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Medio Oriente - Asia - Africa

Irán: el factor israelí

Chandra Muzaffar
Globalreasearch.ca
Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Irán se está viendo sometido a presiones para que desista de su programa nuclear. Tel Aviv y Washington las apoyan, y Londres se ha unido al dúo. París y Berlín prestan su apoyo como otras capitales occidentales también "preocupadas" por Irán.

Para usos pacíficos

Los actuales dirigentes iraníes han dejado bien claro que su programa nuclear- que, casualmente, se inició con un Acuerdo entre el monarca iraní, Reza Sha Pahlevi y el Gobierno estadounidense en 1957- tiene fines pacíficos. Si se lleva a cabo el enriquecimiento de uranio es porque el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, del que Irán es signatario,  lo permite. El Gobierno de Teherán ha ido más allá al afirmar que desde finales de 2002 ha facilitado incontables inspecciones a cargo de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA, en su sigla inglesa). Estas inspecciones han demostrado que Teherán no ha llevado a cabo tentativa alguna para producir armas nucleares. Además, las armas nucleares- tal como el líder supremo iraní, Ayatolá Ali Jamenei y muchos funcionarios del Gobierno han afirmado en los últimos años- van en contra de las enseñanzas básicas del Islam porque matan a civiles inocentes; son nocivas para la salud de las próximas generaciones y devastan el medio ambiente.
Resulta igualmente significativo que el 3 de octubre de 2004 el Director General de la IAEA, Mohamed El Baradei, declarara públicamente que "Irán no tiene  un programa de armas nucleares pero personalmente no adelantaré conclusiones definitivas antes de que se clarifiquen todos los hechos. Hasta ahora no he visto nada que pudiera significar un peligro inminente. No he encontrado ningún programa de armas nucleares en Irán. Lo que he comprobado  es que Irán intenta conseguir tecnología de enriquecimiento nuclear, y hasta el momento Irán no representa peligro alguno. En consecuencia, deberíamos recurrir a medidas políticas y diplomáticas antes de pensar en otras alternativas".
Casi un año después, el 24 de septiembre de 2005, el Consejo de Dirección de la IAEA adoptó una resolución en la que criticaba a Irán por "incumplimientos e infracciones...del Tratado de No Proliferación, y pedía a Irán que volviera a suspender la conversión de uranio en su planta de Isfahan. En la resolución se exigía también que Irán volviera a las negociaciones con el terceto de la Unión Europea -es decir, Gran Bretaña, Francia y Alemania- sobre la cuestión nuclear. "Habida cuenta de la falta de confianza en que el programa nuclear de Irán sea exclusivamente para usos pacíficos", la resolución de la IAEA insinuaba que el programa "había suscitado problemas que correspondían a la competencia del Consejo de Seguridad". Lo que sugería es que Irán podría remitirse más adelante al Consejo de Seguridad para posibles sanciones.
Irán rechazó la resolución y mantiene que no ha violado en ningún caso el TNP u otros protocolos relacionados con él. Su reanudación del programa de conversión del  óxido de uranio en hexafloruro de uranio en
Isfahan entra en el marco del TNP, que garantiza a cualquier país el derecho a tratar de utilizar  elementos combustibles para fines civiles. En cualquier caso, esta actividad se lleva a cabo bajo la supervisión de los inspectores de la IAEA. Irán está dispuesta a reanudar las negociaciones con el terceto de la UE pero no está de acuerdo con la suspensión permanente o el abandono de su programa de enriquecimiento nuclear. Dado que a otros países que tienen programas nucleares pacíficos se les permite actividades semejantes, Irán no ve la razón por la que se le niegue este derecho previsto en el TNP. ¿Por qué se discrimina a Irán?, se preguntan sus dirigentes. ¿Por qué se ha convertido a Irán en objetivo?

Seguridad total

La respuesta es obvia: se ha enfilado a Irán por Israel. Hace tres años, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, ya defendió llevar a cabo acciones militares contra Irán. El periódico británico, The Guardian, de 5 de noviembre de 2002, le citaba diciendo que "tan pronto como EE.UU. y Gran Bretaña hayan terminado su previsto ataque contra Iraq", deberían dirigirse contra Irán.
Irán es el objetivo de Israel porque ésta ha decidido asegurarse que ningún país de Oriente Próximo que se oponga enérgicamente a la ocupación israelí de Palestina y de cualquier otro territorio árabe, y además ofrezca ayuda tangible a los palestinos y a otros árabes que luchan por la libertad, tenga la posibilidad de desarrollar armas nucleares. Esa fue la razón por la que tomó la decisión unilateral de  destruir el reactor nuclear iraquí de Osirak en 1981.
En efecto, incluso si un país de Oriente Próximo carece de programa nuclear pero es independiente y no acepta el dominio de Israel o la hegemonía regional y mundial de Estados Unidos, incurrirá en la cólera de Tel Aviv. Siria, especialmente durante la presidencia del desaparecido Hafiz Assad sería un ejemplo. De la misma manera, movimientos populares de base como Hizbollah en Líbano y Hamás en Palestina, que consideran a Israel un intruso que se ha anexionado y usurpado territorios árabes y ha desposeído y privado del derecho al voto a los pueblos árabes son, para Israel, enemigos mortales a los que hay que diezmar y destruir cueste lo que cueste. Sólo si  se debilita y reduce a la impotencia a esos Estados y movimientos que se oponen a Israel, ésta se sentirá segura y a salvo.
Dicho en otras palabras, desde la creación de Israel en 1948, una de las principales preocupaciones de sus dirigentes ha sido la total seguridad del Estado. Y no tolerará el más mínimo indicio de amenaza, por indirecta que sea, a su seguridad. Para conseguir esa seguridad absoluta, se ha armado hasta los dientes. Israel, como es bien sabido, es el único Estado de Oriente Próximo que tiene armas nucleares. Su programa nuclear clandestino, que según las estimaciones dispone de unas 200 cabezas nucleares, jamás ha sido inspeccionado. La IAEA no ha intentado investigar el programa de armamento nuclear israelí, ni tan siquiera se ha atrevido a amonestar a Tel Aviv por sus ingenuamente ocultas operaciones nucleares. El sobreentendido en el seno de la IAEA es que Israel tiene el sagrado derecho de poseer armas nucleares con el fin de proteger su seguridad.
Israel no sólo se siente segura por sus armas nucleares sino por sus fuerzas armadas que son más fuertes que el total de los ejércitos de Oriente Próximo juntos. Israel dispone del más sofisticado y actualizado armamento de la región. Pero quizás resulta más importante el hecho de  que se siente protegida por la más formidable potencia militar del mundo: los Estados Unidos de América. Desde un punto de vista objetivo, ninguna nación, ni una alianza de Estados de Oriente Próximo se encuentra en condiciones de desafiar la supremacía militar de Israel. En la actualidad, Israel basa su seguridad- es más su supervivencia- en su capacidad de perpetuar su supremacía militar inexpugnable. En otras palabras, tiene que ser superior absolutamente para sentirse segura. La hegemonía, según Israel, se ha convertido  en el único medio de garantizar la seguridad del país. Y, cuando el poder hegemónico se convierte en sinónimo de seguridad nacional, es inevitable que sus vecinos se sientan amenazados e intimidados.
Probablemente, es lo que persiguen los dirigentes israelíes. Mientras los gobiernos de Oriente Próximo se sientan petrificados ante el poderío israelí, para Tel Aviv resultará más sencillo imponer su voluntad hegemónica sobre la región. La posición israelí en este punto es casi la misma que de la de sus protectores y patrones occidentales, que no aceptan reconocer que el concepto hegemónico que tiene Israel de la seguridad genera miedo entre sus vecinos. No quieren admitir que el deseo de Irán- y antes el de Iraq- de seguir la vía nuclear puede responder a la abrumadora potencia nuclear y militar de Israel.

La farsa de la justicia

Si los centros de poder de Occidente han elegido privilegiar a Israel y su hegemónica concepción de la seguridad es, en parte, por el Holocausto y la simpatía que sigue generando hacia el Estado y pueblo judíos. Dado que los judíos han sufrido demasiado en el pasado por culpa del Occidente cristiano, la consecuencia es que se les debe permitir que planteen su seguridad de la manera que mejor les parezca. Además, Israel todavía no se siente a salvo- en opinión de muchos gobiernos occidentales y sectores significativos de la opinión pública de Occidente- porque se mueve en un entorno hostil donde muchos árabes y musulmanes siguen decididos a borrar del mapa el Estado sionista.
Por otra parte, para la gran mayoría de los árabes y musulmanes, la forma en que Occidente ha compensado a los judíos por el Holocausto, y por los siglos de persecuciones en Europa, representa una terrible parodia de la justicia.  A los palestinos y los árabes- es importante reiterarlo- se les ha obligado  a pagar con su sangre y sus tierras por las injusticias perpetradas por la cristiandad y el nazismo contra los judíos. La conquista del territorio que habían ocupado desde tiempos inmemoriales y las subsiguientes aniquilación y sometimiento serán para siempre una herida en su conciencia. Este tremendo acto de injusticia, introducido con el establecimiento el Estado de Israel, ha producido una profunda y dolorosa herida en el corazón de los árabes y musulmanes por otras dos razones. Las víctimas de la aspiración sionista a tener un Estado eran un pueblo que, al contrario de los cristianos de Occidente hasta el siglo XVIII,  tal como indica la historia, habían tratado a los judíos que vivían con ellos con un cierto respeto y, en numerosas ocasiones, les habían proporcionado refugio y socorro cuando sufrieron pogromos en diversas partes de Europa. Por si ello no fuera lo suficientemente trágico, todos los dirigentes sionistas que han ocupado el poder en Israel  desde 1948, a partir de David Ben Gurion, han usurpado más tierras o han expulsado a más palestinos, o han demolido más viviendas palestinas de manera incansable y cruel. Esa es la causa- el comportamiento arrogante y agresivo de los sionistas antes, durante y después de la creación de su Estado- de que haya tanta antipatía y antagonismo hacia Israel, los israelíes y sus partidarios en el Mundo Árabe e Islámico.
Esta es la razón de por qué para las masas musulmanas el programa nuclear de Irán no constituye problema alguno. Irán tiene todo el derecho de desarrollar tecnología nuclear, especialmente para usos pacíficos. Pero, incluso si fabricase armas nucleares- lo que sería una desgracia- lo considerarían, dadas las circunstancias, como un "acto justificable". En sus mentes, los asuntos cruciales en la crisis del programa nuclear de Irán están  meridianamente claros. La raíz de la crisis es Israel con su obsesión por la seguridad hegemónica. Israel tiene armas nucleares. Israel es una gran potencia militar. Israel es hegemónica. Israel es arrogante y agresiva. Israel ocupa tierras palestinas y árabes. Israel arrasa viviendas palestinas. Israel masacra mujeres y niños palestinos.
Lo que encoleriza a muchos musulmanes es que Occidente, y en especial EE.UU.- principal patrón y protector de Israel- estén tan a favor de Israel como se ha puesto de manifiesto con el programa nuclear iraní. La doble vara de medir de Occidente- demostrada claramente con su acomodaticia actitud hacia las armas nucleares de Israel- y su selectiva persecución – reflejada crudamente en su deliberado enfilamiento de Irán- han acabado con la poca credibilidad de que gozaban en el Mundo Islámico. Durante las últimas cuatro décadas, en muchas otras cuestiones, Estados Unidos en particular se ha inclinado desvergonzadamente hacia Israel incluso cuando la opresión del Estado sionista sobre los palestinos y árabes era increíblemente horrible y espantosa. Esta es una de las principales razones de por qué se ha abierto un enorme abismo en todo el mundo entre las elites estadounidenses y las muchedumbres árabes.
En lugar de sentar en el banquillo de los acusados a Irán, Estados Unidos y Occidente deberían examinar la conducta de Israel. Deberían analizar cómo la obsesión de Israel por su seguridad se expresa ahora por medio de una arrogante hegemonía que tiene pocos equivalentes en las relaciones internacionales contemporáneas. Ha llegado el momento de que comprendan que su actitud política hegemónica en Oriente Próximo es la mayor amenaza no sólo para la estabilidad regional sino para la paz mundial.
La elección que se plantea a EE.UU. y Occidente es cruda y simple: o continúan trabajando en equipo con Israel y destruyen el mundo, o controlan y contienen a Israel en su poder hegemónico para llegar a una nueva era de paz y justicia.

http://www.perdana4peace.org/resources/Iran - The Israeli Factor.doc 
  

Fuente: lafogata.org