Argentina: La lucha contin�a
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Estuvo en la represi�n y quiere la recompensa por un desaparecido
Es un ex polic�a, que en una reuni�n reservada cont� detalles del secuestro del ex gobernador de Salta Miguel Ragone, ocurrido 13 d�as antes del golpe del 76. Luego de escucharlo, el Gobierno puso una recompensa de 50 mil pesos. �Iba a ser una paga a medida? Si se confirma que integr� la patota criminal, deber�a ir preso.
Pablo Calvo
Clar�n
Cree que su verdad tiene precio. Tal vez sea un truh�n, pero quiz�s tenga la
llave para develar un misterio de 30 a�os: qu� fue de Miguel Ragone, el �nico
gobernador desaparecido de la historia argentina. Quiere hablar, pero no gratis.
Es un polic�a retirado que impresiona a quienes lo escuchan, por los detalles
con que envuelve su relato. Atrap� la curiosidad del Gobierno nacional, pero
demora su presentaci�n ante la Justicia. Siente que est� en peligro y que
necesita protecci�n. Asume que muchos quieren verlo preso. Y viaj� de Salta a
Buenos Aires para registrar su versi�n en un acta reservada, hasta hoy
desconocida. Clar�n reconstruy� la historia de la primera recompensa que ofrece
la Presidencia de la Naci�n por uno de los 600 desaparecidos durante el gobierno
de Isabel Per�n, tiempo y circunstancia que apenas se mencionan en el informe
Nunca M�s y permanecen casi inexplorados. El resultado es una trama sin final,
donde reina el desconcierto, los errores de c�lculo en altos niveles del poder,
la expectativa pol�tica y la falta de condenas en una causa que ya lleva 30
a�os. El orden cronol�gico de los hechos permite desatar un primer misterio: la
recompensa fue establecida 38 d�as despu�s de la aparici�n de este supuesto
arrepentido. �Pretend�a ser una paga a medida? �Qu� fue lo que cont�, el 16 de
mayo, que provoc� gestos nerviosos en el seno del poder? �Serv�a su descripci�n
para romper un pacto de silencio acorazado por tres d�cadas? �Alcanzaba para que
el presidente N�stor Kirchner respondiera por fin la pregunta que le hizo su
tutor pol�tico en la Patagonia, el ex gobernador de Santa Cruz Jorge Cepernic,
sobre el destino final de Ragone? Ragone naci� en Tucum�n en 1921, se mud� a
Salta de ni�o, obtuvo el t�tulo de m�dico en 1948 y fue hombre de confianza de
Ram�n Carrillo, el c�lebre ministro de Salud de Juan Domingo Per�n. En 1973 gan�
las elecciones en Salta y gobern� la provincia durante 17 meses y 22 d�as.
Depur� a la Polic�a provincial, se neg� a usar vi�ticos, custodia y auto
oficial. Lo acusaron de simpatizar con Montoneros, pero rechaz� integrar la
conducci�n del Partido Aut�ntico, brazo pol�tico de la organizaci�n, y fue
cr�tico de sus acciones violentas. Para la Justicia, "qued� debidamente
comprobado hist�rica y judicialmente que Ragone fue un ciudadano honesto y
pac�fico, que nunca adhiri� a la lucha armada". Aun as�, dijo a su familia: "Si
estar del lado de los pobres es ser montonero, entonces soy montonero". Su
administraci�n no sobrevivi� a la furia de la derecha peronista y fue
intervenida en noviembre de 1974. Volvi� a trabajar como m�dico en la Cl�nica
Cruz Azul. Hasta que el 11 de marzo de 1976 �13 d�as antes del golpe militar�
Ragone fue capturado por una patota de la represi�n ilegal, que ya usaba el
permiso oficial para "aniquilar" a la subversi�n. Desde aquella ma�ana, no se
sabe d�nde est� su cuerpo, ni d�nde la verdad. Es la misma ma�ana en que
comienza el relato del arrepentido. Esto es lo que dijo: Que los secuestradores
eran polic�as y que fueron convocados por radiograma para el operativo. El
tambi�n. Dio nombres de los que actuaron, aunque se sospecha que faltan varios,
sobre todo de la fuerza represiva conocida como la "Guardia del Monte". Que le
hab�an asignado un papel secundario, vinculado al tr�nsito, y que, al menos al
comienzo del d�a, no ten�a ni idea de qui�n iba a ser el blanco. Que todos
estuvieron listos y en posici�n a las 6.30, dos horas antes de la acci�n. Que la
zona hab�a quedado liberada. Que Ragone sali� de su casa del pasaje Gabriel Pul�
146 en su auto y dobl� hacia la izquierda por la calle Del Milagro. Y que el
abordaje se produjo una cuadra despu�s, al cruzar el pasaje San Lorenzo. Era el
camino habitual que tomaba hacia su consultorio, donde lo esperaban esa ma�ana.
Que el ex gobernador fue golpeado en la cabeza con la culata de un arma de fuego
e introducido a la fuerza en uno de los autos. Que hubo varios disparos. Que si
bien casi nadie pasaba por all� a esa hora, la aparici�n de dos testigos
complic� los planes y los captores les dispararon. All� fue herida Margarita de
Leal y muri� Santiago Arredes, que atend�a el almac�n de la esquina y era
hermano del inspector general de Polic�a, Roberto Arredes. Se piensa que
reconoci� a alguno de los captores. Que luego de una serie de maniobras de
distracci�n, llegaron hasta el dique Cabra Corral (a 65 kil�metros de la capital
salte�a) y el cuerpo de Ragone fue metido en una caja especialmente preparada,
con cemento adentro, para que se hundiera r�pido. Que dos personas llevaron la
caja, en lancha, hasta un catamar�n, atracado a 100 metros de la costa. Que en
este segundo viaje por el lago se busc� un lugar donde la profundidad estimada
fuera de 60 metros. Que entonces la arrojaron al agua y enseguida se hundi�.
Todo lo que dijo, el �ltimo 16 de mayo, en Buenos Aires, fue asentado en un acta
de cinco carillas, con escudo y membrete del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos y �cosas del destino� la leyenda oficial "2006-A�o de Homenaje al Dr.
Ram�n Carrillo", el primero en convocar a Ragone para la funci�n p�blica. Todas
las hojas exhiben tres firmas: la del testigo, la del jefe de Gabinete de la
Secretar�a de Derechos Humanos de la Naci�n, Luis Hip�lito Alen, y la de su
equivalente salte�o, Pedro Guill�n. Tres fuentes consultadas por Clar�n
revelaron que el testigo se llama V�ctor Hugo Viltes, quien no figuraba en los
archivos oficiales sobre violaciones a los derechos humanos, pese a que en este
caso se autoincrimin�. Las tres fuentes afirman que el hombre quiere dinero. La
validez de su confesi�n es un tema que decidir� la Justicia, pero el rango de
los funcionarios que la oyeron (hubo m�s personas en esa reuni�n, por ejemplo el
senador justicialista Marcelo L�pez Arias) y los movimientos que siguieron
despu�s, dejan entrever que, al menos en parte, al hombre le creyeron. El 23 de
junio pasado, a m�s de 30 a�os del secuestro, el ministro del Interior, An�bal
Fern�ndez, estableci� la recompensa de 50 mil pesos "considerando �dice su
resoluci�n 1106� que en el presente estado de la causa surgen indicios acerca de
la existencia de testigos presenciales de la privaci�n ileg�tima de la libertad
del ex gobernador, que estar�an dispuestos a prestar declaraci�n testimonial".
El incentivo, destinado a "todas aquellas personas que puedan aportar datos
sustantivos" acerca del secuestro de Ragone, hab�a sido solicitado por el
secretario de Derechos Humanos de la Naci�n, Eduardo Luis Duhalde, "en su
calidad de parte querellante", se�ala la disposici�n. Lo que sigui� despu�s
tampoco tuvo prolijidad. El acta fue enviada a la causa que se tramita en el
norte del pa�s, un poco en Salta y otro poco en Jujuy, pero el arrepentido no se
presentaba a declarar, lo que restaba entidad jur�dica a su relato. En esa
incertidumbre, el 16 de agosto apareci� una solicitada en diarios nacionales y
provinciales que daba cuenta de la recompensa especial "destinada a prorratearse
entre aquellas personas que aporten datos �tiles y fehacientes sobre los
hechos". El t�tulo de la solicitada enoj� a amigos y familiares de Ragone:
"BUSCADO", dec�a en imprenta may�scula. "�C�mo 'Buscado'? Es un t�rmino para
delincuentes", fue la queja. Mientras tanto, un debate en voz baja sobre la
conveniencia de establecer recompensas generales para quienes en el futuro
aporten datos sobre violaciones a los derechos humanos qued� congelado y el
ambiente pol�tico se enrareci� por la desaparici�n de Jorge Julio L�pez, testigo
del juicio contra Miguel Etchecolatz. En el caso salte�o, el presunto
represor-testigo-arrepentido �la Justicia escoger� el t�rmino exacto� se top�
con otro obst�culo en su camino hacia la recompensa: Miguel Medina, el cuarto
juez que lleva la causa, lo cit� a declaraci�n indagatoria, es decir que ya no
lo considera un simple testigo, que no puede mentir porque incurrir�a en el
delito de falso testimonio, sino que sospecha de su participaci�n activa en el
secuestro de Ragone. En esa condici�n, no est� obligado a declarar en su contra,
puede quedar preso y puede mentir. Sus palabras se convertir�an en humo y la
verdad seguir�a atrapada. Adem�s, la ley es clara: no puede pasar por ventanilla
para cobrar ninguna recompensa si se comprueba que particip� del delito, aunque
sea en forma secundaria. El diccionario define a la represi�n como "Acto o
conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener o castigar con
violencia actuaciones pol�ticas o sociales". Las fuentes consultadas por Clar�n
no dudan en calificar a este arrepentido como un "represor", en base a su propio
testimonio. La �ltima citaci�n que le envi� el juez Medina fue respondida con un
certificado m�dico, donde se indica que Viltes no est� en condiciones de
declarar, aseguraron fuentes del juzgado. Cerca suyo, adem�s, se sugiere que su
vida corre peligro y que necesita protecci�n oficial. Cuando los funcionarios
nacionales y salte�os evaluaron el cuadro de situaci�n, se dieron cuenta de que
hab�an cometido un grave error: que para esclarecer un crimen de "lesa
humanidad", casi terminan pagando la declaraci�n de un represor. Concluyeron que
todo fue un enorme papel�n, que no sirvi� para encontrar la verdad sobre el
destino final de Ragone. La solicitada que ofrece los 50 mil pesos nunca m�s
volvi� a salir. La Triple A y la derecha, enemigos de Ragone Miguel Ragone no
protagoniz� una excepci�n en la agitada realidad del peronismo en el poder de
1974: sufri�, aunque de manera m�s tr�gica, el sino de todos los gobernadores
electos en 1973 con perfil combativo, en forzada f�rmula con dirigentes
sindicales vandoristas. Oscar Bidegain, en la provincia de Buenos Aires; Alberto
Mart�nez Baca, en Mendoza; Jorge Cepernic, en Santa Cruz, y Ricardo Obreg�n
Cano, en C�rdoba, padecieron como Ragone, apenas llegados al poder, pero
especialmente despu�s de la muerte de Juan Per�n, el 1� de julio de 1974,
verdaderos golpes de Estado montados por la derecha peronista, con la hegemon�a
sindical vandorista, para la que esos gobernadores eran "zurdos infiltrados" y
militantes montoneros. Es esa disputa por el poder en el movimiento peronista,
agudizada hasta el nivel de la militarizaci�n, que explica la permanente
ofensiva desatada contra Ragone, desde mayo de 1973, por la CGT y las 62
Organizaciones peronistas salte�as, lideradas por su vicegobernador, Olivio
R�os. Para el momento en que el gobierno de Isabel Mart�nez de Per�n, en pleno
apogeo del poder de su ide�logo y ministro de Bienestar Social Jos� L�pez Rega,
dispuso la intervenci�n federal a Salta y el derrocamiento de Ragone, el 24 de
noviembre de 1974, ya hab�an corrido la misma suerte Obreg�n Cano y Bidegain, y
pronto seguir�a Mart�nez Baca. Era dif�cil, sin embargo, visualizar en Ragone a
un cl�sico representante de la izquierda, con su catolicismo militante, su
pasado como disc�pulo del ministro de Salud del primer peronismo, Ram�n
Carrillo, y su experiencia como militante peronista de la Resistencia, tras el
golpe militar de setiembre de 1955. Pero en una provincia con un poder
conservador tradicional, con fuertes contrastes en la distribuci�n de la
riqueza, las preocupaciones sociales de Ragone y sus contactos con los sectores
combativos del PJ lo marcaron r�pidamente como uno de los enemigos de la
poderosa estructura sindical. La caracterizaci�n se hizo m�s n�tida cuando,
frente a los ataques del sindicalismo vandorista de la provincia, uno de sus
brazos de apoyo m�s importantes fue la CGT de Salta. Cuando Isabel visit� la
provincia en la inauguraci�n del Congreso Eucar�stico, el 13 de octubre de 1974,
la frialdad, casi la indiferencia, con la que trat� a Ragone hab�a dado la idea
de que el fin de la gesti�n del gobernador estaba pr�xima. Sin medias tintas, el
decreto de intervenci�n firmado por el entonces ministro del Interior, Alberto
Rocamora, acusaba a Ragone de "una total desvinculaci�n respecto de los b�sicos
lineamientos nacionales", y de "una manifiesta ineficacia represiva frente a la
acci�n de fuerzas cuya actividad fue puesta al margen de la ley", en referencia
a Montoneros. A d�as del golpe, Ragone fue secuestrado, obviamente a manos de
las fuerzas paramilitares creadas por L�pez Rega, como la Triple A. Los mismos
que acribillaron a balazos a Atilio L�pez, el �nico vicegobernador sindical que
jug� hasta el final con su gobernador Obreg�n Cano. La lucha por la memoria
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El blanco y negro de las fotos que Clotilde repasa con sus manos suaves
contrastan con los colores que estallan en su jard�n. Fernando Peque�o la ayuda
con los recuerdos, completa las frases que deja en el aire, la acaricia cuando
el dolor quiere robarle una l�grima. "Me acuerdo perfectamente cuando le advert�
que no se metiera en pol�tica. Si lo quer�an tanto como m�dico de pueblo",
reprocha la abuela, de 85 a�os, mientras su mirada traspasa el tiempo para
quedar frente a esa escena, donde Miguel Ragone la escucha y la calma, sabiendo
que no le har� caso. El que la calma, de este lado de la mirada, es su nieto,
embarcado en rearmar un rompecabezas familiar oxidado por d�cadas de silencio,
sufrimiento y temor. Los dos reciben a Clar�n una ma�ana de primavera, que al
pie del cerro San Bernardo, en Salta, se siente como un abrazo del sol.
"Reconstruyo a mi abuelo de a pedacitos, un d�a con el testimonio de un
allegado, otro d�a con un documento, otro d�a con una persona que me para por la
calle para contarme una an�cdota sobre �l. Quiero transformar la par�lisis que
hubo aqu� durante tres d�cadas en acci�n. Es una b�squeda que me completa", dice
este estudiante de antropolog�a social, que de adolescente padeci� la censura
social sobre un caso que la sociedad salte�a ocult� bajo la alfombra, y que
ahora, de repente, sac� a la luz. El Estado le pag� una indemnizaci�n a la
familia por haber sido v�ctima de la represi�n ilegal, pero el caso estuvo un
largo tiempo silenciado. Hace 30 a�os, la viuda recibi� el mocas�n marr�n que se
le cay� a Ragone durante el forcejeo con sus captores. Los restos jam�s
aparecieron. "Igual sigo esperando. Ojal� haya noticias antes de que me muera".
Una an�cdota pinta su sentido de solidaridad: a las pocas semanas de desaparecer
Ragone, ella regal� toda su ropa a gente pobre de la provincia que la
necesitaba. Fernando Peque�o tambi�n se mueve. Acompa�� a Clar�n a recorrer
lugares emblem�ticos de la vida de Ragone y ahora trabaja para que el futuro
puente que se har� sobre el r�o Seco en Tartagal (el anterior qued� destruido
por las �ltimas inundaciones) lleve el nombre de su abuelo y se convierta en un
s�mbolo de la integraci�n entre las poblaciones postergadas de Salta. Pol�mica:
cu�l es el l�mite �tico para pagar El l�mite legal es clar�simo: si alguien
particip� de un delito, no puede cobrar ninguna recompensa por ayudar a
esclarecerlo. El l�mite �tico empieza a ser parte de un debate. El caso m�s
actual es el de Jorge Julio L�pez, testigo del caso Etchecolatz, por cuyo
paradero se ofrecen 200 mil pesos. �Es correcto el incentivo? �Y si el que se
presenta a cobrar tuvo que ver con la desaparici�n? Aqu� las primeras voces de
una pol�mica que asoma: Fernando Peque�o, nieto de Ragone: "Nunca negociar�amos
con un asesino y sent� mucho enojo porque no nos consultaron cuando decidieron
poner la recompensa". Luis Hip�lito Alen, jefe de Gabinete de la Secretar�a de
Derechos Humanos de la Naci�n: "Dudo que en el caso Viltes se pueda aplicar,
porque los que aporten datos no tienen que tener ning�n tipo de participaci�n en
el hecho. Y es el juez el que debe determinar si es un testigo valioso que
merece ser recompensado". Pedro Guill�n, secretario de Derechos Humanos de
Salta: "La recompensa es un mecanismo gen�rico. Se habl� de esto antes de la
aparici�n de Viltes, quiz�s falt� formalizarlo. Tal vez no sea lo mejor desde el
punto de vista �tico, porque los ciudadanos tienen la obligaci�n de declarar".
Jes�s P�rez, ex ministro de Hacienda de Ragone: "Una recompensa puede dar una
soluci�n, pero el juez debe analizarlo bien. A veces hay 'perejiles' que pueden
ayudar a resolver una verdad hist�rica". Gregorio Caro Figueroa, historiador:
"Me parece que es un recurso extremo y discutible, que puede abrir una v�a
riesgosa, porque pueden surgir testimonios y pistas falsas". Juan Carlos
Villamayor, ex secretario de Prensa de Ragone: "Supongo que tuvieron buena
voluntad, pero en este caso lo hicieron muy mal".
Fuente: lafogata.org