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Argentina: La lucha continúa

Recordando el origen de la deuda pública argentina

Silvio Coppola

La  deuda pública, y más en particular la deuda externa, es parte de un programa que en su momento trataran los teóricos del liberalismo económico y de la libre empresa, dentro del marco de la división internacional del trabajo. Situación que se ha mantenido hasta nuestro días, enmarcada ahora en el ámbito del "globalismo", donde como siempre, los países pobres del mundo, coadyuvan de una u otra manera a sostener el nivel de vida de los más ricos. Por eso las crisis económicas de estos, invariablemente, se reflejan, atenuando sus efectos, en los países periféricos, que sufren las peores consecuencias.
 
A fines de 1821 ya comenzaron por parte de la banca inglesa, los primeros "préstamos" a los  nuevos países de América. Así, son contraídos por Perú, Colombia, Chile, Brasil, los que dan todas clases de garantías para obtener los mismos. Y que caen rápidamente en mora, lo que los hace quedar atados a las prestaciones marcadamente usurarias de los acreedores, respaldados en última instancia por la flota inglesa. Por eso es lícito afirmar que "La historia de la dependencia argentina está jalonada por empréstitos contraídos en el extranjero, con la consecuente enajenación, dadas sus características, de nuestros recursos" (Damianovich Alejandro "El monopolio del Banco Inglés", A.Peña Lillo Edit., Buenos Aires, 1ª.ed.,1979, pág.59).
 
Así es como el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, encabezado por Martín Rodríguez y teniendo como factótum a su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia, fue facultado por su Legislatura en 1822, para contraer un "empréstito en el extranjero".  Sólo faltaba que dijera en la banca de Londres. Los motivos del mismo, señalados en la ley, eran para disponer del metálico necesario para construir un puerto, dotar a la ciudad de aguas corrientes y además fundar tres pueblos en el interior de la provincia, para detener el avance de los indios. La cantidad a contratar era un millón de libras esterlinas (cinco millones de pesos de plata de la época) al tipo de 70. Demás está decir que ni se construyó un  puerto, ni se dotó de aguas corrientes a la ciudad, ni se fundó ningún pueblo. Por eso Damianovich afirma en su libro que  todo fue "...un acto de auténtica piratería" (pág.61). Situación que fuera explícitamente señalada por ese ilustre patriota que fue Raúl Scalabrini Ortiz, que ya para la década de 1930 afirmara (Ver "Política británica en el Río de la Plata", Edit.Fernández Blanco, Buenos Aires, 1957, pág.71 y stes.):  "...ese primer empréstito representa una riqueza que se llevó de Argentina a Inglaterra", pero también se podría afirmar que el hecho "...colinda con la brutal denominación de coacción y aún de estafa internacional".
Para esta operación es de hacer notar que el ministro de Hacienda, Manuel José García (el mismo de la paz con el Brasil de 1828, a cualquier precio) justificaba la misma, con la falsa afirmación de que con el superávit fiscal semestral, se podía hacer frente a los pagos subsiguientes. Así fue como se facultó a un "consorcio" para negociarlo. Los ingleses  Juan y Guillermo Parish Robertson (que contaron sus viajes por estas tierras en su muy interesante libro "Cartas del Paraguay"), Braulio Costa, Miguel Riglos y Félix Castro, integraron el mismo. 
 
Tomar el empréstito a 70 significaba que el tomador recibía 700.000 libras esterlinas y se obligaba por 1.000.000.  Para junio de 1824, cuando llega Castro, ya estaba "colocado" en la plaza de Londres por la Casa Baring Brothers, al tipo de 85 o sea a favor de la misma se anotó la diferencia de 150.000 libras. Se emitieron dos mil  bonos de 500 libras cada uno, lo que totaliza la suma por la que se obligaba la Provincia de Buenos Aires, nada menos que con todos "sus bienes, rentas, tierras y territorios". Baring además agregó a su "cuenta" 10.000 libras por "comisiones" y un descuento de 130.000 por retención de cuatro servicios del empréstito, ya que se habían convenido pagos semestrales con el 6% de interés anual (alto para la época) y ½ % anual por amortización. 
 
Total a recibir por el millón de libras esterlinas: ¡¡560.000!!! Cabe acotar que, sin embargo, vino poco metálico del préstamo a Buenos Aires y según estudios hechos en su libro por Scalabrini Ortiz, la mayoría de las sumas fueron enviadas en letras de cambio para los comerciantes ingleses en el país. Los que de paso, de esa manera, tomaban préstamos del Banco de Descuentos (transformado en Banco Nacional en 1826 para salvarlo de la quiebra), pagaban las letras, si lo hacían, pues no hay constancias de ello ni de la cantidad siquiera parcial de los mismos con el suficiente detalle. Ya para 1828 no se podían abonar las amortizaciones y Manuel Dorrego, entonces gobernador de Buenos Aires, tuvo que vender dos barcos de guerra, que se construían en Londres, para efectuar pagos parciales, no obstante la necesidad de los mismos por el conflicto con el Brasil. La cotización de los bonos para agosto de 1829 ya estaba en un 20% de su valor nominal. Los que subieron ostensiblemente después de Caseros (1852) y en 1857 se reconoció una deuda por 1.641.000 libras esterlinas. Finalmente fue abonado en su totalidad -cuenta presentada por los acreedores y teniéndose en vista además que era también reemplazada esta obligación por otras- en 1904. Estímase que catorce veces su valor original.
 
Dado lo escandaloso de las características de este empréstito con la Casa Baring Brothers, Raúl Scalabrini Ortiz supuso al escribir su libro, que pudo haber sido el pago secreto que se hizo a Inglaterra, por el apoyo a nuestra independencia y que se pudo haber firmado al respecto un tratado no dado a conocer. No habla para nada de que todo pudo haber sido un negociado, aunque teniendo en cuenta la época -hacia 1935- era casi impensable tocar la figura de ningún "prócer" sin pruebas en la mano, especialmente la de Rivadavia, que era verdaderamente un "intocable" y según la miopía intencionada de Mitre, "el más grande hombre civil en la tierra de los argentinos". Hoy no se lo puede valorizar más que, en el mejor de los casos, que como intendente de la ciudad de Buenos Aires. Pero hay mucho más y es que de acuerdo a la nueva documentación conocida, la correspondencia de Rivadavia y los antecedentes de la Casa Baring de Londres, surge la figura del peculado, que ya fuera denunciado en su momento por Manuel Dorrego e inclusive por el miembro de la Legislatura Sáenz Valiente, propuesto originariamente como integrante del "consorcio" que negoció el empréstito y que renunciara al mismo, por la falta de claridad en toda la tramitación. Al respecto es interesante mencionar la opinión de Atilio García Mellid ("Proceso al liberalismo argentino", Edit.Theoría, Buenos Aires, 1957, pág.110): "...el gobierno de Buenos Aires, apremiado por presiones secretas de las logias, había tomado de la Casa Baring de Londres, un empréstito de un millón de libras esterlinas, del que se alcanzó a percibir un equivalente papel de sólo tres millones quinientos mil pesos. Como este fueron todos los planes del señor Rivadavia, pero él era un ideólogo y un civilizador".
 
En su libro "Baring Brothers y la historia política argentina" (Edit.Peña Lillo, Buenos Aires, 3ra.edición, 1974, pág.65 y stes.), Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, se preguntan: "¿Existía un pensamiento real de Rosas con respecto a la deuda Baring?"... La respuesta la encuentran en la carta de Rosas a Francisco Casiano Belaústegui del año 1849: ..."Sabe Ud.cual es el origen del empréstito de Inglaterra, sus condiciones, su objeto, su aplicación, sus funestísimos efectos. Contraído del modo más perjudicial en todos sus aspectos, por una administración de salvajes unitarios, sin plenitud ni legitimidad de mandato público a ese fin, fue legado con el penoso recuerdo de la malversación inmoral en que fue envuelto y dilapidado sin cuenta ni razón alguna" afirmando los autores a continuación, lo que puede ser un ejemplo para nuestros días "Rosas prefirió pagar el trabajo de su pueblo, en lugar de saldar los créditos de la banca estafadora".
 
Este empréstito fue la piedra basal de muchos otros que le siguieron. Su historia es triste, porque triste es la suerte de los argentinos, sometidos por un dogal que les oprime el cuello y que hoy en día aprieta como siempre apretaron los anteriores. Conocer a fondo el problema, es el primer paso para tratar de resolverlo.  

 Fuente: lafogata.org