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Latinoamérica

Ilusionismo político

ACERCAMIENTOS PARA LA PAZ

Alfredo Rangel Suárez Fuente
El Tiempo

El Gobierno no se mueve del esquema de no dialogar en medio del conflicto.
Los recientes golpes de opinión del Gobierno sobre el tema de la paz mejoran su imagen en forma pasajera, pero no necesariamente nos acercan a la paz. Es ilusionismo político. Las Farc desecharán la oferta gubernamental e insistirán en el despeje de Florida y Pradera. Con el Eln se volverá pronto al punto inicial.
Pero Maquiavelo decía que la gente se mueve más por lo aparente que por lo real, y que a los súbditos hay que mantenerlos asombrados y en suspenso. Es lo que hace el Gobierno.
En efecto, desde hace más de un año hay un diálogo de sordos entre el Gobierno y el Eln. El Gobierno ha hablado exclusivamente de desmovilización, reinserción y desarme, previo alto el fuego unilateral de la guerrilla; el Eln ha descartado la posibilidad de realizar conversaciones de paz con el Gobierno y se ha centrado en llegar a un acuerdo humanitario que incluya una amnistía general para sus presos, un alto el fuego bilateral y temporal y la limitación del uso de minas y artefactos explosivos.
¿Qué ha cambiado para que se hayan generado tantas expectativas? El Gobierno ya no exige el alto el fuego como condición para hablar en el exterior con la guerrilla, pero en Colombia sí. Además, ha cambiado parcialmente su discurso y dispuso la excarcelación temporal de 'Galán' para realizar gestiones de paz con la sociedad civil.
Pero el Gobierno no se ha movido un ápice de su esquema de no realizar diálogos en medio del conflicto, y esto continúa siendo un aspecto procedimental crítico para dialogar con la guerrilla. De otra parte, su cambio discursivo podría ser una mera tautología: si la guerrilla suspende el conflicto, el Gobierno acepta que hay conflicto.
Para que fuera algo más, tendría que aceptar que en Colombia existe un conflicto armado de naturaleza política y que en último término la solución es un acuerdo político negociado entre las partes: el Estado y la guerrilla.
Lo cual significa aceptar que la agenda es mucho más que desmovilización y reinserción.
En consecuencia, si el Gobierno está dispuesto a llegar a un acuerdo político con la guerrilla tendría que disponerse a hablar y acordar con ella reformas políticas, sociales, económicas e institucionales. Y tal vez lo más importante: que estos cambios se tendrían que realizar por canales institucionales distintos a los actuales, contra los cuales precisamente se han levantado en armas los guerrilleros. Todas estas son las implicaciones de aceptar la existencia de un conflicto armado y su solución política, puesto que la guerrilla no ha sido derrotada en lo militar.
Por ahora, el Gobierno solo facilita los acercamientos de un líder guerrillero preso con personas de la sociedad civil. Es francamente exagerado interpretar esto como el despegue definitivo de un proceso de paz.
'Galán' ya ha salido infructuosamente seis veces de la cárcel y no tiene mayores limitaciones para hacer allí esos contactos. Sus jefes, los miembros del Coce, se mantienen distantes y silenciosos. Ni 'Galán', ni el Coce, ni el Gobierno parecen tener claridad sobre lo que buscan con esos contactos, o cada uno tiene una idea distinta. Nadie parece tener una estrategia clara.
Es, en pequeño, la misma confusión que por muchos años ha permanecido inalterada sobre la traída y llevada Convención Nacional: nadie sabe para qué serviría, quiénes la integrarían, cómo se elegiría, etc.
Es lógico pensar que los intereses, los tiempos y las visiones de 'Galán' y del Coce sean distintos. El mutismo actual y las reiteradas y erráticas salidas de última hora del Coce dan más bien para pensar que su obligada alianza con las Farc es de largo aliento, tanto para la guerra como para la paz. Y, por lo pronto, para las Farc estos son tiempos de guerra. No hay que dejarse llevar por las ilusiones.
* Director de la Fundación Seguridad y Democracia alfredorangelsuare