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Latinoamérica

Gobierno aborta anuncio de convocatoria a la Constituyente y fustiga a sectores sociales con acusaciones de golpismo

Indecisiones de la administración Mesa debilitan a la democracia

Erick Fajardo

Indecisión e imprudencia hasta el fin. El Presidente asume y desiste en una tarde de la decisión de convocar a la Asamblea Constituyente y el Ministro de gobierno fustiga a los sectores sociales con acusaciones de ser financiados por "oscuros" y anónimos grupos de poder.
Al parecer el populismo y la indecisión caracterizarán al presidente Carlos Mesa hasta el último minuto de su gestión y, sin duda, la imprudencia de su Ministro de Gobierno José Galindo pasará a la historia como lo más emblemático de la administración Mesa. En un mismo día Mesa decidió y desistió de emitir un Decreto Supremo de convocatoria a la Asamblea Constituyente, mientras que Galindo Nedder fustigó a los sectores sociales con denuncias de que un movimiento desestabilizador, tan terrible como anónimo, estaría financiando a los líderes de las movilizaciones en La Paz.
Convocatoria por decreto En horas de la tarde fuentes gubernamentales acogidas a la reserva revelaron que el presidente Mesa pretendía emitir una disposición ejecutiva de convocatoria a la Asamblea Constituyente. Inmediatamente el vocero del MNR, Luís Eduardo Síles, atacó inclementemente la actitud pusilánime crónica del Mandatario.
"Ha concluido la era de la democracia en Bolivia si el que junta más gente impresiona al títere de Presidente que tenemos, como para hacerle aprobar lo que sea", dijo, mientras que el presidente del Comité Cívico de Tarija, Francisco Navajas, advirtió que esta decisión precipitada era "un nuevo desacierto del Presidente que polarizará aún más a las regiones del país".
Sin embargo, ni bien los sectores conservadores de occidente y oriente habían manifestado su disconformidad con la supuesta medida, el Ministro de gobierno José Galindo dio una conferencia de prensa en la que manifestó que sí existió la idea de convocar a la Asamblea Constituyente vía decreto, pero que la decisión de hacerlo debía tomarse previo consenso con "los dos extremos del problema".
En un alarde de retórica Galindo justificó que el Presidente no tomaría parte en esta coyuntura sino como árbitro; es decir, para dirimir la solución. La analogía que esta vez justificó la evasión del Ejecutivo fue absurdamente grosera: "El Presidente no debe ser parte del problema.
Pretende ser un padre que resuelva la disputa entre sus hijos", dijo.
Fallido plan El cálculo político distingue las inestables decisiones del Presidente. Una vez más durante esta crítica coyuntura, Mesa pretendió lavarse las manos y diferir al Parlamento la resolución del álgido debate Autonomías-Constituyente, al haber pretendido aprobar unilateralmente una convocatoria a la Asamblea Constituyente condicionada a su refrenda en el Legislativo.
Sin embargo, a segundo cálculo y sobre la hora, Mesa decide abortar de hacer el anuncio y trata de conformar a la prensa con un bocado de segunda: un trasnochado e imprudente anuncio-sugestión del ministro Galindo sobre líderes de izquierda radical que son financiados por la derecha golpista.
No es difícil intuir a qué apostaba Mesa durante la tarde. La subrepticia intención de convocar por decreto pretendía "desinflar" la presión social sobre el Ejecutivo, no así sobre el Legislativo y la Sede de gobierno que permanecerán bajo sitio hasta el martes, cuando la presión social se hubiese volcado sobre el Congreso, buscando imponer la ratificatoria del nuevo "gesto de desprendimiento y generosidad" de Mesa.
El Presidente pretendía así salir de la polémica y con su decisión dejarle al Parlamento la formalización legal de la convocatoria o no a la Constituyente. Hasta aquí el gobierno no calculó que su nueva gambeta a la responsabilidad de gobernar sería un duro golpe a la debilitada democracia y a la frágil unidad nacional, en un momento en el que el país amenaza escindirse por la pugna entre la demanda autonomista de oriente y la exigencia de una constituyente venida de occidente.
El emenerrista Luís Eduardo Síles percibió lo que se cernía sobre el Parlamento y denunció que el Presidente Carlos Mesa convocaría por decreto a la Asamblea Constituyente conculcando una vez más las competencias del Parlamento e imponiéndoles nuevamente legislar sobre lo ya hecho y con la presión de las organizaciones populares encima.
Pero la decisión del Presidente hubiera marcado por primera vez una toma de posición en el debate que sostienen oriente y occidente, y tan rápido como el mandatario percibió ese peligro, declinó de su decisión inicial.
Anuncio-consuelo Pero el escenario del fallido anuncio ya estaba armado ¿Qué darle entonces a un país advertido de que escucharía un anuncio trascendental? La improvisación de Galindo fue forzada y torpe.
"Hay dirigentes sindicales que están recibiendo dinero de fuerzas desestabilizadoras", sentenció Galindo. Pero al ser cuestionado sobre la identidad cabal tanto de los mecenas como de los beneficiarios de la supuesta transacción, Galindo se evadió sin arte y sin convencer.
"Sectores conservadores que están entregando dinero creyendo que van a tomar el cielo por la fuerza".
Otra vez el gobierno es víctima de una nueva conjura y en su inextinguible prudencia no puede revelar quién es el artífice del complot.
Ante la insistencia de la prensa dijo que para conocer la identidad de los conjurados había que fijarse en "quiénes desestabilizan en las calles" y en "quiénes se beneficiaban de aquello".
La conferencia no satisfizo las dudas de la prensa aunque de seguro exacerbará el ánimo de los sectores sociales de occidente y la paciencia de los cuatro departamentos que optaron por la autoconvocatoria a Referéndum autonómico. ¿Estarían previstos estos efectos en el permanente y milimétrico cálculo político del Gobierno?