Medio Oriente - Asia - Africa
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Democracia, el camino de la paz
Fernando Riesco
Las �ltimas elecciones realizadas en territorio palestino han despertado
numerosos cuestionamientos a nivel mundial. El contundente triunfo de la
agrupaci�n Hamas, por sobre la oficialista Al Fatah, suscit� riesgosas
afirmaciones por parte de distintos funcionarios israel�es, norteamericanos y
europeos, de cara al futuro pr�ximo de aquella conflictiva regi�n.
Resulta cuanto menos peligroso para la imagen y consolidaci�n del proceso
democr�tico, en una zona hist�ricamente adversa al mismo, que el mundo
autodenominado "libre" desconozca el producto final de un acto eleccionario
absolutamente transparente y participativo, caracter�sticas certificadas por el
ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, entre otras reconocidas
personalidades.
Los an�lisis de los gobiernos mencionados omiten la trascendencia de que una
organizaci�n pol�tica armada como Hamas, con fuertes antecedentes signados por
la violencia, haya encontrado una forma institucional de canalizar sus demandas
pol�ticas.
Al fin y al cabo, la virtud m�s destacable del sistema democr�tico y sus
instituciones reside en la posibilidad de lograr una convivencia pac�fica como
consecuencia del encuentro de las diferentes posturas ideol�gicas y la
complementariedad de las distintas necesidades, a trav�s de un di�logo franco y
plural que reconozca al otro y no doblegue por anticipado a ninguno de sus
participantes, ni valide poderes subyacentes.
En este sentido, la responsabilidad que tendr� de conformar un gobierno, dada la
obtenci�n de mayor�a propia en el parlamento palestino, podr�a significar una
moderaci�n de los aspectos m�s extremos de su doctrina hist�rica. Ser�n los
miembros de este partido isl�mico quienes deber�n administrar las presiones
tanto internas como externas, respondiendo por sus actos u omisiones ante su
propia poblaci�n y el mundo entero, y ya no podr�n reservarse el papel de
"jueces" de la pol�tica gubernamental de turno. No es lo mismo predicar
libremente desde el llano que asumir el compromiso p�blico de conducir los
destinos de un pueblo.
Existen algunos ejemplos que nos permiten sostener dicha esperanza. Es el caso
de Yasser Arafat, reconocido l�der de la Organizaci�n para la Liberaci�n
Palestina (OLP) desde 1969, y posterior presidente de la Autoridad Nacional
Palestina (ANP) desde 1996 hasta su muerte. Tambi�n del propio Yitzhak Rabin,
quien previamente a ocupar el puesto de primer ministro de Israel en dos
oportunidades, supo integrar el ej�rcito de aquel pa�s combatiendo en la Guerra
de Independencia de 1948-49, y comandando como Jefe del Estado Mayor la Guerra
de los Seis D�as en 1967; a su vez, como Ministro de Defensa israel�, fue el
encargado de reprimir la primer Intifada en 1987.
Sin embargo, cabe recordar que estos dos grandes luchadores de sus respectivas
causas, lograron hacer a un lado sus diferencias hist�ricas y sus actuaciones
pasadas, para sellar, una vez en el gobierno, los celebrados Acuerdos de Oslo en
1993 con vistas a la paz entre ambos pueblos. Sus esfuerzos en la materia
merecieron el reconocimiento mundial y les valieron la concesi�n, junto a Shimon
Peres, del Premio Nobel de la Paz y del Premio Pr�ncipe de Asturias de la
Concordia en 1994.
El presente art�culo, lejos de pecar de cualquier tipo de fanatismo, realiza un
llamamiento al sentido com�n de los gobiernos intervinientes, desde un punto de
vista, si se quiere, absolutamente pragm�tico. Asume como conveniente el respeto
y reconocimiento de la voluntad del pueblo palestino expresada en sus �ltimas
elecciones, a fin de lograr la integraci�n de Hamas al sistema internacional, y
promover la resoluci�n de los conflictos existentes a trav�s de los �mbitos
institucionales correspondientes, prescindiendo de toda clase de violencia.
Ser�a sumamente contradictorio predicar discursivamente los beneficios de la
democracia, para luego impugnar en la pr�ctica sus consecuencias directas.
Ello implicar�a privar a dicha organizaci�n integrista de los canales de
expresi�n propios del sistema democr�tico, conden�ndolos a la marginalidad y
llev�ndolos a adoptar indefinidamente la violencia como m�todo de manifestaci�n
de sus peticiones. Adem�s, en caso que los Estados Unidos y principalmente la
Uni�n Europea, en su condici�n de mayor donante de la ANP, se negasen a seguir
con la ayuda financiera estipulada, se correr�a el riesgo de empujar a las
nuevas autoridades palestinas a buscar el apoyo econ�mico de pa�ses por dem�s
conflictivos como Ir�n, por ejemplo. Hecho que se ver�a agravado por la
suspensi�n, decretada por Israel, de los pagos correspondientes al mes de enero
en concepto de impuestos y aduanas. De esta forma, estar�amos frente a una
profec�a autocumplida, ya que actualmente existe el temor de Occidente e Israel
de que ello ocurra.
Algunos podr�n decir que esta estrategia de "integraci�n" ya fue puesta en
pr�ctica en su momento sin ning�n �xito, en el caso del nazismo por ejemplo.
Habr�a que realizar entonces una evidente distinci�n entre la potencialidad
pol�tica, econ�mica y militar de la Alemania de aquel momento, y la Autoridad
Nacional Palestina de hoy. Las conclusiones de la misma se encuentran a la
vista. Tambi�n cabr�a tener en cuenta los diferentes objetivos del
nacionalsocialismo y de Hamas. Mientras que los primeros buscaban lisa y
llanamente la conquista del mundo y la directa eliminaci�n de las razas
concebidas como "inferiores"; los segundos reiteran en numerosas oportunidades
que su causa �nica y puntual es contra la ocupaci�n israel� y no contra los
jud�os ni el juda�smo en s� mismo.
Claro que todo resultar�a m�s sencillo si cont�semos con un organismo
multilateral como Naciones Unidas, el cual gozase de la representatividad y
autonom�a suficiente, que pudiera erigirse en un �rbitro imparcial con capacidad
para terciar entre las partes en disputa. Pero lamentablemente eso no ocurre en
la actualidad sino, por el contrario, trata de manera diferenciada los cr�menes
cometidos por el extremismo sionista y el isl�mico.
Por todo esto, la comunidad internacional, gobierno israel� y Hamas incluidos,
debe actuar con sumo cuidado y analizar detenidamente las posibles consecuencias
de sus decisiones. Aqu� ya no se juegan diferencias religiosas ni territoriales,
por m�s importantes que �stas sean, sino fundamentalmente la vida de millones de
personas que, en muchas ocasiones, pareciera que no son tomadas en cuenta por
los diferentes actores involucrados. Es tiempo a�n de hacerlo. Arafat y Rabin lo
hicieron.
Fernando Riesco Estudiante de Ciencia Pol�tica de la Universidad de Buenos Aires
DNI: 28.910.790 E-Mail: fernandoriesco@hotmail.com Buenos Aires -
Argentina
Fuente: lafogata.org