VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Votar «sí» es un avance

Leonardo Boff
Koinonia

En Brasil mueren por arma de fuego cerca de 100 personas por día, y otras tantas quedan parapléjicas. Eso representa una devastación diaria mayor que la de las dos guerras de Irak y de Afganistán juntas. ¿Cómo afrontar este verdadero «estado de guerra civil» cuyas víctimas son, en un 40%, jóvenes con edad comprendida entre los 14 y os 25 años? El Estatuto de Desarme ya aprobado, y el actual referemdum que estamos realizando en Brasil sobre la comercialización de armas, tratan de dar una respuesta. Aunque sea insuficiente, ya que no podemos eliminar totalmente el problema, intentemos por lo menos minimizarlo. Es lo que quieren los que votarán en favor de la prohibición de la comercialización de armas.

En realidad, detrás de cada arma hay un asesino potencial. Aunque sea por legítima defensa, el arma ha sido construida para matar o herir. Votar la prohibición de la comercialización de las armas significa un paso más en la búsqueda urgente de una cultura de la paz. De fuentes seguras nos viene la alarma: tenemos tantas armas almacenadas –atómicas, químicas y biológicas- que podemos erradicar totalmente la especie humana y dañar profundamente la biosfera. Y está además la violencia contra la naturaleza. El modo de producción imperante desde la revolución industrial implica una voluntad ilimitada de explotación/agresión del planeta. En consecuencia, la Tierra está dando señales de que no aguanta más. Podemos experimentar el mismo destino que el de los dinosaurios.

Es importante recordar que, subyaciendo bajo esta violencia sistémica, está el patriarcado, de diez mil años atrás. Fue él el que inventó la guerra, los ejércitos, las armas y el Estado, detentador del uso legítimo de la violencia. Defender las armas es alimentar el patriarcalismo y el machismo. Es ser culturalmente atrasado.

Brasil fue construido a partir de la violencia que, desde la fundación, se organizó como sistémica. Violenta fue la colonización, violenta la esclavitud, violento el Imperio -sobre todo contra los indígenas-, y violenta fue la República, que hasta los días de hoy mantiene a cerca de 50 millones de personas en la pobreza y en la exclusión. El arma se convirtió en símbolo del machismo todavía vigente en la cultura, que paradójicamente, convive con la cordialidad, en el sentido lúdico místico del pueblo brasileño.

Permitir el comercio de armas significa perpetuar este atraso. Es situarse fuera del movimiento mundial y de ese nuevo humanismo que está emergiendo por todas partes, que pide el rescate de la razón sensíble, de la inteligencia emocional y espiritual, de la ética del cuidado, de la nueva alianza entre lo masculino y lo femenino... valores todos ellos capaces de hacernos más tolerantes, compasivos y pacíficos para con todos, también para con los demás miembros de la comunidad de vida.

O reforzamos este nuevo paredigma salvador o corremos el riesgo de que lo peor se haga posible, y lo posible, probable. Votar la prohibición de armas es avanzar en la constitución de un paradigma nuevo, centrado en la vida, en la no-violencia activa y en la paz. El derecho de los individuos no puede ser pensado fuera de -o contra- el derecho más originario de la Tierra como Gaia, y el derecho de la humanidad como sujeto colectivo. A nadie es dado el derecho ni la libertad de poseer un instrumento capaz de quitar la vida a un hijo o hija de Dios. Fue esa convicción la que permitió a Gandhi liberar la India sin el recurso a la violencia de las armas.