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Latinoamérica


 

¿Se rearticula el movimiento popular Boliviano?

Wilson Jaime Villarroel Montaño

Una larga jornada -la de 2004- de ausencia popular efectiva en las calles, caminos y plazas parece clausurarse con las movilizaciones sociales que se inician estos días en Bolivia. El movimiento popular sienta, esta semana, la estrategia y, posiblemente, la línea táctica a seguir en futuras confrontaciones.

Como trasfondo, un solitario y acorralado presidente Carlos Mesa anunció, anoche domingo, en su habitual estilo enfático -pero sin ocultar sus fundados temores- que, al menos, dos polos de acción política desestabilizadora que, en su visión, sólo congregan a pequeños grupos, le impiden 'gobernar'. Eventualmente, ello le impondría la renuncia anticipada a su mandato. En la dialéctica presidencial, estas dos 'puntas' configuran a) los grupos radicales occidentales que pretenden estatizar el aparato productivo hidrocarburífero, y b) segmentos empresariales deseosos de mantener sus privilegios, en alusión a los agroindustriales del oriente boliviano.

El movimiento popular parecía agotado luego del esfuerzo insurrecional de Octubre de 2003 pero dejó pendiente la llamada 'agenda de octubre', es decir, una plataforma de reivindicaciones todavía en abstracto que recién fue delineándose en objetivos específicos en el transcurso de los siguientes meses al conato del año anterior.

El empute histórico culminó un período histórico de agotamiento del modelo político y económico. Si la venta subrepticia del gas fue el detonante de entonces, la pregunta de hoy es si el alza de los carburantes -o el reclamo de la ciudad de El Alto- puede también detonar una situación social de suyo explosiva. Sin subestimar el potencial conflictivo de la hora actual, es todavía prematuro predicar un estado insurreccional sin constatar la fuerza y proyección de las movilizaciones sociales de la hora presente.

En Octubre de 2003 el Gobierno recurrió al uso de vedados mecanismos de represión, lo que no ocurre ni ocurrirá hoy -atentos a la promesa presidencial- aunque son harto similares los sentimientos de frustración ante la carencia de un cambio real, exacerbados estos días por el alza de combustibles dispuesta en la víspera del nuevo año. La impopular medida puede apurar la reactivación del movimiento popular boliviano y aún acelerar el proceso de autonomización. Intuitivamente, el movimiento puede sumar el respaldo estratégico de otros sectores que alientan objetivos diferentes como el movimiento cívico-departamental liderado visiblemente por segmentos empresariales del oriente boliviano, o ciertas fracciones de los partidos políticos, en especial el MAS de Evo Morales.

Sólo en la medida en que la dirigencia sindical y popular pueda incorporar otras plataformas, incluyendo las banderas autonómicas, podrá materializar sus objetivos inmediatos cuales son, por ejemplo, la nacionalización de los hidrocarburos o la concreción de una convocatoria real y despartidizada en la Asamblea Constituyente.

Se observa un cambio cualitativo en la dirección del movimiento que ahora no la asume, sugestivamente, la Central Obrera Boliviana, sino otros actores como la combativa Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) de la ciudad de El Alto, el movimiento autonómico cruceño o el inquietante Movimiento de los Sin Tierra. El papel de la COB ya no es protagónico, sino de auxilio y promoción de estos nuevos actores que insurgen en el dinámico escenario político boliviano.

Ello demuestra el agotamiento del modelo marxista típico de dirección político-sindical en que la dirigencia obrera, siguiendo el referente ideológico provisto por un partido revolucionario, diseñaba la movilización social. Las reivindicaciones transcurren, de manera simplificada, por al menos tres andariveles, uno de ellos de contenido clásico en tanto los otros, de reciente incorporación, enriquecen al primero y, en su caso, motivan, coyunturalmente, un mayor nivel de participación política activa:

i) la plataforma de reivindicación social y económica (clásica), por mejores salarios, niveles de vida y promoción social. Reúne los reclamos por el incremento de tarifas en servicios públicos, aumento del costo de combustibles, etc., hasta el momento sectorializados e inconexos. Su exigencia, esencialmente, es propia de la dirigencia obrera o sindical;

ii) la plataforma de reivindicación regional y de las nacionalidades (nueva), que aspira a una mayor participación de los pueblos bolivianos -especialmente originarios- tradicionalmente excluídos del sistema político oficial. A través de la Asamblea Constituyente, se pretende mayor eficiencia democrática del aparato estatal con la técnica de la descentralización político-administrativa (federalización o Estado autonómico). Es tarea que ha asumido para sí el movimiento cívico-departamental, copado por sectores empresariales cruceños y tarijeños que promueven, inclusive referendos autonómicos previos a la Asamblea;

iii) la plataforma de reivindicación de las riquezas minerales e hidrocarburíferas (nueva) que excede el mero proyecto estatista y configuran las reclamaciones de la nueva era: respeto a la biodiversidad, defensa de los valores ecosociales, etc. En este último caso, es una tarea difusa que hasta ahora no tiene titular reconocido, salvo las ya conocidas proclamas de grupos indigenistas o de inquietudes ambientalistas casi aisladas. La gran importancia de esta plataforma radica en que fue directa exigencia en la lucha por el gas y el detonante de Octubre de 2003;

En cierto modo el presidente Mesa no carece de razón al afirmar que el alza de los carburantes, medida mas bien inscripta en una política fiscal de supresión de subsidios, es un 'pretexto' para desestabilizar su Gobierno. Pero, aclaramos, más que un pretexto, es un argumento que puede ser recogido, y así sucede, desde las tres plataformas señaladas porque toca lo económico y social (carestía de vida), lo regional y cívico (las regiones productoras de gas 'sienten' que la medida les afecta directamente) y, por supuesto, en la defensa de las riquezas nacionales.

Y es que el ciudadano común no entiende cómo un país que se precia de tener inmensos reservorios de gas tenga que pagar por la gasolina o diesel al igual que los países no-productores. La campaña mediática del presidente Mesa no ha podido convencer a la población que el diesel, por ejemplo, debe ser importado al país según precios internacionales salvo que el país implemente mecanismos técnicos de transformación de hidrocarburos para satisfacer su demanda interna.

Es interesante notar que una petición que se inserta en cualquiera de los andariveles mencionados tiene también referencias en alguno o algunos de las otras plataformas. Así, la petición de la FEJUVE de El Alto, tiene componentes -mas allá de la racionalidad de un petitorio en blanco y negro- que transcurren entre los puntos (i) y (iii) pues pide tarifas sin indexación al dólar y, al mismo tiempo, pide la expulsión de una empresa transnacional en aducida defensa de la preservación de un servicio público esencial. Las peticiones insatisfechas de otros sectores en conflicto potencial pueden ser también inscriptas en más de alguno de los andariveles mencionados.

El hecho, es que las reclamaciones, desde su mismo origen, no pueden ser exitosas atendiendo únicamente a una sola plataforma (demandas aisladas). Tampoco a la inversa: no todas las peticiones de los sectores sociales en conflicto pueden ser inscriptas en una petición que contenga un único elemento de referencia, sea en lo social o lo regional. Salvo, por supuesto, el que dicha reclamación, coyunturalmente, se constituya en un punto de encuentro con las otras demandas pendientes como ocurre con la subida de precios en los combustibles y sus efectos intolerables en la canasta familiar (hecho común a todos). Este punto de encuentro es siempre variable, atendiendo a las circunstancias cambiantes en un escenario dinámico y en contínua transformación producto de la aceleración del tiempo político que se vive en Bolivia.

La inteligencia en sintonizar el argumento común que abandere la protesta social depende de la conformación de una dirección política única que formule una estrategia general y sea capaz de aglutinar o atraer a otros actores sociales a una causa común. Para este cometido, empero, se precisa de amplitud de miras y capacidad de negociación racional de la cúpula dirigencial, lo que no ha ocurrido en el pasado, ni siquiera en Octubre de 2004, ocasión en que las bases sobrepasaron la capacidad de análisis y de convocatoria de los dirigentes, encasillados -como en el caso de la COB- en los esquemas clásicos y maniqueos de la lucha revolucionaria que sólo privilegia la cuestión social y económica y se abstrae de toda otra consideración.

Menospreciados otros contenidos de reclamación y movilización social por los dirigentes sindicales y los partidos que reclaman sustento popular, se abandonó la veta riquísima de contenido social de la demanda regional y de nacionalidades que, al presente, ha sido monopolizada por ciertos sectores agroindustriales y/o empresariales, en especial del Oriente, con mayor visión política sobre su trascendencia. Hoy, no pudiéndose revertir este copamiento, el movimiento popular sólo podrá albergar razonables posibilidades de éxito, si hace también suyas las reivindicaciones nacionales o regionales o si, por lo menos, establece una alianza estratégica con quienes lideran el movimiento cívico-departamental. Tampoco es novedad en los clásicos, pues la estrategia de acumulación de actores en una causa común se inscribe en la tesis del frente amplio.

De hecho, un conglomerado de tan amplia sustentación social como éste, en el que confluyen de empresarios a artesanos, de obreros a agroindustriales y desde el ciudadano común de las áreas urbanas a los pueblos originarios de selvas y altiplano, no podría jamás ser reputado como un grupo reducido o minúsculo sin mayor importancia numérica. También de hecho, agotado el modelo de democracia representativa al que se aferra el sistema político actual e intercambiado por el modelo corporativo, nada nuevo se aporta al escenario político real pues el formal ha quedado anclado en el pasado.

Al cierre de este artículo, la protesta callejera, en especial en la ciudad de El Alto resultaba ya con un éxito relativo, ratificando lo prematuro de aventurar una hipótesis sobre su ulterior desarrollo. Importante de destacar, sin embargo, es la amplia cobertura que sobre el mismo presta el aparato mediático oficial lo que confirma la trascendencia del tema, en especial para el Gobierno cuyo máximo personero, horas previas, aprisionado en Palacio, se animó, en las últimas horas de hoy lunes, a lanzar un dramático llamado a la unidad nacional.

En verdad, más allá de la rearticulación del movimiento popular boliviano, hay señales -no todas muy claras o pacíficas, por cierto- de la inminencia de grandes cambios.