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Latinoamérica

 
"No compartimos que el fin justifica los medios"

  Mensaje de la 36

El 25 de agosto amanecía con un aire caribeño después de uno de esos ciclones tropicales que todo lo arrasa y destruye. Árboles sobre las calles, las veredas, y hasta encima de varias viviendas. Cables de electricidad colgando, cientos de evacuados y ocho fallecidos trágicamente, además de otras lamentables pérdidas humanas, tras los accidentes de la ‘noche de la nostalgia’.
Sin diarios debido al feriado y con varias radios cortadas por las inclemencias del tiempo, por la noche, la televisión fue más estrella que nunca esta vez.
Los pobres en los refugios comunales, los gobernantes y legisladores encerrados en el Palacio Legislativo que estaba cumpliendo 80 años de firmeza institucional, con algunas interrupciones.
Mientras se celebraba tal imponente conmemoración llena de recuerdos magníficos, los mozos desfilaban portando bandejas repletas de copas y confituras.
El enorme mural mostraba a un Artigas rodeado de sus paisanos, negros, indios y mulatos de brazo enastado con sus lanzas de medias lunas.
 
En el Cerro, los niños y las madres desguarnecidas, cebaban mate alrededor de un fogón común y esperaban la noche para dormir sobre unos colchones tirados en el suelo.
Afuera había quedado su rancho de costaneros destrozado y sus escasas pertenencias a la intemperie.
Como ha habido tres situaciones de emergencia durante este tiempo, la delegada del Centro Comunal advertía que carecen de recursos para ayudar a los vecinos a reconstruir su precaria vivienda.
Igualmente esa gente no pide ni exige nada, y en definitiva el salón comunal es más acogedor y seguro, que los tugurios donde han sido obligados a sobrevivir estos compatriotas.
 
Discursos no faltaron ayer y el programa de gobierno, como el protocolo, está para cumplirse.
En el sitio histórico de Florida estuvieron Gobierno y Fuerzas Armadas desfilando.
Solo no quisieron hablar una sola palabra para la prensa los tres comandantes de las Fuerzas Armadas.
Entre ellos un hombre aviador que reconoció que trajo a uruguayos secuestrados en la Argentina y con los cuales se montó en Uruguay una escena como que hubieran sido detenidos en territorio uruguayo.
El objetivo era levantar el embargo de armamento impuesto por el Congreso norteamericano, durante el gobierno de Carter a la dictadura uruguaya.
La ministra siguiendo el ejemplo de otros dirigentes de gobierno sostuvo que no tiene razones para no creerle a los militares.
 
Si lo que se está buscando son solo los restos de los compañeros desaparecidos, se necesitará de mucha paciencia y constancia.
Si en cambio el gobierno progresista y la sociedad uruguaya quieren conocer la verdad y hacer justicia, juzgando y condenando a los culpables de las violaciones de derechos humanos y de la política de terrorismo de Estado, las cosas cambian.
 
El Comandante de la Fuerza Aérea, Enrique Bonelli, ha confesado públicamente haber participado directamente en uno de los vuelos desde la Argentina a Uruguay con prisioneros políticos.
El Gobierno lo sabía pero no había dicho nada.
¿No es motivo suficiente como para que en el mismo acto el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas -que es el presidente de la República- lo mande preso?
¿Qué otra prueba se necesita para apartarlo del cargo y comenzar una investigación inmediata a partir de sus declaraciones?
¿No es una razón moral y política que el conocimiento de este hecho signifique que por lo menos aquellos dirigentes a los cuales se les ejecutó a sus propios compañeros tomen distancia de tan repudiable y comprometedora compañía en actos públicos?
¿Estaremos nosotros tan equivocados? ¿Seremos nosotros los desubicados? ¿Estaremos envenenados por un pasado? ¿Se habrá extraviado nuestra cabeza?
 
La sociedad se va acomodando poco a poco en razón de las necesidades del momento y en todos los planos de la vida.
La gente pide que se condene a los pobres que no dejan gobernar en paz con sus reclamos fuera de lugar y a destiempo.
¿Por qué no pidieron aumentos antes?
¿Y ahora se quejan cuando les prometen ayuda social? ¿Por qué no se quejaron antes?
¿Cómo quieren conseguir empleo si no llegan las inversiones extranjeras?
¿De dónde vamos a sacar dinero prestado, si no se cumple con el pago de la deuda?
¿Y solamente las plantas de celulosa son malas, acaso no contaminan las curtiembres, los fertilizantes, las fábricas de portland?
¿Y qué vamos ha hacer ahora con los eucaliptos que ya hay plantados?
¿Si no firmamos el tratado de inversiones con Estados Unidos perderemos la oportunidad de integrarnos al mercado?
¿Y si dejamos que una empresa extranjera siga manejando el agua potable qué importa, si solo se trata de dos mil conexiones en Maldonado?
¿Y si alguien declara que trasladó a detenidos desaparecidos para salvarlos de la muerte segura en la argentina, como no creerle?
¿Y si un ministro mantiene el sueldo de legislador por qué se trata de unos pesos más por que no aceptarlo?
Y sí alguien que antes estaba contra el FMI, las plantas de celulosa, las privatizaciones, el pago de la deuda, la intervención militar en otros países, las AFAPS, las asociaciones de las empresas del estado con privados, ¿qué de malo tiene que ahora cuando está en el gobierno piense todo lo contrario?
 
Los miedos de la dictadura en la sociedad uruguaya han ido cambiando, por otros miedos nuevos pero no menos dañinos.
El periodista tiene miedo a preguntar, a cuestionar, a confrontar, a mostrar contradicciones.
El que tiene trabajo tiene miedo a perderlo a quedar cesante.
El funcionario de gobierno tiene miedo a ser mal visto, a convertirse en un "contra" en un enemigo.
El dirigente de izquierda teme a ser aislado, combatido, resistido, y abandonado por sus electores.
El intelectual tiene miedo a no ser publicado, oído, recibido en las oficinas del Estado, en las carpas municipales, en los teatros, en los espacios de la televisión.
El educador tiene miedo a ir a contrapelo de los demás, a convertirse en la oveja negra, a que el colectivo lo abandone.
El trabajador, el empleado, el obrero y asalariado también siente miedo, a que nadie los defienda, a nos ser comprendido, a entrar en las listas negras, a ser catalogado de hacerle el favor a la derecha.
 
Y siente miedo el militante de izquierda.
Siente temor a que lo califiquen de radical, de extremista, de ultra.
El militante de izquierda asume una actitud defensiva y entiende que con eso es responsable y comprensivo.
El militante de izquierda, elude la discusión directa, evita decir lo que piensa, trata de adaptar sus actitudes al estilo de los demás, y piensa que mantiene sus ideas invariables e inamovibles en los más profundo de su alma, pero sin expresarlas abiertamente.
El militante de izquierda también siente miedo a ser combatido en su lugar de militancia política, en su trabajo, en su barrio, en su propia familia.
El militante de izquierda es puesto a prueba todos los días cuando escucha en la calle, en la feria, en su propia casa las mismas ideas y concesiones que le escucha por las noches en la televisión al Ministro de Economía y el resto de los gobernantes.
El hombre de izquierda tiene sus propios temores porque las principales acusaciones en su contra provienen del "mismo palo" y no del enemigo.
 
El dirigente de izquierda tiene miedos.
Miedos humanos y políticamente lógicos.
Alguna vez durante el día ese dirigente de izquierda se pregunta ¿y no seré yo el equivocado?.
¿No estará bien comenzar a pensar que el único cambio posible en estos tiempos que vivimos son los de mejorar un poco la vida de cada uno, de comenzar la caridad por casa?.
¿De no pretender cambiar el mundo como antes sino mirar la comarca, el barrio, el solar propio?.
¿Cuánto se ha hecho por los demás, cuantos años llevamos, cuantos años detenidos, cuantos de exilio, cuantos de excluidos?
¿Ya no será hora de reconocimientos de aceptar que el socialismo es solo una utopía, una quimera inalcanzable?
 
También el periodista de izquierda tiene miedos.
Miedos a derrumbar antes de tiempo las esperanzas de la gente, a despertar al pueblo del ensueño imaginario, de volverlos a la dura realidad.
El periodista de izquierda siente temores por su responsabilidad de no sumarse al dulce somnífero de la gran prensa, al romanticismo cotidianos donde los ministros solo dan las buenas noticias, las buenas nuevas, y hablan de la nueva Jerusalén que nos espera a los uruguayos.
 
Hoy cada encuentro de un ministro del gobierno progresista con un periodista, es un verdadero idilio sobre cada uno de los acontecimientos futuros del país.
La Ministra de Desarrollo Social promete presentar próximamente un nuevo censo completo de todos los pobres uruguayos, que ya está siendo actualizado.
El Ministro de Ganadería promete el cordero a veinticinco pesos y a veinte el puchero de pecho. El Ministro de Trabajo, anuncia el casi total acuerdo de los Consejos de Salario entre patrones y trabajadores. El Secretario de la Presidencia anuncia a los medios de prensa que ya se arribó a la cal en las excavaciones en los cuarteles. Y hasta la oposición anuncia una interpelación al Ministro de Medio Ambiente por las plantas de celulosa, pero para respaldarlo.
El Ministro de Economía un día informa que se logró el acuerdo con el FMI en tiempo récord. Al otro día informa a la prensa por que el candidato colombiano que impulsaba Washington es el mejor para la presidencia del Banco Mundial.
Otro día el Ministro del Interior anuncia los nombramientos y asensos de policías y militares cuestionados por violaciones a los derechos humanos.
Y a la noche, el Ministro de Relaciones Exteriores comunica el envío de nuevos contingentes de soldados a Haití.
El Ministro de Cultura da a conocer que las deudas del pasado fueron saldas y que el Estado no tiene nada para reclamar a los nuevos nombramientos jerárquicos dentro de su cartera.
 
Los miedos surgen del desconocimiento y las inseguridades de hoy.
Estamos al lado de Brasil y dependemos de su economía y su gobierno, en mayor o menor medida; como también dependemos de la Argentina.
Rompe los ojos la corrupción política y sin embargo la dirección del Frente Amplio envía una carta de apoyo al gobierno de Lula, y el gobierno no hace una sola manifestación al respecto.
Ayer los medios de prensa uruguayos desconocieron olímpicamente lo que estaba ocurriendo en Brasil.
Cuando en realidad existían en la sociedad brasileña dos grandes temores principales: las declaraciones del abogado Rogerio Buratti, quien acusaba había acusado el ministro de Economía Palocci de recibir coimas de las empresas de limpieza cuando era Intendente en Ribeiro Preto.
Y el resultado de un premeditado discurso de imprevisto sobre la crisis del presidente Lula que pudiera aumentar los riesgos de la crisis.
Los grandes políticos con los que se quiso comparar Lula ayer están muy lejos del actual líder del PT.
Los hombres grandes en política no se manifiestan en las horas tranquilas sino durante las grandes dificultades y periodos de crisis. La crisis actual está dejando a Lula pequeño, inestable y como se dice ahora, patético.
Un partido de lucha y pelea ahora cada día explicando que las coimas no fueron personales sino contribuciones al partido. Dineros puesto por los empresarios, banqueros, dueños de las agencias de publicidad, dinero enviado a los paraísos fiscales incluido nuestro país.
 
¿Y quién piensan ustedes que están respaldando al empequeñecido Lula?
El Fondo Monetario Internacional. Hoy salió de nuevo a decir que la crisis que sufre el Gobierno brasileño a causa de denuncias por corrupción hasta el momento no ha afectado su economía cuyo comportamiento considera sólido.
"Creemos que los recientes acontecimientos políticos no han afectado los resultados y las políticas macroeconómicas y que un sólido marco de políticas económicas se mantiene firmemente en su lugar", aseguró el vocero del FMI Thomas Dawson.
"La política fiscal continúa superando los objetivos planteados", señaló Dawson.
"El FMI seguirá alentando a las autoridades a buscar oportunidades para avanzar en las reformas cuando sea posible incluyendo más medidas para mejorar el clima de negocios y para reducir el costo de la intermediación financiera".
 
Pero Lula no tiene ningún parecido con Juscelino Kubitschek ni con Getulio o Janio, y porque además no son las transnacionales, los banqueros, ni el Fondo Monetario Internacional, ni siquiera la oposición la que le está pidiendo a Lula que renuncie o se suicide.
Solamente le están pidiendo que nombre a los fantasmas, enemigos de las sombras y traidores de su propio partido que el mismo dijo conocer. La sociedad brasileña espera que se de el nombre de los corruptos y que vayan presos por sus actos delictivos.
 
Estos forman parte de los nuevos miedos que nos asolan en tiempos del progresismo latinoamericano.
La corrupción hoy ya no define el carácter de ninguna crisis política, porque la oposición de derecha tiene un número mayor de corruptos que el oficialismo. Porque al FMI no le importa la corrupción, sino que se mantengan en el cargo los ministros de economía y las reformas del Estado sigan en pie mientras se pagan los intereses de la deuda puntualmente.
 
Hoy la Izquierda tiene un miedo adicional, entendiendo el modelo brasileño del gobierno de Lula como un ejemplo para el Uruguay.
La izquierda se justifica y el pueblo se regocija en Brasil.
PORQUE LA CORRUPCIÓN, EN EL CÍRCULO DEL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES DE LULA, ES UN MÉTODO DE GOBIERNO.
 
EN CAMBIO, LA CORRUPCIÓN DE LA DERECHA ADVERSARIA, SIEMPRE FUE ADEMÁS, UN MODO DE VIDA DE LOS DIRIGENTES.