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Latinoamérica

Desigualdad, predicamento

Armando Labra M.
La Jornada

La Asamblea General de Naciones Unidas produjo un documento que es obligatorio estudiar si no queremos seguir sin tino ni rumbo. El Informe sobre la situación social en el mundo 2005 es uno de los textos más claros y contundentes sobre las causas y soluciones de la desigualdad en los países pobres, como nosotros (o qué, si 60 por ciento de los mexicanos es pobre, ¿somos un país medio rico?).
"El compromiso mundial de superar la desigualdad, es decir, paliar el desequilibrio entre ricos y pobres, claramente definido en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que se celebró en Copenhague en 1995, y asumido en la Declaración del milenio, se está desvaneciendo." Así comienza, y agrega de inmediato que 80 por ciento del producto mundial pertenece a los mil millones de personas que viven en el mundo de-sarrollado; 20 por ciento se reparte entre los 5 mil millones de personas que viven en los países en desarrollo. "Mientras no se resuelva este dilema de la desigualdad seguirá siendo difícil alcanzar la justicia social... y todas las comunidades, los países y las regiones seguirán siendo vulnerables a los trastornos sociales, políticos y económicos."
Afirma que "la estrategia de desarrollo que se centra exclusivamente en el crecimiento económico y la generación de ingresos es ineficaz porque conduce a la acumulación de riqueza en unos pocos y agrava la pobreza de muchos". Ahora imagínese usted nuestro caso, en el que la política económica deliberada del gobierno sacrifica incluso el crecimiento económico y oculta los ingresos que podrían hacernos no sólo crecer, sino atacar la desigualdad.
En efecto, el documento remarca que "una perspectiva más amplia sobre la reducción de la pobreza consiste en incluir dimensiones sociales, económicas y políticas e incorporar progresos en los ámbitos de la salud, la educación, el desarrollo económico y la representación en los procesos legislativos y judiciales". En todos estos campos retrocedemos porque la aplicación dogmática del neoliberalismo eleva el combate a la inflación, la paridad cambiaria y el absurdo "déficit presupuestal cero" muy por encima de cualquier otra consideración. Todo lo recomendado por la ONU aquí se sacrifica obsequiosamente para que el Norte nos ponga una estrellita en la frente y quizás termine poniéndonos como estrellita en su bandera, a lo que evidentemente aspira desde su escritorio gubernamental todo neoliberal nativo que se respete...
Las causas. "La globalización asimétrica es un factor importante en el aumento de la desigualdad... hasta el momento, la falta de supervisión pública ha contribuido a una situación en que los costos y los beneficios de la globalización no se reparten de forma igualitaria entre los países y los pueblos".
Las recetas. "En primer lugar deben corregirse las asimetrías mundiales derivadas de la globalización. En segundo lugar, el objetivo de reducir la desigualdad debe incorporarse explícitamente en las políticas y los programas destinados a la reducción de la pobreza... en particular, medidas concretas para garantizar el acceso de los grupos marginados a los bienes y las oportunidades. En tercer lugar, debe darse prioridad a ampliar y mejorar las oportunidades de empleo... que promuevan unas condiciones de trabajo decentes en que ocupen un lugar destacado la igualdad, la seguridad y la dignidad. Por último, deben promoverse la integración y la cohesión sociales como condiciones claves para el desarrollo, la paz y la seguridad." Y concluye: "Si no se adopta un enfoque amplio e integrado del desarrollo, se perpetuará el dilema de la desigualdad y todos deberemos pagar su precio".
Es explicable que no haya novedad en las recetas, pero el hecho de que sea la ONU quien fustigue las políticas impuestas al mundo pobre y que plantee revisar las prioridades a partir de combatir la desigualdad en términos mucho más amplios que los programas dadivosos y humillantes que campean por el continente, no deja de ser de enorme relevancia.
El recetario ofrecido por Naciones Unidas es por definición muy general, pero debe ser tomado en cuenta al momento de construir las alternativas de políticas locales. Finalmente lo que importa es que seamos capaces de derrumbrar los dogmas y de tener claridad hacia dónde encaminar el esfuerzo nacional para abatir la desigualdad, antes de que ella nos abata a nosotros.
El tiempo es apropiado para México. El cambio de gobierno abre posibilidades reales de abandonar las inercias neoliberales dogmáticas y fatales de mucho más de lo mismo o la mediocridad igualmente riesgosa de simplemente seguir flotando, acomodándonos en... más de lo mismo. Quizás haya que aprovechar mucho de lo mismo, pero necesariamente debemos pensar con altura de miras mayor, que nos comprometa con algo mejor, mucho mejor que lo mismo. Ello implica dejar atrás el escatológico nivel en que se encuentra el debate político nacional entre gobers preciosos y la pederastia, y legisladores (?) que desean debatir sus aficiones sexuales en el pleno de la Cámara de Diputados. Ya basta, ¿o qué, será cierto que no hay situación tan deplorable que no pueda empeorar aún más? México no lo merece ni debe distraerse del debate profundo del futuro común. Ya es hora, ¿no?      

Fuente: lafogata.org