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Latinoamérica

20 años de Brecha
El primer editorial de Alfaro

Vieja, nueva tarea

El primer editorial del primer número de la pluma de Hugo Alfaro, los recuerdos de Antonio Dabezies sobre cómo era hacer "aquella" BRECHA que se escribía en máquinas Underwood mientras repiqueteaban los télex, un texto entregado especialmente por Mario Benedetti. Para entrar en calor.

Año 1, número 1 del semanario BRECHA.
Extrañas palabras, que escribimos por primera vez con divertido asombro y no poca emoción.
Año 1, número 1.
Y desde allí hacia el futuro. ¡Pero cuánta historia detrás! Se trata del enganche con un pasado que viene de lejos
Hace un año y medio planeábamos la reapertura de Marcha, el semanario de Carlos Quijano que había sido "definitivamente" clausurado por la dictadura en noviembre de 1974. Esperábamos el retorno del propio Quijano, tras su prolongado exilio en México. Ese México acogedor, ahora hecho pedazos, implacablemente castigado luego de haber colmado de solidaridad a tantos y tantos perseguidos. Pero Quijano falleció (el 10 de junio de 1984) y todo debió ser visto bajo otra luz; por decir lo menos, incierta.
No vamos a negar nuestro origen. Un origen que nos marca y compromete. Somos gente de Marcha, formados muchos de nosotros al lado de Quijano. Aprendiendo –tratando de aprender– de su independencia; de su probidad, de su rechazo visceral a los dogmas, de su apego a unos pocos principios cardinales, y de su artiguismo, cara y cruz de nuestro destino como nación. No podríamos dejar de volcar en la hoja periodística que hoy aparece cuanto –poco o mucho– hayamos aprendido de esa lección.
Pero, más allá de las lealtades (de las que no siempre es uno el mejor juez), lo inequívoco es que BRECHA no es Marcha. ¿Cómo podría serlo, ausentes Quijano y Julio Castro? Alcanzaría con que la rica historia de lo que ambos –junto a tantos otros compañeros– plasmaron como un proyecto de periodismo político sin parangón en el país se abriera cauce en nuestro propio semanario, para dar paso al respeto irrestricto de la verdad, aun cuando ésta nos duela o nos niegue. Como aquéllos lo hicieron.
Pero el país es otro que aquel en que Marcha estuvo inmerso. Y aunque ciertos principios son inalterables, tendremos que buscar respuesta a los temas de hoy, o al planteamiento actual de los temas de ayer y de siempre. La dependencia, en América Latina y en el Tercer Mundo, nos sigue como la sombra al cuerpo; liberarnos es un deber impuesto por la justicia y por la dignidad; no menos que por el más elemental instinto de supervivencia. BRECHA viene, como un compañero más, a sumarse al combate. Un combate en el que ya tuvo pérdidas muy grandes. Tan grandes, que de ellas extrae la convicción para iniciar su prédica. Hay sombras queridas acompañándonos desde ya en esta casa que (sin ningún afán propietarista) vamos haciendo nuestra palmo a palmo. Esas sombras nos cuidan. Pero es BRECHA –solita y su alma– que debe cuidar de aquello en que cree.
Nada significarían estas líneas de anticipación y saludo (a lectores, colegas y amigos) si las páginas que siguen, y las que seguirán a las que siguen, no hablan por sí mismas y por nosotros.
Gravemente, jubilosamente, nos entregamos a la nueva, vieja tarea.
El director
(Publicado el 11-X-85)