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Argentina: La lucha continúa

Le debemos unas palabras a quien no la tuvo
Masacre en la Séptima: Hoy es el sepelio de Ricardo Edgar Pared

Sonia López
Argenpress

"Juventud divino tesoro" decía el poeta Rubén Darío expresando el amor que le tenía el sistema a la fuerza de trabajo joven y briosa de la época industrialista. Hoy ese amor se transformó en aversión. El sistema de globalización neoliberal odia profundamente a la juventud que nace y va creciendo. El sistema excluye a millones de seres humanos y entonces programa estatutos de exterminio para "los que sobran" personas que solo aparecen en las estadísticas fatales, sin nombre ni historia.

Ricardo Edgar Pared tuvo pocas cosas lindas en su vida. Hace años perdió su inocencia de niño y estaba detenido esperando procesamiento por una causa de homicidio gravísimo. Dicen en los barrios que estaba detenido para que el hermano que está en la Cárcel de San Cayetano cante, de rehén sencillamente estaba, ¿pero acaso importa si Ricardo fue o no responsable de aquel homicidio? ¿O acaso importó que Matías sea un ángel detenido por averiguación de antecedentes? Ambos fueron victimizados hasta el martirio con una muerte horrible por la Policía.

Pero parece que hay gente a quienes les importa y mucho. Gente con estudios, cultura y aparente sensibilidad te dice: -pero ese chico Pared mató a ese pobre hombre, pero igual no merecía morir así claro… O peor otros, impregnados de la cultura de racismo social que padecemos te dice cosas aberrantes en verdad.

Escucho y trato de comprender pero no deja de impresionarme ¿Cómo la Justicia o la Sociedad le pueden hacer un reproche legal a un joven por un delito gravísimo si desde estamentos del Estado lo matamos de manera espeluznante? ¿Cómo le vamos a enseñar el sagrado valor de la vida humana a los jóvenes, que tanto pregonamos desde nuestra cultura "occidental y cristiana", si permitimos que una institución del Estado como la Policía de Corrientes ostente el poder sobre la vida y la muerte de nuestros hijos? ¿O es que en el fondo Ricardo Pared, un joven muy humilde con antecedentes delictivos, nos muestra en su corta historia lo que no queremos ver como sociedad negadora e hipócrita? ¿O es que también en ese fondo, no reconocido, queremos en realidad que muera como todos los niños y jóvenes arrojados desde pequeños a la marginalidad y que molestan a los ojos coquetos de una ciudad que se pinta por fuera y se pudre por dentro?

En su corta vida tuvo menos que nada Ricardo para entusiasmarse, hasta que su mujer quedó embarazada. Cuentan que resolvió la joven pareja no averiguar el sexo del bebé para que la maravillosa sorpresa del nacimiento sea completa.

Ricardo estando detenido en víspera del parto de su primogénito y viendo que la policía le negó ilegalmente su derecho a ver al bebé y el derecho del bebé a tener identidad, se jugó. Y lo hizo a todo o nada, como ya era su vida. Se jugó por el amor y lo hizo a muerte. Así comenzó todo, un niño que debía nacer, un padre detenido que debía reconocerlo, sujeto a una investigación que aún no alcanzaba para resolver un procesamiento. Y allí estaba, solapada, esperando una oportunidad la profecía autocumplida: la sentencia. La pena de muerte clandestina que rige en nuestra Provincia terminó por definir todo: el fin de la vida de este joven junto a otros dos, la soledad de una mujer de 18 años, el dolor de sus familiares y un bebé que queda 'guacho' como se le dice despectivamente a los huérfanos pobres.

Estoy en la sala velatoria con Maria Gladis la hermana, la misma sala que albergó los restos de Matías, ahora Ricardo Edgar Pared de 17 años, está allí con ese gran Jesucristo crucificado a sus espaldas, junto a una multitud de niños, hijos de los numerosos hermanos, sobrinos, entre ellos un bebé, pequeñín de gorrito de espuma de algodón en la punta, todavía con los rasgos rosados fuertes en su rostro de recién nacido y sus pequeñas manitos recién descascarando la piel después del parto, se trata de Enzo Ricardo Edgar Monzón, que debió apellidarse Pared, pero la Policía de Corrientes dispuso que así no sea, resolvió negarle la identidad a este niño que ahora solo tiene a la mamá Natalia Monzón de 18 años.

Cuando el hijo comenzaba a nacer el padre comenzaba a morir, jamás se enteró Ricardo que es papá de un hijo varón y que su hijo se llama como él Enzo Ricardo Edgar, la mamá me dijo que aunque le hayan negado el apellido de Ricardo ella le puso su nombre. Una historia de amor que no pudo ser. Un doble crimen que tratan de ocultar los funcionarios: negarle la identidad a un recién nacido y matar al padre calcinado junto a otros dos chicos. Tal vez Enzo tenga la oportunidad que no tuvo su papá.

Viendo al hijo buscando el seno materno, con los ojitos cerrados medio dormido aún, en el regazo de esta chica que llora desconsolada, tengo la certeza obvia pero necesaria, que así de inocente era Ricardo cuando nació. Vivió 17 años en esta jungla confusa y primitiva y terminó detenido, señalado, acusado, torturado y asesinado

Todos nuestros hijos nacen así con esa pureza infinita. Lo que suceda los años subsiguientes depende de todos nosotros. Depende de que tengamos la fuerza y el valor necesarios, como sociedad toda, para desterrar la exclusión social como política de acumulación del capital, para barrer a los gobiernos que oprimen y se enriquecen con la pobreza generalizada protegiendo a sus asesinos a sueldo y a sus funcionarios corruptos, y depende de la capacidad humanista que tengamos como pueblo para darles amor, cultura, educación, salud, contención y razones concretas para vivir a los miles de jóvenes que siguen vivos en Corrientes y que seguirán naciendo y creciendo.

Si no les damos futuro, a los jóvenes, no les pidamos un presente dócil y angelical. Allí están, son miles, son millones y están creciendo, no pidieron nacer ni estar en este mundo. O hacemos un lugar social e histórico digno de ser vivido para ellos, o no habrá cárceles ni jaulas ni masacres que alcancen a detener la venganza generacional que sobrevendrá inexorable.

* Sonia López es Secretaria General del Partido Comunista de la Provincia de Corrientes.

Fuente: lafogata.org