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Latinoamérica

Coletillas al Margen
Elecciones peruanas :el factor de los Humala

Carlos Angulo Rivas
Rodelu

En un terreno generosamente abonado y bien sembrado, de guerra abierta contra el neoliberalismo, la corrupción, la inmoralidad y contra los políticos tradicionales y sus viejas armaduras partidarias, la aparición de un liderazgo ajeno al manejo del sistema político imperante era una necesidad inconfundible. Además el aval a esta tendencia contestataria y antiimperialista no provenía sólo del país (Perú) sino del poder integracionista sudamericano en gestación avanzada (MERCOSUR como bloque de poder regional y rechazo al ALCA en Mar del Plata.) Y una muestra representativa de todo este trabajo de la vanguardia política de izquierda y los gobiernos progresistas de Brasil, Argentina y Venezuela fue el inobjetable triunfo del Frente Amplio de Tabaré Vásquez en Uruguay y hoy en día ha sido la aplastante derrota de la maquinaria oligárquica boliviana con el triunfo de Evo Morales y el significativo alcance de un 53.7% de los votos válidos a su favor (cifra oficial.) Resultado que para unos fue una sorpresa y para otros el fruto de una dinámica evolutiva de las fuerzas anticapitalistas en los propios Estados burgueses que bien podríamos llamar una revolución de los votos o de los procesos electorales avivados por las caídas de varios presidentes constitucionales provocadas por la insurgencia popular participativa.
En este contexto, la recepción a un líder antisistema en el Perú estaba descontada. En octubre pasado, en mi artículo
"El cambio está sólo en el campo popular" mencioné: "Existe un bolsón de votos no definidos que son anti-sistema, anti-corrupción e inmoralidad, que aunque pesimistas irán a definir la elección en el tramo final apostando por un cambio viable. Se habla con insistencia de Ollanta Humala, el nacionalista comandante del ejército pasado a retiro, quien para llegar a convertirse en el outsider buscado deberá entender la política con el más amplio criterio consensual y pluralista del campo popular. Si así lo entiende bien podría ser el candidato presidencial en un frente amplio de todas las fuerzas sociales innovadoras." Al respecto, una parte de esta visión se ha cumplido. El candidato Ollanta Humala ha llenado el espacio vacío dejado a disposición de él por una vanguardia de izquierda incapaz de haber creado el líder ideal para los tiempos que sobrevendrían, los de juntar la enorme pluralidad de los representantes independientes de izquierda (expertos, intelectuales, técnicos, cristianos progresistas, ecologistas, etc.) cuyo denominador común es el anticapitalismo y, en consecuencia, el antineoliberalismo unido a la desacertada idea (para los países pobres) de la globalización.
A la fecha Ollanta Humala ha llenado ese vacío electoral del hartazgo con los partidos tradicionales, pero lo ha hecho de una manera tal vez precipitada por la urgencia de su inscripción presidencial ante el Jurado nacional de Elecciones y la falta de reconocimiento oficial a su partido (PNP.) Esta dinámica de atolondrada negociación permitió la invasión de elementos corruptos, ávidos comerciantes de la política. No de otra manera se explica la presencia en la fórmula presidencial de un funcionario dorado del equipo inicial de Pedro Pablo Kuczynski y un abogado nexo con el fujimorismo; esto separadamente de su unidad partidaria con la UPP, cascarón partidario tradicional de sagaces utilitarios. Tal vez esta premura de la inscripción sin partido reconocido lo puede haber llevado a una confusa situación que contrariamente a la ambigüedad lleva como capital político el bolsón de los votos de la confrontación con el sistema o sea del espacio izquierdista que los partidos socialistas y afines no pudieron conquistar. Y hoy a pesar del espaldarazo internacional recibido de parte Evo Morales y Hugo Chávez en Caracas, no sabemos si Ollanta Humala es el candidato ideal buscado, aunque sí por las simpatías que despierta el llamado a derrotar al conjunto de los partidos tradicionales del sistema neoliberal impuesto desde Washington: Unidad Nacional de Lourdes Flores, el APRA del acusado de corrupción y genocidio Alan García y el Frente de Centro del ex presidente provisorio Valentín Paniagua.
Sin embargo, no por una cuestión de simpatías sino de seguridad en torno a la verdadera transformación del país, el requisito indispensable era la conformación de un frente amplio popular como el uruguayo, representativo de las luchas anticapitalistas y contra la vieja clase política anillada en torno al cabecilla inmoral Alejandro Toledo. Y digo era sólo porque sigue siendo aún una posibilidad. Ya que si bien hubo algunas conversaciones alrededor de esta posible alianza de frente amplio popular a ser encabezado por Ollanta Humala, el descalabro sobrevino de una parte por la falta de consistencia ideológica y política de un candidato confundido por la velocidad de los acontecimientos; y de otra por el dogmatismo de los partidos de izquierda de auto-promoverse con la dirigencia en primera instancia y no con el naipe abierto hacia los intelectuales y técnicos del vasto campo popular. Debemos mencionar que Ollanta Humala es un candidato caudillista (cuando la costumbre del caudillismo no ha sido desterrada de América Latina;) y es uno, que de buenas a primeras encontró la mesa servida gracias al trabajo de muchas fuerzas en juego en el ambiente nacional exacerbado por la corriente sudamericana de los golpes de la insurgencia popular producidos, principalmente en Argentina, Ecuador y Bolivia; de los paros nacionales contra la política servil y de hambre de Alejandro Toledo; y también del empuje de la revolución bolivariana de Hugo Chávez secundada por Cuba. Por esas razones justamente, la izquierda partidaria o política dejó pasar la oportunidad de la confluencia abierta a todos los sectores agraviados por el sistema político vigente regido por el espurio estatuto de Alberto Fujimori. Y esta clamorosa falta de dirección y visión política de la izquierda se fundamenta en el perdurable dogmatismo de haber privilegiado a la militancia, como siempre jugando a la posible representación parlamentaria dentro del actual orden gubernativo (mínima en el mejor de los casos) antes que pensar en la viabilidad de ser gobierno de cambio radical, para lo cual es básico y forzoso ir contra el sistema vigente del llamado consenso y el ilusorio Acuerdo de Gobernabilidad (lugar donde esta izquierda tiene la triste presencia de los convidados de piedra).
En esta enorme confusión electoral peruana con la vergonzosa presencia de una veintena de candidaturas presidenciales, una vez más la izquierda partidaria padece no sólo de la falta de unidad sino también de la insolvencia para comunicarse con amplios y diversos sectores de la sociedad. Y en esta dirección como ocurrió en el 2000 y el 2001 los izquierdistas activados han dejado la cancha libre para el advenimiento de otro Alejandro Toledo, el hombre que se subió al coche en marcha de la rotunda oposición al delincuente prófugo Alberto Fujimori, y lo hizo con un discurso emotivo de raigambre popular, aprovechando sus inconfundibles rasgos indígenas, para luego desde el poder servir con la mayor eficiencia a los propósitos de la Casa Blanca. Sin embargo, hay que resaltar que Ollanta Humala posee una formación diferente a la de Toledo y no ha sido incubado en las regias hospitalidades de los organismos internacionales y la Casa Blanca. Y si esto abona en su favor para no ser confundido con otro Toledo, no se puede decir lo mismo de su miedo a la definición cabal y auténtica, porque una cosa es su ideario de la creación de una Segunda República y otra muy distinta su alianza con algunos políticos corruptos de vieja data. Aquí no cabe duda que la creación homérica de Ollanta se debe al esfuerzo de su hermano Antauro, los reservistas y el periódico que bajo el nombre del candidato circuló por más de dos años con ataques virulentos contra el régimen pronorteamericano de Toledo, la clase política corrupta y la costra inmoral de los fujimoristas y los generales corrompidos encumbrados por el asesor y agente de la CIA Vladimiro Montesinos. No obstante, todo aquello ha sido dejado de lado a fin de tomar una distancia con su propia familia y fundamentalmente con la sublevación de Antauro Humala en Andahuaylas que en un momento de desbarajuste gubernativo (enero de 2005) pedía sólo la cabeza de Toledo y la restitución del orden constitucional (Carta de1979) violada y burlada por el ciudadano japonés Alberto Fujimori y sus sucesores, seguidores del estatuto dictatorial que rige hasta nuestros días. Sublevación de Andahuaylas que no apuntaba, como la prensa de la derecha quiere mostrarla, a la imposición dictatorial del etnocacerismo. (
"Perú: evasión deliberada")
Ollanta Humala sólo reivindica la "quijotada" de Moquegua (levantamiento contra Fujimori en las postrimerías de su huida a Japón) como bien lo ha señalado el presidente Hugo Chávez; y no la de Andahuaylas tal vez por temor a ser tachado de insurgente por una derecha hábil en la demolición de los candidatos populares, lo cual es impropio en tanto y en cuanto en la lucha política existen ejemplos de sublevaciones lícitas, de llamadas de atención a la podrida clase gobernante, como por ejemplo la del propio Hugo Chávez contra el impenitente inmoral Carlos Andrés Pérez; o la del mismo Evo Morales contra Sánchez de Losada donde hubo decenas de muertos. Entonces, debemos pensar seriamente en varios aspectos de esta candidatura vinculada a la figura de Velasco Alvarado en la historia peruana, reivindicación internacional hecha en el discurso de Hugo Chávez. ¿Significa este acercamiento a Chávez una política de raigambre fundamental, de identificación firme con el bloque de poder sudamericano en formación o es sólo una pose electorera? Ulises Humala, el hermano también candidato presidencial identificado con Antauro, piensa que tanto el presidente electo de Bolivia, Evo Morales, como Hugo Chávez están equivocados respecto a la posición progresista e innovadora de Ollanta. Pero, lo que cuenta en el oficio político son los compromisos, los programas y las líneas de acción inmediata y de ahora en adelante, para creerle, Ollanta Humala debe dejar de lado su don de confusa presencia para reencontrarse con los mejores cuadros del conglomerado disperso de las candidaturas de izquierda y las progresistas a fin de conformar el más amplio frente popular de respaldo a su candidatura, confluencia posible a través de las lista congresal y la renuncia de las mini-candidaturas sin opción alguna. Si la izquierda peruana ha madurado lo suficiente debe pensar seriamente en compartir el gobierno, en ser gobierno, no elementos aleatorios de oposición consentida y alegre en un Acuerdo Nacional que no sirve para nada, excepto para reforzar el sistema de dominación y colonialismo dirigido por los partidos tradicionales. Y tomándole la palabra a Ollanta Humala, después de su visita a Caracas, estamos por su llamado a "la unidad política de todas las organizaciones sociales y fuerzas de izquierda del país, ronderos, cocaleros, mineros, alpaqueros; las puertas están abiertas en este proyecto nacionalista en condiciones de igualdad," ha señalado. En este sentido, adelantó que en los próximos días tomará contacto con los principales líderes de la izquierda y otras organizaciones sociales para explicarles su propósito.
6 de enero de 2006
Carlos Angulo Rivas
reppam@sympatico.ca                

Fuente: lafogata.org