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Latinoamérica

Bolivia: Los indígenas al poder

Augusto Zamora R.

No es poco el espanto que provoca en Europa y EEUU el triunfo del indígena aymara Evo Morales. Acostumbrado durante siglos a tener como interlocutores de Latinoamérica a representantes de las oligarquías blancas, Occidente ve con recelo y desconfianza, no exenta de racismo, el ascenso al poder de las mayorías excluidas de nativos y mestizas. Han tenido que transcurrir cinco siglos para que los indígenas pudieran recobrar el poder perdido en el siglo XVI. Ha tenido que concluir la Guerra Fría, para que la gente pudiera votar sin miedo al cuartelazo, la cárcel o la muerte.
Evo Morales es la antípoda del gobernante medio latinoamericano. No habla inglés, sino español y aymara. No ha estudiado en ninguna universidad extranjera, pues la única vez que salió de Bolivia, lo hizo como emigrante a Argentina. Es campesino hijo de campesinos, con escasos estudios de secundaria y su militancia política empezó cuando las políticas ordenadas por EEUU amenazaron a los suyos con el hambre. Se lanzó al activismo luego de ver cómo la Policía antinarcóticos quemaba vivo a un pobre cultivador de coca. Contará luego que su dilema había sido organizarse o dejarse morir.
En el ínterin, los gobiernos neoliberales continuaban su subasta de siglos de las riquezas y recursos naturales del país, el último de ellos los yacimientos de gas. El malestar creciente encontraba inspiración y lecciones en el vecindario. Ecuador, donde costaba más elegir un presidente que destituirlo; Argentina, derrumbaba de forma atroz por una minoría desnacionalizada. En especial Venezuela, donde el ex militar Hugo Chávez, mestizo de origen humilde, ganaba elecciones, sorteaba golpes de Estado y ponía en marcha un programa de reformas cuyo destinatario principal era el "perraje", término despectivo usado por la oligarquía para referirse al pobreterío venezolano. La izquierda renacía y tomaba el gobierno también en Chile, Argentina, Brasil y Uruguay.
La sorpresa no ha sido el triunfo de don Evo, como lo llama ya la derecha, sino la contundencia del mismo, pues ningún presidente, en las últimas décadas, ha derrotado por una diferencia tan abrumadora a su oponente. Por eso su victoria ha sido recibida como el inicio de una nueva era, que pondrá fin al Estado oligárquico y posibilitará la reorganización de Bolivia desde la inclusión de la mayoría indígena, excluida durante 500 años del reparto de la riqueza, del goce real de derechos y del gobierno del Estado.
El triunfo del MAS confirma y da un espaldarazo rotundo al proceso de cambios que vive Sudamérica. Bolivia, previsiblemente, se integrará en el Mercosur, estrechará vínculos con Venezuela y Cuba y potenciará a los movimientos indígenas y de izquierda en Perú y Ecuador. Otra consecuencia directa será reducir la presencia de EEUU en el país, debilitar aún más su proyecto de ALCA y desmantelar su política hacia la coca, cultivo tradicional indígena que dejará de ser perseguido, pues su destrucción, además de demostrarse inútil como política antidrogas, ha arruinado al campesinado boliviano.
Los otros grandes afectados, las multinacionales del petróleo, están en una grave disyuntiva: aceptar las nuevas reglas o retirarse del jugoso mercado boliviano. Poco margen tendrán y más lograrán si aceptan el nuevo marco. Venezuela y Argentina ya habían adelantado medidas dirigidas a poner fin al expolio de recursos. Bolivia hará otro tanto. Como ha declarado Evo, las empresas extranjeras podrán seguir haciendo negocios, siempre que acepten que el grueso de beneficios debe servir al país.
Evo Morales agrega Bolivia al nuevo mapa político regional. No será el último Estado. Latinoamérica avanza en la dirección de reducir colonialismo, neocolonialismo y dependencia. Las acciones de Repsol han bajado, las del pueblo boliviano han subido. Una buena noticia para Bolivia y los latinoamericanos.

Augusto Zamora es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid a_zamora_r@terra.es