Argentina: La lucha contin�a
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�La Justicia todav�a existe?
La hoguera medieval en el Uruguay de la dictadura
Carlos Santiago
Bitacora
La impunidad est� comenzando a caerse siendo demolida por una serie de hechos vertiginosos que d�a a d�a muestran como las aberraciones del pasado, cometidas al amparo de estados dictatoriales y basadas en ese manual de atrocidades y encubrimiento que fue la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, siguen estando presentes para ser sancionadas como delitos, en muchos casos, con el car�cter de "lesa humanidad"
No sabemos cual ser� la posici�n del Poder Ejecutivo ante posibles nuevos pedidos de extradici�n que realice, en este caso, la Justicia argentina luego de la gesti�n que realiz� la Secretar�a de Derechos Humanos del pa�s vecino, pero la verdad es que por primera vez en lo que va de nuestra historia moderna, una acci�n de la Justicia estar� dirigida a la centralidad de lo que fue la responsabilidad central de aquel per�odo negro que vivi� el Uruguay y que muchos, en menos o menor medida, sufrimos.
Qu� llegue un pedido de extradici�n para el ex presidente de facto y general (r) Gregorio Alvarez y que la misma se concrete, que este personaje siniestro sea llamado a responsabilidad por hechos ocurridos durante su actuaci�n, preponderante en la su "liderazgo" militar que impuls� al Ej�rcito a dar el golpe de Estado y luego, de asumido el poder, defenestrado al pelele Juan Mar�a Bordaberry, se convertir�a en elemento con un valor paradigm�tico en la sustentaci�n de este dif�cil y largo tema.
Porque recordemos, aunque todav�a los historiadores no han definido el asunto y sostienen que el general Mario Aguerrondo, otro fascistoide de la �poca, uno de los primeros militares que comienzan a aparecer en el plano pol�tico estando en actividad, fue un factor importante en la ca�da de las instituciones.
Ya hab�a aparecido el general Oscar Gestido, encabezando un grupo colorado en 1962, que lo lleva al Consejo Nacional de Gobierno y a la Presidencia de la Rep�blica en 1966; en el Partido Nacional comienza a manejarse el nombre del general Aguerrondo, un verdadero te�rico - se supo despu�s - de la violaci�n institucional.
Este general era un hombre del Partido Colorado, af�n a Luis Batlle, jefe en aquel momento de la Regi�n Militar N� 1, el que lideraba dentro del Ej�rcito una l�nea contraria a la forma de conducci�n del Estado que estaba llevando adelante Jorge Pacheco Areco, con medidas fuertes y la aplicaci�n de institutos extraordinarios.
Estos sectores consideraban que Pacheco se iba marginando de la Constituci�n de la Rep�blica en la pr�ctica, lo que no tem�an, pero si calificaban como una "posible salida" la que planteaba Aguerrondo, admirado por sus pares del Ej�rcito, considerado como un militar en toda la l�nea, que teorizaba sobre la necesidad de modificar el poder al frente del Estado.
Mientras tanto, otro general oscuro y ambicioso, Gregorio Alvarez, actuaba, armando un mecanismo que ten�a dos objetivos: desconocer las instituciones y dar el golpe de Estado, aprovechando los vientos favorables que le llegaron desde el Departamento de Estado de EEUU, y su decisi�n de dejar fuera de todo tipo de mando al propio Aguerrondo.
Alvarez fue qui�n estuvo a la cabeza del golpe de Estado, que liquid� a las instituciones democr�ticas que, algo "rengas", todav�a exist�an en el pa�s. Fue adem�s qui�n, encabezando a las Fuerzas Armadas, puso en marcha la maquinaria infernal del apremio ilegal masivo, la tortura, la capucha, la desaparici�n, de acuerdo a los mecanismos te�ricos que se establecieron en la referida Doctrina, pero con un estilo sanguinario y atroz, que hizo vivir al Uruguay en esos a�os de dictadura, una de las tiran�as m�s f�rreas y duras de las que se tienen memoria en el continente.
Ya durante la gesti�n del presidente Jorge Pacheco Areco, esas pr�cticas de "interrogatorio" estaban siendo admitidas y perfeccionadas a nivel policial (recu�rdese la presencia del "asesor" Dan Mitrione en el pa�s), pero nunca hab�an tomado el car�cter de masividad y la extensi�n adquirida con el impulso del general Alvarez, tanto al frente del Ej�rcito, como ocupando la presidencia de facto del pa�s.
Esa violencia inaudita aplicada cobardemente en contra gente detenida, se constituy� en uno de los actos m�s inhumanos de la historia nacional, en un pa�s que viv�a, adem�s, una tiran�a de caracter�sticas �nicas.
�Por qu� decimos esto? Porque en ninguna dictadura se lleg� a los extremos que aqu�, censur�ndose todo, prohibi�ndose a los partidos pol�ticos, a las organizaciones sociales y sindicales, censur�ndose las representaciones culturales, hasta las audiciones radiales, clasific�ndose a los artistas, escritores, docentes, periodistas.
En ninguno de los pa�ses vecinos, por m�s que en muchos - como ocurriera en la Argentina - la represi�n tomara el camino del asesinato en masa, del genocidio, del exterminio generalizado del presunto enemigo - se lleg� a clasificar a la poblaci�n en tres clases, A, B y C, los impolutos para el r�gimen, los maculados (que perd�an el trabajo y no lo consegu�an m�s, siendo condenados al hambre o al destierro) y los r�probos, a quienes se los persegu�a y cuando ca�an, por la simple raz�n de haberse expresado en alguna oportunidad en contra del r�gimen, eran agredidos de todas formas en las salas de tortura de los cuarteles.
Una etapa del pa�s en que se oblig� a los alumnos de los liceos a llevar el pelo a la usanza cuartelera y, �cuidado!, si por detr�s la cabellera tocaba en los varones el cuello de la camisa y la falda de las mujeres dejaba que aparecieran las rodillas, porque ello era motivo de suspensi�n y hasta de expulsi�n de las aulas.
El Uruguay, con estos se�ores, pas� de ser un pa�s modernizado por el impulso de las ideas y la obra de Jos� Batlle y Ord��ez, a otro que r�pidamente entraba en un medioevo en donde imperaba una especie de inquisici�n para servir a los intereses de personajes siniestros como Alvarez, que a la vez ten�an el reaseguro imperial - por lo menos esos cre�an - del Departamento de Estado. Apoyo que sirvi� para apuntalar la asonada contra las instituciones, pero que no se extendi� durante todo el per�odo.
A la cabeza de toda esa represi�n estuvo este personaje autoritario, de pensamiento unilateral, b�sicamente inmoral, que poco entiende del g�nero humano y hoy se refugia hoy en una coraza de soberbia que ya aparece m�s que rid�cula. Que, por fin, alguien llame a Alvarez a declarar, que deba sentarse en un banquillo de acusados, demostrar� que la Justicia entre los hombres todav�a existe.
En torno a la frase del comienzo, en que decimos que no sabemos todav�a cual ser� la actitud del Poder Ejecutivo al respecto de un futuro pedido de extradici�n de los firmantes de la carta en que se responsabilizan por todo lo actuado, incluso del Plan C�ndor, y salvajadas de la enormidad que se concretaron en el campo de concentraci�n "Automotores Orletti", de los asesinatos como los de Michelini y Guti�rrez Ruiz, o el de la nuera del poeta Juan Gelman.
�Por qu� no lo sabemos? Porque parece evidente que desbrozando el camino, aparecer�n de entre los "nost�lgicos" firmantes, muchos que no tienen vinculaci�n directa con aquellos hechos. Incluso ya muchos de los que han rubricado la declaraci�n, tratan de delimitar sus responsabilidades y, ni siquiera, se hacen cargo de la "tortura", que era una pol�tica institucional, asignando la misma a desviaciones de car�cter personal de algunos militares.
Todas son consideraciones que deber�n hacerse previamente, pese a que todos ellos, los diez, se sumaron en una misiva "solidaria" con quienes reprimieron, torturaron, secuestraron y eventualmente asesinaron en nombre de la Patria. �O el sentido de la carta no fue oponerse al nuevo pedido de extradici�n, realizado en esta ocasi�n por la Justicia argentina?
* Carlos Santiago es periodista y Secretario de redacci�n del diario LA
REPUBLICA de Montevideo y del suplemento semanal Bit�cora.
Fuente: lafogata.org