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Argentina: La lucha continúa

30 años del infausto golpe militar de 1976

Editorial del sábado 4 de marzo de 2006

Jorge Eduardo Rulli
Programa Horizonte Sur.

Dentro de muy pocos días se cumplen 30 años del infausto golpe militar de 1976. Sus consecuencias en la vida pública argentina perdurarán seguramente por mucho tiempo más, pero a pesar de sus heridas, la Sociedad ha sancionado desde una perspectiva moral al Terrorismo de Estado y ha proclamado innumerables veces la voluntad de que hechos semejantes no se repitan nunca más… Hoy en la vida política de nuestro país es impensable reivindicar aquella etapa y sus personeros han devenido en figuras execradas por el grueso de la población, se ha incorporado en el imaginario y en la cultura ciudadana el rechazo profundo hacia toda expresión de Dictadura e inclusive también hacia las manifestaciones de violencia y de intolerancia. Pareciera ser entonces ésta una etapa saldada.

Que haya alguna expresión aislada de reivindicación de aquel pasado, tal como ocurrió en algún momento con algunos pocos familiares de Cromañón, es sólo un rasgo que perturba y avergüenza al resto y que la sociedad sabe ya discriminar como una excepción y un exabrupto anacrónico y visceral inadmisible, que de ninguna manera empaña las luchas del conjunto. Que alguien predique la lucha armada como salida revolucionaria, tal como no hace mucho hiciera reiteradamente Shocklender antes de descubrir las mieles del oficialismo, también resulta una crispación disparatada, inadmisible y en general sin mayores consecuencias, salvo en el caso doloroso en que algún joven sin mayores experiencias se prenda y crea por un momento que destruir cajas de banelco aporta a la construcción de un mundo nuevo o que balear una comisaría en un lejano pueblo de la Patagonia colabora con la lucha proletaria y la emancipación de los trabajadores.

La determinación de aborrecer el Terrorismo de Estado va entonces acompañada en el común de la gente, de un rechazo de toda manifestación de violencia y ello conlleva implícito una crítica a ciertas propuestas demenciales de los años setenta, que quienes las detentaron en aquel entonces no podrían hoy justificar y que tampoco se atreven siquiera a revisar, porque ello arriesgaría sus actuales importantes posicionamientos políticos cuando no funcionariales, y prefieren jugar a la desmemoria y a la confusión de quienes los votan por sumisión a las tradiciones partidarias o a los aparatos clientelares. Así las cosas entonces, a treinta años de deposición del Gobierno constitucional, de la criminalidad contrainsurgente y del secuestro, la tortura y la sevicia transformadas en norma de los que se apropiaron del Estado, pareciera que más allá de los traumatismos profundos en la memoria colectiva y los pendientes en la identidad y en el reencuentro con sus familiares de centenares de niños apropiados por sus captores, y siempre que consideremos solamente a los verdugos de uniforme, podríamos considerar aquella etapa como definitivamente superada.

Lamentablemente, no todo es tan sencillo. Aquellos que se beneficiaron con el Terrorismo de Estado han continuado enriqueciéndose con los sucesivos gobiernos de la Democracia. El que fuera Ministro de Economía de la Dictadura, Martínez de Hoz, continúa disfrutando de sus extensos campos sin que nadie lo perturbe, aún en las épocas más críticas y cuando propusimos comenzar en sus estancias, un proceso de reutilización de la tierra para asentar familias indigentes expulsadas del campo por la Soja. Con alguna digna excepción ni siquiera hubo oídos entre los legisladores y políticos para atender estas propuestas. Pero no es sólo Martínez de Hoz con quien deberíamos cerrar cuentas desde la Democracia y desde las políticas de Derechos Humanos. Creo que sería difícil hallar a algún representante de la nueva oligarquía oligopólica y prebendaría que no haya comenzado el amasado de sus fortunas en aquellos años trágicos para el país. Comenzando por el gran sojero de Carlos Casares que hoy sorprendentemente se nos presenta como bolivariano, amigo sempiterno del poder y que como tantos otros tiene sus raíces financieras en aquellos años de plomo, de exilio y de terrible dolor para nosotros.

Hemos execrado los aspectos más brutales de la dictadura militar y del Terrorismo de Estado, pero no hemos sido capaces hasta ahora de investigar y sancionar a los beneficiarios económicos de ese terrorismo y a sus continuadores y legitimadores en el proceso de la Democracia. Estoy refiriéndome al menemismo. Que Menem esté sentado en el Senado de la República habla a las claras de nuestros fracasos como pueblo en sancionar la impunidad y el genocidio. Menem está sentado en el Senado porque hemos fracasado en reordenar la justicia y porque no hemos podido hacer de la Democracia un sistema fiable, participativo, digno y capaz de renovar las esperanzas de un pueblo hastiado y siempre al borde mismo del descreimiento y del estallido. Han pasado muchos años desde la época triste en que los ordenanzas de la Cámara votaban el quórum con sus asentaderas para lograr la entrega del patrimonio nacional y lamentablemente esas políticas no han sido revisadas y todo lo contrario, parecieran incorporarse con desenfado a las prácticas e indignidades de las que no se habla, pero que se reproducen con naturalidad…

En el libro de Enrique Pavón Pereyra, Perón le dice ya en los comienzos del año 74 al autor, una frase ahora aterradora por su capacidad de vaticinio y que tantos apresurados de la revolución en aquellos años no quisieron escuchar: "…Si alguna vez llegase a haber otro golpe, el Pueblo quedará tan derrotado, que la vuelta constitucional servirá solamente para garantizar con el voto popular, los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos."

Soñamos con un tiempo en que haber sido menemista, y haber participado de un gobierno que como vaticinara Perón, garantizó con el voto popular los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos, haber participado de un gobierno que privatizó los servicios públicos, que entregó la riqueza y el trabajo de los argentinos a empresas extranjeras, que implantó un modelo agrario que condujo al despoblamiento del campo, el hambre y la indigencia en millones de argentinos, sea considerado causa suficiente para la exclusión de los cargos públicos y del ejercicio de las altas funciones de la representación democrática.

Sabemos que ese tiempo llegará, tal como han llegado otros tiempos de justicia que no imaginábamos cuando la libertad era un remoto sueño en el fondo de una celda inmunda o un dialogo fraterno en las interminables caminatas del patio de recreo. Ese tiempo que deseamos llegará.. En realidad lo estamos construyendo cada día, lo estamos construyendo cuando nos esforzamos por hacer de la política una práctica dignificante, cuando insistimos en cruzar esa práctica con la ética y cuando proponemos enriquecerla con la comprensión de los ecosistemas y de las leyes y armonías de la Naturaleza.

Hemos insistido últimamente en que no solamente proponemos variados cultivos, mercados locales y recuperación de la Soberanía Alimentaria, hemos expresado también que un modelo agrario destinado a producir comida y no forrajes o biodisel, un modelo que se proponga radicar población en la tierra, planificar el territorio, modificar las leyes y las prácticas de la minería para respetar los recursos naturales, los paisajes y la voluntad popular, ese modelo debería ir acompañado necesariamente de otro modelo de Democracia. Porque una cosa no puede dejar de ir acompañada por la otra. Es importante comprenderlo, porque la necesidad de pagar la Deuda Externa nos obligó a tomar los caminos de un modelo agroexportador y el mayor propulsor de ese modelo fue siempre un señor que se llama Martín Peres, pero que se hace llamar Redrado y que pese a su menemismo, o acaso por ello mismo, sigue siendo el Presidente de nuestro Banco Central y el encargado de comprar cada mes con nuestro dinero los cientos de millones de dólares necesarios para mantener la paridad exportadora del tres a uno, y para que de esa manera este país pueda continuar teniendo más de 17 millones de hectáreas de cultivos transgénicos y sea uno de los más grandes exportadores del mundo en forrajes para ganado, lo cual no nos reporta ningún beneficio a los argentinos y más bien debería avergonzarnos…

Por qué debería avergonzarnos y porque muchos no solo no se avergüenzan, sino que prefieren evitar estos temas, nos dice gente amiga vinculada, de mucho conocimiento y relaciones: la Soja no está en discusión, hablemos de cualquier cosa menos de la Soja… nos dice: ustedes quieren hablar de lo único que no se puede hablar… es cierto, quisiéramos conversar sobre lo único que parece estuviera absolutamente excluido en el campo de las conversaciones políticas. Queremos hablar del modelo de la dependencia, queremos hablar de la ecuación de la dependencia nacional que se construye sobre la exportación de petróleos crudos y forrajes transgénicos. Pero de eso no podemos hablar, nos dice nuestro amigo entendido en alta política, mientras engulle su respectiva milanesa de soja forrajera y transgénica, convenientemente adobada y envaselinada con una respetable cantidad de cebollita, zanahoria y otras verduritas para encubrirla y hacerla comestible.

El complemento alimentario del no poder hablar de nuestra dependencia ni soñar con otro modelo de democracia, pareciera comer soja. Nos comemos unas milanesas de soja y el proceso de cretinización avanza, nuestra libido decae y todo comienza a parecernos más aceptable. Qué es demoníaco? Si claro que es demoníaco. Que muchos lo ignoran? Lo ignoran o acaso no quieren enterarse? O acaso alguien cree que a un ejecutivo de esos que comen en los restoranes del centro de Buenos Aires puede gustarle una milanesa de soja cuando puede comerse un maravilloso bife de chorizo? Hay milanesas de soja en los menús del centro de Buenos Aires cuando mientras tanto las madres indigentes de los comedores de Bahía Blanca han conseguido que le saquen la soja de los comedores del municipio y para ello tuvieron que ir al Consejo Deliberante y arrojársela por la cara a los concejales y decirles que no quieren ese veneno para sus hijos, que no quieren niños con tetas y con problemas hormonales…

Nos gusta hablar de los temas que no se puede hablar. Es un gesto antiguo que nos quedó de lo que fue alguna vez la Resistencia y un decretito que se llamó el 4161 y que prohibía mencionar las palabras que más queríamos decir en aquellos años. Y había palos y cárcel por decirlas y las dijimos igual, arriesgándolo todo. Por qué no habríamos de hablar ahora contra la soja y decir que es simplemente estúpido comer una milanesa de soja en un país que fue la granja del mundo y cuando además sabemos o deberíamos saber que la soja no es comida humana, que tiene efectos disruptores de los sistemas hormonales, que nos provoca osteoporosis por inhibición del calcio y que nos conduce a sensibles bajas en los procesos del pensamiento crítico.

Es que, por otra parte, si no hablamos de la soja, no podemos comprender nada del contexto político. O lo comprenderíamos de otra manera como pareciera que fuera la intención de los que nos han colonizado el Poder y nos construyen las miradas. El compañero DElía de la CTA, ahora subsecretario de la vivienda popular, va a solucionar los problemas de viviendas de los sectores más indigentes o va a hacer lo que siempre hizo desde la FTV, o sea mostrar el camino ineludible del desarraigo y de las villas en el conurbano a los desempleados de la agricultura, para facilitar el despoblamiento de los territorios donde debe extenderse la nueva frontera agropecuaria de las sojas transgénicas? ¿Ustedes que piensan? Y los compañeros dirigentes de la CTA a muchos de los cuales apreciamos y que nos parecen líderes de grandes valores, qué piensan de esto? ¿Qué piensa el compañero De Genaro de la funcionalidad al modelo? ¿Existen debates sobre estos temas entre los compañeros, es decir existen debates que trasciendan las luchas por el poder mezquino de las representaciones cualquiera que ellas fuesen?

Nosotros pensamos que este país no solo se merece debates políticos profundos, pensamos que debemos proponernos un modelo de Soberanía Alimentaria con repoblamiento del territorio y con desarrollos locales, pensamos que ese modelo económico requiere el complemento de una Democracia participativa, plural y descentralizada que integre las zonas ahora postergadas, que licue los poderes centrales y nos haga protagonistas del propio destino. También pensamos que para alcanzar esos objetivos debemos descolonizar el poder, y que descolonizar el poder significa no solo reconstruir el Estado y liberarlo de las mafias y de las corporaciones que ahora lo tienen cautivo, sino que significa también un profundo cambio cultural en nosotros mismos y este es el mayor desafío, el más difícil, el de cambiar nosotros. Lamentablemente no nos quedan muchas opciones: continuamos delegando poder y poniendo expectativas en los políticos de turno para llorar más tarde las traiciones como en un tango malo o nos decidimos a dejar atrás los modos coloniales, volver a ser nosotros mismos, nos apoyamos en las propias fuerzas, nos ponemos las pilas, dejamos de comer milanesas de soja y reconstruimos y organizamos la Comunidad.

Jorge Eduardo Rulli
 
Programa Horizonte Sur.
Producido por el GRR Grupo de Reflexión Rural
Sábados de 12 a 13.
 En Bs.As.Radio Nacional  AM 870 y filiales del país. En Tucumán  AM 1190 y Canal 10 de CCC
Por Internet en:
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Fuente: lafogata.org