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Latinoamérica

 

Retrato de Felipe Arreaga, campesino ecologista preso
Un luchador de a pie

Rosario Cobo*
Masiosare

 

En la cárcel desde noviembre pasado, Felipe Arreaga ha sido considerado por una multitud de organizaciones nacionales e internacionales una víctima de los caciques guerrerenses y de un aparato de justicia al servicio de éstos. La acusación de asesinato, pese a las pruebas que ha presentado en su descargo, parece el remate perfecto para una vida marcada por la injusticia, la de un luchador de a pie en la sierra de Guerrero Felipe Arreaga Sánchez, preso desde el 3 de noviembre del 2004 acusado por los caciques enemigos del bosque, al igual que muchos de los campesinos guerrerenses, se mantiene de pie, a pesar de haber vivido un largo rosario de injusticias.

Parece que la lucha le viene de sangre: su padre y su hermana fueron asesinados por los talamontes clandestinos en el ejido Ríos López, allá por Tierra Caliente, del otro lado del Filo Mayor. Al poco tiempo la familia se traslada al ejido Fresnos de Puerto Rico donde Felipe tuvo el cargo de comisario municipal. Cuando lo nombraron había problemas en el pueblo; ya como autoridad encabezó la lucha contra una banda de ladrones de ganado que pronto empuñó su venganza, pues no podían permitir que les echaran abajo su negocio... debían darles una lección. Así, a plena luz del día se presentaron cerca de 15 abigeos fuertemente armados, Felipe había salido temprano a la cabecera municipal y los familiares tuvieron que hacerles frente. Celsa, esposa de Felipe, recuerda: "La balacera duró no menos de cinco horas y en ella murió la mamá de Felipe, Leonor Sánchez Arreola". Esto sucedió en 1977. Un año después Felipe decide dejar, una vez más su hogar... huyendo de la violencia y pensando en un futuro mejor para sus hijos.
La familia se establece en Banco Nuevo, anexo del ejido del Mameyal en el municipio de Petatlán. Primero avecindada y después como parte de la comunidad, desde 1978, la familia emprende la lucha por el sustento diario. Pero las injusticias son algo que no se puede dejar pasar: pronto Felipe se une a los más que luchan por conseguir una vida digna. Colaborando con la Pastoral Social de la iglesia católica impulsa discusiones sobre la importancia de cuidar los recursos naturales; dos veces comisario municipal en 1985 y 1989 gestiona la creación de una tienda de abasto comunitario, la construcción de la escuela primaria y, junto con su esposa, promueve cursos de capacitación para la defensa de los derechos humanos. En 1989 participa en el movimiento de comisarios que destituye al presidente municipal de Petatlán, Antonio Hernández Valdovinos, acusado de corrupción, y que culmina con la constitución del Consejo de comisarios.
La región, con potencial silvícola, está dominada por las compañías madereras que trabajan y conviven con los talamontes. Desde tiempos de la Forestal Vicente Guerrero, y más crudamente desde su desaparición a fines de los ochenta, el continuo transitar por las brechas y terracerías de camiones cargados con enormes trozos en rollo camino a los aserraderos, van dejando en la sierra un panorama desolador. Los estragos de la tala inmoderada pronto se dejan ver:
"Todos los años sembramos maíz y frijol, jitomates y chiles. Hace 20 años, cuando Felipe llegó a Banco Nuevo, había mucho monte, la montaña estaba cerrada y siempre llena de nubes... había mucha agua, se hacían lagunitas y donde quiera levantaba uno el hervidero de agua. En ese entonces no se hablaba de ecología, pero nos dábamos cuenta que el agua se iba con los árboles. Por eso decidimos cuidar nuestro bosque, para que a la tierra le regrese la humedad y podamos sembrar, pues ya nada más teníamos zanjones de polvo.
"Las compañías madereras llegaban a los ejidos y decían: les vamos a dar caminos, clínicas, escuelas, su casa ejidal... y no se que más. Pero sólo llegaban, se arreglaban con los comisariados ejidales y se llevaban la madera. Por eso decidimos pararlos."
La lucha por la defensa del bosque y en contra de las madereras no es cosa fácil. Felipe lo sabe bien, pues desde 1974 participó en una movilización contra la Forestal Vicente Guerrero, denunciando el robo de madera y demandando que el bosque y su manejo estuvieran en manos de los ejidatarios, exigiendo créditos, asesoría técnica y capacitación para los ejidos; la repuesta fueron amenazas, encarcelamientos y desapariciones. En ese entonces, apoyados por el abogado Eduardo Murreta, se organizaron varios ejidos para entrevistarse en Chilpancingo con el entonces gobernador Rubén Figueroa. Después de un plantón les concedió una audiencia en la cual, con su conocido estilo, les gritó: dejen de estar de revoltosos o los voy a encarcelar, voy a acabar con ustedes para que sepan quién es Figueroa. Felipe entonces secretario del comisariado recuerda que en esa entrevista le dijo: "A ti güero te voy a chingar... y si siguen con sus protestas voy a llenar los panteones de la sierra". Y que lo dijera no era poca cosa. Después de esa entrevista, Gerardo Sánchez, primo de Felipe, quien en la audiencia enfrentó al gobernador, desapareció y desde entonces no se sabe más de él; otros más fueron encarcelados.
Por eso Felipe sabe bien que la lucha de los de a pie, de los de abajo, no es cosa de juego. Por eso, casi 25 años después, cuando en Banco Nuevo se preparaban para ir a bloquear los caminos e impedir el paso de los camiones madereros, Felipe pensó más de una vez lo que venía, lo hizo cuando ya iba en camino al lugar acordado. No pudo ni quiso dar marcha atrás, aunque nunca dejó de señalar a sus compañeros que la lucha era dura, difícil y penosa, que debían estar preparados para lo peor.

 
Teodoro Cabrera y Rodolfo Montiel. También luchadores de a pie Fotografía: La Jornada/ José Núnez

En febrero de 1998, cansados de la sordera de las diferentes autoridades que no hacían nada para frenar el saqueo del bosque, en el ejido el Mameyal organizaron un paro en la carretera. Los camiones llenos de madera en rollo se empezaron a amontonar.
"Éramos un grupo pequeño los que estábamos ahí, unas 300 gentes de varios ejidos: del Mameyal, de la Botella, de San José de los Olivos, de Corrales. Los de más arriba estaban también en contra del saqueo, pero tuvieron miedo".
Fue ese día, con el paro, que nace la Organización Ecologista de Petatlán y Coyuca de Catalán, creada para evitar la tala incontrolada de los bosques. La concesión era de la multinacional Boise Cascade, una de las compañías madereras más grandes del mundo, con restricciones para la tala en Estados Unidos y Canadá. Esta compañía, al igual que otras, buscaba arreglos ventajosos con las autoridades ejidales evitando tratar con todos los ejidatarios. Sólo en un año Bernardino Bautista, parte del Consejo de Vigilancia del Mameyal, había sacado más de cinco mil metros cúbicos de madera. Un mes después del paro, la Boise Cascade suspende sus operaciones en Guerrero. El paro tiene eco en otras regiones de la entidad, se denuncia que hay 72 aprovechamientos forestales que no cumplen con las estipulaciones y normas de la ley... y de continuar éstos, se acabarán los bosques en menos de 10 años.
La trasnacional se fue, y se llevó el negocio de sus cómplices, caciques quienes al igual que las autoridades ejidales se enriquecían a costa de empobrecer el bosque de todos.
Conforme crece la organización y los ecologistas de Petatlán y Coyuca de Catalán avanzan en su lucha, aumenta también la represión. Jesús Cabrera es asesinado, el primero de muchos, dejando viuda a Marisela Sánchez, y huérfanos a cuatro niños, el menor de dos meses. El ejército se apodera de la zona. La persecución de dirigentes y activistas es permanente. El 2 de mayo de 1999, un comando del 40 Batallón de Infantería del Ejército irrumpe en la comunidad de Pizotla, y detienen a Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, acusados, sentenciados y, después de 29 meses, excarcelados "por razones humanitarias" por el presidente Vicente Fox.
Los caciques apoyados por el ejército no dan tregua. Frente a la ola de asesinatos y encarcelamientos, los principales dirigentes y activistas de la organización ecologista se ven obligados a huir. Felipe, al igual que muchos otros, abandona su hogar y se interna en la sierra donde pasa días sin comer, durmiendo a campo traviesa o refugiándose en las cuevas de la sierra. Un año alejado de su familia... a veces, protegidos por sus compañeros, bajaba a los poblados para conseguir comida y mandarle razón a su esposa; cuando se acercaban los soldados volvía a correr.
Después de casi un año, con el apoyo de organismos de derechos humanos y ecologistas de México; pero sobre todo bajo la mirada vigilante de la solidaridad internacional, el gobierno al que preocupa más lo que se dice fuera del país reconoce a la organización y, a través de funcionarios del estado, declara que respetará a los defensores del bosque.
Felipe, junto con los otros escondidos, regresa a la región. Otra mudanza obligada lo lleva a establecerse en el Zapotillal, anexo del ejido la Botella de Petatlán. Un compadre le presta donde vivir y desde ahí continúa la lucha; apoyando a los compañeros perseguidos, a los encarcelados; pero también en la brega diaria de defender el bosque. Cada vez son más las familias que se unen a la lucha callada, que sin apoyo ni reconocimiento cuidan el bosque: combatiendo incendios, reforestando las partes perdidas, innovando la producción, combatiendo el uso indiscriminado de fertilizantes y herbicidas, integrando a las mujeres y niños.
"En las temporadas de incendio batallamos hasta que llegan las lluvias. Cuando empieza la quemazón todos vamos a apagarla: los niños, así chiquitos, ayudan con las bombas, las ramas y horquetas. Pasamos noches enteras luchando cuerpo a cuerpo contra el fuego que es cabrón... sube hasta la punta de los árboles y, entre el humo y el ardor, las flamas nos avientan contra alambres de púas que ni vemos. Arriesgamos la vida sin que nadie lo sepa". Felipe continúa: "Todos tenemos derecho a vivir, la vida es bosques y agua. Dios la creó y depende de nosotros cuidarla. ¿Quién no necesita del agua y del aire? Cuando cuidamos el bosque y el agua en Petatlán cuidamos el agua de todos, de los de Petatlán, de los de Guerrero y de los del mundo"
La reacción no se hace esperar. Aquellos que perdieron por esta lucha, los que se enriquecían, los que fueron señalados como talamontes, no permiten que el movimiento siga creciendo. El 3 de noviembre de 2004, judiciales llevan preso a Felipe acusado de asociación delictuosa y de un homicidio perpetrado en 1998; acusación que levanta Bernardino Bautista Valle y su hijo Prisciliano Bautista Mederos; sí, el mismo cacique Bernardino, quien como miembro del Comité de Vigilancia del Mameyal había saqueado la sierra en los tiempos de la trasnacional, a la que el paro de febrero de 1998 obligó a retirarse.
Pero en la sierra hay otros Bernardinos, caciques que no permitirán que se les mine el poder que a sangre y fuego han construido. Pero los de a pie siguen luchando: enfrentando a trasnacionales, a caciques de la sierra, al ejército y a un gobierno ciego y sordo. Felipe es uno de los de a pie.
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*La autora es investigadora del Instituto Maya, A.C. Este artículo fue preparado con la colaboración de Celsa Valdovinos, esposa de Felipe Arreaga, y Silvestre Pacheco León.