Latinoamérica
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Prisión
política y tortura. La verdad sospechosa
El año 2005 ha comenzado con los buenos propósitos típicos. El pasado año, en
diciembre, el Presidente de la República atacó por sorpresa cuando dio conocer
su interpretación y propuesta sobre el Informe de la Comisión de Prisión
Política y Tortura. No se conoció previamente día ni hora en que el mandatario
hablaría.
La decepción es el signo que impera en millones de chilenos ahora que ya se
conoce la Ley, que en tiempo récord aprobó el parlamento. Los detalles la
ciudadanía los sabe. Los nombres de los violadores y de los cómplices no se
conocerán. Los montos de las pensiones rayan en el escarnio. Millares de
víctimas quedaron excluidas. El espectáculo en el parlamento fue penoso.
Chile es un país que da para todo. Hubo parlamentarios que fueron víctimas y no
declararon ante la Comisión. Un ministro hace el ridículo renunciando a la
pensión. Se reitera el eufemismo de decir Comisión Valech y no de Prisión
Política y Tortura. Vivimos en el país de la perífrasis, de los diminutivos y de
los rebusques.
El Presidente de la República en otro desacierto compara los montos de la
reparación con el gasto de una carretera y reclama hasta cuándo hay que estar
reparando…,finalmente él mismo dice que se trata de una recompensa simbólica,
seguro que el mandatario y su parlamento estimaron que los vejámenes, las
agresiones y las torturas también fueron simbólicas.
El señor Presidente nos habla de la austeridad en el país de los escándalos, de
las faltas a la probidad y del cambalache.
Si de símbolos se trata, entonces, que se destruya o se hunda La Esmeralda, el
buque escuela de tortura, transformado en calabozo flotante durante la
dictadura, emblema de la ignomia adondequiera que arribe.
A los prisioneros, torturados, exonerados, exiliados, perseguidos, calumniados y
humillados, junto a sus familias y a la comunidad nacional sólo les cabe
resistir tan afrentosa propuesta del actual gobierno de la Concertación y de sus
parlamentarios, y denunciarla ante el mundo en nombre de la decencia y de la
dignidad.
Ellos, los espurios, los que han celebrado avenimiento con los verdugos y sus
representantes políticos no conocen aquello de olvido nunca y perdón jamás. Que
lo sepan, el repugnante cogobierno nada tiene que ver con nuestro decoro.
Carlos Poblete Avila
Profesor de Estado
carmalau@entelchile.net