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Latinoamérica

Patriotismo Románico

César Samudio(*)
 
Roma tuvo grandes filósofos, juristas, historiadores, artistas y poetas. Pero los favoritos de las mayorías —gobernantes y gobernados— no resultaban los libre pensadores o contestatarios sino los que se dedicaban a asesorar o adular a los detentadores del poder o quienes se destacaban en las guerras o en los sangrientos espectáculos que se desarrollaban en el Coliseo. Estos héroes —militares asesinos, alabarderos del poder o sicópatas disfrazados de deportistas— recibían toda clase de reconocimientos y oficiosidades porque con sus acciones u omisiones no sólo ayudaban a construir un "patriotismo" basado en la conquista y absorción de otros pueblos (pax romana) sino también un consenso social basado en los infaltables espectáculos —¡Panem et circus!— que estos emperadores planificaban para que las masas, anestesiadas por estas pasiones malsanas, se olvidaran de sus tragedias.
El romano fue, pues, uno de los primeros imperios en utilizar la "pax" para someter militarmente a otros pueblos antiguos. Pero también fue uno de los primeros en utilizar políticamente las distracciones populares (actos de barbarie) para construir un patriotismo oficial, obligatorio, sumiso, que mantuviera inalterado, para su propio beneficio, el status quo de violencia, farsas e injusticias en que se basaba, a lo externo, esa "pax romana" que, como se sabe, no era más que una paz ficticia que se conseguía con la sumisión impuesta con las infaltables distracciones populares o utilizando la descomunal fuerza de las legiones guerreras.
Este patriotismo románico —de farsas, culto a la violencia y de desprecio a los entes pensantes— es el que históricamente las clases dominantes han inculcado —a través de la "educación" formal e informal— a las masas para que gustosas defiendan las bondades de sus ineptos gobiernos o para que éstas divinicen a emperadores paranoicos que mediante guerras, farsas o distracciones de toda índole, buscan imponerle a la humanidad su propia pax imperial. Este año, a guisa de ejemplo, los panameños celebramos las "fiestas patrias" teniendo como "invitado de honor" del señor presidente al sátrapa George Bush.
Esta presencia, vergonzosa adhesión oficial panameña a la criminal política de guerra que incesantemente libra el imperio yanqui en contra de naciones débiles como Panamá, Afganistán, Irak y otros pueblos, para despojarlos de sus recursos naturales o de su condición de culturas heterogenias y milenarias, también constituye una muestra patética de la hipocresía gubernamental que públicamente dizque censura la violencia generada por la falta de justicia, pero que para halagar a un emperador asesino, como en esta afrentosa ocasión, utiliza recursos millonarios de un país empobrecido para que su monarca invitado, Bush, se sienta en Panamá como se sentían los césares cuando visitaban a sus gobernadores cipayos en las colonias de ultramar.
La infamia "patriótica" del torrijismo no se ha limitado a querer servir de alfombra a su huésped imperial; también ha pretendido este gobierno girasol pacificar, mediante represiones y carcelazos, a quienes en vez de emborracharnos con esta farsa busheana/novembrina, hemos intentado expresar nuestro repudio a la presencia del invitado imperial y genocida de patria nueva. ¡Omar Torrijos, para vergüenza de sus seguidores, ha de estar revolcándose en su tumba viendo cómo los suyos han terminado, arrastrados, glorificando a uno de los más agresivos y sanguinarios verdugos del pueblo panameño y de toda la humanidad!
Pero la obsecuencia novembrina de patria nueva no se ha limitado a divinizar/halagar a su convidado asesino. Como en los viejos tiempos de la barbarie romana, los deportistas (jinetes, boxeadores, futbolistas, beisbolistas) resurgen como los nuevos héroes de este reino de farsas y truhanerías de patria nueva. Ya se acabó la cantaleta de más trabajo y de cero corrupción. ¡Ahora hay que dispensar a los "deportistas" el trato que en los países civilizados se le dispensa a los espíritus altruistas! Claro está que ante la corrupción galopante y las promesas rotas de este gobierno inútil, nadie puede ser más útil que estas "glorias deportivas" que, como en los viejos tiempos de los emperadores romanos y sus gobernadores de ultramar, ayudan a patria nueva a mantener al pueblo, feliz, anestesiado, olvidándose del hambre, la pobreza y de las injusticias que flagelan a los más humildes y necesitados.
Monte caballo, pelee, desfile o juegue cualquier cosa que sirva para enaltecer la fuerza bruta o para distraer al pueblo, ¡patria nueva se lo agradecerá! El gobierno invitante del sátrapa Bush ha sido abundante en circo, pero escaso en pan, transparencia, dignidad; la nación que éste prometió redimir está ahora inmersa en el fango de un patriotismo románico, bufo, hipócrita; truculencias oficiales que buscan que la gente se distraiga y se olvide de las prevaricadas promesas electorales. ¡Y mientras esto sucede, los falsarios de patria nueva prosiguen su nefasta misión de despojar al país del canal de sus riquezas públicas y privadas!
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(*) El autor es abogado y periodista de Chiriquí, República de Panamá.