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Latinoamérica


La emergencia (y la vida) continúan

Andrés Cabanas
Memorial de Guatemala

¿Finaliza la emergencia o apenas comienza? En una comunidad semiinundada de Champerico, Retalhuleu, una familia recoge cinco quintales de maíz, cuando en un año normal hubiera cosechado 30 ó 35. Cesa la lluvia, calla el estruendo de cerros partidos, recuperan los ríos su curso. Pero la carencia de alimentos es una amenaza seria.

Empieza un año de incertidumbre para personas y comunidades que han perdido toda o casi toda su producción: En el altiplano se malogró un 45 por ciento de la cosecha de granos básicos y en la costa sur el 60 por ciento de la producción de maíz y el 80 de frijol, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO.

Ochenta y nueve familias de San Miguel Pochuta, Chimaltenango, deciden buscar una nueva ubicación, reiniciar su vida prácticamente desde cero después de la destrucción de su área de vivienda y cultivo. También vuelven a comenzar las 20,000 personas que el cinco de noviembre permanecen en albergues. Una permanencia de mañana incierto, pobre e indigno, a la vista del ofrecimiento de viviendas, llamadas albergues unifamiliares de transición, excesivamente precarias. Apenas contarán, según Jorge Mejía, del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, "con algo de madera y protección de plástico, para que en una habitación pequeña se aloje una familia de cuatro o cinco miembros".

¿Y en Sololá, a orillas del hermoso y castigado lago de Atitlán? Ni siquiera se dispone de datos confiables de víctimas. ¿Qué se sabe de los muertos en la Cuchilla o Panajachel, de San Jorge, Tierra Linda, Panyebar o Las Canoas, donde casas, sistemas de agua potable y cultivos fueron gravemente afectados? Emergencia sin solución: lunes 7 y martes 8 de noviembre no vimos obreros en la carretera Sololá-Panajachel, a pesar de los múltiples derrumbes; de la tierra, los troncos y las piedras en el camino; a pesar de que casi 200,000 turistas llegan a Panajachel cada año.

La emergencia histórica: la deforestación, la desigualdad en la distribución de la propiedad, las tierras con vocación forestal utilizadas para ganadería, el monocultivo, la dependencia, las agendas políticas que no se modifican ni se inmutan ante el paso de la tormenta.

Dos países, dos registros
"Mitch impactó cinco departamentos del nororiente, que concentran 11% de la población. Con Stan 15 departamentos de la meseta central occidental, bocacosta y Costa del Pacífico resultaron afectados, en ellos se concentra 69% de la población" según el estudio Desastres y migraciones en Guatemala, de la OIM.

Ante este panorama, ¿por qué el gobierno se empeña en subvalorar la destrucción? La última indicación en este sentido proviene de Roberto González Díaz Durán, Gerente de la Presidencia y encargado del Plan de Reconstrucción Nacional. "El impacto económico no es tan severo como habíamos pensado. Como ejemplo, el porcentaje afectado del PIB agrícola es menos severo de lo previsto". (Prensa Libre, 7 de noviembre de 2005)

Recortar las cifras de daños sirve para ajustar la realidad a los presupuestos y recursos existentes, pero no contribuye a la solución de los problemas. Por el contrario, aleja la posibilidad de modificaciones significativas del presupuesto y limita el margen de acción a reorientaciones de rubros, que tapan con una cobija lo que descubren con la otra.

Parece que este país de dos realidades diferenciadas (rural-urbana, indígena-criolla, mujeres-hombres) está condenado a llevar dos recuentos de daños y pérdidas, y dos propuestas de reconstrucción.

No debemos renunciar a nuestro registro: miles de muertos, cosechas prácticamente perdidas, paisajes desfigurados, amenaza de una ola de migración similar a la ocurrida después del Mitch (1989) y la crisis del café (2002).

No debemos renunciar a nuestra visión que habla, más allá del desastre natural, de un caos político y social, de un modelo de desarrollo y organización agotado: estado débil cuando más sólido lo necesitamos; liderazgo partidario sin excepción bajo la altura de las circunstancias; políticas diseñadas y ejecutadas al margen de la sociedad organizada (especialmente del Sistema de Consejos de Desarrollo). Modelo que es necesario transformar.

No debemos renunciar a sugerir: la emergencia continúa y la solidaridad debe fortalecerse.

No debemos renunciar a mencionar que a este país de caridad prolífica (Teletón, Becatón y pronto Panabajtón) le cuesta avanzar hacia la solidaridad permanente (impuestos sobre la riqueza, distribución de la propiedad).

Frente a esta Guatemala existe otra: la que transfiere alimentos desde una comunidad de Ixcán a otra de la Costa Sur; la que llena cinco vehículos en Sumpango y los lleva a la orilla del lago de Atitlán, sin publicidad, sin banderas, sin show político, evidenciando capacidad de organización, solidaridad e iniciativa. La Guatemala que a pesar de todo lucha y se aferra impetuosamente a la esperanza de una vida mejor.