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Medio Oriente - Asia - Africa

Siria: el chivo expiatorio de la muerte de Gemayel
¿Quién resulta beneficiado?

Jonathan Cook
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

"Pierre Gemayel asesinado" por Ben Heine

Comentaristas y columnistas están de acuerdo. El asesinato de Pierre Gemayel tiene que haber sido obra de Siria porque los falangistas cristianos de aquél han sido durante largo tiempo aliados de Israel y porque, como ministro de industria, era una de las figuras dirigentes de la facción anti-Siria del gobierno libanés. El Presidente Bush también piensa así. Aparentemente, el caso está resuelto.
Al contrario que mis colegas, yo no proclamo saber quién mató a Gemayel. Quizá Siria estaba detrás del tiroteo. Quizá, en el notoriamente fraccionado y plagado de intrigas sistema político libanés, alguien que guardaba rencor a Gemayel –incluso en el interior de su propio partido- apretó el gatillo. O quizá, una vez más, Israel exhibió los músculos de su largo brazo en Líbano.
Sin embargo, parece como si esta última posibilidad no pudiera siquiera contemplarse por gente educada. Por eso, permítanme ofrecer mis maleducados pensamientos.
Como cualquiera que vea series de crímenes por televisión sabe, en una investigación por asesinato, cuando hay insuficientes indicios físicos para condenar a alguien, los detectives se ponen a examinar los motivos de las partes que podrían resultar beneficiadas del crimen. Los buenos detectives pasan también a considerar si el sospechoso principal –la persona que parece a primera vista ser la parte culpable- no está, de hecho, siendo convertida en chivo expiatorio por alguna de las otras partes. El asesino puede ser la persona que se beneficia más claramente del crimen o el asesino puede ser la persona que se beneficia de que el sospechoso principal sea señalado como el asesino.
Como han deducido la mayor parte de nuestros políticos y comentaristas de los medios, las sospechas caen automáticamente sobre Siria porque los falangistas cristianos son uno de los principales enemigos de Siria en Líbano. Como consecuencia, en parte, de esa posición, se han opuesto a los recientes intentos del principal aliado de Siria en Líbano, el grupo chií Hizbollah, de ganar una mayor porción de poder político.
Forman parte también –y esto parece resolver las dudas de la mayoría de los observadores- de la mayoría que en el gobierno pro-estadounidense de Fuad Siniora apoya que un tribunal de Naciones Unidas juzgue a los asesinos de Rafik Hariri, un político anti-Siria y dirigente de la comunidad sunní musulmana, cuyo coche estalló por la colocación de una bomba hace más de año y medio.
Después que seis ministros chiíes abandonaran el gabinete de Siniora hace dos semanas, y ahora con el asesinato de Gemayel, el gobierno está próximo al colapso, y con él el tribunal que todo el mundo espera que implique a Siria en el asesinato de Hariri. Si Siria puede "cargarse" a otros dos ministros del gabinete y el gobierno pierde su quórum, Siria saldrá bien librada – así es como funciona la lógica de los observadores occidentales.
Pero ¿es ésta la "evidencia" que convierte a Siria en el sospechoso principal o en el chivo expiatorio? ¿Cómo se verán afectados por esa muerte los intereses más amplios de Siria y qué hay de los intereses de Israel con la muerte de Gemayel – es decir, sus intereses en que Hizbollah o Siria sean culpados por la muerte de Gemayel.
En verdad, Israel se beneficiará de diversas formas de las tensiones provocadas por el asesinato, como están mostrando las manifestaciones contra Siria y Hizbollah en Beirut.
Primero, y lo más obvio, Hizbollah –como el principal amigo militar y político de Siria en el Líbano- se ha visto obligado de repente a adoptar una posición defensiva. Hizbollah había ganado mucho tras su triunfo el pasado verano por su resistencia ante el ataque de Israel al Líbano cuando el primero envió una fuerza de invasión que intentó ocupar el sur del país.
La popularidad y credibilidad de Hizbollah subió tanto que los dirigentes de la comunidad chií habían confiado en aprovechar ese éxito a nivel doméstico para pedir más poder. Esa es una de las razones por las que los seis ministros chiíes se fueron del gabinete de Siniora.
A pesar de cómo se ha presentado en Occidente la situación política de los partidos chiíes, sus demandas están más que justificadas. El sistema de representación política en el Líbano fue manipulado, hace décadas, por la anterior potencia colonial, Francia, para asegurar que el poder sólo se compartiera por las comunidades cristiana y musulmana sunní. Los musulmanes chiíes, la secta religiosa mayor del país, se vieron siempre obligados a permanecer al margen del sistema y, de hecho, fueron privados del derecho al voto.
Con su reciente victoria militar, este era el momento que Hizbollah esperaba para dar un gran paso adelante y forzar concesiones políticas de sunníes y cristianos, concesiones que, indirectamente, habrían beneficiado a Siria. Con la muerte de Gemayel, esas posibilidades parecen ahora, en efecto, reducirse. Hizbollah, y Siria por añadidura, son los perdedores; Israel, que quiere que Hizbollah se debilite, es el ganador.
El asesinato ha llevado al Líbano al borde de otra guerra civil. Con un sistema político que apenas puede contener las diferencias sectarias, y con varias facciones que no tienen ningún deseo de comprometerse después de la racha de recientes asesinatos, hay un peligro real de que los combates vuelvan a las calles del Líbano.
Esto desde luego no va a beneficiar en nada al Líbano ni a ninguna de sus comunidades religiosas, que se verán arrastradas a una nueva sangría. Los cuadros clandestinos de Hizbollah, que se enfrentaron con la maquinaria de guerra israelí, tendrán que salir de su escondite y tendrán que pagar un precio contra otras milicias bien armadas.
Los beneficios para Siria son, el mejor de los casos, diversos. Un posible beneficio es que una guerra civil sangrienta podría aumentar las presiones sobre Estados Unidos para que dialogara con Siria y, posiblemente, le invitara a asumir de nuevo un papel dirigente en la estabilización del Líbano, como ocurrió durante la última guerra civil.
Pero, teniendo en cuenta la creciente ascendencia de los halcones de Washington, puede bien ocurrir el efecto contrario, animando a EEUU a aislar aún más a Siria.
A la inversa, la guerra civil puede suponer una amenaza grave para los intereses de Siria – y ofrecer importantes beneficios a Israel. Si las energías de Hizbollah resultaran seriamente mermadas en una guerra civil, Israel puede estar en una mucha mejor posición para atacar de nuevo al Líbano. Casi todo el mundo en Israel está de acuerdo en que el ejército israelí está anhelante de ajustar cuentas con Hizbollah en otra ronda de combates. De esta forma puede llegar a la próxima guerra en condiciones mucho más favorables; o bien Israel podría combatir una próxima guerra contra Hizbollah ayudando a los grupos chiíes que se oponen a aquél.
Ciertamente, uno de los objetivos principales de la campaña de bombardeos de Israel durante el verano, cuando destruyó la mayor parte de la infraestructura del Líbano, parecía dirigido a provocar una guerra civil. En esa época, se informó por todas partes que los generales de Israel confiaban en que la devastación provocaría que las comunidades cristianas, sunníes y drusas se levantaran contra Hizbollah.
Tercero, Siria era ya el principal sospechoso del asesinato de Hariri y del asesinato de otros tres políticos y periodistas libaneses, todos ellos considerados anti-sirios, durante los últimos 21 meses.
EEUU explotó la muerte de Hariri, y las amplias protestas que la siguieron, para desalojar a Siria del Líbano. La eliminación de Siria del escenario también preparó el camino, ya sea de forma intencionada o no, para el ataque de Israel este verano, que no hubiera sido tan peligroso para la región si Siria hubiera estado aún en el Líbano.
A pesar de la inminente amenaza de un tribunal de Naciones Unidas para juzgar la muerte de Hariri, desde el punto de vista sirio, las acusaciones se iban evaporando con el tiempo y amenazaban sólo con probar lo que todo el mundo en Occidente creía ya. Con la salida de los ministros chiíes del gobierno libanés, las investigaciones estaban inspeccionándolo todo, pero, en cualquier caso, eran superfluas.
Sin embargo, el asesinato de Gemayal ha reavivado de forma dramática el interés en la cuestión de quién mató a Hariri y lleva de nuevo a Siria al punto de mira. Nada de esto beneficia a Siria, pero no hay duda de que Israel está encantado de fastidiar a Damasco.
Cuatro, el gobierno de Israel ha estado bajo presión tanto interna como internacional para comprometerse con Siria y negociar una devolución de las Alturas del Golán, una zona de territorio sirio que viene ocupando desde 1967.
Con ello se resolvería la peligrosa cuestión de las Granjas de la Shebaa, todavía ocupadas por Israel, pero que Hizbollah y Siria reclaman que es un territorio libanés que debería haberse ya devuelto en el momento en que Israel se retiró del Líbano en 2000. El estatus de las Granjas de la Shebaa ha sido uno de los principales motivos de disputa entre Israel y Hizbollah.
El Presidente Assad de Siria ha estado insinuando abiertamente que está preparado para discutir con Israel la devolución de los Altos del Golán en mejores términos para Israel de lo que nunca antes se le ofreció.
Según los informes aparecidos en los medios israelíes, Assad está preparado para desmilitarizar el Golán y convertirlo en un parque nacional que se abriría a los israelíes. Probablemente tampoco va insistir en una vuelta exacta a las fronteras de 1967, que incluyen la zona norte costera del Mar de Galilea. Tradicionalmente, los dirigentes israelíes se resistían a esta idea, y provocaban el temor popular al invocar la visión del padre de Assad, Hafez, metiendo sus pies en el lago.
Pero si las negociaciones sobre el Golán están siendo desesperadamente buscadas por el joven Assad, Israel no muestra ningún interés en explorar la opción. El primer Ministro israelí, Ehud Olmer, ha rechazado repetidamente negociar con Damasco. Por varias razones:
Israel, como podía esperarse por experiencias anteriores, no está por la labor de hacer concesiones territoriales;
No quiere que se ponga fin al aislamiento y estatus de paria de Siria alcanzando con ella un acuerdo de paz;
Y tiene miedo que tal acuerdo pueda sugerir que también son factibles las negociaciones con los palestinos.
Alcanzar la paz con Siria, a ojos israelíes, llevaría inexorablemente a recibir presiones para hacer la paz con los palestinos. Eso no forma parte para nada de la agenda israelí.
La muerte de Gemayel, y la culpabilización de Siria, obligan a Damasco a volver atrás, a situarse en el "eje del mal" y a evitar cualquier amenaza de negociación sobre el Golán.
Quinto, las presiones han sido crecientes por parte de la Administración estadounidense para que Israel empezara a dialogar con Siria, pero sólo con el objetivo de intentar reclutarla para la "guerra contra el terror" de Washington. EEUU podría, de forma desesperada, buscar ayuda local para manejar su ocupación de Iraq. No está claro que Bush esté dispuesto a cambiar radicalmente de opinión, pero aún queda una posibilidad.
Los aliados claves, como el británico Tony Blair, están presionando en gran medida para llegar a un compromiso con Siria, con objeto de aislar aún más a Irán –el posible objetivo de otro ataque israelí o estadounidense contra sus supuestas ambiciones de armas nucleares- y de aclarar la vía de las negociaciones con los palestinos.
La muerte de Gemayel, y la culpabilización de Siria, fortalece la situación de los neocons en Washington –los aliados de Israel en la Administración-, cuya estrella había empezado a declinar. Podrán argumentar ahora con convencimiento que Siria ni cambia ni puede cambiar. Ese resultado ayuda a desviar el peligro, desde el punto de vista de Israel, de que los palomas de la Casa Blanca puedan ganar en la discusión en aras del acercamiento a Siria.
Por todas estas razones, deberíamos ser cautelosos a la ahora de asumir que Siria es quien está detrás de la muerte de Gemayel – o el único actor regional que se entromete en el Líbano.
 
Jonathan Cook es escritor y periodista, vive en Nazaret, Israel. Es autor de "Blood and Religión: The Unmasking of the Jewish and Democratic State", publicado por Pluto Pres,s que se puede conseguir en EEUU en University of Michigan Press. Su página en Internet es:
www.jcook.net
 
Texto original en inglés:
www.counterpunch.org/cook11242006.html
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión  

Fuente: lafogata.org