Latinoamérica
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Los Macheteros y la lucha revolucionaria en Puerto Rico
Filiberto Ojeda Ríos
Claridad
La lucha armada, en su desarrollo, tiene diversas gradaciones. Estamos demostrando que nuestra concepción de lucha armada no es aventurera, foquista, y mucho menos orientada hacia el terror.
(Nota de la Dirección: El siguiente artículo fue escrito por Filiberto Ojeda
Ríos, Responsable General del Ejército Popular Boricua – Macheteros, a solicitud
que le hizo el dirigente independentista Juan Mari Brás. A mediados de
septiembre de 2004, Mari Brás era entrevistado por el periodista José Elías
Torres, director de noticias de la emisora WPAB de Ponce, en torno al tema de la
Asamblea Constituyente como mecanismo descolonizador para Puerto Rico. Durante
la entrevista, Mari Brás también habló sobre los trabajos que realiza para la
publicación de una Antología del Pensamiento Independentista. En el transcurso
del intercambio, Mari Brás, invitó, al aire, a Filiberto Ojeda Ríos para que le
sometiera un escrito en el que elaborara las posiciones de Los Macheteros, para
integrarlo a la Antología. Poco tiempo después, Mari Brás recibió el texto
solicitado por vías desconocidas. El compañero Mari Brás puso a disposición de
Claridad el texto.)
I. Introducción
El comentario obligado, antes de exponer nuestra postura política relacionada
con lo que es nuestra concepción de lucha en nuestra patria, es de
agradecimiento. Ese agradecimiento está dirigido al compañero Juan Mari Brás por
su generosidad demostrada al invitarnos a escribir estas cuartillas para el
importante proyecto que es este libro.
Es igualmente, una oportunidad para reconocerle al compañero Juan lo que ha sido
una vida entera dedicada a la lucha por la independencia de nuestra maltrecha
patria. Ese reconocimiento y aprecio tiene que estar muy por encima de las
diferencias de enfoques que han tenido como punto de partida, tanto en el
hermano boricua como en mi persona, la más profunda honestidad con las ideas que
profesamos. No obstante, en nosotros, al igual que en la enorme mayoría de los
que hemos predicado y luchado por nuestra independencia, ha predominado el amor
a nuestra patria, a nuestro pueblo, a nuestra libertad, a nuestra independencia,
a nuestra soberanía.
En estas páginas habremos de exponer, tan ampliamente como lo permite el espacio
que nos ha sido otorgado, los aspectos básicos de nuestras concepciones,
tratando de enmarcar estas ideas en aquellas experiencias y realidad que, a
nuestro juicio, se imponen.
Existe en nuestro país una enorme confusión con relación a la lucha por nuestra
independencia en general y, de manera muy particular, sobre la concepción de
lucha armada. Esta confusión tiene sus orígenes en elementos de diversa
naturaleza. Algunas de las ideas e interpretaciones incorrectas, quizás la
mayoría, provienen de las fuerzas reaccionarias en el poder colonial que
combatimos, ésos que tienen el control absoluto sobre los medios de comunicación
de masas y hacen todo lo que esté a su alcance para tergiversar la realidad de
nuestras concepciones; otras tienen su razón en nuestra propia imposibilidad
para hacer llegar nuestras explicaciones de manera coherente a nuestra
población; aun otras son interpretaciones incorrectas hechas por compañeros
independentistas que no comparten nuestros criterios, como tampoco nuestra
concepción de lucha. Estas actitudes a veces son asumidas por desconocimiento, y
en otros casos, por razones personales de quienes las promueven y que tienen por
objetivo el impedir que estas concepciones puedan convertirse en alternativa de
lucha para los independentistas.
Igualmente, es justo indicar que estas actitudes no se circunscriben
exclusivamente a quienes pretenden contrarrestar a los que tenemos estas
estrategias y tácticas de lucha; también existen entre aquellos que en el sector
independentista, partiendo de concepciones legalistas y electorales, sostienen
enfoques diversos en torno a la implementación de acción aun en el marco de esas
concepciones. No creemos que esas actitudes, como en muchas ocasiones se
pretende hacer creer, sean algo inherente a la naturaleza humana. Los seres
humanos respondemos a lo que ha constituido el marco de nuestra formación
ideológica y dependiente de nuestro entorno social. Es por tal razón que quiero
aprovechar estas páginas para intentar esclarecer nuestra concepción y los más
importantes fundamentos teóricos que la determinan.
No es menos importante, igualmente, expresar que ese desconocimiento que nuestro
pueblo tiene con relación a nuestra concepción de lucha es parte del
desconocimiento que sufre respecto a nuestra historia verdadera: la historia de
nuestro pueblo en lucha por su emancipación. En términos generales, todo ello ha
sido empeorado por el fratricidio ideológico existente en el marco de las
fuerzas patrióticas en general. No nos cabe duda de que el enemigo de nuestro
pueblo, esos colonialistas cuyo "progreso" sólo puede ser medido por el grado de
miseria y pobreza que causan en el mundo debido a su avaricia, saqueo y
explotación, tiene su mano detrás de toda esa lamentable realidad que nos
victimiza, que nos divide, y que pretende colocar a los puertorriqueños, unos en
contra de otros.
II. Violencia reaccionaria
"La descolonización no pasa jamás inadvertida puesto que afecta al ser,
modifica fundamentalmente al ser, transforma a los espectadores aplastados por
la falta de esencia en actores privilegiados, recogidos de manera casi grandiosa
por la hoz de la historia. Introduce en el ser un ritmo propio, aportado por los
nuevos hombres, un nuevo lenguaje, una nueva humanidad. La descolonización
realmente es creación de hombres nuevos. Pero esta creación no recibe su
legitimidad de ninguna potencia sobrenatural: la "cosa" colonizada se convierte
en hombre en el proceso mismo por el cual se libera."
Frantz Fanon en Los condenados de la Tierra
Conocer la naturaleza del colonialismo, no únicamente el que ha sido aplicado en
nuestra patria sino ese colonialismo que ha sido descrito como "crimen contra la
humanidad", también nos permite conocer la naturaleza de la violencia
revolucionaria que se traduce en lucha armada organizada. En ese sentido es
imperativo expresar,
al estilo de Jean-Paul Sartre que:
"Nos servirá la lectura de Fanon; esa violencia irreprimible, lo demuestra
plenamente, no es una absurda tempestad ni la resurrección de instintos salvajes
ni siquiera un efecto del resentimiento: es el hombre mismo reintegrándose. Esa
verdad, me parece, la hemos conocido y la hemos olvidado: ninguna dulzura
borrará las señales de la violencia; sólo la violencia puede destruirlas. Y el
colonialismo se cura de la neurosis colonial expulsando al colono con las armas.
Cuando su ira estalla, recupera su transparencia perdida, se conoce en la medida
misma en que se hace; de lejos, consideramos su guerra como el triunfo de la
barbarie; pero procede por sí misma a la emancipación progresiva del
combatiente, liquida en él y fuera de él, progresivamente, las tinieblas
coloniales".
El orgullo puertorriqueño, tras el ataque revolucionario que destruyó los
aviones de guerra yanqui en su Base Muñiz, es un pequeño botón histórico
demostrativo de esa gran verdad. Todos recordamos cómo, aquella mañana, al
nuestro pueblo enterarse de esa acción revolucionaria, el orgullo nacional y el
patriotismo libertario se elevaban esperanzados. Igualmente, conocemos los
hechos posteriores, lo que fue nuestra incapacidad, por razones explicables,
para garantizar una continuidad de ese proceso armado, y, sobre todo, lo que han
sido las importantes lecciones y experiencias que de ello, al igual que de la
persecución represiva y los arrestos del 30 de agosto de 1985, hemos derivado.
La violencia es el atributo más criminal e inhumano inherente a los sectores que
se nutren, al decir de Carlos Marx y Federico Engels, y de la gran mayoría de
los revolucionarios pasados y contemporáneos, de la explotación del hombre por
el hombre. Es un ejercicio criminal e ilegal utilizado por todos aquellos que
han sometido a los pueblos al saqueo de sus recursos, a la esclavitud y a la
servidumbre, imponiendo su voluntad sobre los débiles y, por fuerza de esa misma
violencia reaccionaria, convirtiéndolos en desposeídos. La violencia es el
mecanismo mediante el cual unos seres humanos se apropian de lo que les
pertenece a otros seres humanos. Es el fruto de la avaricia que, en primera
instancia, surge con la imposición violenta de la propiedad privada sobre los
medios de producción, de la tierra, y del comercio estratégico, legalizando esas
acciones y convirtiendo el saqueo, las invasiones, en "valores agregados" a los
derechos usurpados por los poderosos e imponiendo la miseria más cruel e
inhumana a la mayoría de los seres humanos. Al hablar de la miseria nos
referimos a todos los aspectos de esa miseria: material, espiritual y de las más
elementales necesidades para la supervivencia. Ése es, de manera muy
sintetizada, el origen de las guerras, del genocidio, del colonialismo, de la
muerte. ¿Qué puede ilustrarlo mejor que lo que ha sido la política aplicada por
el gobierno de Estados Unidos contra los pueblos de Nuestra América, contra los
pueblos de Vietnam y de Irak, y de manera muy particular, contra los
puertorriqueños? Y aún de manera más reveladora, ¿qué fue lo que produjo el
colonialismo y toda su barbarie criminal?
La violencia reaccionaria, como todo en la vida, genera, en los que luchamos por
la justicia social, por la libertad y verdadera democracia y por la paz, su
contrario: su fuerza de oposición revolucionaria. Esa relación dialéctica
protagonizada por las fuerzas antagónicas es la que obliga, como respuesta
natural a la violencia criminal, a la violencia defensiva orientada por los
instintos naturales y objetivos de supervivencia en los pueblos.
El colonialismo es la expresión más descarnada de la violencia reaccionaria. Ha
sido el sistema organizado para la imposición violenta y sanguinaria de la
esclavitud, tanto clásica como moderna; es la aplicación viva del genocidio
porque tiene toda la intención, además de la brutal expoliación y saqueo del
patrimonio de las naciones, de destruir su cultura, su personalidad de pueblo y
por ende, su propia posibilidad de existencia como nación.
En nuestra patria ese colonialismo ha durado más de quinientos años:
cuatrocientos bajo la bota militar de los colonialistas españoles y más de cien
bajo el criminal sistema colonial estadounidense moderno. Esa violencia
reaccionaria, además de los atentados contra la dignidad y la voluntad de los
puertorriqueños y de sus más visionarios y comprometidos representantes, ha
creado enormes divisiones en nuestro pueblo. Y, no lo dudemos, siempre existe
como una espada de Damocles, la amenaza de lo que bien pudiera ser una eventual
y lamentable guerra civil. Para evitar nuestra desaparición como pueblo, y para
garantizar nuestros derechos humanos inalienables, es que en nuestra historia
hemos tenido hombres y mujeres de tanta valía como lo fueron Ramón Emeterio
Betances, Mariana Bracetti, Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campos, Juan
Antonio Corretjer y centenares de genuinos predicadores y combatientes por los
derechos legítimos de todos los puertorriqueños. No tenemos duda alguna de que
esos criminales colonialistas prefieren ver a nuestro pueblo sumido en unas
guerras fratricidas, antes que cumplir con el mandato de aquellos que han
denunciado al colonialismo como "crimen contra la humanidad".
III. Violencia revolucionaria
La violencia revolucionaria difiere mucho de lo que es la violencia
reaccionaria. La violencia revolucionaria es defensora de la justicia social, de
la libertad, de la igualdad, de los derechos de las naciones, al igual que de
los legítimos derechos y necesidades de la humanidad; la violencia reaccionaria
es, como ya hemos expresado, la expresión práctica de la avaricia, del robo, del
bandidaje, de la opresión. Si no existiera la violencia reaccionaria, mucho
menos existiría la violencia revolucionaria porque ésta es, precisamente, la
expresión defensiva para eliminar la criminalidad que representa la violencia
reaccionaria. Ésta última es "un crimen contra la humanidad"; la violencia
revolucionaria, por otra parte, es un derecho de los pueblos colonizados y
oprimidos a su autodefensa para garantizar su supervivencia y salvación
nacional.
Los revolucionarios puertorriqueños estamos firmemente adheridos a los derechos
que han sido legalmente establecidos por la Organización de Naciones Unidas
cuando, en su Resolución 1514 (XV), declara que:
"1. La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación
extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es
contraria a la Carta de Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la
cooperación mundiales.
"2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de ese
derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su
desarrollo económico, social y cultural.
"3. La falta de preparación en el orden político, económico, social y educativo
no deberá servir nunca de pretexto par retrasar la independencia.
"4. A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacífica y libremente
su derecho a la independencia completa, deberá cesar toda acción armada o toda
medida represiva de cualquier índole dirigida contra ello, y deberá respetarse
la integridad de su territorio nacional."
Los Macheteros creemos en las palabras de esa resolución con la firmeza de la
razón que la misma nos confiere. Para nosotros, no son palabras huecas o
retóricas despojadas de contenido práctico. Tampoco estamos dispuestos a "hacer
política" o "negociar" con las mismas. Son verdades reconocidas que nos dan
fuerza moral y legal. La fuerza moral emana de la propia naturaleza humanista y
de justicia propulsada en las palabras de los más importantes pensadores y
naciones representadas en ese foro internacional, al igual que la fuerza legal
que la aprobación de una resolución de tanta trascendencia representa.
Si bien esa resolución nos otorga esa fuerza moral y legal que sabemos nos
pertenece, existen numerosas resoluciones que van mucho más allá, pues confieren
a los pueblos colonizados —incluyendo al pueblo puertorriqueño— el derecho a
ejercer la violencia y la lucha armada para lograr la liberación, la
independencia y la justicia humanista. Esas resoluciones no existen de manera
exclusiva para unos pueblos sufridos, y para otros no. Existen para todos los
pueblos colonizados que luchamos por nuestra independencia. La naturaleza de las
mismas no sólo nos da ese derecho a los colonizados, sino que, inclusive,
reconoce como legítima la existencia de las organizaciones clandestinas que no
están organizadas como ejércitos regulares o paramilitares. Es decir, no aplican
de manera exclusiva a naciones como Argelia, Timor Oriental, Angola, Mozambique
o tantas otras que han generado fuertes luchas armadas libertarias, sino también
para nuestro pueblo puertorriqueño.
La legitimación y legalidad de nuestra lucha revolucionaria armada ha sido
refrendada por la Organización de Naciones Unidas en múltiples resoluciones, por
ejemplo:
La Resolución 2105 (XX) de 21 de diciembre de 1965
Reconoce por primera vez "la legitimidad de la lucha que los pueblos bajo el
dominio colonial libran por el ejercicio de su derecho a la libre determinación
y a la independencia"; y, al mismo tiempo, invita "a todos los estados a prestar
ayuda material y moral a los movimientos de liberación nacional de los
territorios coloniales".
La Resolución 2326 (XXI) del 11 de diciembre de 1967
Declara que "la persistencia del colonialismo, las actividades represivas contra
los movimientos de liberación nacional y la utilización de la fuerza armada
contra los pueblos coloniales son incompatibles no sólo con la Carta y la
Declaración sobre descolonización sino, además con la Declaración Universal de
Derechos Humanos".
La Resolución 2621 (XXV) del 12 de octubre de 1970
Declara que "la ulterior continuación en todas sus formas y manifestaciones es
un crimen el cual constituye una violación a la Carta de las Naciones Unidas, a
la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos
Coloniales y a los principios del derecho internacional"; y reafirma el derecho
inherente de los pueblos coloniales a luchar por todos los medios necesarios a
su disposición en contra del poder colonial que suprime sus aspiraciones a la
libertad y a la independencia."
Por su parte, el compañero Juan Mari Brás, al reclamar nuestro derecho a la
independencia, ha expresado que:
"...el Comité de Descolonización de la ONU aprobó una resolución el 30 de
agosto de 1973 en la que reafirma el derecho inalienable del pueblo
puertorriqueño a su autodeterminación e independencia y cuyo párrafo 2 de la
parte dispositiva: "...pide al gobierno de Estados Unidos de América que se
abstenga de adoptar medida alguna que pueda impedir que el pueblo ejerza plena y
libremente su derecho inalienable a la libre determinación a la independencia,
así como sus derechos económicos, sociales y de otra índole y, en especial, que
evite toda violación de esos derechos por las entidades corporativas bajo su
jurisdicción".
Al Ejército Popular Boricua - Macheteros no le cabe duda de que la razón les
pertenece a los puertorriqueños y a los que ejercitamos nuestro derecho a luchar
por la independencia y la soberanía utilizando todos los medios legítimos a
nuestro alcance, imponiéndose, debido a las condiciones de nuestra realidad
colonial, la lucha armada, la organización clandestina y la lucha popular
revolucionaria. La violencia, que en nuestro caso es revolucionaria, no es
agresiva, sino defensiva y para la salvación nacional, tal y como lo ha sido
para todos los pueblos que han tenido que resistir las agresiones e invasiones
colonialistas e imperialistas. Coincidimos plenamente con el gigante del
pensamiento libertario que fue Frantz Fanon, quien, nacido en la colonia
francesa de Martinique, se transformó en el psiquiatra que supo establecer los
remedios curativos para las sociedades colonizadas cuando explicaba, con la
autoridad que su sabiduría le otorgaba, que:
"El colono hace la historia y sabe que la hace. Y como se refiere
constantemente a la historia de la metrópoli, indica claramente que está aquí
como prolongación de esa metrópoli. La historia que escribe no es, pues, la
historia del país al que despoja, sino la historia de su nación en tanto que
ésta piratea, viola y hambrea. La inmovilidad a que está condenado el colonizado
no puede ser impugnada sino cuando el colonizado decide poner término a la
historia de la colonización, a la historia del pillaje, para hacer existir la
historia de la nación, la historia de la descolonización".
IV. Tradición histórica de lucha
No existe nada más importante para un pueblo que conocerse a sí mismo. Para ello
es imprescindible conocer su historia. La historia, por regla general, refleja
fidedignamente los procesos de emancipación y de desarrollo de las naciones. Son
los acontecimientos históricos los que imprimen y definen los rasgos de la
conciencia y personalidad de los pueblos. Y, a nuestro juicio, también le
imprimen conciencia revolucionaria, libertaria y de perseverancia, cuando se
trata de la historia de lucha de los pueblos subyugados por el colonialismo. Es
esa historia de lucha la que produce los mejores filósofos revolucionarios, los
más avanzados intelectuales, los artistas más comprometidos con las intrínsecas
verdades de la vida y de la existencia humana, y sobre todo, los más
comprometidos patriotas revolucionarios identificados con la verdad humana,
orientada hacia el progreso de la colectividad nacional, y con la verdad de su
pueblo. En fin, son los que definen nuestra nación y nuestra conciencia
nacional.
Puerto Rico tiene una historia muy fecunda y heroica. Naturalmente, por ser
colonia, existe una historia de doble interpretación: la colonial, y la historia
de la lucha anticolonial. La historia colonial, en realidad, no nos pertenece.
Más bien le pertenece al colonizador. La nuestra, la única, es la anticolonial
porque es la historia de nuestro pueblo autóctono para sobrevivir como tal y en
lucha constante para derrotar a las poderosas fuerzas coloniales. Es la historia
de la puertorriqueñidad; es la historia que intentan destruir y borrar con las
tergiversaciones, con las mentiras y con los controles que ejercen a través del
sistema de educación y de los medios de comunicación. Pero no han podido,
sencillamente, porque es imposible borrar una conciencia formada por la
verdadera historia de un pueblo que siempre ha luchado por su consagración como
pueblo libre e independiente.
Las tendencias libertarias de nuestro pueblo nunca han estado separadas de las
historias libertarias de Nuestra América y, muy particularmente, de las naciones
caribeñas. Ésa es la realidad histórica de los puertorriqueños. Estuvimos
vinculados directamente a las luchas de independencia bolivarianas que fueron
desatadas a principios del siglo XIX. Patriotas como Antonio Valero de Bernabé
estuvieron directamente vinculados a Bolívar y a las luchas por la independencia
por él dirigidas. "A María Mercedes Barbudo se le halla culpable del delito de
conspiración, de tener correspondencia con agentes del exterior que distribuía
entre los separatistas puertorriqueños, y de ser su casa lugar de reuniones
clandestinas". Se trata de una puertorriqueña bolivariana, representativa, desde
los inicios de la lucha, de la mujer boricua que, en su lucha libertaria, supo
aplicar de manera intuitiva las normas de supervivencia que las condiciones
represivas imponían. Fue, quizás, la madre de la lucha desde el clandestinaje en
Puerto Rico.
Mientras Bolívar promulgaba las bases para la unidad de los latinoamericanos,
los patriotas puertorriqueños establecían, con su conducta y exigencias
políticas, las raíces de nuestra nacionalidad. Fueron el Obispo Juan Alejo de
Arizmendi, al igual que don Ramón Power y Giralt, los que iniciaron sus campañas
puertorriqueñistas, también influidos por los patriarcas que en el año 1811
gestaron La Conspiración Sangermeña.
La continuidad dialéctica de esos imborrables hechos históricos tuvo su
profundización cuando los hermanos D. Andrés Salvador y D. Juan Vizcarrondo
Ortiz de Zárate, militares puertorriqueños al servicio de España, organizaron
una revuelta, en el año 1838, que contaba con la participación de decenas de
oficiales militares a través de la isla. Muchos de estos militares, al ser
delatada dicha conspiración, fueron perseguidos y encarcelados. La doctora
Isabel Gutiérrez del Arroyo nos ilustra al respecto expresando que:
El Doctor Betances se refiere con respeto a la persona de D. Andrés. En carta
fechada posiblemente en 1892, le llama, "el primero de los precursores" y en
otra del 17 de mayo de 1894, "...el venerable decano de los republicanos".
Más adelante, continúa la Profesora Gutiérrez del Arroyo expresando que:
"Este movimiento revolucionario aunque frustrado por la delación, da testimonio
de la heroica determinación por salvar la dignidad nacional del separatismo
puertorriqueño al iniciarse un período de desenfrenado despotismo. Despotismo
que dramatizan los Pezuela, Prim, Marchesi, Messina... y al que sellaron machete
en mano, treinta años después los insurrectos de Lares".
Es muy claro que el Padre de la Patria, Ramón Emeterio Betances, había recogido
esa bandera de lucha que llevaba ya cerca de un siglo en formación, proceso de
lucha que también se nutrió de los numerosos levantamientos de los negros
esclavos, cuyas reclamaciones de justicia con tanto sentido de humanismo
patriótico Betances hizo suyas. Con la organización del Grito de Lares, Betances
le imprimió, de manera imperecedera, lo que podemos identificar como el
nacimiento organizado de la nación puertorriqueña. La consolidación de la
conciencia puertorriqueña es la victoria de un pueblo que, aun con el alzamiento
derrotado en Lares, su continuidad histórica demuestra que en realidad fue un
triunfo. El proceso de formación de nuestro pueblo tomó matices de
indestructibilidad. La conciencia nacional, la puertorriqueñidad, el amor a la
patria y el orgullo nacional son atributos de una nacionalidad que tuvo su
génesis en Lares. Igualmente, dejó señalado para la historia que desarrollarian
por las futuras generaciones, el camino que todos los patriotas comprometidos
con la Patria habrían de tomar, colocando vida y hacienda al servicio de la
Patria y de la nación puertorriqueña.
Es bien sabido que Betances libró duras batallas para hacerles frente a unas
tendencias reformistas las cuales estimaba que eran perjudiciales para el
proceso de lucha libertaria que dirigía. Esas experiencias tienen, igualmente,
trascendencia histórica. Si alguien representaba las ideas oportunistas del
reformismo, esa persona fue Luis Muñoz Rivera. Al analizar la conducta política
de esa figura histórica para fines del siglo XIX, el destacado historiador y
profesor de la Universidad de Puerto Rico, Francisco Moscoso, escribió lo
siguiente:
"La posición ambivalente y oportunista de Luis Muñoz Rivera sobre hacer la
revolución contra España, por ejemplo, se hizo patente en una entrevista con el
miembro de la SPR [Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano],
Gerardo Forrest, durante una misión clandestina en Puerto Rico, en el 1896.
Muñoz Rivera le expresó:
Mi situación en ésta, señor Forrest, soy partidario de la independencia, como
ideal. Todos los pueblos han de ser libres. Considero, sin embargo,
absolutamente imposible la independencia de mi patria. Nuestras masas carecen
aún de una educación cívica completa. No pelearon nunca y no pelearían con el
empuje de las masas cubanas. Intentar el esfuerzo equivale a realizar un
sacrificio inútil. Puerto Rico sucumbiría sin éxito y sin gloria.
Nótese que Muñoz Rivera estaba hablando de su situación particular y a lo sumo
de la de un fragmento de la clase social que él representaba. Obviamente, ellos
no estaban preparados para asumir el destino de la patria en sus manos".
Betances, por su parte, fue claro y contundente con relación a sus posturas. Con
la delicadeza y respeto que su condición de revolucionario íntegro le confería,
se expresó con claridad en numerosos artículos y cartas en las cuales exponía su
pensamiento sobre las posiciones que consideraba detrimentales para el proceso
revolucionario y libertario puertorriqueño. Es por esa razón que dijo:
No pongáis vuestra fe ni en las promesas de los reyes, que venden a los
pueblos; ni en la voluntad de los capitanes, que van brindando libertades y
ultrajan y amenazan; ni en las reformas, que hacen esperar la opresión; ni en
"la paciencia" de enviados infieles que cargan su indignidad de honores y de
empleos; ni en los escritos de los publicanos que os dicen: "Somos libres",
mientras su servilismo lleva las señales del collar que los sujeta;...
Esos pensamientos incorruptibles de Betances fueron heredados por Pedro Albizu
Campos. Tras un primer experimento electoral en el 1932, Don Pedro combatió las
elecciones coloniales con todas sus energías, pues las sabía contradictorias y
contraproducentes para la lucha libertaria que corresponde a los
puertorriqueños. Son numerosos sus artículos, discursos, escritos y comentarios
generales dedicados a combatir esas tendencias, no sólo electorales, sino
también reformistas. Basta examinar algunas de sus expresiones a esos efectos.
Decía don Pedro que:
"Ha surgido un grupo que se denomina autonomista actualmente. Desean que se
mantenga el cabotaje libre entre Estados Unidos y Puerto Rico. Hemos de decirles
que no existe autonomía donde el poder imperial mantiene forzosamente el
cabotaje libre, entre él y las naciones sometidas a su voluntad por la fuerza,
como es el caso de Puerto Rico. Tenemos que felicitarlos por su inconformidad
con el status político actual de gobierno irresponsable que impera en Puerto
Rico. Ahora bien, si aspiran a la autonomía, y por supuesto, a que Puerto Rico
goce de Independencia arancelaria, y de Independencia para hacer tratados
comerciales, perjudiquen éstos o no perjudiquen a Estados Unidos, es claro y
terminante, que no es posible tal cosa dentro del régimen constitucional
norteamericano. Entendemos que los autonomistas quieren que no cese el imperio
de Estados Unidos sobre Puerto Rico por razones que en este momento no nos
interesan. No es posible su aspiración autonómica bajo la bandera de Estados
Unidos.
Los Macheteros coincidimos totalmente con esos pensamientos, que en este ensayo
presentamos de manera sucinta, y que, en su conjunto, van conformando una
concepción de lucha la cual consideramos la continuación histórica de un proceso
que comenzara a forjarse hace más de dos siglos. Es, en cierta medida, el hilo
conductor de la liberación puertorriqueña. El Ejército Popular Boricua - Los
Macheteros, somos nacionalistas revolucionarios. Nuestro espíritu revolucionario
determina, a su vez, que nuestra lucha, que es por la justicia e igualdad
social, está entronizada en nuestra patria, en nuestro territorio nacional, en
nuestra puertorriqueñidad, en nuestra historia de lucha libertaria. Esto debido
a que somos un pueblo colonizado sometido a las más violentas injusticias de
desigualdad social, carentes de soberanía, de libertad nacional y bajo la bota
de un gobierno extranjero colonial. Esa realidad central generativa de las
numerosas contradicciones e injusticias que emanan de la misma, y al igual que
en todas aquellas naciones que han batallado con las armas en la mano para
zafarse del yugo colonial, son las que determinan nuestra concepción de lucha
tal y como en estas páginas la habremos de describir.
V. Reflexiones sobre la concepción de lucha armada en Puerto Rico
Los Macheteros nos sentimos y nos sabemos continuadores de una lucha de
liberación que fuera comenzada a principios del siglo XIX por aquellos primeros
soñadores con una Patria Libre. Puertorriqueños ilustres, como lo fueron los
destacados puertorriqueños al servicio de la Patria, Antonio Valero de Bernabé y
Ramón Power y Giralt, al igual que el ya definido puertorriqueño Obispo Juan
Alejo de Arizmendi, reflejaban, ya desde entonces, incipientes tendencias de la
nacionalidad puertorriqueña. Las palabras patrióticas de estos ilustres
puertorriqueños, hace cerca de doscientos años, provocaron que el entonces
Gobernador de la Corona española en Puerto Rico expresara que tanto el Obispo
como el Diputado eran peligrosos para España, a juzgar por sus expresiones.
Éste, en un momento de identificación nacional, hizo entrega del anillo pastoral
al Diputado Power "como prenda segura que os afirmará en la memoria vuestra
resolución de proteger y sostener los derechos de nuestros compatriotas como yo
mismo la tengo de morir por mi amada grey".
Esas ideas patrióticas puertorriqueñistas no estuvieron exentas de luchas muy
intensas desarrolladas en los niveles armados, aunque estos intentos aún no
reflejaban el alto grado de organización que Betances habría de imprimirle al
movimiento libertador al llevarse a cabo el Grito de Lares el 23 de septiembre
de 1868. Fueron varias las sublevaciones e intentonas libertarias, muchas de
ellas inspiradas tanto por la Revolución Haitiana, al igual que por las luchas
libertarias generadas por todos nuestros hermanos latinoamericanos. En nuestra
patria, los levantamientos de los esclavos en contra de un sistema inhumano que
reducía su naturaleza a la de seres sometidos a los latigazos, a los cepos y a
la brutalidad, al igual que las numerosas conspiraciones que se llevaron a cabo
durante casi todo el siglo XIX, fueron desarrollando y cimentando una tradición
de lucha libertaria, humanista y de profundo contenido de justicia social en la
conciencia de los puertorriqueños.
Ramón Emeterio Betances fue, durante la segunda mitad del siglo XIX, el
revolucionario que le dio verdadero carácter organizativo y abarcador a todo ese
proceso que durante las décadas que le antecedieron constituían elementos
gestores de la nacionalidad. Fue el conspirador y organizador revolucionario por
excelencia. Su dedicación, su esfuerzo, su claridad visionaria, su dedicación
durante muchas décadas hasta el día de su fallecimiento, le han merecido el
honor de ser reconocido por todo nuestro pueblo como: El Padre de la Patria
Puertorriqueña.
Pedro Albizu Campos, en el siglo XX, afianzó esa tradición de lucha
revolucionaria. Todo nuestro pueblo conoce perfectamente lo que ha sido la vida
de nuestro máximo exponente de valor y sacrificio. Sus discursos siempre
estuvieron inspirados, en primer lugar, por esa historia de lucha de nuestro
pueblo que, quizás nadie como él, conocía con tanta profundidad. Sus
disertaciones sobre Bolívar y sobre nuestra latinoamericanidad; sobre los
vínculos históricos de nuestras luchas emancipadoras con las de los hermanos del
Caribe y de Nuestra América; sus conocimientos, admiración y asimilación de las
ideas y práctica betancina, del Grito de Lares, fue lo que lo llevó a elevar la
fecha del 23 de septiembre de 1868 a la altura de fecha nacional y a Betances
como Padre de la Patria. Albizu decía que a Lares había que entrar de rodillas,
en agradecimiento a quien fuera el gestor de tan importante acto patriótico.
Conocemos sus sacrificios. Ésos que iban más allá del encarcelamiento y de los
cuales casi no se habla, como lo fueron el haber entregado toda su vida
personal: esposa, hijos y familiares, a la patria, por la fuerza y valor de su
amor a nuestro pueblo. Sus hijos y familia fueron todos los puertorriqueños.
Vivió, más bien, sobrevivió en la miseria económica, aun cuando su inteligencia
y preparación eran casi inalcanzables por la mayoría de los seres humanos, tanto
puertorriqueños, como de otras naciones. Los intelectuales, artistas y personas
destacadas le han dedicado a su vida incontables libros, pinturas, gráficas, en
fin, todos lo reconocemos como lo que supo ser: el más destacado puertorriqueño
del pasado siglo.
Supo, con la precisión de un científico conocedor de la sociedad que lo rodea,
colocar la lucha patriótica en el marco de las condiciones socioeconómicas en
medio de las cuales le correspondió luchar. En otras palabras, su vida ha
constituido un legado histórico, que con indiscutible armonía correspondía al
que heredara de Betances y al que desarrollara en su marco de realidad política
para beneficio de futuras generaciones.
La fuerza albizuista encontró, en uno de sus seguidores y continuadores de la
lucha al fallecer don Pedro, el siguiente eslabón que habría de mantener la
continuidad histórica de lucha: Juan Antonio Corretjer. Para Los Macheteros no
hay duda alguna de que Corretjer constituyó un avance enorme para nuestro
proceso, pues le supo ampliar el contenido de lucha por la justicia social al
proceso revolucionario libertario que ya Albizu había iniciado desde las
perspectivas nacionalistas.
El compañero Juan Mari Brás ha expresado que:
"Nuestro pueblo está consciente de que la conquista de la independencia
depende fundamentalmente de su propia lucha. La historia más que centenaria de
nuestro forcejeo libertario —llena de héroes y de mártires, de grandes jornadas
y aguerridas hazañas— refleja plenamente esa conciencia."
Los miembros del Ejército Popular Boricua —Los Macheteros, también sentimos ese
hilo conductor histórico. Llevamos en nuestros corazones esa fuerza
revolucionaria que emana de la comprensión de nuestra historia; de la
comprensión de la violencia y del colonialismo y de una realidad que nos ha
tocado vivir que puede diferir cualitativamente, tanto de la de Betances como de
la de Albizu y, en menor medida, de la de Corretjer, pero que no difiere en su
esencia colonial y de los fundamentos filosóficos que emanan de un sistema
económico de explotación brutal. Las concepciones tácticas, por ende, son
diferentes. Sin embargo, la concepción estratégica de lucha central, cuyas
condiciones determinantes se mantienen iguales por las razones objetivas que son
definidas por aspectos fundamentales de nuestra realidad nacional, se mantiene
intacta.
La formulación de la lucha armada, como concepción de lucha, no parte de un
voluntarismo arrogante o machista. Si así fuere, no mereciera el más mínimo
apoyo por parte de nuestro pueblo o por la comunidad internacional. Ya hemos
demostrado, con suficiente claridad, que la condición colonial que sufre nuestro
pueblo, de por sí, es razón más que suficiente para ejercer ese derecho para
combatir. Ésa es, de hecho, una de las principales razones mediante las cuales
todas las luchas revolucionarias que nuestro pueblo ha llevado a cabo, desde
Lares hasta Jayuya, y desde Jayuya hasta el día de hoy, han sido enmarcadas por
la concepción armada. Ése ha sido el marco de continuidad de nuestra conciencia
patriótica y libertaria.
Esto no quiere decir que a través de todas esas décadas no han existido otras
concepciones intentando alcanzar unos objetivos que, aunque no han sido
revolucionarios, sí han pretendido resolver algunas necesidades inmediatas de la
población aun en el marco del sistema. Pero éstas no han sido las que han
determinado las bases y los fundamentos para el desarrollo de una conciencia
histórica de lucha libertaria. En fin de cuentas, esas reivindicaciones en nada
afectan la relación colonial o el sistema capitalista de explotación. Por el
contrario, las mejoras que dentro de esos sistemas sean logradas sirven para
demostrar la efectividad de la "democracia burgueso-colonial".
Ya hemos visto cómo Luis Muñoz Marín les abrió las puertas a muchos
independentistas para que lo ayudaran. Éstas han sido personas brillantes, de
mucha sensibilidad humana y deseosas de ver mejoras en la calidad de vida de
nuestro sufrido pueblo. No buscaban la independencia con su colaboración en el
marco del sistema, sino el bienestar de los que más necesitaban. No podemos
decir que fracasaron en su empeño. Por el contrario, sí lograron avances para la
población, consolidando con ello el poder de Luis Muñoz Marín y afianzando la
colonia para el gobierno norteamericano. Es un hecho que esos logros que son
propuestos por los patriotas y logrados a través del sistema, pasan a ser
"patrimonio" de los que tienen el poder en sus manos. Miremos hacia atrás más de
medio siglo reflexivamente y digámonos si esta aseveración es o no correcta.
Por otro lado, habría que exprimir el producto de nuestros cerebros para poder
encontrar algún elemento positivo de la participación electoral para resolver el
problema del status. ¿Para qué han servido los más de cincuenta años de
participación electoral? ¿Acaso se ha logrado elevar la conciencia del pueblo
para luchar con ahínco en favor de la libertad e independencia? ¿Acaso se ha
logrado un aumento cuantitativo y cualitativo de las fuerzas independentistas a
través de la participación electoral? Todos sabemos que en nuestra patria los
únicos que han logrado avances, con su poder económico, con su compra de
conciencias, con su aplicación de políticas enajenantes, con nuestra
desvaloración cultural, han sido los enemigos acérrimos de la libertad e
independencia: los colonialistas estadolibristas y anexionistas.
Hay una gran diferencia entre luchar electoralmente para conquistar la
independencia, y aprovechar la legalidad para adelantar la lucha. Y no se debe
de confundir la una con la otra. Los Macheteros aprovechamos el espacio legal en
todo momento para adelantar la conciencia revolucionaria, los logros para
nuestras comunidades y la conciencia revolucionaria y patriótica. De la misma
manera que nos negamos a "vender nuestra tierra al extraño, aunque la pague
bien", nos negamos a vender nuestra creatividad a los colonialistas, no importa
lo que paguen.
Algunos de los compañeros que patrióticamente nos adversan esgrimen argumentos
interesantes pero, a nuestro juicio, incorrectos. Ello es así, tanto por lo que
son sus conclusiones con relación a nuestras posiciones y concepciones, al igual
que de sus interpretaciones de realidades extranjeras que se presentan
comparativamente a las nuestras. En un artículo de reciente publicación se
criticaba nuestra postura antielectoral con cierto cinismo, al expresar que los
que nos manifestamos en contra de la participación en elecciones coloniales lo
hacemos "por la única razón de que se trata de elecciones coloniales" y esto
"podría representar una interpretación disminuida de un proceso
significativamente importante para la vida del país". Ese planteamiento reduce
el nuestro a una interpretación profundamente simplista, vana y sin profundidad
intelectual. En realidad, en los párrafos anteriores ya hemos descrito nuestras
razones. Sin embargo, también se recurre a argumentos que, a nuestro juicio,
merecen unos comentarios nuestros.
En el referido artículo se trae a colación la participación electoral en
aquellas naciones de Ameerica Latina calificadas por el compañero como
neocoloniales. Entre las mencionadas se encuentran Brasil, México, Argentina,
Chile, etc. Ésta es una comparación incorrecta. ¿Cómo es posible comparar a la
colonia de Puerto Rico con las repúblicas mediatizadas de América Latina? Si
Puerto Rico fuera una colonia mediatizada, los revolucionarios haríamos lo mismo
que han hecho y hacen esos revolucionarios y esos pueblos, naturalmente, siempre
enmarcados por la realidad. Si en esa hipotética "República de Puerto Rico"
surgieran los mismos dictadores que surgieron en muchas de ellas, como Somoza,
Batista, Trujillo, Pérez Jiménez, y tantos otros, haríamos lo mismo que hicieron
esos revolucionarios y pueblos. Pero no es justa la comparación y, aunque no
tengo el espacio para rebatir semejantes argumentos, sí siento la necesidad de,
por lo menos, comentar los mismos aunque sea de manera sintetizada.
Naturalmente, en este limitado espacio no tenemos la posibilidad de analizar de
manera profunda y científica la naturaleza de esos planteamientos.
Las relaciones políticas, sociales y económicas de esas naciones con Estados
Unidos son dramáticamente diferentes a lo que es la relación colonial de nuestro
pueblo con esa nación imperialista. Eso es de fácil comprensión para toda
persona que tenga los conocimientos básicos de las ciencias políticas. Esas
naciones, neocoloniales, mediatizadas o no, son independientes; compran y venden
conforme a sus intereses; tienen sus propias fuerzas militares; controlan sus
relaciones exteriores; tienen su moneda nacional; etc. Aún predominan en ellas,
respectivamente, las burguesías nacionales, a diferencia de la colonia "clásica"
(este término puede discutirse) de Puerto Rico en la cual lo que existe es una
burguesía compradora intermediaria al servicio de la burguesía de la metrópoli.
La colonia de Puerto Rico, lo único que posee es la voluntad de sus patriotas
para luchar y hacer todo lo que fuera posible para lograr alcanzar lo que esas
naciones poseen, en términos de libertades fundamentales.
¿Es acaso justo plantear, en términos comparativos, que "la izquierda
latinoamericana se inserta en esos procesos para adelantar sus causas", para
justificar esas mismas posturas en la colonia puertorriqueña? Nuestra respuesta
es decididamente: no. En Puerto Rico, los luchadores revolucionarios buscamos,
cuando no se rechazan, alianzas con los sectores ideológicamente afines con
nuestros objetivos estratégicos de independencia, libertad y soberanía plena.
Nosotros luchamos por la total independencia, por la libertad y por la justicia
social como objetivos inherentes a los revolucionarios. No lo hacemos para
conquistar posiciones dentro del marco de la realidad colonial, o para mejorar
nuestras vidas a nivel personal. Esto no quiere decir que por ello dejemos de
hacer buen uso de todos los recursos humanos que estén en posiciones importantes
dentro del sistema imperante. Pero el aporte de esos recursos humanos tiene un
carácter muy diferente a lo que tradicionalmente se entiende.
Los "acuerdos" que puedan ser logrados con esas tradicionales fuerzas de la
colonia, no benefician a los independentistas. Benefician a esas fuerzas y éstas
se aprovechan de lo que saben que es una debilidad de las fuerzas patrióticas.
Esas "alianzas tácticas" funcionan en Uruguay, en Nicaragua y en otras naciones
de Nuestra América, donde las condiciones son diametralmente diferentes. No en
Puerto Rico, si lo que perseguimos como objetivo fundamental e incorruptible es
la independencia de nuestra patria. Aquí, esas fuerzas están al servicio del
enemigo, no de los patriotas. Ellos, lo que hacen es servir de instrumentos
disuasivos en perfecta coordinación con el gobierno de Estados Unidos.
Constituyen, por toda la capacidad de engaño que los caracteriza, al igual que
de la mentalidad servil que, por los múltiples privilegios de que gozan adoptan,
el Caballo de Troya en contra de la patria.
VI. Conclusiones
Nuestra concepción de lucha, o sea, nuestra interpretación y aplicación táctica
y estratégica de la concepción de lucha armada, no está separada de las luchas
de mejoramiento social para nuestro pueblo, aun dentro de la colonia, pero sí al
margen de los procesos electorales, aunque no de las estructuras económicas del
sistema. Nuestros cuadros y militantes se tienen que ganar la vida dentro del
sistema, pero en función, donde quiera que estén, del proceso revolucionario. En
cualquier lugar, en cualquier agencia de gobierno, en cualquier mecanismo de la
legalidad, pueden existir, y existen, macheteros.
Aún de trascendental importancia, lo son las luchas de nuestras comunidades por
las mejoras a su calidad de vida. Los Macheteros luchamos por la justicia
social. Las batallas para lograr esa justicia social se dan en todas las
manifestaciones de la vida social, bien sean éstas políticas, culturales, en
Vieques, en beneficio de los trabajadores, para garantizar la preservación de
nuestro ambiente, al igual que en contra de la corrupción y de esa economía
paralela creada por el látigo de la venta de estupefacientes que tanto daño
hacen a nuestra juventud. Nos activamos con todas nuestras energías para luchar
en contra de las imposiciones a nuestra juventud para obligarlos a servir en las
fuerzas imperiales. Luchamos por alcanzar una buena calidad de los servicios más
importantes, como lo son: la salud, la educación, el agua, la energía eléctrica,
y otros, en fin, en todas aquellas demandas justas y necesarias para nuestro
pueblo. Éstas, y muchas otras, son luchas de pueblo de las cuales participamos y
apoyamos de manera diversa.
Nuestra concepción táctica actual de la lucha armada no es de carácter frontal.
Es, fundamentalmente, de propaganda armada. O sea, toda acción armada lleva un
mensaje político muy claro sobre la naturaleza y visión de nuestra concepción.
Es por eso que hemos estado en capacidad de apoyar la lucha de nuestros hermanos
viequenses, conforme ellos lo han requerido. Igualmente, ha sido la forma
mediante la cual hemos dado apoyo armado, siempre conforme a nuestras
posibilidades del momento que nuestro desarrollo interno permite, a los
trabajadores. Ése fue el caso de los obreros de la Telefónica cuando estaban en
huelga, o en apoyo al pueblo cuando le impusieron un supertubo para robarse los
fondos, violentando sus propias leyes y dañando el ambiente. Todas han sido
acciones de propaganda armada. Sólo el propio desarrollo de esa proyección de
"propaganda armada" será lo que determine un salto en la concepción armada que
responda a una nueva realidad y mayor toma de conciencia por nuestro pueblo
expresada ésta en participación y apoyo.
Sabemos que nuestro proceso tiene que marchar al paso que nos permite nuestra
capacidad para resistir las embestidas de los colonialistas, eso lo hemos
aprendido de nuestros errores del pasado. Igualmente, sabemos que el apoyo de
nuestro pueblo es imperativo para lograr un ascenso del trabajo revolucionario,
en todos sus niveles y nuestra práctica ya ha demostrado que ese apoyo se puede
ir logrando, de manera clandestina, silenciosa y muy disciplinada.
El Ejército Popular Boricua - Macheteros, instrumentamos nuestra concepción de
lucha siempre colocando como principio fundamental la unidad de nuestro pueblo
independentista. Consideramos esa unidad como factor imprescindible para la
conquista de nuestros objetivos. No se trata de una unidad acordada o negociada
con los diversos sectores de la lucha patriótica existentes en nuestro país. Tal
unidad, todos sabemos que es imposible bajo las actuales condiciones. No
obstante, habremos de apoyar toda gestión política de masas que no entre en
contradicción con nuestras aspiraciones independentistas, y que sea de contenido
social beneficioso para el pueblo; que esté orientada hacia la preservación de
nuestro ambiente, que mejore las condiciones de vida de los trabajadores, en fin
la calidad de vida integral de nuestro pueblo.
La lucha armada, en su desarrollo, tiene diversas gradaciones. La propaganda
armada, ésa que lleva el mensaje político formativo y organizativo, constituye
el pilar de acción de nuestra organización en esta etapa histórica. Al ejecutar
nuestras acciones, les estamos demostrando al mundo y en especial a nuestro
pueblo, que nuestra organización sí está estrechamente vinculada a sus
intereses, que son los nuestros, y que es perfectamente capaz de sobrevivir las
embestidas del miura yanqui. Igualmente, estamos demostrando que nuestra
concepción de lucha armada no es aventurera, foquista, y mucho menos orientada
hacia el terror.
El terrorismo es, fundamentalmente, el instrumento fascista que utiliza el
enemigo colonialista para mantener a los pueblos bajo su control. Es la
naturaleza de los que asesinaron a millones de seres humanos durante la Segunda
Guerra Mundial, incluyendo a los responsables del genocidio hitleriano aplicado
contra los judíos y contra la población soviética y de otras nacionalidades que
les hacían frente, al igual que los que lanzaron las bombas atómicas sobre
Hiroshima y Nagasaki. Es el terrorismo que en la actualidad aplican contra los
pueblos árabes con el fin de someterlos a su voluntad mediante indiscriminados
bombardeos genocidas. Esa despiadada tendencia no tiene cabida en las
concepciones e ideología de Los Macheteros.
Amamos la vida, amamos la libertad, amamos la igualdad y la paz. Benito Juárez
decía que "El respeto al derecho ajeno es la paz". A ese pensamiento
revolucionario añadimos que la justicia social, la libertad y la igualdad entre
los seres humanos es la base de ese respeto al derecho ajeno.
* Responsable General Ejército Popular Boricua - Macheteros
Fuente: Claridad