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Medio Oriente - Asia - Africa

Diamantes, niños y brujeria en la República Democrática del Congo

Fundación Sur

Los diamantes, la exportación más importante de Congo RDC, son extraídos en su mayor parte de la zona central del país, de la provincia de Kasai oriental. A pesar de ello, la gente allí es de la más pobre del país y los diamantes parecen haber destrozado su sociedad. Los niños hacen mucho del trabajo y muchos se matan en accidentes o los matan en enfrentamientos causados por los diamantes. La desconfianza alimenta la superstición y causa extraños y terribles fenómenos: miles de niños son acusados de brujería.
Alrededor de 20 kilómetros al este de la de la capital de la provincia, Mbuji Mayi, es un lugar conocido en la lengua luba como Muambulia Bantu. Es verde, un valle fértil con colinas onduladas, pero bajo la belleza, acecha el peligro. La tierra está agujereada con hoyos de hasta 28 metros de profundidad. Cuanto más pequeña es una persona, mejor puede maniobrar una vez que se les ha ayudado a descender con una cuerda.
El chico que está en el fondo del agujero es Punda Liote, "Está oscuro aquí abajo", dice. Desde esa profundidad, la luz del día sobre él no es más que un agujerito. Ha estado ahí desde las 7 de la mañana, ahora es mediodía. Está empleado por un adulto para excavar la mierda y ponerla en sacos para sacarla afuera, atándolos a una cuerda. Se tira de los sacos para arriba hasta la superficie, otros chicos, empleados por el mismo hombre cargan con ellos colina abajo hasta un riachuelo donde limpian la suciedad en una criba, donde escogen lo que en Luba se llama ‘mbongu’, diamantes.
De repente se oye un grito por todo el lugar: "¡Mbongu! ¡Mbongu!". Un chico ha encontrado uno e instantáneamente lo esconde en su boca.
Los niños ocasionalmente encuentran diamantes que valen miles de dólares pero no se les permite quedárselos, cuenta Charles Tchibanza, un sociologo de la Universidad de Mbuji Mayi. "Estos niños no tienen protección aparte de la que les den sus explotadores. Sus vidas están en peligro. La mayoría de ellos están aquí porque fueron abandonados por sus familias", añade.
El numero de niños abandonados en Mbuji Mayi es asombroso. Tchibanza elaboró una encuesta en 1999 y contó caso 10.000. Ahora ha empezado a actualizar los datos de la encuesta y dice que está claro que ahora hay muchos más. Él echa la culpa a la brujería.
"Mucha gente aquí cree en la brujería. Es parte de la tradición de Luba, aunque lo que está pasando hoy en Mbuji Mayi es algo nuevo. Antes, si alguien era acusado de tener poderes demoníacos, el pueblo cogía a esta persona y la obligaba a pasar por una ceremonia de purificación. Nadie era nunca expulsado de su propia casa, y mucho menos un niño. Lo que está ocurriendo hoy en día es el resultado de la urbanización y la desesperación causada por los diamantes", asevera Tchibanza.
¿Qué es exactamente lo que tienen que ver los diamantes con la brujería? Tchibanza explica que es el tema de una investigación en curso. Lo que está claro es que la minería de diamantes suma el menos el 70 % de la economía de toda la zona de Mbuji Mayi. Aún así, salvo algunas casas de colores chillones, la mayoría de la gente vive en cabañas de barro, sin electricidad ni agua corriente. Aunque la región es fértil, la gente no tiene suficiente para comer. La agricultura no ofrece la posibilidad de riqueza rápida, como los diamantes. Pero los diamantes traen frustración y alimentan disturbios y supersticiones. Hay un clima de miedo aquí. Algunas personas están sacando beneficio del miedo. En casi cada esquina de las calles de Mbuji Mayi hay una casa de culto. Muchos de ellos son iglesias congoleñas del lugar, dirigidas por autoproclamados predicadores, y que se han establecido como exorcistas, como el caso de Jean Pierre Onakofcheko, que vive en una cabaña con muchos niños.
"Cuando miro a algunos niños que vienen a mi, veo que han sido acusados falsamente de brujería. Algunos sencillamente se imaginan que son brujos, y que hay otros que son también brujos. Yo utilizo el espíritu santo que hay en mi para adivinar quién es realmente brujo. Entonces sencillamente utilizo mis poderes de la oración para limpiarles., explica Onakoko.
Hay una niña de 12 años de edad con él, Konku Monique, cuyos padres la echaron del hogar por ser una bruja, una acusación que ella niega con vehemencia. Ella dice que vino a Onakoko porque no tenía ningún otro lugar donde ir, y porque se quería asegurar de que nunca se convertiría en una bruja. "He visto al predicador Onakoko exorcizar a niños brujos. Salen cosas terribles de sus bocas. He visto a un niño vomitar un insecto vivo, un insecto muy grande. Yo tenía mucho miedo. Todavía tengo miedo, de que algo así pueda pasarme a mí", confiesa Konku.
Predicadores como Onakoko son parte del circulo vicioso de los diamantes, brujería y muerte en el que los niños se ven envueltos. Los peores de todos ellos se meten en grupos armados conocidos como ‘suicidas’, los cuales cruzan ilegalmente a la provincia más rica en diamantes al sur de Mbuji Mayi, llamada el polígono, que pertenece a MIBA, la compañía de minería de diamantes del Estado. Allí, los niños son capturados muchas veces, en enfrentamientos armados con las fuerzas de seguridad de MIBA, y muchos son asesinados o desaparecen para siempre.
UNICEF está intentando ayudar a los niños abandonados con escuelas especiales, enseñándoles carpintería y otros oficios para animar a los niños a buscar otras fuentes alternativas de ingresos. Comenta una empleada en el programa de protección de niños de UNICEF. "Tenemos muchos éxitos, pero este problema continuará mientras haya tanta gente pobre y mientras los diamantes sigan ofreciendo la falsa esperanza de prosperidad.
Subiendo por la carretera, desde los campos de diamantes Muambulia, de Bantu, hay un pequeño pueblo donde adultos y niños se recogen en lo que parece un pequeño mercado, pero aquí el comercio es de diamantes. En cada puesto se sienta un comerciante con un juego de escalas y un montón de dólares americanos.
Los clientes son la mayoría niños descalzos. Uno de ellos se pone enfrente del comerciante con la boca muy abierta mostrando los pequeños diamantes de su lengua. Si tiene suerte, obtendrá unos cuantos dólares, dice Khonde. Pero lo más probable es que engañen al chico o termine muerto en el fondo de una mina abandonada.
De este mercado, los comerciantes llevan los diamantes a la ciudad donde los venden a comerciantes más grandes, muchos de ellos libaneses, que dicen que ellos nunca compran diamantes a niños menores de 15 años. El director de la Asociación de comerciantes de diamantes en Mbuji Mayi, Alfonso Ngoyi Kasanji, quien hace unos años vendió un diamante por valor de 6.2 millones de dólares, replica "Utilizar a niños para trabajar en las minas de diamantes es un crimen. Pero el Gobierno no hace nada para impedirlo, y cuando yo compro un diamante a un adulto, yo no tengo ni idea de si ese diamante ha sido extraído por un niño".
Los comerciantes como Kasanji llevan sus diamantes a Bélgica, India e Israel, y los venden a mercaderes aún más grandes, quienes saben aún menos de cómo esas piedras fueron extraídas del suelo. Hay un sistema mundial para verificar los diamantes. Pero este, el proceso Kimberley, está diseñado para impedir que los ejércitos rebeldes compren armas con diamantes, no para verificar la edad de nadie. Hasta que no se aborde este problema, los niños en Mbuji Mayi, continuarán con su peligroso trabajo y muchos de ellos seguirán muriendo.
Artículo recogido de la Agencia de Naciones Unidas, Office for the Coordination of Humanitarian Affairs (OCHA)
Integrated Regional Information Network (IRIN)
Traducido por Rosa Moro, de la Fundación Sur.    

Fuente: lafogata.org