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Latinoamérica


 

Uruguay vive la tragedia de no saber adónde va como Nación

Entrevista a Constanza Moreira (*)
El País de Madrid

¿Qué experiencias de otros gobiernos de izquierda podría adaptar la administración del Dr. Tabaré Vázquez a la realidad uruguaya? -Considero que los referentes políticos de la futura administración de Tabaré Vázquez son los gobiernos de Brasil y Chile en América Latina, y de algún modo los de la izquierda europea, como el (PSOE), que lo han sido en general para las izquierdas que llegan al poder en nuestra región. Hay tres legados importantes y similares en todos estos gobiernos de izquierda: los ensayos de concertación social, la prioridad de los planes de combate a la pobreza (y de las políticas sociales en general), y la sustentabilidad de la política macroeconómica. No me parece que el Uruguay vaya por otro lado.
Está atento a estas experiencias y tiene mucho para aprender de ellas.
-¿No le resulta extraño que los gobiernos de izquierda traten de mantener las políticas macroeconómicas implementadas por los gobiernos que los precedieron? -No, justamente porque los gobiernos de izquierda que asumen por primera vez son, y deben ser, particularmente cuidadosos de su credibilidad. Por eso tratan de tranquilizar a los mercados, asegurando la inviolabilidad de los contratos, estableciendo reglas de juego muy claras para los inversores y dando previsibilidad a las políticas macroeconómicas. Esa política la aplicó Lula en cuanto llegó a la presidencia y antes ya lo había hecho la Concertación Democrática (CD) en Chile. El mantenimiento de las actuales líneas maestras en materia macroeconómica (control del déficit fiscal, de la inflación, etc.) será una limitante muy importante que el nuevo gobierno uruguayo va a encontrar -aun cuando el contexto sea de crecimiento económico- como hoy le ocurre al Partido Trabalhista (PT) en Brasil. Sin duda el requisito de lograr un superávit primario de un 3.5% del PIB va a coartar considerablemente el margen de acción de Tabaré Vázquez. Como Uruguay se ha vuelto económicamente muy vulnerable -mucho más que Argentina o Brasil-, el nuevo presidente deberá manejar la economía de forma muy prolija como, de algún modo, ha sido la característica de nuestro país, incluso durante la crisis de 2002.
-¿Pueden aplicarse en Uruguay, que tiene un Estado benefactor desde hace casi cien años, las mismas soluciones económicas que en Brasil, cuya sociedad presenta una enorme desigualdad, conservando aún ciertos vestigios de una mentalidad autoritaria y esclavista? -Sin duda las diferencias sociales con Brasil son abismales. Uruguay no tiene un problema de desigualdad estructural como Brasil, aunque somos hoy mucho más desiguales de lo que lo éramos en la década de los años sesenta, y vivimos en el continente más desigual del mundo. La situación de Brasil muestra una polarización extrema de los ingresos de su población, con pobres que viven en la más absoluta miseria y con ricos que acumulan tanta riqueza como quizás no haya en otros países del mundo. Esto hace que Brasil tenga otras urgencias -por eso existe el Plan de Combate al Hambre o la necesidad de invertir fuertemente en educación- que no son las de Uruguay. Nuestro país tiene otro tipo de problemas: la pequeñez de su mercado interno, la necesidad de reformular permanentemente su estrategia de inserción al mundo, la asimetría entre educación y mercado laboral, que obliga a los trabajadores a reunir cada vez mayores calificaciones para acceder a empleos cada vez más precarios.
También es a mi juicio un problema la aún insuperada vocación cerril ganadera heredada del siglo XIX y con ello la falta de un proyecto de país, que permita afincar a la mano de obra, insertarnos competitivamente en el mundo, superar la eterna agonía de nuestra "inviabilidad" como país. Esto se pone de manifiesto en el paisaje demográfico del Uruguay, como se mostró recientemente, que tiene la población más vieja y el porcentaje de población en el exterior más alto de la región. Sin embargo, las soluciones para Brasil y para Uruguay deben ser diferentes. Nosotros tenemos todavía un Estado benefactor, aunque en crisis, que deberá ser reformulado y adaptado.
En Brasil, el Estado no existe, no provee servicios sociales mínimos para millones de personas. Este no es el caso del Uruguay.
-¿Qué opinión le merecen los proyectos sociales previstos por el nuevo gobierno uruguayo? -Como la sociedad uruguaya es mucho más parecida a la argentina que a la brasileña o la chilena, se tiende a imitar muchos proyectos sociales ya implementados en Argentina a pesar de que la política del nuevo gobierno uruguayo parecería ser más afín a la de Lula. Creo que la izquierda uruguaya aún tiene en análisis la eficacia y la eficiencia de los proyectos asistenciales, o emergenciales, como el Plan de Emergencia Social, porque a veces estos suelen transformarse en planes de largo plazo que no corrigen las situaciones de desigualdad estructural. Olvidamos que sin una política económica que tenga como meta incluir a las personas en el mercado de trabajo y de ingresos, toda política social, y sobre todo la emergencial, sólo tendrá resultados parciales.
-¿Es ese el caso de los Planes Trabajar y Jefes y Jefas de Familia implementados en Argentina? -Argentina tiene una larga experiencia en este tema, y se han hecho muchas y muy buenas evaluaciones sobre estos planes. El problema es que estos planes han generado una respuesta política muy complicada debido a que una vez concedidos la gente se resiste a que le quiten ese apoyo económico. Se supone que estos planes son transitorios, es decir que se aplican temporalmente mientras se busca que la persona o la familia se reinserte socialmente. En un contexto de desempleo muy alto, como son los casos argentino y uruguayo, es lógico que los planes asistenciales apunten a proporcionar ingresos no derivados del trabajo y se transformen en planes de mediano plazo.
Alimentar a la gente puede ser un objetivo más o menos inmediato si se logra, a través de políticas productivas, una oferta alimentaria adecuada a la demanda de la población con mayores necesidades. El gobierno del PT al igual que muchos otros gobiernos en el mundo saben muchísimo sobre esto. Sin embargo, el tema del desempleo es mucho más complicado. Lo es más aún en países que, como Uruguay, tienen buena parte de sus beneficios sociales atados al tema del empleo como la seguridad social o el seguro de salud. En todo caso, no hay nada demasiado innovador que el próximo gobierno pueda hacer en el campo de las políticas sociales ya que las experiencias de las administraciones anteriores registran tanto éxitos como fracasos relativos.
Y esta es sin duda la base de partida.
-¿Qué riesgos existen de que el Programa de Emergencia Social se convierta en otra de las tantas "obras de caridad" que la izquierda ha criticado desde siempre? -Todas las políticas sociales emergenciales son básicamente asistencialismo focalizado. No es caridad en el sentido estricto de la palabra porque el Estado es quien se hace cargo de esos programas de emergencia. Estos no resuelven los problemas estructurales de ningún país y, además, existe el riesgo de que se transformen en políticas estructurales del Estado. En ese caso, sería la misma estrategia, aunque con un distinto ropaje, que aplicaba el Estado cuando absorbía mano de obra ociosa a través del empleo público.
Eso no funciona hoy día. Se supone que los planes económicos del gobierno del EP/FA/NM van a incentivar al mercado porque el Estado ya no tiene más capacidad financiera para contratar gente. No obstante, si observamos la experiencia argentina en esta materia, el vecino país usa estos planes como forma de articulación política.
-¿Es factible, entonces, que el Programa de Emergencia se transforme en un organismo estatal proclive a la creación de un clientelismo político-partidario, como ha sucedido con el Plan de Jefes y Jefas de Familia en la República Argentina? -En Uruguay el clientelismo político fue muy fuerte en el período de agotamiento del modelo de industrialización sustitutiva, es decir que estuvo muy vinculado al estancamiento que comenzó a producirse hacia fines de la década del cincuenta. Después de la transición a la democracia, la propia reforma del Estado cortó algunas de sus vías. Pensemos todo el clientelismo que se vehiculizaba a través de los trámites jubilatorios y cómo funciona el sistema actualmente. Además, la educación cívica de los uruguayos me hace dudar de la potencial compra de votos mediante los planes sociales. No le daría la importancia al clientelismo político en Uruguay que sí le asigno en otros países, donde los pueblos se han acostumbrado a que los políticos les "donen" los beneficios sociales, y por consiguiente, se vuelven rehenes de los mismos.
-¿Tratará el EP/FA/NM de reclutar adherentes a través de los planes sociales del Estado? -Durante mucho tiempo las distintas fracciones de los partidos políticos tradicionales tendieron a reproducirse en base a la ayuda a los pobres. En ese sentido, el Partido Colorado siempre tuvo la delantera estableciendo, especialmente los sectores de la derecha, centros de reclutamiento en los cinturones urbanos de alta concentración de la pobreza. En la década de los noventa se produjo un cambio radical y esa base de reproducción fue captada por la izquierda, sobre todo por el Movimiento de Participación Popular (MPP). Es probable que la base de reclutamiento de la izquierda sea mucho más fuerte una vez que el EP/FA/NM esté instalado en el gobierno y cuente con los recursos del Estado para mejorar la situación de estas personas. Esa situación va a jugar en contra del Partido Colorado porque históricamente esa colectividad se reprodujo en los barrios periféricos de Montevideo y algunas ciudades del Interior al ser el intermediario natural de los favores del Estado.
En cambio, el Partido Nacional no se verá tan afectado porque estuvo en la oposición durante la mayor parte del tiempo y sus bases de reproducción son otras. Si el manejo de los gobiernos municipales es una forma de reproducción desde el poder, el Partido Nacional va a seguir teniendo muchos recursos para distribuir en el Interior, donde se espera que obtenga la mayoría de las intendencias, a juzgar por las elecciones pasadas. Cuando la izquierda puja por conquistar los votos de la población no montevideana, en realidad está compitiendo con el Partido Colorado. Ya se ha visto que en los departamentos del Interior donde el EP/FA/NM ganó una banca para la Cámara de Diputados, la perdió el Partido Colorado. Desde ahora en adelante, la reproducción de la izquierda va a estar montada en los recursos que provee el Estado, sobre todo en los sectores más marginales, sin que ello pueda considerarse clientelismo político. Y ese bastión parecería que va a ser inexpugnable.
-¿Cuál va a ser el adversario más crítico del gobierno del Dr. Vázquez? -La oposición está algo dividida, especialmente porque el Partido Colorado tiene enormes problemas internos y el Partido Nacional aún está procesando la renovación experimentada en las últimas elecciones. Por lo tanto, el gobierno de Tabaré Vázquez no se va a encontrar con una oposición acérrima que intente desestabilizar su gobierno. Tampoco va a sufrir los dolores de cabeza que tiene Lula para mantener la coalición de diez partidos que le es imprescindible para aprobar las leyes básicas en el Congreso. En realidad, el EP/FA/NM va a tener que cuidar más su flanco interno. Si bien hoy la izquierda aparece muy unida, no puede descartarse que las desilusiones naturales de algunos adherentes, los celos por ciertos nombramientos, etc.
conduzcan a posibles desencuentros dentro de la propia coalición de la izquierda uruguaya.
-¿Puede vislumbrar cómo incidirán las complejas diferencias ideológicas dentro del EP/FA/NM en la conducción económica del próximo gobierno? -Las divergencias ideológicas seguramente van a provocar fricciones. Ya se han visto discrepancias, por ejemplo, en cuanto a la posición del gobierno del EP/FA/NM con respecto al Tratado de Protección de Inversiones con Estados Unidos firmado por Jorge Batlle. Mientras que Astori anunció que el Parlamento lo iba ratificar rápidamente, el futuro canciller Gargano dijo que habrá que estudiar sus contenidos cuidadosamente. Esta es una diferencia ideológica y política. Existen otras como las posiciones con respecto al plebiscito del agua o la nueva compañía de teléfonos celulares.
-¿Hasta qué punto las diferencias ideológicas de la izquierda afectarán la relación del gobierno del Dr. Vázquez con la dirección del Pit/Cnt? -Ya es tradicional en el mundo que el movimiento sindical dé una tregua en materia de conflictividad laboral cuando asume un gobierno de izquierda; pero los sindicatos tienen necesariamente que mantener su identidad como tales. Así ha sucedido en Brasil, donde la central sindical CUT le ha dado un apoyo muy fuerte a Lula sin que por ello sea identificada como integrante del gobierno del PT. La izquierda uruguaya ya tuvo una experiencia bastante complicada con el sindicato de empleados municipales. Por lo tanto, no sería de extrañar que haya problemas de entidad entre el gobierno del Tabaré Vázquez y el Pit-Cnt, sobre todo con los núcleos duros sindicales que están presentes en las áreas del Estado como la enseñanza y la salud.
Como el salario real cayó en forma estrepitosa durante la crisis, hay varios conflictos latentes que, seguramente, van a salir a la luz con un gobierno de izquierda. Sin embargo, no siempre la conflictividad laboral es una mala cosa. Hay diversos estudios de ciencia política que demuestran que el incremento de los conflictos sociales es un indicador que está asociado a los ciclos de crecimiento económico. Es lógico que sea así porque la gente normalmente empieza a reñir cuando hay algo para repartir.
-En el EP/FA/NM existen dos polos visibles. Por un lado, hay un sector moderado y, por otro, un sector marxista. Sin embargo, un tercio del electorado de la izquierda votó al MPP. ¿En dónde está ubicado ideológicamente ese sector? -Esos tres sectores continúan representando una división que siempre existió en el Frente Amplio. Están lo que se le suelen llamar los sectores "moderados", como la Vertiente Artiguista o Asamblea Uruguay. Después están los partidos "clásicos", como el Partido Comunista y el Partido Socialista.
Y después, están lo que hoy se llaman los "viejos tupamaros", porque es claro que han cambiado mucho, pero siguen teniendo una identidad. Uno de los principios de identificación de la izquierda de los "viejos tupamaros" es que privilegian mucho el enraizamiento con los sectores populares. Este espacio lo disputan con los comunistas y los socialistas, que son, junto con ellos, los que dan prioridad al trabajo de base y la relación con los sindicatos. El MPP tiene la ventaja, además, de servir de gran paraguas bajo el que se aglutinan muchos dirigentes y distintos grupos.
-¿Cuál es la relación del MPP con el resto de la izquierda? -Los dos partidos clásicos de la izquierda, el Partido Socialista y el Partido Comunista, tienen sus bases de sustentación en el movimiento sindical. Lo mismo ocurre en Europa, donde se dice que la izquierda es la puerta de entrada del trabajo a la política, porque cuando gana la izquierda, surgen muchos parlamentarios que antes fueron sindicalistas. A diferencia de los partidos de cuadros como la Vertiente Artiguista y Asamblea Uruguay, que tienen capacidad de proveer buenos técnicos al Estado pero cuya capacidad de penetración en las organizaciones sociales es relativa, el MPP privilegia el enraizamiento social, pero en una gama muy vasta de organizaciones sociales, y con una presencia muy fuerte en los sectores más pobres, como resulta evidente en los barrios de Montevideo. De cualquier manera, esto hay que estudiarlo con mayor detenimiento ahora, vistos los datos más recientes, sobre todo en esta última elección en la que el MPP votó muy bien. Esto trae aparejado otro problema: el haberse convertido en la mayor fuerza política de la coalición le hace reclamar una mayor representatividad en los cargos de gobierno.
-¿Qué posibilidades tiene el MPP de adquirir mayor protagonismo en el futuro? -En el primer gabinete ministerial de la izquierda uruguaya, se le han adjudicado los Ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca y de Trabajo y Seguridad Social. Este último nunca ha cumplido un rol preponderante en Uruguay, pero el MPP tiene la posibilidad de empezar a darle un mayor protagonismo. Mujica y Agazzi pueden desempeñar un papel muy interesante en el Ministerio de Ganadería, que atiende a un sector severamente endeudado y que, por otra parte, cubre a un segmento de la población en donde la izquierda siempre ha querido sentar sus bases.
-¿Por qué la actual transición hacia un gobierno de izquierda en Uruguay ha sido tan diferente en materia económico-financiera a la que vivió Brasil en los meses previos a que asumiera Lula como presidente? -En Brasil hubo dos momentos claves. Durante el período preelectoral se produjo una campaña de desestabilización total -en la que incluso intervino el magnate George Soros- que provocó que la cotización del dólar trepara de tres a cuatro reales y el riesgo país se disparara a niveles sin precedentes. Esa situación hizo que el propio presidente Fernando Henrique Cardoso saliera a la palestra junto con el resto de los políticos brasileños para detener la campaña de desestabilización impulsada por los especuladores de siempre, porque iba a hundir a Brasil sin distinguir cual fuera el resultado de los comicios. Eso derivó en que la transición brasileña se hiciera con guantes de seda.
En la campaña electoral de Uruguay no se vivió nada parecido a lo de Brasil en materia económica. Al contrario, los mercados permanecieron muy tranquilos porque intervinieron varios factores positivos. En primer término, nuestro país como mercado importa muchísimo menos que Brasil y no tenía el mismo atractivo que su vecino para los especuladores. En segundo lugar, como era previsible que el EP/FA/NM iba a ganar las elecciones de octubre de 2004, el mercado se pudo preparar con tranquilidad. Tercero, el discurso de la izquierda se ha ido moderando luego que el Frente Amplio alcanzó el gobierno municipal de la capital del país en 1990. Cuarto, la izquierda ha gobernado la IMM en forma prolija durante tres períodos sucesivos e incluso supo manejarse adecuadamente ante un serio conflicto con Adeom. Por último, los sectores moderados de la izquierda ocuparon muchos cargos políticos y técnicos muy visibles en la administración municipal.
Si bien la transición uruguaya ha sido algo más desprolija que la de Brasil, algunos gestos que pudieron percibirse durante la reciente instalación del nuevo cuerpo legislativo dan la sensación de que existen ciertos acuerdos posibles entre los partidos políticos.
-¿Tiene el futuro gobierno del EP/FA/NM un proyecto económico de país? -Aunque los gobiernos de las últimas décadas promovieron la forestación, el software, el turismo, etc., la apuesta económica más fuerte y duradera consistió en que Uruguay se convirtiera en una plaza financiera regional.
Ese ciclo iniciado en 1974 terminó con la crisis de 2002. Uruguay hoy vive la tragedia de que no sabe adónde va como nación -ni siquiera como empresa- lo que no sucede en los países vecinos. Tampoco el gobierno de izquierda entrante lo tiene claro. Mientras que Jorge Batlle en los comienzos de su período presidencial proponía continuamente diferentes proyectos, incluso algunos que causaban hilaridad como la instalación de 7.000 carnicerías en Estados Unidos, el EP/FA/NM no hizo en la campaña electoral ninguna propuesta específica de un modelo económico más allá del llamado "país productivo".
-¿Qué temas de la agenda política van a probar a fondo la capacidad de conducción del futuro presidente de la República? -El frente externo será uno de los puntos claves. No hay que olvidar que Jorge Batlle fue un conductor muy visible de la política exterior y Tabaré Vázquez deberá dar señales muy claras a Lula, Kirchner, Lagos y Chávez de cómo se va posicionar Uruguay en materia de sus vínculos con el Mercosur y con el resto de América Latina. De eso dependerá que su liderazgo político se vaya a afirmar en la región.
En la política local, el presidente tendrá, primero, que controlar la "interna" del EP/FA/NM, tarea que casi siempre ha hecho con solvencia y que ha permitido que la izquierda permaneciera unida. Hoy la necesidad que tiene el partido de gobierno de un liderazgo fuerte es mucho más apremiante que cuando sólo recogía el 18% del total de votos. En esto, la figura de Tabaré Vázquez es fundamental. El otro gran desafío político será su relación con los sindicatos del sector público. Es previsible que el Ministro de Economía sea muy reticente en el otorgamiento de aumentos salariales, ya que la austeridad es una característica de los gobiernos de izquierda que asumen por primera vez a efectos de mostrar a la población que no despilfarran los dineros del Estado. Pero también los sindicatos van a demandar. Aquí, la mediación más importante no la va a llevar a cabo ni el ministro de Trabajo ni el de Economía: este rol le corresponderá al propio presidente.
* Constanza Moreira, uruguaya, obtuvo su maestría y doctorado en ciencia política en la Universidad Cándido Mendes (Brasil). Actualmente se desempeña como docente en la Facultad de Ciencias Sociales de Universidad de la República e investigadora del Departamento de Ciencia Política. Ha sido consultora de diversos organismos internacionales y estuvo en Brasil durante los primeros seis meses del gobierno Lula. Es autora del libro "Final de Juego. Del bipartidismo tradicional al triunfo de la izquierda en Uruguay".
Editorial Trilce 2004.