VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

"Paraguay: calidad democrática en peligro"

Federico Tatter
Argenpress

En breves líneas y sin necesitad de abundar en cifras, siempre es necesario y saludable insistir en que la República del Paraguay, en sus casi doscientos años de vida independiente desde 1811 en adelante, no ha tenido más que uno o dos períodos breves de gobierno democrático formal y constitucionalmente sostenido, entendidos éstos dentro de sus limitaciones históricas e institucionales. Así, el proceso que comienza en febrero de 1989 y se extiende hasta la actualidad, dieciséis años para ser precisos, es el más largo período democrático en toda su historia, aunque sin estar exento de intentos de interrupción constitucional, conos de sombra, así como de un franco peligro de retroceso a un 'status quo' semi o directamente dictatorial, como en el que hoy nos encontramos.

También es imprescindible considerar que la Asociación Nacional Republicana (partido colorado), autodefinida como agrarista pero de fuerte formación y persistente acción fascistoide, que se hizo del poder a través de las armas, gobernó en forma dictatorial en un infernal estado policíaco durante más de cuarenta años, es el mismo que a través de un intestino golpe de estado palaciego, tutelado por la embajada americana y ayudado por las emergentes democracias sudamericanas, permitió la apertura de un proceso de transición a la democracia formal de corte neoliberal, en extremo imperfecta y bajo su hegemónica conducción, y cuya durabilidad estuvo más relacionada a los escenarios internacionales que a el enraizamiento de una cultura e historia democrática propiamente paraguaya. Gracias a pactos de tolerancia, la ANR se mantiene en el poder sin perder un ápice el control a nivel nacional de todos los 'negocios' adheridos al extendido ejercicio, solamente asumiendo el bajo costo de disminuir los niveles de arbitrariedad de su gestión, y con la reiterada promesa de 'una mano de pintura democrática'. La gestión del partido-estado ha estado siempre sometida a fuertes contradicciones y chantajes dado el grado de indiferenciación entre gobierno, partido, estado, fuerzas armadas, así como a una creciente violencia política, delincuencial y parapolicial, tolerada algunas veces, propiciada en otras, pero siempre manipulada por, desde y detrás del poder.

Con anterioridad, las crisis se presentaban cíclicas, y aunque violentas, rápidas y circunscritas al pequeño núcleo de poder, hoy en cambio la crisis es endémica, con más violencia, mas crueldad, mayor extensión, sin otra salida más que el cambio de modelo y la alternancia en el ejercicio del poder.

El modelo de democracia formal ensayado, ha sido incrustado sobre una estructura económica latifundista, agropastoril, contrabandista y antiindustrial que no ha cambiado hasta la fecha, el que ya ha costado muchas vidas de trabajadores y campesinos en búsqueda de organización y reivindicación ancestrales como el empleo, el justo salario, la seguridad social y el acceso a la tierra.

Por otro lado, el constante enfrentamiento de facciones rivales incluso dentro del mismo partido, ligados directamente o indirectamente al crimen organizado, integrantes todos del propio bloque en el poder, en muchos casos han derivado en magnicidios y la introducción de la herramienta del asesinato, el secuestro con fines extorsivos y políticos con saldo fatal, aunque siempre con el inconfundible sello del código mafioso.

El contrabando abierto o simulado, siempre protegido, bautizado eufemísticamente, como 'triangulación comercial', o más suavemente todavía como 'turismo de compras', 'industria sin chimeneas', 'empresariado de frontera', así como el más rentable de todo el lote, cual es el tráfico delictual, entre el que descolla el de los narcóticos, no es nuevo en el Paraguay. Y hay que ser muy claros en este punto, porque la dictadura de partido, prácticamente ha 'refundado', 'clonado' a la República del Paraguay, desde 1954 en adelante, introduciendo en su 'código fuente y desde la raíz' la delincuencia institucional, transmitiéndose el mismo comportamiento hasta bien entrada la transición.

Los ejemplos no sólo abundan, desbordarían bibliotecas enteras, y como ejemplo basta el General Andrés Rodríguez, quien luego de 'soportar' veinticinco años a su consuegro Stroessner hasta arrebatarle varios rubros comerciales lícitos e ilícitos, decide encabezar el alzamiento político-militar de febrero de 1989 con soporte norteamericano y un nutrido frente partidario-empresarial-militar de dónde saldrían los dos próximos presidentes electos, los ingenieros Juan Carlos Wasmosy y Raúl Cubas Grau.

Pero es muy importante dejar en claro que tanto para el análisis como para la acción, es bajo la dictadura de partido, comandada por el mundialmente conocido general anticomunista Alfredo Stroessner, que se instaura y perfecciona la industria de la ilegalidad, con total conocimiento y tolerancia de sus soportes norteamericanos desde 1954 en adelante sin interrupciones. La dictadura narco y armatraficante de entonces 'rehizo' al Paraguay a su imagen y semejanza, y aprovechando la 'guerra fría' con el paraguas logístico del anticomunismo militante, hasta se lanzó a la conquista de nichos del mercado delictivo con socios aventajados en Taiwán, Corea, Sudáfrica, llenando el país de filibusteros, bandidos, aventureros de todo tipo, desde el nazi Mengele hasta el dictador Somoza para citar sólo a sus más conocidas perlas.

En decadencia y caída libre un modelo de dominación

Y para saber de qué son capaces en el presente, es necesario, refrescar de lo que llegaron a hacer en el pasado, así como reconocer que la calidad democrática obtenida en el proceso de transición ha sido más que insuficiente, y bajo el riesgo cercano de caer nueva y fácilmente en una 'democradura', una formalidad democrática con prácticas, acción, arbitrariedad y violencia de una dictadura, que puede estar hurdiéndose a marcha forzada bajo el poco creativo 'Plan Paraguay'.

Ahora bien, el modelo económico latifundista que se enseñoreó en el Paraguay por medio siglo, en el tercer milenio ya no es sostenible, por lo menos bajo un sistema democrático o constitucional, más o menos restringido, por muy diversas razones imposibles de citarlas en forma exhaustiva, pero que se condensan en una tormenta de contradicciones económicas y sociales que desata a su paso, añadido al factor de permanente inseguridad que instala en toda la región. Igualmente, tampoco se sostiene el modelo político de dominación que lo representa, con el partido colorado a la cabeza, llevando peligrosamente a la República a la deriva y la inestabilidad, a las fronteras de la guerra civil permanente, a la crisis económica y social endémica, a la inseguridad ciudadana creciente, a la violencia estatal y paraestatal, al reinado de la arbitrariedad, a la reconquista en definitiva, por parte del crimen organizado, de todos y cada uno de los espacios que, pudieran haber perdido en un 'esforzado' proceso de transición a la democracia, hoy con mayores controles internos y sobre todo en un escenario mundial y regional diferente.

Si bien para el emperador Bush, la devaluación de la democracia paraguaya no pasaría de ser un daño colateral intrascendente en el mejor de los casos, éste, doctrinariamente hablando, tendría más afinidad en promover una democracia devaluada, militarizada, conservadora y atrasada de estilo colombiano, que no modifique el 'estado de inequidad e infradesarrollo endémico', antes que facilitar la alternancia en el poder para que el Paraguay ingrese a la modernidad económica y social, el que solamente podría darse a través de una administración progresista regionalmente integrada.

Necesario cambio político para el cambio económico

Hoy el Paraguay, ya no tiene fronteras con dictaduras militares 'hermanadas en el crimen' y autodenominadas como 'cóndores del anticomunismo' donde podría camuflarse y pasar más o menos desapercibido. Hoy el Paraguay se ve al mundo tal cual fue y es, y nuestro entorno inmediato está haciendo enormes esfuerzos para dar el salto cualitativo de la democracia liberal mínima a la democracia de responsabilidad social, de la formalidad electoral a la legitimación diaria de la representación política, recreando la democracia sustentable en clave latinoamericana.

Hoy compartimos el espacio latinoamericano y muy en especial el MERCOSUR, donde se han establecido precisas cláusulas de salvaguarda democrática e institucional, con gobiernos y sociedades que están desarrollando alternativas más democráticas, y lo más interesante, sin 'tutelajes indignos' ni 'protectorados encubiertos'.

Hoy, en la inmediata subregión sudamericana, no solamente existe un ambiente macroeconómico favorable como le gusta señalar al 'cliché' neoliberal, sino que además, se percibe un ambiente macrosocial regional perfectible, de mejora en la calidad de vida humana y medioambiental, por voluntad política expresa de gobiernos de mejor perfil progresista y mayor sensibilidad social para atacar 'el fondo de nuestras injusticias'. Con más empleo y comida, con menos botas y corrupción, el deseo de seguridad ciudadana y jurídica con mayor calidad de democracia social están casi al alcance de la mano.

Pero la actual administración del ex periodista Nicanor Duarte frutos, ante la imposibilidad casi genética de dar un giro histórico hacia la democracia moderna, abandonando el conservadurismo que partidariamente le encasilla, su imposibilidad de encontrar y dar solución a los verdaderos y estructurales enemigos de la democracia como el hambre, el desempleo, la injusticia social, el contrabando, el narcotráfico, prefiere buscar entre los pobres a sus imaginarios o reales enemigos, al igual que la dictadura stronista que los formó.

Este estilo de gestión necesita generar muchos fuegos para 'vender luego el extinguidor'. Y el estilo parece que se encuentra en la Colombia paramilitar, en el infierno del conservador Uribe, con el asesoramiento del archiconservador Bush, donde el Paraguay tendrá la libertad de comprarse todos los espejitos para acabar con sus 'enemigos' reales e imaginarios, internos y externos, venidos y porvenir, y de paso contar con los famosos recursos frescos del interior o el exterior, reembolsables o no reembolsables, en forma de donación o préstamo, pero con el precinto de 'clasificado' o de 'urgencia' necesarios para cualquier proyecto de reelección. La doctrina de la guerra preventiva, necesita visualizar un enemigo, y si no lo visualiza, hay que crearlo, si está instalado y es muy pequeño hay que dejarlo crecer, si no puede crecer hay que ayudarlo, de tal forma que su aniquilación tenga el suficiente impacto escénico, y pueda ser 'aceptada' por la sociedad, por más aberrante que fuera, a costa del recorte de todas las libertades y derechos necesarios.

Sin más, al igual que la doctrina de seguridad nacional como antecedente válido, que sólo ha servido para atornillar al poder a mafias más o menos serviles a los deseos imperiales de turno en uno u otro punto del planeta.

En el Paraguay hay, además de incendios forestales, un gran y verdadero incendio social. Y Nicanor se fue de shopping a un país que hace cuarenta años vive 'en guerra' y 'de la guerra' civil interna, con un presidente que a su momento también se fue de shopping a comprar una 'solución militar' que tanto gusta ofrecer al complejo industrial norteamericano. Las poblaciones civiles víctimas del comercio gubernamental de armas y guerras preventivas muy poco les estarán agradecidas.

La institucionalidad democrática hoy hace agua por todos lados, y no es por incapacidad o desconocimiento, sino porque existe una inercia perversa para que los acontecimientos así se desarrollen, para llevar la situación al límite intolerable, a un 'status quo' de baja calidad, con el azote de fantasmas externos innominados y por violentos y marginales delincuentes, que 'arrinconarían' al Ejecutivo a adoptar la 'solución límite' de reinstaurar un gobierno de facto, el único horizonte que puede mantener al partido-estado unificado, y el único bajo el cual el mismo puede seguir ejerciendo el monopolio absoluto.

La institucionalidad, y por tanto la seguridad democrática, hace agua desde el gobierno central hasta sus municipios, desde la administración de justicia hasta el control parlamentario, desde los organismos recaudadores hasta el control de fronteras, desde las fuerzas de seguridad hasta el ministerio público, por exclusiva responsabilidad de las decisiones político-partidarias de sus administradores, por su estilo conservador, populista y prebendario de gestión, por su ambición de eternidad, y por el mar de contradicciones al cual ellos mismos, en su propia dinámica de sobrevivencia, atacando a alguna mafia pero protegiendo a otras igualmente dañinas, empujan a toda una nación a un estado de 'inseguridad inducida' y de 'arbitrariedad antidemocrática creciente'.