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Latinoamérica


 

"Mitos y fantasías sobre la productividad y el salario"

Mensaje de la 36

Lo que hemos retrocedido los uruguayos no está escrito. Se hace imposible de asimilar cada día todo lo que se dice, se escribe o se percibe, cuanto más poder responder a tiempo a cada una de las manifestaciones surrealistas.
No solo por su abundancia, sino por su volatilidad y la amnesia que la responsabilidad de las declaraciones implican.
Este viernes, el ministro de Economía Danilo Astori aseguró en un foro organizado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa que el empleo es un elemento medular en la política económica del Gobierno.
Adelantó la publicación de un listado de "deudores crónicos" y una reforma tributaria que apuntará a la justicia.
Con toda la plana mayor de su gabinete de Gobierno, el Ministro de Economía Danilo Astori, expresó los lineamientos generales de la política económica de la administración.
Estaba en esta reunión el empresariado más selecto local y no podía faltar, el representante del Fondo Monetario Internacional para Uruguay, Andreas Bauer.
Recordando aquellas afirmaciones progresistas de que "se van se van" apareció por primera vez sentado junto al titular de la Dirección General Impositiva, Eduardo Zaidensztat, el ex ministro Alejandro Atchugarry.
El ministro Astori repitió nuevamente lo que ya ha dicho en otras oportunidades, sobre la necesidad de "crecer para hacer justicia".
Dice que la mayor preocupación del Gobierno es la "generación de empleo" y adelantó las restricciones y dificultades que presenta el país.
Por lo cual explicó que "será clave el diálogo" para encontrar los caminos de salida a los problemas.
La estrategia presentada por Astori en la que incluye a todo el gobierno, enfatiza cuatro pasos fundamentales.
Según Astori, el Gobierno progresista recurrirá a la inversión, el crédito, la presión tributaria y la instalación de un escenario de confianza.
Cuando Astori hace referencia a la inversión se trata de la inversión privada nacional e internacional, no la estatal por supuesto. Según su estrategia apuntando a la inversión privada se alcanzarán los niveles de desarrollo necesarios.
Informó que el "crédito se encuentra dañado" y explicó que hay que "caminar hacia la desdolarización".
Seguramente respondiendo a las críticas recibidas durante los últimos días por parte de los productores y sectores exportadores, que denuncian el "atraso cambiario", Astori dijo que "hay que dejar de mirar la pizarra".
El ministro de Economía Danilo Astori estableció que la "presión tributaria" es inadecuada y estableció que la reforma en ese sentido será dirigida a "hacer justicia".
Informó en ese sentido que la reforma tributaria estará orientada "hacia la necesidad de tener un sistema tributario con las necesidades de la actividad productiva".
Astori volvió a insistir en la necesidad de generar un escenario de confianza entre empresarios y trabajadores con el establecimiento de reglas claras y el compromiso por el respeto a las mismas.
El mensaje de Astori, a medida de los empresarios y a pedido del Fondo Monetario Internacional, es contra los trabajadores, los sectores populares, los pequeños y medianos productores y los comerciantes.
Los trabajadores más conscientes han de ver con claridad la maniobra del Ministro de Economía que busca el "diálogo social" donde los sindicatos sean solo mediadores de la crisis entre los patrones y trabajadores y no representantes de los intereses de su clase.
Astori y su equipo económico están comenzando a dar cumplimiento a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y una de las principales condiciones exigidas por los organismos internacionales de crédito es la pasividad y quietud social a lo que le llaman "confianza de los mercados".
No solo el crédito está dañado y la economía sufre dificultades, lo que experimenta una profunda crisis en nuestro país es la "ideología burguesa", derrotada ampliamente y reiteradamente desde el plebiscito en defensa de ANCAP en adelante.
La profunda crisis que experimenta la ideología burguesa se manifiesta también en la evolución de las teorías del salario.
Entre las viejas teorías que ahora se renuevan se encuentra la que se basa en los factores de producción.
Apoyándose en la llamada ley de productividad decreciente, trata de demostrar que si uno de los factores de la producción aumenta y los demás permanecen inalterables, la productividad desciende.
Estos son los custodios de las plantillas de personal y los defensores de la reducción de los empleos públicos. Para ellos por ejemplo, si en una empresa crece el número de obreros y los medios de producción siguen siendo los mismos, la productividad de los nuevos obreros incorporados deberá disminuir consecuentemente.
Por esto consideran que la productividad del último obrero contratado será la menor, esta debe ser considerada marginal y el obrero será considerado un obrero marginal.
Estos economistas modernos, progresistas actuales, explican al movimiento sindical lo que según ellos forma parte de las dificultades de la falta de empleo y la escasa productividad y así justifican las rebajas salariales.
O sea que el salario en su opinión constituye el pago pleno del producto del trabajo, pero establece -de acuerdo con la productividad marginal del obrero- las peores condiciones de producción.
Para los capitalistas si el nivel de salarios no se estableciera en función del "obrero marginal", entonces en el salario de los obreros se gastaría la parte del producto que se crea con el capital y el capitalista no recibiría la ganancia que le corresponde.
Los economistas e ideólogos burgueses, consideran que el medio fundamental de regulación "justa" entre las partes de los participantes de la producción salario y ganancia son la libre competencia y el mercado.
Según los defensores de esta teoría, la firma que aspira a obtener el máximo de ganancia contratará obreros hasta el momento en que la productividad marginal del trabajo del obrero, sea igual a la tarifa salarial.
Cuando el precio del trabajo aumenta porque suben los salarios, la firma debe contratar menos obreros.
Así los economistas burgueses contemporáneos, al igual que sus antecesores, sostienen que la incorporación de obreros complementarios es desventajosa, tanto para los trabajadores de la empresa como para los capitalistas.
Y orientan a empresarios y trabajadores a las ventajas de las tercerizaciones de muchos sectores de la producción.
En primer lugar, como toda teoría burguesa del salario, parte de que se paga no la fuerza de trabajo del obrero, sino todo el trabajo del obrero asalariado.
De aquí se desprende la aparente dependencia directa entre el salario y el crecimiento de la productividad del salario.
En realidad, como lo demostrara Marx, el patrón paga no el trabajo del obrero sino su fuerza de trabajo.
Por eso entonces, el nivel del salario es determinado no por el crecimiento de la productividad del trabajo, sino por la magnitud del valor de la fuerza de trabajo.
Es más, con la elevación de la productividad del trabajo, el valor de la fuerza de trabajo disminuye, lo que crea posibilidades reales a los capitalistas de reducir o congelar los salarios.
Esta manifestación es particularmente clara en cuanto al salario real.
En segundo lugar, los ideólogos burgueses tratan de convencer a los trabajadores sobre la importancia de la inversión porque consideran que existen dos factores de producción homogéneos por su carácter: el trabajo y el capital, los cuales crean el producto y su valor.
Para los economistas defensores del sistema capitalista, al capital -bajo el cual se entienden los medios de producción- se le atribuye la capacidad de producir valor. Sin embargo, se sabe que el nuevo valor es creado por el trabajo de los obreros y que los medios de producción no crean valor, sino que sirven de condición a la producción y apropiación del valor y la plusvalía.
Como quiera que se pretenda modernizar la teoría de la productividad, en su base esta la ley de la "productividad decreciente" se contradice con los hechos reales el crecimiento del capital, los cambios científicos y técnicos, las diferentes calificaciones de los trabajadores.
En cuanto afirma que el trabajador recibe el equivalente pleno de su trabajo, los economistas burgueses niegan la existencia de la explotación del proletariado en el capitalismo y sostienen que las relaciones entre el trabajo y el capital son de carácter no explotador.
Estos defensores del sistema sostienen que en el proceso de distribución de los ingresos cada cual recibe la parte correspondiente del producto social que se merece.
Estas teorías de la "productividad" tienen un carácter marcadamente clasista. Es la vieja historia de la necesidad de agrandar la torta para poder repartirla mejor entre todos.
Esta es la gran mentira con que se ha engañado siempre a los trabajadores mas atrasados del proletariado.
Porque de ella se deriva que los obreros, los trabajadores en general y los jubilados pueden lograr el aumento de su salario no mediante la lucha de clases, sino como resultado del crecimiento de la productividad del trabajo y del producto social.
Con estas teorías los economistas que han asesorado a los trabajadores han tratado de demostrar la existencia de intereses de clase comunes entre los trabajadores y sus explotadores.
Los economistas modernos -que asesoran a los sindicatos para tratar de neutralizar de alguna forma la influencia del marxismo y al mismo tiempo, adaptar la ciencia económica burguesa a la práctica del capitalismo subdesarrollado y dependiente- han hecho sucesivas tentativas de renovar las viejas teorías del salario a cuenta de acentuar la atención no tanto en los aspectos económicos, como en otros géneros como el sociológicos, jurídicos y otros factores sociales que participan en la formación de los ingresos de la población.
En nuestro país se ha popularizado ampliamente durante el gobierno progresista la teoría del "convenio colectivo" del salario. A juzgar por la cual la categoría de salario en el capitalismo no es determinado por su contenido económico objetivo, sino como resultado de las negociaciones y acuerdos entre los trabajadores y los empresarios en dependencia de la llamada fuerza de cada una de las partes.
La capacidad de los sindicatos y las empresas de conseguir sus objetivos en las negociaciones sobre el salario, estará en dependencia de muchas variables.
La competencia entre las firmas, la demanda de trabajo, la capacidad de los sindicatos y de las firmas de hacer aceptar el uno al otro las dificultades económicas y mantenerse firme al tomar la decisión de regular los problemas.
Y cada vez más pesa hoy en día la opinión pública, la presión política sobre los sindicatos, los medios de prensa siempre a favor de las empresas.
Por ejemplo, en el caso más notorio ha sido con los trabajadores municipales de ADEOM, donde la prensa jugó un papel fundamental en generar una corriente de opinión mayoritariamente contraria al sindicato, que reclamaba el cumplimiento de un convenio colectivo no cumplido por la patronal.
Ahora precisamente, de los factores sociales extraeconómicos como la influencia del nuevo gobierno progresista, la correlación de fuerzas entre los sindicatos y los empresarios dependen -en opinión de los partidarios de esta teoría- el establecimiento de las tarifas salariales a los obreros de un mismo oficio e igual calificación.
Desplazando el centro de gravedad en la interpretación del salario de la esfera "económica a la social" y la política, los ideólogos de la burguesía y otros conceden gran importancia a los sindicatos; otras organizaciones obreras atribuyéndoles el carácter de corporaciones.
Debido a los sindicatos -dicen los burgueses- el obrero de objeto se ha convertido en sujeto de la vida económica y a la par de los capitalistas, ejerce notable influencia en todos los procesos económicos.
Milton Friedman declara: "los sindicatos constituyen importantes organizaciones económicas y políticas, cuya acción se siente de inmediato tanto en el sector estatal como en el privado. Este hecho crea serios y difíciles problemas a los responsables de la política económica".
Parafraseando a Friedman, el jefe de la política económica uruguaya Danilo Astori, reclamó hoy la necesidad de un fuerte "diálogo social".
Se confía en demasía en la fuerza de los sindicatos capaz de influir en el nivel salarial de los trabajadores y regular todo tipo de problemas sociales, la contratación de trabajadores, las tercerizaciones, las asociaciones de las empresas estatales con privados, el arreglo de litigios con trabajadores con los capitalistas.
Y los más reaccionarios ven a los sindicatos los cuales según ellos no sólo dirigen las acciones económicas sino que ejercen presión política que son organizaciones políticas que actúan en el medio económico.
Astori como los teóricos de la burguesía exageran hasta la hipertrofia, no solo el papel de los sindicatos sino también del Estado progresista viendo en el un instrumento especial de distribución de los ingresos, el cual pretendidamente asegurará la "justicia social" y que harán más humana la transformación capitalista.
Los autores de las variantes de la teoría social del salario conceden gran importancia a los factores sicológicos, los cuales según ellos influyen en la determinación del nivel de salarios y explican las causas de la desigualdad socioeconómica entre los trabajadores.
A los trabajadores se les inculca la idea de la necesidad de cambiar su actitud sicológica hacia la producción capitalista, mostrar celo en el trabajo, cumplir estrictamente las disposiciones de la administración, ser leales con los empresarios, no participar en las huelgas ni hacer paros que perjudiquen la buena marcha de la empresa y la competitividad con otras empresas.
Los teóricos burgueses afirman que hay un medio efectivo de disminuir la desigualdad existente entre personas y que los poseedores de este medio, son los propios obreros.
"Según la lógica de estos señores, la desigualdad que se observa en la sociedad no es tan mala, ya que contiene una propiedad estimuladora, porque toda persona que se encuentra abajo del orden jerárquico social, aspirará a elevarse con relación a otros".
Esa es lo que llaman la aspiración de "abrirse camino en la vida", "prepararse para progresar", una forma que obliga al trabajador a intensificar su trabajo y ello en opinión de los economistas burgueses conduce al fomento de la economía y por lo tanto, al aumento de los ingresos y a mejorar la situación del obrero.
Para el ministro de Economía Danilo Astori, al igual que para el representante del Fondo Monetario Internacional Andreas Bauer, como para los señores Zaindesztat y Atchugarry, es evidente que el logro de altos ritmos de crecimiento de la economía constituye un medio más eficaz que la exigencia de redistribuir los ingresos.
Ahora resulta indudable que estos economistas se junten porque piensan igual, y resulta evidente el problema del salario en la sociedad burguesa con las teorías de las "relaciones humanas" en la producción y la "humanización del trabajo".
Es tal el aprovechamiento, que ahora los patrones desean sacar de los trabajadores que -de hecho- las concepciones están orientadas no solo al potencial físico de los trabajadores, sino también al sicológico y espiritual de los asalariados.
Por lo cual en esta etapa de la producción y el empleo, los empresarios conceden gran importancia a la organización del trabajo con la participación de los propios trabajadores.
Esto ha quedado patente en el ramo de la salud, donde las mutualistas han ejercido esta estrategia eficazmente en perjuicio de los empleados de la sanidad.
A estos trabajadores se les brinda la posibilidad de establecer ellos mismos el régimen tecnológico de trabajo, encontrar formas más racionales de utilización de la fuerza de trabajo, distribuir las remuneraciones monetarias de la fuerza de trabajo, de las compensaciones monetarias adicionales por productividad.
No siempre, naturalmente, esta práctica puede conducir en las empresas capitalistas a cierto crecimiento del salario y a determinado grado de satisfacción de los obreros por su trabajo.
Sin embargo, los que si siempre saldrán ganando son los empresarios, ya que como resultado de la organización del trabajo con la participación de los propios trabajadores, se reduce la fluctuación del personal y las ausencias al trabajo, aumenta en alto grado la productividad y la intensidad del trabajo, mejora la calidad de la producción y en definitiva, se incrementa la ganancia de los capitalistas.
Resulta evidente del todo que los ideólogos burgueses manipulan la conciencia de los trabajadores poniendo su actitud al servicio del capital, el cual de esta forma adquiere el modo más eficaz de descubrir y explotar las posibilidades potenciales en las personas.
En cambio en los trabajadores se crea la ilusión de coparticipar en la administración de la producción capitalista, la cual les incita a intensificar su trabajo.
El objetivo de la "humanización del trabajo" consiste no en limitar la explotación, sino en buscar medios que obliguen a aceptarla más fácilmente".
Por eso ahora sentimos repetidamente hablar a unos y otros del "capital humano" o a los que se refieren a los "recursos humanos", donde tanto el obrero asalariado como el empresario se encuentran aparentemente en una misma fila del capitalista, y sus motivaciones para invertir son iguales a la obtención de un beneficio sobre el capital invertido.
Sin embargo, al apoyar la aspiración de los trabajadores y empleados a adquirir una enseñanza general o especial con el objeto de elevar su "aprendizaje y seguridad profesional", así como su salario en el presente y en el futuro, el empresario en realidad persigue fundamentalmente su propio interés, porque mediante la explotación de una fuerza de trabajo más calificada obtiene mayor masa de ganancia.
Pero el patrón -sea en una mutualista, una empresa o una comuna- realiza su derecho de propietario de los medios de producción y de las mercancías producidas incrementando su ganancia, y el obrero asalariado continúa recibiendo como antes, su salario, es decir el precio de su fuerza de trabajo o el pago del capitalista por utilizarla.
Estos dirigentes políticos y economistas consideran al obrero y a los trabajadores como un factor independiente de la producción, el cual en apariencia, se ha transformado ahora de objeto de explotación capitalista en sujeto de la explotación capitalista.
En este planteamiento se desestima por completo el hecho de que el obrero contemporáneo, al igual que el del periodo inicial del capitalismo, está privado de los medios de producción y tan sólo cuenta con la propiedad sobre su fuerza de trabajo, la cual es objeto de compraventa en el mercado de trabajo.
Pero en la condición económica y social actual de los trabajadores, no ha cambiado nada como toda la vida es objeto de explotación y no puede ejercer influencia sustancial alguna sobre el desarrollo de la sociedad capitalista, como no sea mediante la lucha de clases por sus derechos, por cuanto se reproducen no sólo los bienes materiales y la fuerza de trabajo, sino sobre todo, las relaciones capitalistas de producción.
Menos aún querer hacer creer que los sindicatos tienen tanta fuerza como los monopolios privados, los cuales se enfrentan supuestamente con éxito a los empresarios capitalistas y hasta los superan en fuerza.
Es verdad que todavía quedan en el Uruguay algún que otro sindicato de trabajadores con fuerza y conciencia de clase, pero su fuerza dista mucho de la que poseen los monopolios empresariales, los que dictan los precios, hacen los aportes a las campañas electorales y por tanto, determinan los niveles de los salarios.
Como se sabe un medio importante para mantener la correlación entre el nivel de salarios y la dinámica del índice de precios de los artículos de consumo y los servicios, acordada entre los sindicatos y los empresarios –y a veces los órganos gubernamentales- es la llamada "indización de precios".
Mediante ella los trabajadores tratan de defenderse de la influencia negativa que ejerce la inflación sobre el salario real. Sin embargo incluso, la práctica de la "indización del salario" no compensa ni mucho menos del todo las pérdidas por el crecimiento de los precios de los bienes de consumo y los servicios.
Hace falta hablar ahora de algo que nadie toca ni se anima siquiera a mencionar, y que en estos días esta muy activa contra esta radio, nos referimos a la cúspide de algunos sindicatos.
La cúspide de algunos sindicatos la compone por regla general la llamada "aristocracia obrera"; resulta claro que estos dirigentes no pueden hacer frente al capital, porque sus capacidades son limitadas y están condicionadas al hecho de que su actividad no afecta en modo alguno a la propiedad privada sobre los medios de producción, condición básica de la explotación capitalista.
Por eso nos atacan tratando de velar la esencia de la explotación capitalista.
Exagerando ellos mismos el papel de los sindicatos y de los institutos estatales en el capitalismo, están llamados a crear la ilusión de que es posible establecer la paz entre las clases, entre los trabajadores y los capitalistas.
La tesis sobre la influencia estimulante de la desigualdad de los ingresos en la conducta de los obreros asalariados refleja sobre todo los intereses de los empresarios apoyando en los trabajadores la aspiración de mejorar su situación económica, los capitalistas emplean ampliamente distintos métodos de explotación, por un lado, y contribuyen a extraer mayor masa de ganancia por el otro.
Las exhortaciones de los ideólogos burgueses a cambiar la sociología de los trabajadores con relación a la producción capitalista, deber ser considerada como un intento de distraerlos de la lucha por el mejoramiento radical de su situación y de justificar el aumento de la explotación.
LA HISTORIA DEL PERIODISMO Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN TAMBIÉN SIGUE SIENDO IGUAL DURANTE EL PERÍODO PROGRESISTA, COMO EN EL PASADO.
TODO EL QUE CRITIQUE EL PODER ECONÓMICO, EL PODER FINANCIERO O EL PODER POLÍTICO;
"PALO Y CHIMANGO A LA BOLSA"
QUIENES SUBESTIMEN EL PODER SILENCIOSO PERO REAL EN ESTE PAIS; NO CONCEN LA HISTORIA URUGUAYA.
VIERON COMO... ¡HASTA LANATA LA QUEDÓ!