Latinoamérica
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Camilo y Caamaño
Lilliam Oviedo
En enero de 1966, desde las montañas de Colombia, el padre Camilo Torres
Restrepo explica a su pueblo por qué tomó el camino del alzamiento: "Yo quiero
decirle al pueblo colombiano que éste es el momento. Que no lo he traicionado.
Que he recorrido las plazas de los pueblos y ciudades caminando por la unidad y
la organización de la clase popular para la toma del poder. Que he pedido que
nos entreguemos por estos objetivos hasta la muerte".
En los inicios del año 1973, poco antes de iniciar el viaje de regreso al país,
Francisco Alberto Caamaño Deñó escribe a sus pequeños hijos una carta cuyo
último párrafo es el siguiente: "Mis hijitos, a todos les recordaré,
eternamente. Por ustedes y por niños de su edad, pero sin porvenir, dedico todas
mis fuerzas y mi vida. Quiéranse mucho y quieran siempre a su madre. Cuando vean
a sus abuelitos, esto será pronto, les dan muchos besitos de mi parte y les
dicen que les quiero mucho. También que les eduquen y les ayuden a ser como el
Che".
Camilo murió en combate el 15 de febrero de 1966 en un lugar denominado Patio de
Cemento, en el departamento de Santander. Había nacido en Bogotá el 3 de febrero
de 1929. Caamaño fue fusilado el 16 de febrero de 1973 por oficiales dominicanos
que obedecieron una orden impartida, o por lo menos elaborada, en el idioma
inglés. Había nacido en Santo Domingo el 11 de junio del año 1932.
Camilo tenía 37 años apenas cumplidos. Caamaño fue fusilado cuatro meses antes
de cumplir los 41 años. Cuerpos jóvenes y mentes lúcidas en la accidentada
geografía de la América cantada por Neruda:
"Fue dura la verdad como un arado.// Rompió la tierra, estableció el deseo,/
hundió sus propagandas germinales/ y nació en la secreta primavera...".
Para hablar de Camilo y de Caamaño sin el lirismo del poeta que Chile y América
regalaron al mundo, hay que decir que el año 1965 fue decisivo en las vidas de
ambos. En junio de 1965, al padre Camilo se le ordena despojarse de la sotana y
se le despoja de la facultad de oficiar misa por sostener ante sus superiores
que no puede aceptar como cristiano que muchos niños mueren de hambre cada día y
que la riqueza de Colombia sea concentrada en pocas manos mientras las mayorías
siguen hambrientas. En ese momento, Caamaño ya tiene estatura de héroe, porque
ha puesto al servicio del pueblo y de la lucha contra la segunda intervención
militar estadounidense a este país. Abril de 1965 fue la fecha en que hubo de
tomar la dirección militar de una revuelta por la constitucionalidad que días
después se convirtió en resistencia contra la invasión.
Camilo muere en combate, y la noticia es ofrecida a la población dos días
después. Caamaño sobrevive a su primera jornada junto al pueblo y regresa en
1973 a enfrentar con las armas el gobierno que impuso el invasor. Es fusilado en
las montañas de Ocoa.
En septiembre, al entregar la banda presidencial, Caamaño sentencia: "Creo
firmemente que el pueblo dominicano terminará por lograr su felicidad, y el 24
de abril será siempre un símbolo estimulante hacia la consecución definitiva de
ella". En febrero de 1973, cuando los fusiles de sus antiguos compañeros de
armas apuntaban a su cuerpo, lo que sale de sus labios es una proclama: "¡Coño,
que viva la República Dominicana!".
Y entre frases y citas se expresa la memoria. El poder persiste en el intento de
sepultar el recuerdo y el ejemplo. Presenta como delito la insurrección y como
deber ineludible la sumisión. Bajo su dictado, nuestras tierras son pisoteadas
por mercenarios que cumplen el encargo de cazar insurgentes en cualquier
territorio y de atentar contra gobiernos cuyos dirigentes defienden la soberanía
y la autodeterminación de los pueblos.
Memoria y ejemplo inspiran a millones de hombres y mujeres a empuñar las más
limpias banderas y a abrazar las más justas causas. A ofrendar una flor cada
febrero y a condenar la injusticia cada día... Por Camilo, por Caamaño, por
tanta sangre joven derramada, por la sentencia que se hace consigna, por la
proclama que se convierte en canto... Porque nuevas voces se integren cada día
al coro que lo canta...