VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente - Asia - Africa

¿Quién echa humo al avispero iraquí?

Editorial del periódico vasco Gara

El atentado con bomba que derrumbó, el pasado miércoles, la Mezquita Dorada, mausoleo chií de Samarra, ha derivado en una escalada de ataques que se ha cobrado ya más de un centenar de víctimas en Irak. El balance de dos jornadas de cuchillos largos, oficialmente entre suníes y chiíes, es preocupante, primeramente por sus consecuencias en pérdidas de vidas humanas, pero también porque puede alimentar una deriva sectaria que serviría al objetivo de desfigurar un escenario, el iraquí, en el que, por encima de todo, se libra una batalla de pueblo ocupado contra ejército ocupante.
En un contexto regional marcado por la «cólera musulmana», alentada por la crisis de las caricaturas, pero también por las amenazas del club de potencias atómicas a Irán, y de Israel contra la nueva Autoridad Nacional Palestina (ANP), la crisis de las mezquitas en Irak deja entrever, a su vez, intereses situados bien lejos del país de los dos ríos.
Desde que se iniciara la ocupación, los servicios militares anglo-estadounidenses se marcaron como primer objetivo derrocar no ya el sistema político sustentado en Saddam Hussein, sino derrumbar el Estado iraquí. El objetivo no era otro que sustituir un estado, a escala regional moderno y cohesionado, por un estado más débil y, en consecuencia, menos eficaz en la defensa de sus intereses. No es casualidad que las fuerzas invasoras se repartieran el territorio en base a su particular interpretación del mapa étnico-comunitario iraquí, ni que el diseño constitucional ideado para el «nuevo Irak democrático» se haya basado en una negociación no con la sociedad iraquí, sino con representantes de las diversas comunidades que integran el país.
La que se ha presentado como una fórmula para hacer justicia a los oprimidos en el periodo de Hussein se ha demostrado como un método que busca dividir a toda la sociedad iraquí para tratar de restar fuerza a su resistencia a la ocupación. Por el lugar que ocupa en el mapa, por su cultura, por su historia, Irak es parte del paisaje árabe como es parte del mundo islámico.
Ese carácter árabeislámico cohesiona al conjunto de su ciudadanía, y es una seña de identidad geopolítica y cultural, y no, como se pretende, tribal o religiosa. Parece evidente que azuzar con el humo de las mezquitas el avispero religioso iraquí conviene más al carcelero de Abu Ghraib, cuya estrategia de ocupación hace aguas en distintos frentes, que a una resistencia que en sus comunicados denuncia el sectarismo.  

Fuente: lafogata.org