Argentina: La lucha contin�a
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Tierra y Dignidad
Mart�n Flores
La Fogata
El Bols�n es una localidad patag�nica ubicada al sudoeste de la provincia
argentina de R�o Negro. Est� enclavado a 340 metros sobre el nivel del mar, en
un valle coronado por el cerro Piltriquitr�n y rodeado de caudalosos r�os,
monta�as, bosques, lagos y otros pueblos y valles menores que integran la
atractiva comarca andina del paralelo 42. El ambiente acogedor de su paisaje
cordillerano no s�lo ha fascinado durante d�cadas a miles de turistas,
mochileros y viajeros de toda laya, sino que tambi�n ha atra�do a inmigrantes de
las m�s diversas latitudes del planeta. La poblaci�n actual supera los 20.000
habitantes y est� conformada por mapuches, espa�oles, italianos, sirios,
libaneses, alemanes, ingleses, franceses y argentinos provenientes de m�ltiples
rincones del pa�s. Este caleidoscopio humano determina la convivencia de
distintas religiones, pr�cticas y creencias que nutren el ya abundante escenario
regional.
Las principales actividades econ�micas son el turismo, los cultivos org�nicos,
la fabricaci�n artesanal de dulces, cervezas, quesos, licores y la confecci�n de
una gran diversidad de artesan�as que pueden apreciarse en la c�lebre y
concurrida feria que cada martes, jueves y s�bado se despliega en la plaza local
en forma de medialuna. En temporadas altas, la feria supera largamente los 250
puestos y es visitada por miles de personas que atiborran sus deslumbrantes
pasillos, colmados de colores y art�culos de original extravagancia.
Si preguntamos qu� actividades se pueden practicar, nos recomendar�n hacer
cabalgatas, rafting, mountain bike, trekking, volar en parapente, pescar y
escalar. Tambi�n nos aconsejar�n visitar la Cabeza del Indio, el Caj�n del
Azul o el glaciar Huemul.
Todo esto es lo que se percibe al llegar a El Bols�n, pero si uno trasciende la
ligera visi�n de turista y es capaz de recoger los sonidos y las voces del
lugar, comenzar� a escuchar un murmullo que est� creciendo y se expande
por toda la comarca, un murmullo que no viene s�lo del r�o o del bosque, sino
del movimiento Tierra y Dignidad.
En octubre de 2002, el r�o Quemquemtreu desbord� su cauce y destruy� las
viviendas y pertenencias de numerosas familias que se hab�an asentado en
sus riberas. Sin recursos y sin ning�n lugar a donde ir, los damnificados se
agruparon en centros de evacuados, donde comenzaron a solicitar la atenci�n del
gobierno municipal. Urg�a conseguir terrenos donde levantar un nuevo
asentamiento. Faltaban recursos pero sobraban ganas. Pero en el sur, la tierra
s�lo es facilitada a los extranjeros, a veces barata, otras veces regalada, pero
no a la gente que tiene semillas y herramientas pero le falta surco.
La falta de respuestas acrecent� las ganas de autoabastecerse, y de las
asambleas fue naciendo el proyecto de organizar un movimiento autogestionado que
a la vez incluyera el contacto con la naturaleza. Fue as� que surgi� la idea de
ocupar tierras fiscales. Entonces se pusieron manos a la obra.
Hombres y mujeres, muchas de ellas embarazadas, y m�s de diez ni�os se asentaron
en un predio fiscal de 52 hect�reas que se encuentra en la localidad de Mall�n
Ahogado, a tres kil�metros de El Bols�n.
Cuando las 20 familias decidieron tomar el lugar, las tierras estaban totalmente
abandonadas, pero la necesidad se uni� al entusiasmo y este peque�o grupo
comenz� a demostrar la grandeza humana que puede alcanzar una comunidad que
trabaja de manera horizontal, autogestiva y solidaria. As� naci� Tierra y
Dignidad.
Ese fue el nombre que eligieron para representar al grupo, al proyecto, al sue�o
colectivo de trabajar por un rinc�n en el mundo. Movimiento Tierra y Dignidad.
All� se organizaron libremente. Primero se establecieron en carpas, porque no
hab�a siquiera un techo donde resguardarse. Sobre la marcha aprendieron a
funcionar como grupo. Nadie ten�a experiencia militante, ni teor�a pol�tica, ni
nada que se le parezca. Fueron levantando el asentamiento con los conocimientos
que ten�a cada uno, dialogando entre todos, aprendiendo juntos, de asamblea en
asamblea En un principio armaron un primer espacio com�n, que desde los inicios
funcion� como guarder�a, para dar refugio, cuidado y calor a los ni�os. All� se
tomaba mate y se dialogaba, se debat�a y se decid�a. Despu�s construyeron un
ba�o comunitario, y con el tiempo fueron levantando las casas en los claros del
bosque, cuidando la vegetaci�n aut�ctona, protegiendo a los cipreses, sin talar
el bosque nativo y limpi�ndolo para disminuir los riesgos de incendio. Los
terrenos no fueron alambrados y las viviendas se construyeron guardando una
prudente distancia entre s�, de manera que ninguna pudiera verse desde la otra.
A trav�s de innumerables jornadas de trabajo colectivo tambi�n condujeron el
agua, limpiaron caminos, consiguieron electricidad, comenzaron a trabajar la
tierra de manera org�nica y a criar animales con el fin de autoabastecerse.
Adem�s pusieron en marcha un sistema de elaboraci�n de productos principalmente
comestibles, los cuales son destinados a la venta y al consumo interno.
Antes de que Tierra y Dignidad se estableciera en el predio, esos terrenos eran
objeto de especulaci�n para el mercado inmobiliario local. No exist�a un
proyecto p�blico para el lugar y s�lo hab�a intenciones privadas de construir
all� una cancha de rugby, proyecto que no s�lo es de car�cter elitista sino que
tambi�n da�ar�a las condiciones org�nicas de la tierra y adem�s necesitar�a una
inmensa cantidad de agua para el riego.
Al tiempo de haberse asentado, Tierra y Dignidad solicit� un permiso precario de
ocupaci�n, demostrando disposici�n a cumplir con los requisitos
administrativos. Pero el gobierno municipal no respondi� ni present� repuesta
alguna al estado de emergencia de las 20 familias, ni ofreci� propuestas ni
otorg� soluciones a la escasez de vivienda. Lo que hizo fue iniciar un juicio de
desalojo.
El grupo no se detuvo. Sigui� luchando y trabajando, con la certeza que otorga
el hecho de compartir la tierra comunitariamente, y con la convicci�n de la
dignidad que les concede trabajar esa tierra. Incorporaron las armas legales que
les corresponden y pidieron al Estado provincial que garantice sus derechos y
solicitaron el reconocimiento de la posesi�n del predio, a trav�s de un t�tulo
de propiedad comunitaria.
La ocupaci�n se mantuvo abierta a la comunidad e incorpor� a otras familias, con
la sencilla condici�n de que no tuvieran vivienda en otra parte. Incluso algunos
funcionarios han reconocido la viabilidad del proyecto y han derivando al predio
familias que sufrieron las inundaciones de marzo de 2004.
Tierra y Dignidad no es un caso aislado. Su lucha est� vinculada a la
concentraci�n de la tierra en pocas manos, que actualmente afecta a toda la
regi�n patag�nica y cobra dimensiones alarmantes como consecuencia de la
expansi�n de un sistema que desampara y expulsa a quien no puede pagar la
entrada al para�so. El metro cuadrado se cotiza a precios inalcanzables y no
guarda ninguna proporci�n con los salarios de la gente, impidiendo a la gran
mayor�a de los habitantes locales acceder a una vivienda digna o a una parcela
de terreno donde poder recoger las siembras. En los �ltimos a�os, y solamente en
El Bols�n, alrededor de 110 familias, formadas por aproximadamente 450 personas,
han ocupado tierras p�blicas y privadas de manera colectiva.
La lucha tiene vastos argumentos que justifican sus reclamos. En principio, se
encuentra bajo el amparo del art�culo n�mero 2 de la Ley N� 279 de Tierras de la
Provincia, que sostiene que la tierra es un instrumento de producci�n
considerada en funci�n social; y la misma ley defiende claramente las
reivindicaciones del grupo cuando afirma que la tierra debe ser de quien la
trabaja: "Que la tierra sea de propiedad del hombre que la trabaja, siendo
asimismo base de su estabilidad econ�mica, fundamento de su progresivo bienestar
y garant�a de su libertad y dignidad".
Adicionalmente, el grupo asume el ejercicio de su derecho a la vivienda previsto
en el Pacto de San Jos� de Costa Rica, que reivindica el derecho al trabajo
digno y la responsabilidad colectiva para el cuidado del ambiente.
Las reivindicaciones de Tierra y Dignidad han sido respaldadas por numerosas
agrupaciones como APDH Bariloche, Cedha, Centro Mapuche Bariloche, Asociaci�n de
Microemprendimientos, Corriente de Militantes por los Derechos Humanos,
Asociaci�n Abuelas de Plaza de Mayo, Asamblea No a la Mina de la localidad de
Esquel, profesores de la Universidad del Comahue, diversos organismos defensores
de derechos humanos, medios de comunicaci�n de la regi�n, y distinguidas
personalidades de la cultura, entre las que se cuenta el escritor Osvaldo Bayer.
Luego de varias idas y vueltas, de acusaciones por parte del gobierno
provincial, y apelaciones por parte de Tierra y Dignidad, la C�mara de
Apelaciones en lo Civil, Comercial y de Miner�a de Bariloche orden� el desalojo
a las 20 familias que ocupan el predio fiscal. Pero en abril de 2006, el Supremo
Tribunal de Justicia de la Provincia de R�o Negro orden� a la C�mara de
Apelaciones que redactara un nuevo fallo acorde con los Derechos Humanos, y
particularmente con el derecho a la vivienda que demandan los ocupantes. Este
hecho determina un avance para lograr el reconocimiento y las garant�as de que
los integrantes de Tierra y Dignidad piden al Estado.
El grupo exige que el Estado provincial garantice sus derechos, desista de la
acci�n judicial que pone en riesgo la vida y el porvenir de las 25 familias, y
reitera su pedido de reconocimiento de la posesi�n del predio, a trav�s de un
t�tulo de propiedad comunitaria.
Da gusto hablar con los miembros de Tierra y Dignidad. Es gente mayormente joven
que no se resigna, que concibe el derecho a la tierra por el simple hecho de
haber nacido en este mundo. No vinieron de otro planeta para que se les niegue
la oportunidad de disponer de un lugar donde vivir, donde trabajar, donde ver
crecer sus hijos. Creen que basta la dignidad y el trabajo para sostener los
sue�os y las convicciones. All� est�n. han levantado un pueblo, peque�ito, pero
grande por su historia. Algunos ni�os ya han nacido en estas nuevas tierras
nacidas de la lucha y el trabajo.
Cuando llegaron s�lo ten�an sus manos y algunos conocimientos. Algunos sab�an
algo, otros mucho, otros poquito. Pero hoy todos se defienden en cuestiones de
mec�nica, agronom�a, f�sica, arquitectura, electricidad, plomer�a, alba�iler�a,
y hasta derecho, porque tuvieron que ir aprendiendo las armas legales para
aguantar las arremetidas del Estado.
Cuando uno sale de Mall�n Ahogado y vuelve al mundo de siempre, la vida diaria
parece m�s vulgar; el escenario cotidiano parece chiquito, intrascendente al
lado de una lucha tan digna y tan inmensa que ha devuelto a la tierra algo que
le pertenece: las personas.
Fuente: lafogata.org