|  
        Argentina: La lucha continúa | 
|   | 
Teros, comadrejas y petróleo
Oscar Taffetani 
(APE).
"Los poderes públicos, con lentitud increíble y mezquindad inconcebible, 
han tardado seis años en poner en claro y hacer conocer al pueblo las inmensas 
riquezas que representan los grandes yacimiento de petróleo de Comodoro 
Rivadavia. Entretanto, han llegado los ulanos de descubierta, los syndicating 
operators que han acaparado la tierra de promisión, que han reclutado una 
falange de prosélitos (...) haciendo accionistas a ministros, legisladores, 
abogados, cagatintas de Sarmiento, jefes de divisiones y secciones 
administrativas, miembros de redacción de periódicos, directores de imprentas 
del Estado, jefes de la armada y el ejército, ministros de la religión, 
etcétera..."
La cita fue extractada del Memorandum que con fecha 8 de abril de 1913 redactara 
el ingeniero Luis A. Huergo, Director General de Explotación del 
Petróleo.
Los disparos contra Huergo no se hicieron esperar, desde un fuerte lobby 
petrolero que incluía a legisladores y funcionarios "comprados" por las 
empresas, a oficiales de la Marina y del Ejército debidamente "obsequiados", a 
periodistas "ensobrados" y a empleados corruptos de la administración nacional, 
todo lo cual reforzaba la campaña tendiente a demostrar que el Estado no servía 
para explotar ni generar renta con el petróleo descubierto en la Patagonia. 
Al valiente ingeniero comenzaron a hostigarlo y a hacerle el vacío en 
instituciones sociales y deportivas a las que concurría. Sin embargo, el 
presidente Roque Sáenz Peña y su ministro Adolfo Mujica leyeron 
atentamente el Memorandum, redactaron un proyecto legislativo nacionalizando la 
explotación y a la vez ordenaron por decreto la exploración de la cuenca 
petrolífera de Comodoro Rivadavia.
Como era de esperar, el lobby se movió para sabotear la ley. Un diputado 
conservador, Adrián Escobar, presentó un proyecto "alternativo" para crear una 
sociedad mixta. Argumentó Escobar: "el Estado no debe convertirse en industrial, 
sino limitarse a poner en evidencia la riqueza (sic) y después entregarla a la 
industria particular" (Diario de Sesiones 1913, Dip. II, página 1034) 
El proyecto enviado por Sáenz Peña fue aprobado por Diputados, pero durmió el 
sueño de los justos en el Senado, sin que jamás se pusiera a consideración. 
Una lucha desigual 
"En nueve años transcurridos desde el descubrimiento de los yacimientos 
-escribe Arturo Frondizi en Petróleo y Política- los consorcios se 
limitaron cautelosamente a simular una exploración en gran escala. No 
explotaron, pues preferían que el Estado corriera los primeros riesgos o se 
desalentara, para mantener la importación de combustible y, en todo caso, para 
formular posteriormente exigencias indebidas si se les encomendaba la 
explotación".
Se advierte con claridad, leyendo estos documentos, que la lucha por la 
soberanía argentina sobre los recursos energéticos fue siempre una lucha 
desigual.
Ciertamente, conoció momentos de equilibrio, al desarrollarse la empresa 
nacional y estatal de hidrocarburos (YPF), pero a fines del siglo XX, fruto de 
una ingeniería expoliadora comenzada con la dictadura del Proceso, y que 
continuó con la liquidación menemista, devino frustración y derrota para los 
intereses nacionales (y populares) argentinos. 
Nuevas tácticas del enemigo 
Cierta prensa maniatada y servil (con nada que envidiarle a la que denunciaba 
Huergo) va armando día tras día una agenda en la que los temas verdaderamente 
importantes (por ejemplo, el autoabastecimiento energético) son escamoteados o 
minimizados.
En el folklore se identifica como "táctica del tero" eso de gritar y alborotar 
muy lejos del nido en el que se han puesto los huevos. Cabe aquí la figura.
La semana pasada, cuando todos hablaban de la propuesta de expropiar 400 mil 
hectáreas sobre el Acuífero Guaraní, motorizada por el piquetero y funcionario 
Luis D’Elía, pasaba inadvertida la carpeta enviada por el Poder Ejecutivo para 
tratar en Diputados el proyecto titulado "Regímenes promocionales de 
exploración y explotación de hidrocarburos"
"El régimen promocional, dice un editorial del boletín Info-MORENO, 
establece beneficios impositivos (devolución anticipada del IVA, diferimiento 
del pago de Impuesto a las Ganancias, exclusión de los bienes afectados a las 
actividades de la base para el impuesto de Ganancia Mínima Presunta y exención 
de derechos de importación)". Eso, para las denominadas nuevas concesiones.
"A las concesiones ya otorgadas -señala en otro pasaje- se les concede la 
posibilidad de subdividir las áreas, de modo que parte de ellas pueda 
considerarse como una nueva concesión y gozar de los beneficios mencionados..."
La renta petrolera argentina promedia actualmente los 12 mil millones de 
dólares anuales. De esos 12 mil millones, apenas un tercio se queda en el país, 
en concepto de impuestos y derechos. El resto, usando palabras de Mosconi, "toma 
el camino del mar".
¿Necesitan los concesionarios petroleros -un oligopolio de sólo siete empresas, 
con una renta fabulosa- más promoción y más estímulo?
Ellos son responsables, entre otras cosas, del achicamiento de las reservas 
petroleras argentinas. En 1989, con YPF sin privatizar, había 40 años de gas y 
25 de petróleo asegurados. Actualmente, fruto de la nula exploración, hay apenas 
8 de gas y 4 o 5 de petróleo.
Otra pregunta incómoda: ¿Desea convalidar el gobierno actual, con esta 
renovación de las concesiones, la fraudulenta venta de las acciones de YPF, 
aquellas cedidas en los odiosos tiempos de Menem al precio vil de 19 dólares?
Sí, todo eso puede ocurrir, en un momento en que la máquina expoliadora 
denunciada por Huergo y por Silenzi de Stagni, una máquina que debió retroceder 
en inesperados escenarios como Bolivia, se dispone a conseguir en la Argentina 
una década más de privilegios y superganancias.
El cineasta Pino Solanas, consecuente defensor de la soberanía energética 
nacional, calificó alguna vez la venta de YPF como un "regalo de comadreja".
La comadreja -volvemos al folklore- es un marsupial que hurta huevos de los 
nidos cuando no están los dueños de casa.
Ningún periodista osó preguntarle a Solanas, allá por los ’90, si la comadreja 
era Menem, por temor a su respuesta.
En agosto 2006, cuando el saqueo continúa, ya no preguntaremos quién es el tero 
y quién la comadreja. O quién es, a la vez, tero y comadreja. No hace falta.