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Latinoamérica

Reflexiones sobre la "guerra" de la celulosa  el capital no tiene corazón, los presidentes deberían tenerlo   

Andrés Capelán

La negativa de Botnia a acceder a la sugerencia de los presidentes rioplatenses de suspender sus obras por 90 días, ha dado por tierra con las ilusiones de encontrar una solución rápida al conflicto uruguayo-argentino que la instalación de la fábrica de pulpa de celulosa de esta empresa en la frontera entre ambos países ha provocado. Junto con el (cumplido) levantamiento del bloqueo a los puentes sobre el río Uruguay por parte de los ambientalistas entrerrianos, dicha suspensión era requisito previo para que los dos mandatarios se reunieran con el fin de encontrar una solución al entuerto.
Ante la novedad, muchos se han llamado a sorpresa por la "falta de sensibilidad" de la papelera finlandesa (a ese sentimiento habían apelado los presidentes Vázquez y Kirchner cuando hace casi un mes le solicitaron el "gesto" de suspender sus obras para propiciar las negociaciones), y hasta se preguntan: "¿quién gobierna aquí?". Pues bien, está en la tapa del libro que en una sociedad capitalista, el que manda, el que ordena, es el Capital (por eso esto se llama "Capitalismo"). Y el capital no se rige por el sentimiento sino por la ley de la máxima ganancia.
En la conferencia de prensa en la que anunció el fracaso de las negociaciones con el gobierno argentino, el secretario del presidente Vázquez, Gonzalo Fernández, se manifestó  "decepcionado" por la "falta de sensibilidad" de Botnia. Dijo que "El gobierno uruguayo, lo que hizo, fue pedir, exhortar, solicitar, no como imposición sino como gesto de buena voluntad, una suspensión temporaria de las obras para que esas dudas que tiene Argentina y que no tiene Uruguay puedan ser despejadas".
Acto seguido sermoneó a la multinacional al decirle que "Amén de un interés puramente comercial, hay que mirar y pensar también un poquito en otros aspectos". No, Fernández, el capital no piensa ni "un poquito" en "otros aspectos" si esos aspectos no lo afectan económicamente. Usted debería saberlo, hace muchos años que su estudio jurídico trabaja para ese tipo de gente. ¿Una multinacional con "buena voluntad"? ¡Caramba! ¿Me está tomando el pelo? En Kuusankoski, una ciudad de 20 mil habitantes ubicada al sudeste de Helsinski, UPM, una empresa socia de Botnia, anunció días pasados que cerrará una gran planta de celulosa establecida allí hace más de un siglo, provocando la pérdida de empleo a más de 1.100 trabajadores. ¿Le vamos a pedir "sensibilidad" con los uruguayos a esta gente que no la tiene para con sus connacionales? ¡Por favor! ¿Lo digo de otra manera? En su pecho de hierro, el Capital no tiene un corazón, tiene una caja registradora.
Uruguay firmó un contrato (leonino, por cierto) por el que se comprometió a proteger las inversiones finlandesas en nuestro país, y debe respetarlo o sufrir las consecuencias. Botnia está cumpliendo con las cláusulas de ese contrato a rajatabla y exige reciprocidad. Pero además, el asunto no es que los finlandeses no "quieran" aportar su granito de arena para la solución del entuerto, la verdad es que lisa y llanamente no pueden.
Las acciones de esta empresa (una de las papeleras más grandes del mundo) cotizan en las principales Bolsas del planeta. Si detuvieran las obras tal como lo piden los presidentes del Río de la Plata a instancias de los ambientalistas entrerrianos, la cotización de esas acciones se desmoronaría, provocándoles pérdidas millonarias en dólares, y sus inversionistas nunca se lo perdonarían.
Si el gobierno uruguayo encontrara la manera de obligar a Botnia a detener sus obras,  nuestro país también pagaría las consecuencias. No sólo debería compensar económicamente a los finlandeses, sino que correría el riesgo de que luego ninguna gran empresa quiera venir a invertir en un país en el que no se respetan las indignas reglas del juego del capitalismo salvaje.
Desde el momento en que la estrategia de desarrollo del gobierno progresista está basada casi exclusivamente en este tipo de inversión extranjera, ese escenario sería nefasto. Porque además -como no podía ser de otra manera- los organismos internacionales de crédito y las evaluadoras de riesgo, juegan con la misma camiseta de Botnia (la camiseta del Capital, claro).
La única manera de obligar a Botnia a detener sus obras, a construir su planta en otro lugar, o a aplicar una tecnología menos contaminante, sería declarar "írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre" (*) los compromisos asumidos por los anteriores gobiernos, lo que equivaldría a hacer la revolución y atenerse a las consecuencias. Pero bueno, aquí nadie está pensando en hacer la revolución, sino en continuar administrando (conservando) el Estado Capitalista.
Hoy dice la prensa que el gobierno argentino está intentando convencer a los ambientalistas de Gualeguaychú de que levanten el bloqueo del puente Fray Bentos Puerto Unzué. No será fácil, el presidente Kirchner amparó esos bloqueos y utilizó esa circunsancia como elemento de presión para obligar a negociar al gobierno uruguayo. Pero al igual que el doctor Frankenstein, Kirchner y el gobernador entrerriano Jorge Busti han creado un "monstruo" que en cualquier momento puede volverse en su contra.
Es que el bloqueo de los puentes es insustentable, pues también va en contra de las reglas del juego capitalista, desde el momento en que está perjudicando los intereses económicos de miles de empresas de la región.
Tarde o temprano, el Estado argentino deberá asumir sus potestades en la provincia de Entre Ríos y garantizar la libre circulación de personas y mercaderías por su territorio para no ser anatemizado por el gran capital.
Por su parte, es tiempo de que los ambientalistas de Gualeguaychú comprendan que -lamentablemente- las plantas de pasta de celulosa de Fray Bentos (y las que vendrán) ya son un hecho consumado. La última planta a construir se proyectó aún antes del momento en que se plantó el primer árbol. Sería mejor que dedicaran sus esfuerzos a lograr un monitoreo confiable que les garantize la mínima contaminación posible.
También sería tiempo de que asumieran que son el eslabón más débil de la cadena,  que el tiento siempre se corta por la parte más fina, y que la parte más fina son siempre los pueblos. Y son los pueblos los que están sufriendo las consecuencias del bloqueo de los puentes. Mientras Botnia continúa sus obras como si tal cosa, trayendo sus materiales por vía marítima o comprándolos en otro lado, los trabajadores del transporte de bienes y personas y los del sector turístico uruguayo, van al seguro de paro o se quedan lisa y llanamente sin trabajo.
Finalmente, ha de anotarse que el kafkiano callejón en que se han metido los presidentes Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner tiene salida si ambos gobiernos dejan de lado sus condicionamientos para con la otra parte. Que al fin y al cabo aquí no está en juego la honorabilidad ni la hombría de nadie sino el bienestar de los pueblos. Quienes sí están obligados a "tener un gesto de buena voluntad" son ellos, reuniéndose de una buena vez para terminar con esta ridícula situación que causa verguenza ajena...
- (*) Declaratoria de la Independencia de la Provincia Oriental, 25 de agosto de 1825.   

Fuente: lafogata.org