Latinoamérica
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Malestar frenteamplista
Una pequeña y peligrosa grieta
Muchos izquierdistas comienzan a pensar, con desasosiego, que este gobierno
tan soñado quizá no está dando sus primeros y prudentes pasos hacia logros
mayores, sino que se propone hacer apenas lo que vemos.
Marcelo Pereira
Brecha
Una noticia incierta y otra de valor muy relativo fueron suficientes, en los
últimos días, para condensar la sensación, cierta y absoluta, de que se está
produciendo un cambio cualitativo en el estado de ánimo de muchos
frenteamplistas ante la gestión del gobierno. Un gobierno que es hijo de sus
votos, pero aun más de sus convicciones, sus anhelos y sus mil modos de
construir una mayoría durante décadas. Pero que ahora les causa preocupación e
incluso malestar.
La noticia incierta, divulgada en primera plana del diario El País el martes 11,
fue que "en los últimos tres meses" había comenzado "un proceso de desafiliación
masiva" del Frente Amplio, debido a discrepancias con decisiones del gobierno,
con el alejamiento de "cerca de mil militantes" de la Coordinadora J de
Montevideo (en la zona de Maroñas) y el de otros centenares en la Aguada, el
Cordón, el Parque Rodó y La Teja. Según el matutino, uno de los motivos de la
creciente disconformidad se relacionaba con la aprobación de la Operación
Unitas, que no se produjo hace tres meses sino cuatro días antes de la
publicación de la presunta noticia.
El País aseguró que manejaba información aportada por cobradores del Frente
Amplio a esa fuerza política, pero al día siguiente José López, secretario de la
Coordinadora J, sostuvo que se trataba de "un pelotazo" lanzado con mala
intención. Las autoridades del Frente decidieron que no valía la pena desmentir
al diario, pero fuentes relacionadas con la estructura de esa organización
política aseguraron a BRECHA que no existe la "avalancha" de desvinculaciones de
la que habló El País, sino una moderada tendencia en el sentido contrario,
debido a una campaña de afiliaciones en curso que lleva el nombre del general
Liber Seregni, y que unas 30 mil personas cotizan mensualmente en la actualidad.
Además, explicaron que la veintena de cobradores que trabajan para esa fuerza
manejan un formulario con posibles causales de suspensión del pago de cuotas
mensuales, para marcar la que corresponda en cada caso, y que en los últimos
meses fueron insignificantes las registradas por motivos políticos.
La noticia de valor relativo, o al menos relativo en relación con el proceso
frenteamplista, fue la difusión de una carta abierta al senador Eleuterio
Fernández Huidobro escrita por Jorge Zabalza, que fuera su compañero en la
dirección del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y está desde hace años
alejado de esa organización y del Frente Amplio.
El mensaje, al que añadieron sus firmas unas 50 personas con historia tupamara
(incluyendo a figuras muy notorias como Yessie Macchi y Washington Rodríguez
Belletti), lleva por título "¿Pa’ qué diablos sobrevivimos, Ñato?", y reprocha
con dureza que los actuales dirigentes del MLN, con referencias específicas a
Fernández, a José Mujica y a Luis Rosadilla, se hayan apartado del proyecto
revolucionario por el que se jugaron cuando eran muchachos.
Más concretamente, los acusa de no hacer ya "política tupamara, esto es,
política con un horizonte insurreccional, como el que alumbraron los soles de
los sesenta, pero también las lunas primaverales a la salida de la dictadura",
sino "política sin horizonte transformador, política para medrar en el sistema",
y de aceptar "como algo inevitable (...) la dominación de clases y la
explotación capitalista, (...) la dependencia del imperio en lo económico y
militar", incluyendo "la Operación Unitas y el refuerzo de las tropas en Haití".
Pero sobre todo de aparecer "como garantía de las viejas instituciones del
sistema, sin percibir que, al ser incapaz, no digo de eliminar, sino al menos
achicar, la brecha de desigualdad e injusticia sociales, esta democracia se va
agotando por sí misma", y "sólo es instrumento para profundizar la dependencia
de los organismos financieros internacionales". Mientras "en lugar de avanzar
hacia la justicia se dan pasos que consolidan la impunidad", y "la confianza en
que los culpables contribuirán en el proceso de investigación... sólo puede ser
producto de una ingenuidad mayúscula o de una maldad imperdonable".*
Es evidente que las recriminaciones formuladas desde esa reivindicación del
proyecto tupamaro no son representativas de la mayoría de los votantes de Tabaré
Vázquez, y probablemente tampoco de la mayoría de los muchos menos militantes
frenteamplistas, pero también es claro que hay algo en la carta, e incluso en la
noticia de El País, que resuena en cierta armonía con el estado de ánimo de
gente de izquierda que nunca apostó a la lucha armada y no ha pensado
últimamente en desafiliarse (o en afiliarse), pero vive en creciente estupor
ante las políticas gubernamentales.
razones locas. ¿Dónde se ubica la disconformidad? Por un lado, entre militantes
que no son sólo los "radicales". Por otro, entre personas que no militan en
partidos pero están claramente dentro de la "cultura de izquierda", y que no son
sólo "intelectuales", aunque entre ellas hay muchas que forman opinión, desde
las escuelas hasta los medios de comunicación.
Esto no significa, por supuesto, que las encuestas de opinión dejen de mostrar
un claro saldo favorable a la gestión encabezada por Vázquez. Incluso el
Movimiento 26 de Marzo, opuesto dentro del Frente a lo que considera una acción
gubernamental "favorable al capitalismo y contraria a los intereses del pueblo",
reconoce que "las grandes mayorías que votaron el Encuentro Progresista
indudablemente siguen estando equivocadas en su buena fe" (en el "Mensaje de la
36" emitido por esa radio el martes 11 de este mes).
Del otro lado de la relación de fuerzas, y como sucedió mucho antes en el
ejercicio del gobierno departamental de Montevideo, son muchos los dirigentes
que menosprecian las disidencias y se sienten sobradamente justificados por las
encuestas.
Sin embargo, el voto dividido de los legisladores oficialistas a comienzos de
este mes, para aprobar la Operación Unitas, marcó el cruce simbólico de una
frontera. Como señaló Guillermo Waksman en BRECHA de la semana pasada, por
primera vez la Nueva Mayoría no fue tal en la Cámara de Representantes. Y lo que
se decidía era, también en el terreno de los símbolos, muy importante para
quienes son frenteamplistas desde hace tiempo, y aun izquierdistas desde antes
de que se formara el Frente Amplio. Nada menos que el primer gesto de este
gobierno en relación con las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Los argumentos enarbolados en forma desordenada para ese histórico cambio de
posición fueron tan extraños que sólo sirvieron para aumentar el desconcierto y
las dudas.
Si se trataba de un insólito toma y daca con la Armada, relacionado con la
cuestión de los detenidos desaparecidos, no sólo cabe poner en duda la ética del
negocio, sino incluso preguntar dónde está la contrapartida.
Si corresponde esperar a que se procesen una doctrina interna y un
realineamiento internacional, o si simplemente había que tener consideración por
quienes se venían preparando desde hacía meses para las maniobras (¡...!), no se
comprende –ni se ha explicado– por qué en tantas ocasiones anteriores se pudo
votar en contra sin aguardar definiciones ni asumir hechos consumados.
Si la izquierda ha decidido sustituir, sin previo aviso, a Marx por Weber, y lo
de "la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad" se convierte
en un cómodo comodín, ¿cuándo se organizará un desagravio al doctor Gonzalo
Aguirre Ramírez, que empleó el mismo argumento para fundamentar su voto por la
ley de impunidad en diciembre de 1986?
palabras. La sensación de extrañamiento causada por esas presuntas
explicaciones, que ni siquiera son congruentes entre sí, es similar a la que
muchos frenteamplistas experimentan al enterarse de que los acuerdos del actual
gobierno con el Fondo Monetario establecen restricciones absolutas al gasto
público, aun para la eventualidad de que se cuente con recursos mayores que los
previstos. Esto conduce a la perturbadora idea de que el gobierno no sólo se ve
forzado por las circunstancias a restringir sus desembolsos, sino que además
desea mantenerlos acotados, con independencia de las circunstancias y aunque
éstas cambien de tal modo que le dejen un inesperado superávit (algo semejante
ocurrió con la resistencia a la meta de destinar a educación el 4,5 por ciento
del producto bruto interno, ya que no se hablaba de impedir un gasto sin
financiamiento, sino de impedirlo incluso en el caso de que se llegara a contar
con fondos para realizarlo).
La diferencia entre ambas actitudes, que no es de matiz ni de grado, se
relaciona con otra noción inquietante: la de que es necesario reconsiderar si
las palabras "renovación", "moderación" y, últimamente, "pragmatismo" son
adecuadas cuando se las usa para calificar el proceso frenteamplista de los
últimos diez o quince años, o si habría que buscar otras.
Un libro reciente del politólogo Jaime Yaffé, titulado con ingenio Al centro y
adentro, describe ese proceso como "una estrategia adecuada desde el punto de
vista de la maximización electoral", que, para aprovechar la oportunidad creada
por el creciente descontento con las políticas que aplicaron colorados y blancos
tras la dictadura, debió sumar al "ejercicio contundente de la oposición" una
"moderación ideológica y programática", a fin de "adaptarse a los cambios" del
mundo y del país pero también, y "sobre todo, para lograr la captación del
electorado ubicado en el centro del espectro político", de modo que "el
socialismo, la revolución, la lucha de clases, la dictadura del proletariado, la
reforma agraria, la nacionalización del comercio exterior, la estatización de la
banca, el rechazo de la deuda externa y de los organismos financieros
internacionales fueron quedando atrás". En cambio, y siempre según Yaffé, "la
izquierda progresista pasó a promover las reformas graduales, el acuerdo social,
la democracia política, el desarrollo científico y tecnológico y las políticas
sociales para, con un renovado protagonismo del Estado, orientar la economía de
mercado hacia el desarrollo capitalista con equidad".**
Con ayuda de la Real Academia, puede verse que renovar es "hacer como de nuevo
algo, o volverlo a su primer estado", "restablecer o reanudar una relación u
otra cosa que se había interrumpido", o "sustituir una cosa vieja, o que ya ha
servido, por otra nueva de la misma clase". Moderar es "templar, ajustar,
arreglar algo, evitando el exceso", y moderado quien "guarda el medio entre los
extremos", mostrando "cordura, sensatez y templanza en las palabras o acciones".
Y el pragmatismo es un "movimiento filosófico iniciado en Estados Unidos por
Charles S Peirce y William James a fines del siglo xix, que busca las
consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su
eficacia y valor para la vida".
Si sólo de eso se tratara, no habría causas para el malestar. Sin embargo cabe
sospechar, a la luz de los acontecimientos, que tal vez no se ha desarrollado
simplemente la sustitución de una ideología y un programa por otros más modernos
pero de la misma clase (conceptual o social). Que la operación no consistió
apenas en apartarse de los extremos (en los que el Frente Amplio nunca estuvo).
Lo del pragmatismo habría que considerarlo más a fondo, entre otras cosas porque
la introducción de este concepto, como presunto atributo de la parte
predominante del Frente Amplio, es obra reciente del politólogo Luis Eduardo
González, cuya sólida formación académica hace pensar que no emplea los términos
al voleo. Lo que sostiene González es que una serie de ideas defendidas antaño
por la izquierda se han vuelto, o siempre fueron, ineficaces o directamente
inútiles para gobernar, y que por eso han sido desechadas. Esa opinión debería
desarrollarse con más fundamento y detalle para que fuera posible evaluar su
validez, pero por el momento es aconsejable no repetirla sin conciencia de lo
que significa.
persistencias. En todo caso, uno de los problemas de estos meses es que cierta
parte significativa de los frenteamplistas ha visto –o ha querido ver– las
transformaciones de su fuerza política desde los años noventa como adecuaciones
a los nuevos tiempos del mundo y del país, y a las peculiares características
del liderazgo de Vázquez, pero no como la sustitución de objetivos históricos
percibida por Yaffé, entre otras cosas porque muchos piensan que el "capitalismo
con equidad" es tan improbable como la tortura piadosa o el fuego frío.
En otras palabras, hay un contingente nada despreciable de personas con firmes
convicciones políticas de izquierda que está dispuesto a postergar, mediatizar y
acotar en cierta medida su expectativa de una sociedad básicamente distinta,
pero no renuncia a ella. Si estuviéramos ante una cuestión informática, diríamos
que esa gente puede aceptar que se pospongan el diseño y la construcción de una
nueva computadora, pero mantiene su demanda de que por lo menos se comience a
trabajar ya con miras a la instalación de un nuevo sistema operativo, y no
concibe ni acepta que se sigan usando, del mismo modo de siempre, los mismos
viejos programas.
Una de las pocas voces que habla de cambios profundos es la de Mujica, pero su
prédica acerca de la importancia del cambio interior y la austeridad para ser
más libres puede dejar perplejo a quien busque identificar el rumbo del gobierno
(para empezar, porque no parece que otras figuras políticas relevantes compartan
esa opinión del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca). Más bien se trata
de una entre tantas singularidades del veterano líder tupamaro, y nada indica
que sea relevante para la definición de políticas gubernamentales.
En ausencia de señales que muestren voluntad de construir más allá de la
administración cotidiana, una significativa minoría se deprime o se indigna,
pero de uno u otro modo siente que el gobierno le es dolorosamente ajeno.
Durante décadas, el sentido común de la dirigencia frenteamplista ha coincidido
en que no hay espacio vital significativo a su izquierda, y desde esa convicción
se ha pensado, a menudo, que el sufrimiento de los compañeros de siempre puede
asumirse en aras de crecer "hacia el centro". Pero no todo se mide en el eje
izquierda-derecha, ni se sale de un partido únicamente para pasar a otro. Un
ejemplo de esto es el "Que se vayan todos" en el 2001 argentino. Otro es el "Vámonos
todos", en el Aeropuerto de Carrasco, cualquier día de éstos.
* El texto completo de la carta de Zabalza puede leerse, con acceso libre, en la
versión Internet de BRECHA (Fue distribuído en Agenda Radical nro. 36
del 14/10/2005- nota de A.R.) (www.brecha.com.uy). Cabe informar, por otra
parte, que, convocado por grupos de militantes tupamaros, Zabalza emprenderá
este mes una gira por Suecia, Alemania, Francia y España, donde expondrá sus
puntos de vista a la colonia uruguaya.
** Linardi y Risso, 2005. Yaffé identifica (como lo había hecho en el anterior
libro La era progresista, compartido con su colega Adolfo Garcé y editado el año
pasado por Fin de Siglo) un punto de inflexión clave en el documento "Nuestras
señas de identidad", aprobado en setiembre de 2001 por el IV Congreso ordinario
–"Tota Quinteros"– del Frente Amplio. Pero en relación con las cuestiones de
fondo evocadas por el problema de la Operación Unitas, ese texto reafirmó
conceptos tradicionales al señalar: "Los frenteamplistas no nos resignamos a
vivir en un mundo hegemonizado por fuerzas e intereses que cuestionan la paz, la
soberanía y la identidad de los pueblos. Rechazamos el imperialismo, el
colonialismo como también cualquier otra forma de imposición de las naciones
poderosas. (...) La existencia de un mundo unipolar, donde la potencia militar y
política de Estados Unidos predomina, y la constitución de un orden mundial cada
vez más desigual e injusto, han despertado y fundamentado la protesta de amplios
sectores".