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Argentina: La lucha continúa

Política y ciencia en torno a las pasteras en el río Uruguay
El protagonismo asambleario

 Rubén Dri      

La contaminación del universo es imparable en la medida en que es imparable la lógica del capital. El proceso industrial necesariamente contamina, pero hay industrias o momentos de la producción industrial más contaminantes que otros. Es aquí donde interviene decisivamente la política que subordina a la ciencia, poniéndola a su servicio. Es la política de los centros de poder la que determina que las industrias o los procesos industriales más contaminantes sean desplazados a la periferia del Tercer Mundo.

La lucha que la asamblea de Gualguaychú está dando en defensa de una vida digna para sus habitantes actuales y para sus descendientes nos está dejando una cantidad de enseñanzas que debemos capitalizar y sobre las que es necesario reflexionar. Es necesario que nos veamos en el espejo de lo que allí sucede.
Lo primero que es necesario resaltar es que el protagonismo la tiene la población, el pueblo reunido en asamblea. Si hablamos de política, ésta no es la de los partidos políticos, ni la del intendente de Gualguaychú, ni la del gobernador de Entre Ríos, ni la de algún ministro, senador o diputado provincial o nacional, ni la del mismísimo presidente de la nación.
El protagonismo lo tiene el pueblo de dicha ciudad reunido en asamblea. Es la expresión más clara y contundente de lo nuevo en política que ha venido surgiendo en nuestro país en la infausta e infame década del 90, y que tuvo manifestación pública, explosiva, multitudinaria, en la pueblada del 19-20 de diciembre de 2001. Es una nueva conciencia que se expresa en una nueva política que construye poder popular.
Se ha escuchado a analistas que se consideran "serios" afirmar que políticos manipuladores han engañado al pueblo de Gualeguaychú sobre el tema de la contaminación del río Uruguay por efecto de las pasteras -mal llamadas "papeleras"-. Ello constituye una clara muestra de la vieja política.
Piensan tales analistas que el pueblo es incapaz de tomar conciencia de los problemas que lo amenazan y de reaccionar por su cuenta , en contra, generalmente, de las intenciones de los políticos que se encuentran al frente de las instituciones.
La política oficial, la de Kirchner, la de Busti, la de toda la oposición, ha llegado tarde, cuando ya la población se había organizado en asamblea y había decidido emprender la lucha por ellos, por sus hijos, por sus nietos y por todas las generaciones futuras. Esto no se arregla simplemente con una orden que venga de arriba.
A un músico uruguayo le hemos escuchado decir que quien debe decidir es la ciencia. Que los "científicos" nos digan si las pasteras contaminan o no contaminan y se acabó el problema. De esta manera se da por supuesto que hay una ciencia neutra y unos científicos liberados de toda ideología. Pero todas las empresas tienen sus científicos. La ciencia está cargada de ideología.
La asamblea de Gualguaychú se opone a la construcción de las pasteras que Botnia y Ence están construyendo en Fray Bentos porque defienden el hermoso espacio geográfico donde se desarrolla su vida. Las implicaciones de su lucha van mucho más allá. Cuestionando esa empresa, están cuestionando todo un proyecto de industrialización que está destruyendo el universo y que hace centro en el Tercer Mundo.
No hace falta ninguna ciencia que nos diga si el universo terráqueo se encuentra en un nivel alarmante de contaminación. La ciencia puede medir la contaminación con determinados parámetros, pero los habitantes de las zonas contaminadas conocen esa contaminación por el deterioro en sus cuerpos, en su vida. Empresas transnacionales como Botnia y Ence tienen a su disposición los científicos que demostrarán la no contaminación de las plantas.
La contaminación del universo es imparable en la medida en que es imparable la lógica del capital. El proceso industrial necesariamente contamina, pero hay industrias o momentos de la producción industrial más contaminantes que otros. Es aquí donde interviene decisivamente la política que subordina a la ciencia, poniéndola a su servicio. Es la política de los centros de poder la que determina que las industrias o los procesos industriales más contaminantes sean desplazados a la periferia del Tercer Mundo.
En el proceso de la industria del papel se dan dos etapas bien diferenciadas, la fabricación de la pasta de celulosa y la fabricación del papel. La primera etapa es altamente contaminante. Es industria sucia. La segunda etapa forma parte de las industrias limpias, pues su contaminación en mucho menor y puede ser en gran parte controlada. Es la primera etapa la se exporta al Tercer Mundo, con el pretexto de inversión de capitales y creación de fuentes de trabajo.
Argentina está llena de contaminación. Es difícil encontrar en el universo entero un río más contaminado que el Riachuelo. Hay muchas pasteras altamente contaminantes. Este hecho no puede ser un argumento que desautorice la lucha en contra de la instalación de las mega-pasteras. Si ya hay contaminación, no la aumentemos. Luchemos para su eliminación.
A nuestros países tercermundistas, periféricos, subdesarrollados, en vías de total sometimiento, se les ha impuesto en la década del 90, con la complicidad de empresarios, juristas, militares, eclesiásticos y políticos corruptos, planes económicos que constituyen verdaderos proyectos genocidas.
Aquí el menemismo fue su más fiel ejecutor. Arrojó a este país al infierno, según al expresión de Kirchner.
El proyecto incluyó la denominada "privatización" de todas las empresas estatales. Se trató, en realidad, de la entrega, el "regalo" de las mismas a empresas transnacionales y la orientación de la producción agrícola hacia el monocultivo de la soja. Este aspecto del proyecto neoliberal para nuestros países tuvo radical aplicación en Uruguay, cuyo terreno fue destinado al monocultivo del eucalipto, destinado a alimentar las entonces futuras y ahora presentes pasteras.
El proyecto es perverso, engañoso, pero más perverso todavía es implementarlo a través de movimientos o partidos políticos en los que los pueblos han depositado su confianza. Es el caso del peronismo en la Argentina y el Frente Amplio en Uruguay. El caso uruguayo es más patético todavía porque la confianza en el Frente Amplio tenía mayor fundamento, por incluir dirigentes de una trayectoria revolucionaria indiscutible.
Volviendo ahora a la situación del conflicto en torno a las pasteras.
Falsamente en los medios aparece como el conflicto entre ambos Estados, como si se tratase de una confrontación de proyectos estatales. La confrontación se da entre el pueblo de Gualeguaychú reunido en asamblea y otras asambleas, que, aunque minoritarias, también existen en Uruguay, y el proyecto neoliberal implementado en la zona ribereña al río Uruguay por las pasteras Botnia y Ence.
El Frente Amplio uruguayo que cuando no era gobierno se había opuesto, una vez en el gobierno hizo suyo el proyecto neoliberal que implica monocultivo de eucalipto y pasteras. El gobierno argentino, tanto a nivel nacional como provincial, se encuentra con un problema que tiene enorme dificultad en resolver. Hay una evidente asimetría en el comportamiento entre ambos Estados. El gobierno uruguayo pone al gobierno argentino como condición para dialogar el cese de los cortes en los puentes, como si fuese el gobierno el impulsor de los mismos.
Pero no hay tal. Kirchner y Busti se encuentran con unas bases populares que actúan por su cuenta, que decidieron tomar en sus manos la defensa de sus derechos. El pueblo gualguaychense sabe que si la construcción de las pasteras no se frena, su hábitat se destruye en proporciones alarmantes. De allí su intransigencia que tanto Busti como Kirchner quieren calmar y no encuentran la manera de hacerlo.
El poder del gran capital que moviliza a las pasteras es demasiado poderoso. La lucha es desigual. En contra de todas las apariencias, detrás de las movilizaciones y los cortes de los puentes sobre el Uruguay no está ni el gobierno nacional ni el provincial. Para ambos el poder popular que genera asambleas como la de Gualeguaychú constituye un problema difícil de resolver.
La lucha de la asamblea gualeguaychense muestra la potencialidad de la nueva política que explotó en la pueblada del 19-20 diciembre de 2001 y sus severas limitaciones. El poder de la asamblea es un micro-poder enfrentado al macro-poder que detentan las transnacionales que tienen en sus garras a los Estados tercermundistas. Es esa potencialidad asamblearia el germen de una nueva política. Si crece en fuerza y organización es posible pensar en el freno que es necesario poner a la lógica del gran capital.    

Fuente: lafogata.org