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Latinoamérica


 

 La izquierda resurge en Latinoamérica, pero esta vez con un ropaje conservador

David Luhnow

THE WALL STREET JOURNAL/AMERICAS

Uruguay se convirtió ayer en el último país latinoamericano en entregar el mando a un presidente socialista, consolidando el asidero del poder de la izquierda en la región, pero suscitando una importante interrogante: ¿Tendrán más éxito en aliviar la pobreza que los partidos centristas a los que han reemplazado?

Tabaré Vázquez, un médico de 65 años, ascendió al poder en Uruguay prometiendo ayudar a los pobres. Un gran número de políticos de la región ven esta plataforma populista como un útil trampolín al poder gracias a la frustración popular y a dos décadas de políticas económicas de libre mercado inspiradas en el modelo estadounidense que tuvieron muy poco efecto contra la pobreza.

Vázquez representa a una nueva clase de izquierdistas pragmáticos de América Latina que esperan combinar la calidez humana de los objetivos sociales de la izquierda tradicional con un renovado aprecio por el frío calculo económico. Dicho de otro modo, este oncólogo quiere curar la pobreza, pero sabe que para lograrlo no se trata simplemente de gastar dinero.

"Están viendo el mismo tipo de transformación que llevaron a cabo en Europa muchos de los partidos de izquierda; una evolución hacia algo que respeta los principios básicos del mercado", dice Mohamed El-Erian, que supervisa US$14.000 millones en bonos de mercados emergentes para Pacific Investment Management Co. "Yo lo llamo populismo con principios financieros".

Varios observadores dudan que la "Nueva Izquierda" de la región vaya a tener mucho éxito en reducir la pobreza si no va más allá de simplemente aprender a no gastar de más. América Latina ha quedado rezagada con respecto a las dinámicas economías asiáticas en la batalla por atraer inversión. Los analistas temen que la región no logre hacer lo necesario para reducir la pobreza si no implementa una serie de cambios en sus economías. Ello incluye, entre otras cosas, mejorar la calidad de la educación, flexibilizar las rígidas leyes laborales y mejorar la habilidad del gobierno para recaudar impuestos para gastar en salud y carreteras.

"No estoy seguro de que ellos estén ofreciendo algo nuevo", dice Riordan Roett, director del departamento del hemisferio occidental del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (SAIS, por sus siglas en inglés) de Johns Hopkins University. "Hay toda una serie de problemas microeconómicos que nadie está resolviendo".

Lo que queda claro es que la gente de la región está ávida de cambios. En varios países los votantes han sacado del gobierno a los partidos conservadores de la vieja guardia y han entregado las riendas a partidos de izquierda cuya experiencia no había sido probada y a figuras políticas poco conocidas. Incluso en México, un político de izquierda de un partido que jamás ha gobernado a nivel nacional, está encabezando las encuestas en previsión de la contienda presidencial, que tendrá lugar el próximo año.

Con la excepción del populista venezolano Hugo Chávez, que ha elevado los gastos públicos en todos los rubros, desde carreteras hasta proyectos utópicos como cultivos urbanos, la transformación de la izquierda latinoamericana es sorprendente. La mayoría tiene poco parecido con los partidos izquierdistas que antaño existían en la región, personificados en figuras legendarias como Fidel Castro y el revolucionario argentino Ernesto "Che" Guevara.

La nueva generación de la izquierda está resultando ser sorprendentemente pragmática en muchos asuntos macroeconómicos.

Las rachas de hiperinflación del pasado convencieron a la mayor parte de los gobiernos de la necesidad de controlar sus gastos, y la mayoría cree ahora que necesitan tener una economía abierta para desarrollarse económicamente. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva ha adoptado la disciplina del libre mercado con tal fervor que algunos de sus seguidores se preguntan si los políticos conservadores a los cuales venció en su contienda por la presidencia habrían gobernado de alguna otra manera.

"Es un artículo de fe entre los movimientos progresistas de la región ahora que no se puede reducir la pobreza simplemente al gastar", dice Sergio Bitar, ministro de Educación de Chile y miembro del gabinete del presidente socialista Ricardo Lagos.

Dado el amplio consenso existente entre la izquierda y la derecha con respecto a principios económicos generales, lo que podría ser decisivo es la habilidad política de la izquierda para lograr cambios económicos mediante una promoción más efectiva entre públicos escépticos. Han logrado cierto progreso. En Brasil, Lula consiguió un gran cambio en el sistema de pensiones, algo que no logró su antecesor Henrique Cardoso. En Chile, Bitar encabeza un programa para enseñar inglés en todas las escuelas públicas como parte de una apuesta para intentar hacer a los trabajadores chilenos más competitivos en la economía global.

Algunos economistas, en la búsqueda de la fórmula correcta de crecimiento en la región, están dispuestos a dar a los izquierdistas una oportunidad para que realicen pequeños ajustes a las fórmulas de mercado abierto, como darle al estado un papel más activo en la gestión de la economía.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por ejemplo, comisionó un estudio de economistas de la Universidad de Harvard para el uso del gobierno de Vázquez. El estudio, hecho por Ricardo Hausmann, Dani Rodrik, y otros colegas, estipula que el gobierno aumente sus subsidios a la creación de negocios exitosos en los sectores en los que Uruguay tenga una ventaja competitiva, como el cultivo de arroz. "La idea es tratar de concebir algunas nuevas ideas que puedan ser útiles en el contexto de cambio en Uruguay", dice Eduardo Fernández Arias, director del BID para la región del cono sur, quien es además uruguayo.

Hasta ahora, Washington ha visto a los izquierdistas de la región, con la excepción de Chávez, como más o menos benignos. Algunos creen que EEUU debería atraer a los pragmáticos de forma más activa y ayudarlos a idear mejores formas de reducir la pobreza y mejorar la competitividad de sus economías.

"Washington debería ver a esta nueva generación de pragmáticos como parte de la solución para la región, dado que las fórmulas de los años 90 no han producido resultados", dice Michael Shifter, analista de política de Diálogo Interamericano en Washington.