de un proyecto de país justo, nosotros lo que queríamos era un Hombre Nuevo, pero realmente lo queríamos. No es que éramos utópicos, nosotros teníamos proyectos que sí los pensábamos como posible, repito que tenía mucho que ver el contexto. Por ejemplo, yo fui a una escuela primaria en donde los docentes eran muy comprometidos con su rol, nosotros tomábamos a un prócer, la docente separaba al curso en dos, un grupo lo defendía y el otro lo culpaba, entonces veníamos más politizados. Otro ejemplo, las campañas de vacunación las iban a hacer los chicos de la JUP (Juventud Peronista) a las escuelas, no nos olvidemos que estaba el Rosariazo muy cerca.
En el Superior de Comercio recuerdo algunas marchas metalúrgicas a las que nosotros nos sumábamos, nos solidarizábamos, esto era mucho más allá de la militancia secundaria, era una forma de vida.
¿Qué vinculo tuviste este año con los estudiantes del Superior con respecto al proyecto Aulas Superior?
En esta oportunidad no tuve demasiada participación activa, los chicos hablaron con nosotros para saber cosas de la vida cotidiana de aquellos años. Les contamos cómo nos vestíamos, qué hacíamos, anécdotas, cómo era el perfil de los compañeros que se les iba a poner el nombre a las aulas. Me pareció muy piola que más allá de cumplir con un sentir, que era el de ellos, además quieran conocerlos, quieran traerlos de vuelta a la memoria. Traerlos, es como lo que se dice del prócer "sacarlos del bronce", con los compañeros es lo mismo, fue intentar sacarlos de ese nombre abstracto. Estuve con ellos afectivamente, incluso una de las chicas que está en el Centro de Estudiantes, es hija de un compañero, el papá y yo fuimos a esa escuela, es toda una connotación emotiva muy fuerte, es muy movilizante.  

Fuente: lafogata.org