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Asume el Compañero Presidente*
Guillermo Waksman
El cambio de gobierno del martes inaugura el mayor y más profundo quiebre
político en la historia reciente de Uruguay. ¿Cuál ha sido la trayectoria de la
figura que ocupa el vértice de esta transformación y su estilo de conducción?
¿Cómo construyó su liderazgo? ¿Cuáles serán las principales líneas de tensión de
la futura administración de izquierda? El ingreso de Tabaré Vázquez en la
política fue tardío: después de haber militado unos tres años en el Partido
Socialista (PS), a los 46 de edad se incorporó a su comité central -sin haber
desempeñado otros cargos de dirección, lo que es bastante excepcional-, un año
después fue secretario de finanzas de la comisión pro referéndum contra la ley
de impunidad y a los 49, sin más escalas, fue el candidato único del Frente
Amplio a la Intendencia de Montevideo. Tenía 54, un año menos que Liber Seregni
en 1971, cuando fue postulado por primera vez a la Presidencia. Pero en muchos
aspectos su trayectoria, su formación política, su relación con el conjunto de
la fuerza política que encabezó, su manera de ejercer el liderazgo, el modo de
actuar -a menudo sorprendente, salpicado tanto por inesperados virajes como por
repentinos brotes de pragmatismo-, sus posiciones ideológicas a lo largo de los
últimos 15 años y sus reiteradas apuestas a la intuición rompieron todos los
moldes de los dirigentes tradicionales de la izquierda uruguaya.
LOS CONFLICTOS CON ASTORI
Vázquez ingresó a un FA liderado por Seregni, fundador y conductor desde 1971,
reconocido como tal por todos los sectores y las bases, y apoyado en una
estructura orgánica que tenía en cuenta la doble condición de coalición y
movimiento. Pero Seregni tenía también su delfín, Danilo Astori, y lógicamente
la trayectoria de Vázquez dentro del FA estuvo marcada por una permanente
pulseada con este último. En ese proceso hubo además, hacia 1994, una suerte de
enroque mediante el cual Astori -que en el congreso de 1989, el año en que
acompañaría a Seregni en la fórmula presidencial, planteaba la vigencia de la
revolución y defendía posiciones que hoy serían vistas como ultras- se fue
moderando y Vázquez se fue corriendo al centro del FA y, una vez allí, se
preocupó por correr el FA hacia el centro del espectro político.
Algunos de los principales enfrentamientos entre Vázquez y Astori fueron por la
ley de reforma de la seguridad social, por la reforma constitucional de 1996,
por las elecciones internas de 1999, por los sucesivos intentos de reforma de
las empresas públicas, por la crisis financiera de 2002 y por la ley de
asociación de ANCAP.
La reforma constitucional había sido negociada durante un año y medio y había
provocado, el 5 de febrero de 1996, la renuncia de Seregni a la presidencia del
FA. Desde el principio estuvo claro que los partidos tradicionales querían
imponer el balotaje para impedir el triunfo del FA, pero a cambio ofrecían la
obligación, para ellos muy costosa, de que hubiera candidatura presidencial
única. Todo indicaba que el FA acompañaría la reforma, hasta que Vázquez cambió
su posición. El FA lo acompañó y AU, por disciplina partidaria, no votó la ley
constitucional en el Parlamento. Pero Astori, como Seregni, no ocultó su
posición personal sobre la reforma a lo largo de toda la campaña.
La definición a favor de la reforma en el plebiscito, apenas por 7 mil votos,
torció el resultado de la elección de 1999, cuando el FA ganó en primera vuelta
y Vázquez perdió el balotaje con Batlle. En las semanas siguientes muchos muros
aparecieron pintados con la leyenda "Astori traidor". Más allá de que el No a la
reforma constitucional hubiese perdido, el hecho de que obtuviera el 49 por
ciento y fracción contra un porcentaje apenas superior logrado por la suma de
los dos partidos tradicionales, el Nuevo Espacio, Astori y Seregni, fortaleció
notoriamente la posición de Vázquez en la interna del FA. Ya no era uno entre
tres, como a principios de los noventa, ni el primero entre iguales, sino el
indiscutido timonel, pero además nadie -con excepción de Astori y algunos
dirigentes de los sectores más radicales- lo contradecía. La explicación era que
sólo con él como candidato la izquierda podía ganar.
En abril de 1999 se celebraron las primeras elecciones internas previstas por la
Constitución reformada. AU decidió que Astori marcara sus votos. Si bien éste
tenía muy claro que iba a perder, nadie imaginó que la diferencia a favor de
Vázquez fuese tan grande: 83 contra 17 por ciento. Seregni era partidario de
que, después de las internas, ambos dirigentes se abrazaran.
Vázquez no quiso: "Ni Caperucita Roja creería en ese abrazo", declaró. Y agregó
que sería un gesto para la tribuna, como los que la izquierda siempre ha
criticado a los partidos tradicionales. Cinco años después, AU prefirió que
Astori no participara en las internas.
A mediados de 2002, cuando la crisis financiera, AU acató la decisión
mayoritaria del FA de no votar la ley de fortalecimiento del sistema financiero,
y en marzo de 2003, aunque estaba de acuerdo con la operación de canje de los
bonos, también se abstuvo de votar la ley que la autorizó.
Mientras tanto, Vázquez sostenía que en realidad existía un default de hecho y
que el canje estaba destinado a patear la pelota para adelante, a fin de que el
problema lo resolviera el próximo gobierno.
El mayor enfrentamiento entre ambos dirigentes ocurrió en 2004, en torno a la
ley de asociación de ANCAP. También en este caso AU se abstuvo de votarla en el
Parlamento por disciplina partidaria, pero Astori fue más lejos que en 1996 en
cuanto a la defensa de la ley, sobre todo durante la campaña por el referéndum
por su anulación. Aseguró que la ley no permitía que ANCAP se vendiera, se
regalara, se alquilara, se entregara ni se rematara, como decían quienes
impulsaban la anulación, Vázquez incluido. Y en esta ocasión, más que en la
anterior, argumentó contra la posición oficial del FA, con tanto vigor y
elocuencia que colorados y blancos se limitaron a suscribir los fundamentos de
su posición.
El resultado del referéndum, esta vez contundente por la anulación de la ley,
fortaleció la hegemonía de Vázquez en la interna frenteamplista. Fue la frutilla
de una torta que se elaboró a lo largo de 15 años, al cabo de los cuales el
poder en el FA se trasladó desde un líder que zurcía consensos tratando de
obtener la aprobación de los órganos colectivos, a una concentración de las
decisiones sustanciales, donde prevalecen los resultados y no importan tanto los
procedimientos. Corresponde aclarar que ese proceso no fue impuesto por la
fuerza, sino aceptado pacíficamente por la amplia mayoría de los sectores
frenteamplistas.
Pero la mala -o en el mejor de los casos casi nula- relación entre Vázquez y
Astori tuvo sus ciclos. En los momentos decisivos de las tres campañas
presidenciales Vázquez convocó a Astori. En 1994 lo hizo para que lo asesorara
durante el debate por televisión que mantuvo con Sanguinetti. En 1999, ya en la
campaña hacia el balotaje, Vázquez pidió a Astori que se hiciera cargo de la
explicación pública sobre el impuesto a la renta, convertido en el objetivo
principal de la campaña de Batlle y, a mediados de noviembre, anunció que, en
caso de ganar, Astori sería el ministro de Economía. En 2004 volvió a hacer este
mismo anuncio, pero con más tiempo -cuatro meses antes de las elecciones, en un
famoso vuelo entre Fráncfort y Washington- y nadie duda de que la tranquilidad
que generó esa decisión en gran parte de la opinión pública fue decisiva para el
triunfo de octubre.
LA CARNE EN EL ASADOR.
Fueron varias las ocasiones en que Vázquez entendió que había llegado el momento
de poner en juego su peso político para que prevalecieran sus posiciones. En
general el objetivo perseguido fue lograr gobernabilidad dentro de la fuerza
política.
Uno de los primeros casos fue en enero de 1994, cuando puso condiciones para ser
por primera vez candidato presidencial. Habló de la necesidad de modernizar el
FA y definir su política de alianzas. En este sentido, hizo un planteo que diez
años después conserva una enorme actualidad: los sectores que acuerden una
alianza deben tener representación en cargos importantes.
Dicho en otros términos, sin acuerdos no hay cargos. Apenas una semana después
de la derrota electoral de 1994, Vázquez supeditó su permanencia en la actividad
política a la vigencia del EP, al que algunos frenteamplistas se apresuraron a
señalar como una de las causas del resultado de la elección.
En mayo de 1996 Vázquez pidió licencia por tiempo indeterminado como miembro del
Secretariado Ejecutivo, que conducía el FA desde la renuncia de Seregni.
Su alejamiento duró hasta fines de ese año, cuando el congreso del FA lo eligió
presidente de la coalición. Nueve meses después, el 12 de setiembre de 1997,
desde Bella Unión, donde estaba sesionando la Mesa Política, anunció su renuncia
indeclinable a ese cargo. El motivo fue la violación de mandato del edil Jorge
Zabalza (MPP) en la votación de la Junta Departamental de Montevideo sobre la
concesión a empresarios privados del Hotel Casino Carrasco, el día anterior.
Vázquez había anunciado que si eso ocurría presentaría su dimisión.
En abril de 1998 el Plenario aprobó media docena de condiciones que él había
puesto para volver, algunas flexibilizadas para que fueran potables. Una de
ellas, la de la "autoexclusión" de los dirigentes o sectores que no acataran lo
resuelto por los órganos competentes. Otra había sido inicialmente la de que el
eje del sistema progresista se trasladara -"de una buena vez", dijo- del FA al
EP, que con menos años de existencia y menos oganizaciones que el FA era una
entidad mucho más gobernable; después la relativizó, planteando únicamente la
ampliación del EP, sin exigir su predominio respecto del FA.
En 2004, cuando el FA discutía si debía participar en la recolección de firmas
contra la ley de ANCAP, Vázquez declaró que él saldría a recogerlas, aunque para
ello tuviera que renunciar a la presidencia de la coalición.
SOPORTE IDEOLÓGICO Entre los muchos documentos que sirvieron de apoyo a Vázquez
a lo largo de su trayectoria en el FA, hay algunos que sin duda tuvieron una
influencia muy notoria. Uno de ellos, en el cual no participó directamente, es
el conocido como "documento de los 24", difundido el 6 de junio de 1991. Estaba
suscrito por 24 dirigentes, varios de la VA, otros ex comunistas, unos cuantos
sindicalistas y algunos independientes (entre otros Esteban Valenti, Rodrigo
Arocena, Enrique Rubio, Marcos y Gonzalo Carámbula, Gerardo Caetano, Daniel
Mesa, Margarita Percovich y Luis Garibaldi). No figuraban Astori ni varios
dirigentes del PS claramente alineados como renovadores. Allí se planteaba la
necesidad de "superar la oposición maniquea entre lo público y lo privado" y,
partiendo de la base de que las izquierdas por sí solas no podrían sacar el país
adelante, se proponía la formación de un bloque progresista que incluyese a
sectores de los partidos tradicionales. Vázquez, que estaba en Europa, aplaudió
calurosamente el contenido de ese documento.
Unos seis años después el propio Vázquez presentó al FA y al EP un documento de
actualización (léase "moderación") programática. Y en el mismo sentido deben
interpretarse, con respecto a los grandes lineamientos programáticos aprobados
por el último congreso del FA, la serie de conferencias del propio Vázquez, que
fueron la columna vertebral de la última campaña electoral.
ENSANCHAR PARA CAMBIAR
A partir del año 2000 Vázquez siguió procurando el ensanche de su base de apoyo.
En materia política se podía lograr la incorporación del Nuevo Espacio, aunque
para ello no fuese suficiente el EP y fuese necesario construir otro ámbito, el
de la Nueva Mayoría. Y había que seguir conquistando votos individuales, que
hasta ahora respondían a los partidos tradicionales. En ese sentido, como
reconoció públicamente Rodolfo Nin, hacía falta correrse un poquito más para
buscar el voto del centro, o -como sostuvo el senador José Mujica- crear un
espacio moderado para captar a la clase media urbana. Vázquez lo logró con su
discurso y también con su trabajo: en un año recorrió el país una media docena
de veces -descuidando incluso Montevideo, que ya "lo daba por hecho"-, visitando
los lugares más recónditos y hablando mano a mano con la gente, su método más
efectivo de captación de votos.
Pero la política de ensanchar el espacio progresista no se limitó a los
partidos. Buscó y consiguió respaldos de sectores tradicionalmente reacios a la
izquierda: había que abrazarse con culebras -Mujica dixit- y si fuera necesario
también con cruceras. Hugo Manini Ríos y Juan Carlos López Mena fueron los casos
más notorios -y también cuestionados dentro de la izquierda- de respaldos
inéditos. Pero hubo muchas otras adhesiones de empresarios y estancieros, que se
tradujeron no sólo en votos sino también en apoyo financiero. El resultado es
que la nueva izquierda, el progresismo, llegó al gobierno con mayoría
parlamentaria.
* La información para esta nota fue extraída, fundamentalmente, de la
colección de BRECHA y de los libros Conversaciones con Tabaré Vázquez, de Carlos
Liscano (Ediciones del Caballo Perdido, Montevideo, 2003) y Tabaré Vázquez.
Misterios de un liderazgo que cambió la historia, de Edison Lanza y Ernesto
Tulbovitz (Alcierre Ediciones, Montevideo, diciembre de 2004).