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Argentina: La lucha contin�a

�Juzgar o no juzgar al genocidio?

Emilio Mar�n
La Arena

Despu�s del acto de los defensores del terrorismo de Estado ha quedado develado uno de los misterios que m�s guardaban. No apuntan a reivindicar a los militares muertos en los '70 sino a salvar a los vivos de los juicios por violaciones a los derechos humanos.

Esta vez el acto convocado por la Asociaci�n de V�ctimas del Terrorismo en Argentina (Avta) y Argentinos por la Memoria Completa no provoc� mayor pol�mica. A lo sumo los diarios discreparon sobre si hab�a reunido 2.500 personas tal como inform� P�gina/12 o las 5.000 que le adjudic� generosamente "Gaceta Ganadera". Al fin de cuentas una discusi�n menor porque en lo que todo el mundo estuvo de acuerdo fue en que all� se hab�a reclamado centralmente por una amnist�a a los militares procesados en causas derivadas de la represi�n ilegal de la dictadura.
Para decirlo con las palabras de uno de los dos oradores de Plaza San Mart�n el jueves, Jos� Mar�a Sacheri, de Avta: "le pedimos al Congreso una consulta popular para alcanzar la m�s amplia amnist�a general y ofrecemos nuestra mano abierta, incluso a aquellos que asesinaron a nuestros padres".
La imagen de la mano abierta, supuestamente tendida para la reconciliaci�n y opuesta al pu�o cerrado de la confrontaci�n o revancha, fue tomada por ese orador directamente del arsenal grondoniano. Mariano Grondona la viene exponiendo todos los �ltimos domingos en "Hora Clave". Lo hace con cara compungida y obispal, disimulando su condici�n de ide�logo del Proceso y asesor pol�tico del comandante de la Fuerza A�rea de entonces, brigadier Basilio Lami Dozo.
Aunque no lo cit�, Sacheri tambi�n pudo decir que su idea la sac� de las homil�as del cardenal Jorge Bergoglio, que viene operando pol�ticamente a favor de una "reconciliaci�n nacional" concebida como un reencuentro despojado de justicia y, por supuesto, de verdad hist�rica.
Debajo de esas exhortaciones supuestamente amplias hechas al gobierno de N�stor Kirchner, tanto Sacheri como su camarada de armas en la tribuna, Ana Lucioni, arrancaron los mayores aplausos cuando hicieron referencias hiper cr�ticas al presidente. "Los soldados no piden perd�n por defender a la Patria" fue otro de los hits de la concentraci�n, de donde se desprende una completa reivindicaci�n de lo actuado en esos a�os donde la vida de los argentinos no val�a nada.
Coherente con ese punto de vista, el abogado Conesa Mones Ruiz que defiende a los represores Luciano B. Men�ndez y Antonio D. Bussi -a los que el juez federal Parache de Tucum�n orden� recluir en una c�rcel com�n-, dijo que sus dos clientes eran "h�roes nacionales". Unas 400 causas por violaciones a los derechos humanos los incriminan en esa provincia y no precisamente por hero�smo.
"No hay amnist�a que valga", replic� en nombre del gobierno el ministro An�bal Fern�ndez. Como su palabra no vale mucho en la consideraci�n p�blica, el propio presidente aclar� desde Chubut que es parte de quienes quieren memoria y que no haya m�s impunidad, palabras m�s o palabra menos.
En este tema coinciden el PEN y la mayor�a de los argentinos, como se pudo apreciar el viernes con la nutrida concurrencia a la Plaza de Mayo ante el llamado de los organismos de derechos humanos. Unas 100.000 personas se movilizaron en rechazo a la idea de amnist�a a los represores y a favor de la aparici�n con vida de Julio L�pez, el desaparecido 30.001, dejando chiquito el acto de los videlistas.

Conflicto con la iglesia


Para ser justos, la confrontaci�n de la Iglesia con el gobierno -otro de los temas pol�ticos de la semana- no la inici� Guillermo Marc�, vocero de Bergoglio. S� es cierto que la deton� en parte al hacer declaraciones inusualmente directas, afirmando que el presidente fomentaba la divisi�n y que en esa medida se convert�a en "peligroso para todos".
Pero esa tesis no hizo m�s que concretar lo que el propio arzobispo de Buenos Aires hab�a dicho el domingo anterior en Luj�n, tras la tradicional caminata por la virgen, cuando apostrof� a los que "siembran la discordia".
Esa fue una referencia directa al jefe de Estado. El cardenal ha tomado partido hace tiempo en la discusi�n sobre si hay que revisar el pasado de terrorismo de Estado o cerrarlo con una amnist�a como antes se quiso hacer con las dos leyes del perd�n y los indultos.
El ex jefe provincial de los jesuitas, viejo amigo del almirante Emilio E. Massera, tiene una posici�n tomada al respecto: para �l debe prevalecer la supuesta unidad de los argentinos, a como d� lugar. Todo lo que afecte esa perspectiva, como los reabiertos juicios a los represores, debe ser dejado de lado. Y si el gobierno insiste en la v�a judicial, se hace merecedor de filosas cr�ticas como resonaron en los Tedeum y homil�as de los �ltimos tres a�os. La �ltima vez que se hizo pasar un mal rato al presidente de la Naci�n fue el pasado 9 de julio en la Catedral, aunque de uno y otro lado se explic� que el discurso del papable no hab�a tenido una referencia espec�fica enderezada a Balcarce 50.
Adem�s del asunto represi�n ilegal, otros t�picos empiojaron la relaci�n bilateral. El m�s sonado, a comienzos del a�o pasado, fue protagonizado por el obispo castrense Antonio Baseotto pidiendo que al ministro de Salud lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello. El delito de Gin�s Gonz�lez Garc�a habr�a sido el programa de distribuci�n gratuita de preservativos y ciertas declaraciones considerando al aborto un mal menor frente a tanta mortalidad materna y embarazos no deseados, incluso algunos surgidos de las violaciones de mujeres.
Va de suyo que ese conflicto no est� cerrado. El Papa, tan r�pido para asignar nuevos destinos a los suyos -promovi� esta semana a Marcelo Martorell, que se precia de haber sido amigo de Alfredo Yabr�n, al obispado de Iguaz�-, no lo mueve a Baseotto ni un mil�metro de donde est�.
Y relacionado con el tema meneado por el apologista de los vuelos de la muerte, est�n los propios de la educaci�n, donde tambi�n chocan el gobierno y el purpurado. El Senado convirti� en ley esta semana un proyecto para impartir educaci�n sexual desde la escuela primaria, algo largamente resistido por la iglesia y los partidos de la derecha. En la ciudad aut�noma ese fue el rol del macrismo capitaneado en la Legislatura por Santiago de Estrada. En la C�mara Alta ese papel de cruzada lo tom� la representante de San Luis, que m�s que hablar en nombre de los puntanos lo hace por el Opus Dei.
Est� claro que en el largo camino que queda ahora para la reglamentaci�n y aplicaci�n de esa norma -bien vista por la mayor�a de los argentinos y los cat�licos- habr� muchas otras batallas.
Bergoglio en Luj�n hab�a hablado de que "el demonio no se queda tranquilo. Es el padre de la mentira, de la divisi�n, de la discordia, de la violencia. A ese padre no lo queremos porque no nos hace hermanos y nos divide". Y el presidente le contest� que el diablo tambi�n se mete con los que usan sotanas. Esta pelea va a tener m�s rounds, sobre todo luego que los videlistas leyeran en su acto una carta con un mensaje del cardenal donde se afirmaba que "los argentinos debemos arrepentirnos de nuestros errores y mantener un esp�ritu de reconciliaci�n, alej�ndonos de la impunidad como de rencores y resentimientos". El jesuita da vuelta las cosas y sigue sin entender que el genocidio es un delito de lesa humanidad que no prescribe, tal como se lo record� Estela de Carlotto, de Abuelas.

El lado flaco


Si el gobierno muestra un amplio grado de acompa�amiento de la sociedad en derechos humanos, en cambio es criticado bastante y con raz�n en flancos socio-econ�micos.
Por ejemplo, en estos d�as se difundi� informaci�n oficial del Indec sobre que el 10 por ciento m�s rico de los argentinos tiene un ingreso 31 veces mayor al 10 por ciento m�s pobre. Ese dato evidente sobre la desigualdad de los ingresos quiso ser amortiguado por el oficialismo recordando que en la �ltima de las mediciones el �ndice hab�a sido peor, de 36 veces. Tambi�n se oyeron voces recordando que en el momento m�s cr�tico de 2001-2002 fue a�n mayor, cercano a 50 veces.
Como sea, pero ese abismo de diferencia entre los que m�s tienen y los que no cubren ni siquiera una canasta m�nima de alimentos, no puede ser exhibido como un logro del kirchnerismo. Hasta sus seguidores m�s concientes reconocen que en equidad social lo hecho en estos tres a�os es muy poco. Esos sectores del kirchnerismo que anidan en la CTA o en organizaciones de derechos humanos saben que, por otro lado, en esta d�cada el banco Macro Bansud de Jorge Brito, pas� de tener 2 sucursales a 280 en todo el pa�s. Aunque esos cr�ticos no lo digan expresamente, es obvio que toda la justicia social que est� faltando en un extremo amplio de la sociedad tiene que ver con la excesiva acumulaci�n de capital en la otra punta.
Sin tomar nota de lo que expresan los relevamientos del Indec, y qued�ndose con la ligera mejor�a, el presidente Kirchner declar� que "desde que empezamos nuestro gobierno hemos mejorado la distribuci�n del ingreso entre ricos y pobres". La realidad no se compadece con esa afirmaci�n cuando s�lo el 30 por ciento de las familias gana m�s de 1.800 pesos por mes y la mitad de los argentinos vive con menos de 11 pesos por d�a.
No son declaraciones de Bergoglio ni de Mauricio Macri sino estudios del Indec: 10,7 millones de argentinos viven por debajo de la l�nea de pobreza y de �stos 3,8 millones son directamente indigentes.
"Todav�a estamos en el infierno" suele decir el jefe de Estado cuando pretende justificar al andar a lo Mostaza Merlo de "paso a paso". Pero esa prolongada permanencia en el averno no solamente quema a muchos compatriotas sino que les da armas a los Jinetes de la Apocalipsis, entre ellos el cardenal, el ni�o Mauricio y los seguidores de Videla para que pontifiquen sobre trabajo y justicia social.

Fuente: lafogata.org

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