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Medio Oriente - Asia - Africa

La democracia bien entendida

 Adri�n Mac Liman
Centro de Colaboraciones Solidarias

Cuando Vladimir Putin invit� a la plana mayor del Movimiento Isl�mico Palestino (Ham�s) a acudir a Mosc� para entablar el dif�cil di�logo sobre la moribunda "Hoja de Ruta" e, impl�citamente, sobre sus relaciones futuras con Israel, las autoridades de Tel Aviv se apresuraron a calificar la propuesta del presidente ruso de "pu�alada en la espalda".
Washington no tard� en censurar la iniciativa del "n�mero uno" del Kremlin, recordando a su vez que los ganadores de la consulta celebrada en los Territorios Palestinos a finales de enero pertenec�an a una siniestra organizaci�n terrorista. La archiconocida tesis forma parte del discurso propagand�stico empleado por Israel para sumir Cisjordania y Gaza en el caos y provocar una oleada de descontento popular capaz de marginar al movimiento isl�mico. �Simples elucubraciones de una mente calenturienta? No, en absoluto. A mediados de esta semana, el prestigioso rotativo The New York Times desvelaba la existencia de un plan israelo-americano destinado a neutralizar a Ham�s y crear las condiciones para la vuelta de Al Fatah a la palestra. Ficticia o real, la amenaza provoc� la ira de los radicales religiosos, dispuestos a defender sus prerrogativas, emanantes de una incontestada victoria electoral.
La llegada al poder de las agrupaciones de corte isl�mico en Iraq, Ir�n o Palestina, y/o los espectaculares avances de los partidos religiosos en Egipto, L�bano, Marruecos o Kuwait, no parece ser del agrado de los promotores del pomposamente llamado proyecto para la creaci�n del "Gran Oriente Medio", que contempla la "democratizaci�n" y, por consiguiente, la occidentalizaci�n de una amplia zona del mundo musulm�n, que va desde Pakist�n hasta la orilla oriental del Atl�ntico. Los promotores de este operativo apenas disimulan su malestar al evaluar el �xito de los partidos isl�micos. M�s a�n; pol�ticos y pensadores occidentales se preguntan si conviene poner en marcha procesos electorales en pa�ses que, seg�n ellos, no est�n preparados para asumir las reglas de juego de la democracia. En resumidas cuentas, todo se limita a una triste constataci�n: el calificativo de democracia tiene que estar acorde con los intereses, no siempre altruistas, de las potencias "extrarregionales". En este caso concreto, es obvio que los palestinos, los iraqu�es y los iran�es se han "equivocado". Deb�an haber escogido a otros l�deres, m�s afines a la cultura y a los intereses de la civilizaci�n occidental. Sin embargo�
Los polit�logos estadounidenses y los servicios de inteligencia israel�es fueron incapaces de vaticinar la victoria del movimiento isl�mico. Y ello, por la sencilla raz�n de hacer caso omiso de las realidades impuestas por la evoluci�n reciente del mundo �rabe-isl�mico, de unas sociedades cansadas de la inoperancia de los partidos pol�ticos tradicionales, incapaces de llevar a cabo aut�nticas reformas sociales o de abandonar el papel de guardianes de los intereses de una oligarqu�a autoritaria y corrupta, que se mantiene en el poder merced a sus �ptimas relaciones con Washington, Londres u otras capitales occidentales.
Los reiterados fracasos de las agrupaciones laicas, su escasa resistencia ante las presiones ejercidas por los c�rculos del poder, abonaron el terreno para el auge de los partidos isl�micos. En realidad, el debate est� falseado: la verdadera pregunta no estriba en la capacidad de las estructuras de Ham�s de hacer frente al bloqueo ideado e impuesto por Washington y Tel Aviv, sino de evaluar objetivamente las m�ltiples razones que allanaron el camino de los movimientos religiosos. La respuesta, reconozc�moslo, es muy compleja. A la pol�tica llevada a cabo por Israel se le suma, en este caso concreto, la creciente desconfianza de los �rabes frente a los Estados Unidos, el profundo malestar provocado por la ocupaci�n de Iraq, los tambores de guerra que anuncian la inminente ofensiva contra el r�gimen de Teher�n, la radicalizaci�n de la postura de la UE frente a los pa�ses de Oriente Medio.
En resumidas cuentas, la constataci�n de que los que es bueno para los �rabes (o que los �rabes consideran que ser�a bueno para ellos) no acaba de gustar a Occidente. �Etnocentrismo? �Intolerancia? �Cinismo? La mezcla parece explosiva.
En este contexto, la "pu�alada por la espalda" de Vladimir Putin ha de interpretarse como un mero (y modesto) intento de desbloquear la situaci�n, recordando a quien padece amnesia que, a lo largo de la historia, los terroristas acabaron aceptando el di�logo con sus enemigos.
Relegar a Ham�s o preparar una intervenci�n armada contra el molesto r�gimen iran� no favorece los intereses de los EEUU ni de su fiel aliado israel�.
 
* Escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios
Mediterr�neos de la Universidad de La Sorbona (Par�s)
ccs@solidarios.org.es  

Fuente: lafogata.org

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