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Internacional

Condollezza Rice en alabama: matices son matices

Jorge Gómez Barata
 
Condollezza Rice estuvo en Alabama, su terruño natal y se unió a los voluntarios para llenar cajitas con alimentos destinados a los damnificados por el huracán Katrina.
El gesto marcó la diferencia: en la admistración hay alguien capaz de hacer algo útil.
Aunque como una de las figuras más prominentes del equipo de gobierno, pudo proceder de otra manera, todo parece indicar que con la sutileza de que sólo son capaces las mujeres, cuando quieren decir sin palabras y buscan el equilibrio, eligió un perfil exacto.
Como quiera que ella no es responsable por la política interior ni de la seguridad interna, no tiene porque sudar calenturas ajenas. Al rellenar cajitas demostró solidaridad con sus compatriotas y tomó distancia de los que debieron hacer mucho más que eso.
Una Condollezza arrogante, exhibicionista y protagónica, que ofreciera una contraimagen capaz de confrontar la miserable condición expuesta por los negros de la región, acentuada ahora por su indefensión y el abandono de que fueron objeto, hubiera convenido más a la admistración.
Rice es parte de la elite ilustrada de la burguesía negra norteamericana que, dentro del sistema, retándolo a veces como hicieron otros exponentes por sus inconsecuencias humanas, aunque sin rozar las bases ideológicas y los intereses de las clases dominantes, lograron ubicarse al mismo nivel que los blancos.
Ella, la mujer negra que más lejos ha llegado, es un emblema del sistema.
Precisamente esa problemática fue uno de los ejes del debate ideológico que en los años sesenta caracterizó al movimiento de la lucha de los negros norteamericanos por los derechos civiles cuando, líderes radicales como Malcon X, el Movimiento de los Panteras Negras y otros, confrontaron los puntos de vista de la corriente liderada por Martin Luther King, quien adoptó la no violencia como método de lucha y señalo como meta el cumplimiento del sueño de la igualdad civil, dentro del contexto mayor del Sueño Americano.
Al resumir la Marcha sobre Washington que fue un importante momento en la lucha de los negros norteamericanos por sus derechos, el 28 de agosto de 1963, Martin Luther King expuso lo que llamó su sueño:
"Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija, firmó la Proclama de la emancipación…cien años después, el negro aún no es libre… Yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo…
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad…
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano…"

En opinión de los interlocutores de King a quien respetaron e incluso siguieron, la integración sin verdadera emancipación daría lugar a una casta de negras y negros educados, bonitos, bien vestidos, incluso algunos ricos, cuya presencia en las escuelas y universidades, la televisión, los bufetes de abogados, las cortes, en Hollywood e incluso en la política, crearían el espejismo de una igualdad genuina, llenarían de orgullo a los de su raza y, junto con medidas epidérmicas y cosméticas, contribuirían a mantenerlos tranquilos e incluso felices.
Según el punto de vista más radical, la sociedad blanca imperialista, más que liberar a los negros, los amansó, utilizando las mismas recetas usadas para los blancos de abajo: una combinación de palo y zanahoria.
Para aquellos líderes, muchos de los cuales, como Malcon X y el propio King pagaron con su vida la lucha por unos y otros sueños, la imagen de los negros exitosos en el esquema de una sociedad blanca y esencialmente racista, serviría para cubrir lo que hoy con cruda violencia ha mostrado el huracán Katrina.
Aquel ejercicio de hipnosis ideológica, por cierto nada nuevo, funcionó. El sueño de King puede haberse cumplido lo que no significa que los negros hayan alcanzado lo que debieron ser sus metas.
Los niños negros pobres de Luisiana, Mississippi y Alabama, lo mismo que los del Brown, juegan con otros niños blancos pobres de esos mismos lugares y tal vez unos pocos de los barrios altos lo hagan con niños blancos ricos de allá.
Eso no cambia ni disminuye la enorme cuota de sufrimiento que es preciso acumular para que existan ejemplos como los de Powell y Rice.
Tal vez sea cierto que el fondo de la lucha por la emancipación de las mujeres, los negros y las minorías no es racial sino esencialmente de clases.
Con los negros norteamericanos ocurre exactamente lo mismo que con los blancos latinoamericanos, que ganaron la independencia para la oligarquía y con la clase obrera de todos los países. Todos tienen un poco más.
Fue José Martí quien sentencio que: "Un poco más no basta. Hay que conquistar toda la justicia".