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Latinoamérica

 

Elecciones y poder popular en Bolivia

Oscar Olivera*

El presidente boliviano Evo Morales (derecha) recibió ayer en La Paz a Edgar Patana, líder de la agrupación obrera más grande de El Alto

"Evo presidente" son dos palabras que recorren no sólo las redacciones de los medios de comunicación en todo el mundo, también están en la boca de la gente sencilla y trabajadora de Bolivia. Pero lo que muchos se olvidan, y por eso trataremos de recuperar la memoria histórica de nuestro pueblo, es que ese "Evo presidente" no habría sido posible sin la lucha digna, heroica, de millones de indígenas y sectores populares en Bolivia durante siglos.
Pero sobre todo, esta victoria electoral no habría sido posible si en el año 2000 nuestro pueblo no construía ese espacio de rebelión conocido a nivel mundial como "La Coordinadora": fue a través de ese proceso que se llamó la Guerra del Agua que comenzó a quebrarse el modelo político y económico impuesto 20 años atrás por el imperio, el capital financiero internacional en complicidad con los denominados partidos políticos tradicionales o de la derecha.
Es decir, Evo Morales no sería gobernante sin esa guerra impulsada desde abajo por la gente hace seis años en Cochabamba, Bolivia... una guerra por el agua y por la vida que dio inicio a un ciclo de movilización y victorias para nosotros.

18 de diciembre, victoria de luchas acumuladas

El 54 por ciento alcanzado por el partido de Evo Morales en la votación -que no fue mayor debido a una depuración ilegal de votantes en la Corte Electoral y a que no votaron los bolivianos que residen fuera del país- no es en el fondo una nueva victoria del Movimiento Al Socialismo (MAS), o de Evo, es una victoria más en este proceso incontenible, irreversible y digno del pueblo boliviano por cambiar las estructuras de dominación, de exclusión, de subordinación impuestas por los nuevos dueños del mundo.
En este proceso que viene sucediendo desde 2000 en Bolivia, nuestro pueblo ha puesto un cerco humano y de lucha al saqueo de nuestros bienes comunes, como el agua y los hidrocarburos, expulsando trasnacionales y vetando el avance arrollador del capital trasnacional. Y también rechazando las imposiciones de los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial, el FMI y la OMC.
Hemos cercado y derrotado las pretensiones de esos intereses de perpetuarse en el poder, en jornadas heroicas de estos últimos seis años: abril y septiembre de 2000, julio de 2001, febrero de 2002, febrero y octubre de 2003, enero y marzo de 2005, mayo y junio de 2005 y finalmente el 18 de diciembre pasado. Son todas muestra de la voluntad colectiva -de hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos-, construida desde lo más cotidiano, para transformar estas relaciones de explotación, de saqueo y de imposición, a las que hemos replicado con un "Ya basta" de lucha y sacrificio.
Estas acciones colectivas, horizontales, sin caudillos, sin vanguardias, sin jefes ni partidos han significado centenares de muertos, miles de heridos y encarcelados, cuyos autores intelectuales y materiales gozan por cierto de la más absoluta impunidad.
Es por esto que el resultado electoral del 18 de diciembre no se puede mirar como una victoria de individuos, de personajes. Esta victoria no es gracias al carisma de Evo Morales o a la intelectualidad de Alvaro García Linera, es ante todo la señal, expresada en cantidad de votos, de la necesidad y obligatoriedad de que los gobernantes, sean quienes fueran, deben cumplir con la agenda que indígenas, campesinos y sectores populares empobrecidos han establecido a partir de 2000:
1.Reapropiación de todo nuestro patrimonio común, fundamentalmente la nacionalización de los hidrocarburos.
2.Asamblea Constituyente: popular, originaria y sin tutelaje partidario.
3.Reforma agraria para eliminar el latifundio acumulado por terratenientes ligados al poder político.
4.Juicios de responsabilidades a los asesinos y vendepatrias.
Son éstos los objetivos por los cuales la gente en Bolivia luchó y murió en estos seis últimos años.

El escenario actual

En estos momentos hay tres fuerzas sociales reconocibles en Bolivia. Nuestras propias fuerzas -la fuerza de la gente, de los movimientos, de los hombres y mujeres que con nuestras acciones y esfuerzos hemos ido produciendo la historia, incluida la victoria electoral. Pero también está la derecha, arrinconada pero viva y coleando, y seguramente con todo el apoyo, en recursos y pensamiento, de las trasnacionales y el imperialismo estadunidense. Seguramente son ellos el verdadero enemigo, que espera rearticularse y dar un golpe a nuestros esfuerzos; son ellos la fuerza que hay que seguir desorganizando, ya que siguen en pie todas sus leyes manipuladoras y ajenas a nosotros y nuestros intereses, así como todas sus instituciones, que han establecido y consagrado la jerarquización social excluyente y racista, garantizando la explotación del trabajo.
Finalmente está la fuerza social del MAS que, a falta de otra categoría, podemos calificar como la fuerza de lo mist'i -palabra aymara que define ese espacio amorfo y grande de los arribistas, la pequeña burguesía, los oportunistas de siempre, algunos residuos de vieja izquierda, etcétera. Se trata de un conglomerado en el que -además de campesinos, indígenas y gente humilde y trabajadora- encontramos pequeña burguesía y tecnócratas expulsados de las esferas del poder que hoy vienen a reclamar un lugar en la conducción del país y, por supuesto, en la nómina del Estado. Hablo así de una fuerza enorme y voluble que será gobierno, que no sabemos bien qué hará y seguramente ellos tampoco lo saben con claridad.
En este escenario, con la de la derecha y el capital trasnacional arrinconados -por eso mismo peligrosos- y con un gobierno del MAS atravesado por todo tipo de contradicciones, estoy convencido de que la gente movilizada y organizada que ha abierto toda esta etapa de transformaciones no estará dispuesta a que nadie la engañe, ni a que administre o negocie sus conquistas.

Qué hacemos ahora

Entre la gente de abajo y a la izquierda, como bien dicen los zapatistas, sabemos que es imperativo esbozar un horizonte colectivo para quienes hemos puesto los muertos tanto tiempo. Y para ello es necesario consolidar una política autónoma de los movimientos sociales: delinear una estrategia que consolide nuestro avance conjunto -lo mismo en El Alto que en Cochabamba, o entre los pueblos indígenas del oriente. Así, nuestra agenda se subordinará solamente a nuestras demandas, que además deberán convertirse en mandatos para los nuevos gobernantes. Por ello seguiremos con nuestro trabajo de siempre: construyendo puentes para consolidar un nuevo tejido social en defensa de nuestra vida, nuestra dignidad y nuestros bienes comunes.
Sabemos que en el gobierno ahora están compañeros y aliados en otras batallas. Hermanos con los que los movimientos sociales podemos dialogar para cumplir la voluntad colectiva de reapropiarnos de lo que nos fue expropiado, de reconstruir la propiedad pública destruida durante el neoliberalismo, de establecer unas leyes y un andamiaje institucional que no permita que nuevamente se generen las roscas de ladrones y pillos que hemos padecido los últimos 20 años.
Los enemigos verdaderos son las elites decadentes y el poder trasnacional. Ellos van a querer corromper, cercar, destruir y golpear al movimiento social, así como desnaturalizar y llevar hacia sus posiciones al gobierno de Evo Morales y Alvaro García Linera. Por eso insistiremos en hacer cumplir los puntos de nuestra confluencia con ellos, como la real recuperación de lo que nos han saqueado y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.
Pero también vemos necesaria una reconstrucción del espacio público, pues lo poco de eso que había en Bolivia antes de 1985 fue destruido completamente. Esperamos del gobierno del MAS la construcción de más canchas deportivas, de sedes sociales, de espacios para uso colectivo en los que la deliberación y el diálogo sigan fomentando nuestra creatividad social. De ahí, en cabildos y asambleas, surgirá el verdadero mandato para Evo y Alvaro, si es que el "mandar obedeciendo" expresado por ellos es asumido con transparencia y generosidad.
Tal vez la gente sencilla y trabajadora de Bolivia también tengamos que mandar una que otra propuesta, pero creo que lo que hay marcar al gobierno de Evo Morales son los límites y alcances de un accionar en beneficio de todos, llegar a acuerdos básicos para lograr lo que quiere la gente: hemos de construir una cuña para impedir que la enorme roca de nuestra voluntad no retroceda.
Esa cuña, que fue el cerco establecido para evitar el avance del capital trasnacional, es la garantía de que el proceso iniciado en abril de 2000 sea irreversible, irretornable y digno.

* Dirigente fabril y vocero de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida de Cochabamba.  

Fuente: lafogata.org