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Latinoamérica

Un Uruguay mirado desde el dólar y desde el peso
Elementos para una visión dual

Carlos Santiago
Bitácora

Vivimos en una economía, para calificar la coyuntura de alguna manera, con por los menos dos abordamientos. Una visión que se convierte en dual con cifras que, expresadas en una moneda u otra, se contraponen en su significado. Si tomamos – por ejemplo – el crecimiento de las exportaciones del primer semestre, vemos que esas ventas al exterior han crecido en dólares un 18,1%, sin embargo cuando el análisis lo llevamos a pesos, por la depreciación de la moneda norteamericana, advertimos que la cifra son muy distintas: allí las exportaciones crecieron el 0,6%.

¿Estamos o no en una economía de visión dual que, de acuerdo a la moneda en que se contabilicen los logros, da una cifra u otra? ¿Existe competitividad todavía si contabilizamos el aumento de las exportaciones en pesos? El tema es difícil de definir por la cantidad de elementos que ingresan en el análisis y lo que significa para las empresas la actual situación en que las diversas variantes tienen un significado u otro.
La verdad es que timonear la economía en la actual coyuntura no es nada fácil, porque –obviamente – existen razones de peso e intereses contrapuestos en las distintas interpretaciones que se realizan en torno a la coyuntura. Es evidente que los exportadores están preocupados con razón porque – más allá de las cifras que maneja el ministro de Economía- sus exportaciones, medidas en pesos, no le dejan márgenes de utilidad suficientes.
¿Y si hablamos de los salarios? Cualquier empresario que haya aumentado ese rubro a fin del año pasado, cuando el dólar estaba a varios pesos por encima de la actual cotización, hoy está pagando – llevando la operación a dólares – un porcentaje impensable para los escuálidos incrementos que se han tenido en los últimos tiempos en el país. De eso existen testimonios de los propios empresarios que, además, van al fondo de otro problema.
Un dólar bajo – como el que ahora se mantiene en la plaza – significa un claro repunte salarial y, por consiguiente, un relativo mejor poder de compra de los asalariados especialmente si la inflación se mantiene en el rango actual.
Recordemos lo ocurrido en el país en el año 2002, cuando durante el gobierno del doctor Jorge Batlle, timoneando la economía el contador Alberto Bensión, se resolvió restablecer la competitividad perdida luego de la devaluación brasileña de 1998 Allí se modificó el régimen de bandas cambiarias, produciéndose una devaluación de hecho de casi un 100%. El poder adquisitivo cayó en esa proporción y los salarios, que ya estaban deprimidos por el achatamiento de la economía que no hacía pie luego de haberse perdido casi totalmente el mercado brasileño se redujeron, en algunos casos, a un nivel de infraconsumo.
Ello golpeó de manera brutal en la economía que redujo su actividad de manera trágica. Cerraron miles de empresas, aumentó el desempleo y la pobreza supero al millón de uruguayos.
Nos parece que cuando se habla de que en el país se mantiene la competitividad – mirando los números del incremento de las exportaciones en dólares – estamos en alguna medida jugando con fuego, sin entender la necesidad de tener una política gradual de equilibrios para evitar, en definitiva, otro colosal desplome similar al del 2002 que sería catastrófico para los uruguayos.
La economía no se rige por los deseos ni por el voluntarismo y menos por concepciones fundamentalistas de técnicos que han estudiado la teoría de los fenómenos, pero que comienzan a trastabillar cuando las variables comienzan a mostrarse en crisis y en antagonismo con su pensamiento.
Es bien claro. Si miramos los números, como lo hacen los técnicos de Economía, desde el punto de vista del dólar, las variables de la macroeconomía aparecen alineadas a lo firmado con el Fondo Monetario Internacional, aunque se están verificando algunas dificultades para llegar a los niveles de cumplimiento del superávit previo.
Pero, ¿que nos pasa si miramos el fenómeno desde el otro lado?, de la economía mirada en pesos, en donde unos se favorecen por el crecimiento de las importaciones cuyas resultantes se pueden adquirir a cada día menor precio, lo que significa – lamentablemente- una competencia demasiado dura con la producción similar que se verifica en el país.
Los asalariados, obviamente, viven un proceso en que sus ingresos les rinden más, porque cada peso tiene mayor valor frente al dólar Repetimos: a dólar más barato mejor poder adquisitivo de los salarios en pesos.
¿Cómo salir del embrollo? Es evidente que el equipo económico deberá idear una política que tenga en cuenta cada una de las variables, en un proceso paulatino que evite modificaciones bruscas del tipo de cambio, lo que sortearía – obviamente – otros males que no están en los objetivos producir.
(*) Periodista.